29 de marzo de 2020

La CoroNOruta por los restos del Císter

Durante toda la semana, la segunda del confinamiento, ha estado haciendo bueno, cielos azules y temperaturas agradables, salvo las mañanas que han sido más frescas. Ideal para andar en bici. La previsión para el fin de semana era que continuaría la misma tendencia, así que como en circunstancias normales habríamos planeado una ruta desplazándonos a algún lugar cercano para iniciarla allí, la cuarentena no nos puede quitar la ilusión de imaginar lo que habríamos hecho. A estas salidas imaginarias en bici las vamos a llamar CoroNOrutas. CoroNO de la unión de Corona Virus y NO, de negación.



Habríamos quedado temprano para cargar las bicis en los coches, tarea que, como siempre nos llevaría más tiempo del previsto, e iríamos hasta la urbanización La Encomienda. Allí, en una de las calles de la urbanización, dejaríamos los coches, prepararíamos las bicis y comenzaríamos a pedalear.
Los primeros metros los haríamos por una de las calles de la propia urbanización, terminada esta seguiríamos por un camino que poco después muere en la carretera, en la N-630. Nos incorporaríamos a ella sintiendo el frío de la mañana al ir rápidos por ser un descenso hacia el llamado Puente de la Estrella.

Cruzaríamos dicho puente contemplando la bonita vista del embalse, si bien la mejor es la que encontraríamos al volver la vista atrás después de atravesarlo.


Seguiríamos por la carretera unos 2 km. En ese tramo procuraríamos ir alineados y sin dejar huecos entre nosotros para evitar sustos y molestias a los automóviles, que realmente serían muy pocos los que nos encontraríamos.

Enfilada la recta que lleva a la rotonda que da acceso a la autovía, la abandonaríamos algo antes de llegar a su mitad y nos desviaríamos a la izquierda para tomar un camino, que los que hicimos en su día el Camino de Santiago lo recordaríamos, y que nos llevaría a cruzar por debajo de un viaducto sobre el que transita la autovía para conducirnos hasta la N-630 de nuevo.

Volveríamos al asfalto, pero sólo unos doscientos metros, y continuaríamos por un camino que, unos metros más adelante, nos permitiría cruzar de nuevo la autovía, por encima esta vez, y seguir en paralelo a ella por un buen camino que nos trasladaría hasta las proximidades de Castrotorafe.

Estando tan cerca ni nos pensaríamos el acercarnos a ver las ruinas de sus murallas y su castillo, construcciones que datan de entre los siglos XII y XV, que están declaradas Monumento Nacional, pero sin que apenas se haga nada por conservar, al menos, lo que aún pervive.


Impresionantes las vistas que contemplaríamos según nos aproximáramos a los restos de lo que fue la fortificación.


Tras la visita volveríamos al camino del que nos habríamos desviado y continuaríamos por él y, tras algunos cambios de dirección, llegaríamos  hasta Fontanillas de Castro. Cruzaríamos la localidad y de nuevo volveríamos al camino que entre campos de cereales, ahora de un verde intenso, nos llevaría hasta Riego del Camino.


Tras salir de la localidad volveríamos a retomar el camino, y unos dos kilómetros después cruzaríamos de nuevo la autovía por encima y proseguiríamos por una pista que discurre en paralelo a esta. Tras varios kilómetros de ascenso comenzaríamos a descender poco antes de llegar a Granja de Moreruela, donde nos desviaríamos un poco del camino para llegar hasta la entrada de la localidad y ver el Centro de Interpretación del Císter, un pequeño edificio de formas geométricas y volúmenes cúbicos que, de algún modo, evoca la pureza de los volúmenes y líneas de la arquitectura cisterciense (horarios).


Regresaríamos al punto del camino donde nos desviamos hacia el pueblo y continuaríamos recto, por la carretera que seguiríamos unos 3 km hasta llegar a lo que fuera el Monasterio Cisterciense Santa María de Moreruela, del siglo XII, aunque remodelado en diferentes siglos. La parte más bonita, la iglesia, es románica con detalles góticos. La capilla mayor tiene un ábside semicircular y girola, donde están los siete absidiolos que, sin duda, vistos desde el exterior, es la imagen más conocida de las ruinas.

Al llegar, veríamos los restos del monasterio y de la iglesia.



Para después dar la vuelta a la misma y encontrar el impresionante ábside con sus siete absidiolos que, como decíamos anteriormente, es la vista más conocida del Monasterio.


Después de tan estupenda visita volveríamos a sentarnos sobre los sillines y a rodar. Volveríamos atrás unos metros y cogeríamos un camino a nuestra izquierda, que seguiríamos, haciendo algún que otro zig-zag y ascendiendo, hasta llegar a una carretera, la ZA-123, que une Granja de Moreruela con Tábara. Nos incorporaríamos a ella en pleno descenso de la misma hacia el Puente de Quintos, al igual que el de la Estrella, también sobre las aguas del río Esla.

Después de cruzarlo nos apartaríamos de la carretera unos metros para contemplar las vistas, comprobando que la parada merecería la pena.


