24 de febrero de 2019

Improvisando por Sayago

La ruta de hoy estuvo llena de impedimentos desde el principio, pero finalmente fuimos solventando todos, bueno, casi todos, porque el primero fue imposible. Y es que fuimos con coches hasta Pereruela para comenzarla allí y nada más bajar las bicis surgió el primer problema: uno de los bíkers se había olvidado sus botas en casa. Ese primer problema fue el único que no conseguimos solventar porque no le quedó otra que volverse para Zamora. Pero fueron surgiendo muchos más...

Tras ese primer incidente empezamos la ruta saliendo de Pereruela por un camino recién rehecho y con mucho fresquito.


17 de febrero de 2019

Al Puente Mocho y Ledesma desde Santiz

Llevábamos tiempo con ganas de hacer esta ruta y, de hecho, la aplazamos el pasado Domingo porque la climatología era adversa. Hoy, sin embargo, el día era perfecto.

Como estaba previsto empezar en Santiz, nos desplazamos hasta allí sólo cuatro bíkers (varios eventos robaron protagonismo a la ruta) en dos coches. Después de preparar las bicis y tomar un café en uno de los bares del pueblo comenzamos a rodar.

Tras abandonar las últimas casas nos encontramos con este paisaje frente a nosotros:


Viendo esto, que en la foto dice mucho menos que en la realidad, todos nos supusimos que íbamos a disfrutar de bonitos paisajes, como así fue.

Los primeros kilómetros los hicimos por excelentes caminos, con buen firme, sin barro, lisos y encima ligeramente descendentes.


Tras unos tres kilómetros cruzamos la carretera de Ledesma y proseguimos entrando en la Dehesa de Asmesnal. Allí nos encontramos con las ruinas del castillo del mismo nombre, " (...) una fortificación medieval de carácter militar que en el siglo XV jugó un importante papel en las guerras con Portugal, aunque seguramente participara en el devenir histórico del Reino de León en una etapa anterior, básicamente desde el siglo XII. (Fuente Wikipedia).



Poco después nos encontramos con la primera cancela de las más de ocho o diez que tuvimos que abrir, cerrar, o saltar... Tras esta primera nos encontramos con un camino muy poco marcado y que parecía la servidumbre de las dos tierras colindantes.



Empezamos también a encontrar algunas vacas (veríamos cientos en todo el recorrido), si bien estas estaban tras una valla.


Después apareció otra cancela y tras traspasarla nos encontramos sumergidos en una zona preciosa, con encinas por todos lados, el campo empezando ya a verdear por la proximidad de la primavera y todo recorrido por un buen camino.




En un tramo tuvimos que pasar junto a decenas de vacas que no nos miraban muy bien. Nosotros recelábamos de ellas también, pero no teníamos más remedio que molestarlas para seguir avanzando. La molestia no debió de ser muy grande porque no tuvimos que sacar la muleta, pero digamos que ese tramo lo hicimos a mejor media que el resto.

Más adelante cambió el paisaje y volvimos a rodar por un camino ancho y con muy pocas encinas. Estábamos en paralelo a Moraleja de Sayago. Resulta curioso que empezando la ruta en un pueblo de la provincia de Salamanca, tras rodar unos diez kilómetros hacia el sur, estuviéramos frente a un pueblo de Zamora. Esto es porque justo en esa zona nuestra provincia hace un saliente que se adentra en la de Salamanca.


No mucho después más cancelas para abrir y cerrar. Ya en ese punto habíamos perdido la cuenta, pero más de 6 llevábamos fijo.



Esta última nos volvió a meter en una zona con bastantes encinas, algunas centenarias. En una zona más abierta hicimos una ascensión suave pero larga y no nos dimos cuenta de que teníamos que haber girado a la derecha, así que nos tocó recular un poquito y meternos por una zona en la que el camino no estaba marcado, pero por la que se rodaba bien.



Y, como no podían faltar, más cancelas no mucho después. La penúltima no daba la posibilidad de abrirla porque tenía un candado, así que la saltamos. 


Continuamos rodando y nos dimos de bruces con una más, que sí pudimos abrir. Pasamos por ella, abrimos otra que había justo a su izquierda y pocos metros después nos dimos cuenta de que no había sido necesario pasar ambas porque teníamos que haber rodado por un camino que iba paralelo, por el lado de acá, a la pared. Cuando nos cercioramos de eso, nos tocó saltar la valla de piedra para poder seguir el camino.


Tras el salto de la valla (menos mal que sin concertinas, aunque sí con alambre de espino) seguimos rodando y disfrutando de la mañana, el paisaje y la bici. 


No transcurrió mucho tiempo cuando el terreno empezó a ser más escabroso, con piedras aflorando en la superficie, haciendo que el camino se diluyese sin estar claro su trazado. Nos guiamos por los GPS y terminamos en una zona con muchas rocas y por la que costaba rodar sin bajarse. Tras superar ese tramo nos estaba esperando el Puente Mocho para atravesarlo.




Tras verlo de un lado, del otro, contemplar el paisaje y leer los carteles que nos aclararon su historia 
(su construcción se ha atribuido repetidamente a época romana, no tanto por su propia fábrica, que parece muy modificada en época medieval, especialmente los tajamares, cuanto por la existencia asociada al puente de restos bien conservados de calzada, formando parte de una vía de comunicación entre las localidades de Ledesma y Zamora (Bletisama-Ocellum Duri). El puente, en su configuración actual y salvando las dificultades inherentes siempre a la datación de estos monumentos, parece en su conjunto obra medieval, y los tajamares, escalonados y en forma de huso, de época moderna. Fuente Wikipedia), iniciamos los más de dos kilómetros de subida que, inevitablemente teníamos que hacer para llegar a Ledesma, eso sí por un camino que daba gusto rodar.


Después de pasar la zona de aparcamiento entramos en la carretera que, descendiendo, nos llevó hasta uno de los dos puentes sobre el Tormes que dan la entrada a Ledesma.



Ascendimos hasta la parte alta del pueblo, en concreto hasta la Fortaleza y desde allí recorrimos algunas de sus calles, viendo a nuestro paso algunos de los muchos palacios y casonas señoriales, que tanto abundan en esta villa.


En la plaza, junto a la iglesia y frente al Ayuntamiento, hicimos una parada para comer algo. Invertimos lo justo en esto y enseguida nos pusimos en marcha porque el tiempo se nos había echado encima.


Salimos de la plaza en dirección al río, lo que nos permitió contemplar unas excelentes vistas.



Al llegar abajo cruzamos el puente más antiguo y ascendimos por la carretera que encontramos de frente, la de Peñausende, pero la abandonamos enseguida para coger la de Santiz, que también abandonamos más adelante para continuar por un buen camino a lo largo de unos seis kilómetros. 


Llegados a un punto en el que, según el track, nos teníamos que desviar, sólo encontramos una valla sin puerta y tampoco había camino donde se suponía debía estar. Vimos que había una alternativa así que seguimos más adelante y unos quinientos metros más allá la encontramos, una cancela más, eso sí, la última, y tras ella un camino que nos uniría al track un par de kilómetros después.

Unos metros más adelante de la cancela empezamos a ver vacas negras por todos lados. También estas nos miraban, pero ni se inmutaban, lo que no sabíamos si sería bueno o malo. Habríamos preferido que se hubieran asustado alejándose de nosotros. El, aproximadamente, kilómetro que fuimos entre ellas lo hicimos sin decir palabra y a un ritmo merecedor de podio en el campeonato de España.


Terminamos por engancharnos de nuevo al track algo más adelante y ya lo continuamos sin más novedad hasta la localidad de Añover de Tormes. Curioso que, a pesar de su nombre, el río que le da nombre quede a más de diez kilómetros. A su entrada nos encontramos con este bonito mural.


Recorrimos algunas de sus calles, pasamos junto a la iglesia y descendimos para retornar al track. Este seguía por un buen camino pero siempre con tendencia ascendente, no muy empinada, pero continua. Así, unos cinco kilómetros después, entrábamos en Palacios del Arzobispo. 


Nos sorprendió su coqueta plaza de la iglesia.


Ya con prisa, porque llevábamos mucho retraso, salimos del pueblo y continuamos con ese ligero ascenso que ya traíamos, aunque poco después se inclinó más, al entrar en una zona de pinos repoblados con un parque eólico en la parte de mayor altitud. 


Tras superar los aproximadamente dos kilómetros de subida llegamos a la zona más alta y allí giramos a la izquierda para continuar por un tramo con algunos altibajos. El último alto ya cerca de Santiz, por lo que justo antes de llegar tuvimos que realizar una buena bajada que nos dejó a las puertas de esa localidad.


Al llegar logramos cargar las bicis en el coche en tiempo récord porque era tardísimo y, rápidamente, iniciamos el regreso a Zamora. La caña fue la gran perjudicada por la falta de tiempo. Otra vez será...


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Relive 'Morning Feb 17th'

16 de febrero de 2019

Por la ribera del río Aliste

Hoy, según nuestro calendario, tocaba senderismo, y escogimos para ello una ruta por la ribera del río Aliste.

Nos trasladamos hasta Vegalatrave para iniciar la caminata allí. Tras aparcar los coches los siete andarines (hoy muchos bíkers y muchas galanas tenían otros compromisos) empezamos a caminar saliendo del pueblo y cogiendo una carreterita a la izquierda.


Tras unos quinientos metros la abandonamos para seguir por un camino que estaba trazado junto al cauce de un arroyuelo y que tenía algo de pendiente. La zona tenía bastante vegetación y el camino poco a poco se fue convirtiendo en una pequeña garganta.



Tras pasar esa garganta, atravesamos también una zona boscosa y poco a poco fuimos encontrando menos vegetación, el valle se fue abriendo y se caminaba mejor.

Como el campo no sabe de fechas y, aunque la primavera aún no ha llegado y las temperaturas diurnas están resultando altas, el paisaje que fuimos encontrando era ya casi, casi, primaveral.



Terminamos esa ascensión suave que habíamos traído durante todo el trayecto y llegamos a un camino ancho con campos de cultivo alrededor.



Pero en realidad teníamos que coger uno paralelo a ese, así que cruzamos un barbecho para alcanzarlo. Ya en él fuimos avanzando y descendiendo poco a poco, sin abandonarlo en ningún momento, hasta recorrer los casi tres kilómetros que nos separaban de Domez.



Esta parte es la menos vistosa de la ruta, sin llegar a ser fea, pero es menos atractiva que el resto.

Llegamos a Domez y decidimos buscar un bar para tomar una cervecita que nos supo a gloria, acompañada de la conversación de la dueña y de unos frutos secos que amablemente nos puso para picar.

Volvimos atrás unos cientos de metros para cruzar de nuevo el puente sobre el río Aliste y comenzar a caminar por su ribera.


Ribera que no dejamos prácticamente en ningún momento ya hasta llegar de nuevo a Vegalatrave. Esta zona es muy bonita y ofrece variadas estampas del río, porque a veces sus aguas son negras porque la vegetación apenas deja entrar la luz y en otras ocasiones se deja teñir del color del cielo.



Hay zonas donde se camina a un metro de él y en otras en las que el caminante lo vigila desde las alturas, como en el último tramo, en el que se asciende una ladera y eso permite contemplar unas vistas, del propio río y de toda la zona, espléndidas.




Tras disfrutar de las vistas el camino comienza a descender y se mete en Vegalatrave enseguida. Atravesamos la localidad para ir hasta la zona donde estaban los coches.


Ya en ellos nos dirigimos a Samir de los Caños, del que estábamos a seis kilómetros, porque habíamos encargado la comida en el Bar de Agustina, que nos trató excelentemente. Estuvimos muy a gusto allí. Tras la comida un paseíto por el pueblo y rumbo a Zamora, pero eso sí, hicimos una pequeña parada en Villaflor, para mostrar la famosa barca a quienes no la conocían aún y para disfrutar de las vistas desde el Mirador de la Barca.


Tras la parada ya nos dirigimos de un tirón hasta Zamora, poniendo así fin a un bonito día disfrutando de la naturaleza y de la buena compañía.

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Relive 'PVegalatrave'