Continuaríamos nuestra marcha por la misma carretera durante casi 3 km de un duro ascenso que nos haría sacar a todos los colores, y no de vergüenza precisamente. Al culminar el ascenso giraríamos a la izquierda para seguir como un kilómetro por una carretera de tercer orden. Descenderíamos por ella y tras ese escaso kilómetro volveríamos a la derecha para continuar ya por camino.

Camino que nos llevaría, tras seis kilómetros con algunos giros a derecha e izquierda y cruzando entre extensiones grandes de cultivos de cereales que estarían ahora en su máximo esplendor, repletos de verde y fuerza, hasta la localidad de Faramontanos de Tábara.


Después de cruzar esta localidad volveríamos a tomar una pista similar a la que habríamos traído hasta Faramontanos. Saldríamos del pueblo ascendiendo y seguiríamos esta tendencia hasta nuestro siguiente destino, Tábara. El paisaje seguiría siendo similar, salvo una zona de monte bajo ya próxima a esta localidad. Poco antes de llegar tendríamos que cruzar sobre las vías del AVE a través de un viaducto.

Entraríamos en Tábara y enseguida nos encontraríamos con la carretera, la N-631 y con la iglesia de Santa María, porque el camino termina justo a su puerta. Esta localidad es conocida por dos hechos: porque fue el lugar de nacimiento del gran poeta León Felipe y porque  hubo desde finales del siglo VIII un importante monasterio (San Salvador de Tábara) con un gran prestigio cultural gracias a que contaba con un "scriptorium" donde elaboraban códices iluminados (un manuscrito ilustrado, decorado). Uno de estos ha llegado a nuestros días, el denominado Beato de Tábara, conocido sobre todo por una de sus iluminaciones, la que representa el scriptorium en la torre del Monasterio de San Salvador.


La iglesia de Santa María en la que haríamos una parada, se encuentra sobre el antiguo solar en el que estaría ubicado el monasterio, posiblemente destruido en alguna campaña de Almanzor. Al no ser reconstruido esta iglesia aprovechó el terreno y parte del material para ser construida. Su estilo arquitectónico es románico (siglo XII), si bien el interior y la cabecera fueron remodelados en el siglo XVIII. En su interior se encuentra en la actualidad el Centro de Interpretación de los Beatos, también llamado Scriptorium. Sólo abre de martes a sábado, de 12.00 a 14.00 h, así que lo habríamos encontrado cerrado.


Abandonaríamos el pueblo, iniciando así a el regreso a nuestro de punto de partida, por la N-631 hasta la gasolinera y restaurante. Nada más traspasar esta zona tomaríamos una pista que nace en oblicuo a la carretera y que se mantiene prácticamente en paralelo a la misma hasta sobrepasar con creces Pozuelo de Tábara. Destacar una zona que se atraviesa, unos 2 km después de abandonar Tábara. Una zona de monte bajo y encinas que es muy bonita y que recorreríamos a lo largo de prácticamente 2 km. Poco después llegaríamos a Pozuelo y continuaríamos siguiendo la misma pista unos 4 km. Transcurridos estos tendríamos que volver a la carretera para poder cruzar sobre las vías del AVE.

Llegaríamos a este punto y empezaría la parte más fea del recorrido, no porque la zona lo sea, que no lo es, menos ahora en primavera, sino porque no nos quedaría otra opción que continuar por carretera varios kilómetros, cuatro más o menos. Los primeros, además, de ascenso. Tras culminar este, seguiríamos por el llano y al llegar al cruce de Perilla de Castro nos desviaríamos a la derecha para continuar por un buen camino en paralelo a la carretera casi 2 km. Tendríamos que volver de nuevo al asfalto, pero menos de un kilómetro, y podríamos después volver a abandonarlo para seguir por una de las vías de servicio de la urbanización de dónde habríamos salido unas horas antes y así llegar al final de nuestro recorrido.

Tras estirar las piernas cargaríamos las bicis de nuevo en los coches. Como llegaríamos muy ajustados de tiempo, no tendríamos ocasión de tomar una caña juntos en algún bar próximo, como nos gusta hacer para comentar la ruta y para dejar algo en la zona en la que hemos ciclado.

Estas habrían sido nuestras andanzas que hoy, de nos ser por ese estúpido virus que se ha colado en nuestras vidas, habríamos hecho casi con total seguridad. Nos da mucha pena no poder relatar una ruta verdadera, nos da mucha lástima ver pasar estos días de sol y buena temperatura sin poder salir a dar un paseo o rodar en bicicleta disfrutando de la primavera y los paisajes. Pero sabemos que, aún así, somos unos afortunados porque nadie del grupo, tanto bíkers como galanas, ni ningún familiar directo, está afectado por el Coronavirus. Este es el precio a pagar y lo pagamos con gusto para que todos podamos seguir sin contraer la enfermedad. Pero aún así permitan que sigamos haciéndonos ilusiones imaginando lo que nos gustaría haber hecho en la mañana de un día como hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario