6 de abril de 2021

Frías y otras Merindades

Siempre que se planifica un recorrido en bici algo especial se hace con ilusión, pero hay muchos factores que pueden arruinar o hacer magnífico ese recorrido: el buen tiempo, que no haya caídas, que el paisaje  o las localidades por las que se pasa sean bonitos, que sea variada, que haya subidas pero que sean llevaderas, que la compañía sea la adecuada... El pasado sábado, en Las Merindades, se dieron todas esas circunstancias y lograron que hiciéramos una de las rutas más bonitas que recordamos. Es decir, una del "Top Ten".


Nuestro alojamiento, el Hotel Restaurante La Alhama, en Medina de Pomar (donde nos trataron de maravilla y nos dieron todo tipo de facilidades para guardar las bicis e incluso lavarlas después de las rutas), estaba a unos 30 km de Frías, así que aunque salimos de él sobre las 9.45, no llegamos a Frías hasta media hora después. En realidad no llegamos a entrar en esta localidad, sino que aparcamos en un restaurante situado junto al precioso puente medieval sobre el Ebro.

Mientras descargamos y nos preparamos transcurrieron unos cuantos minutos y a las 10.30 logramos comenzar, pero eso sí, antes hubo un posado con la magnífica vista de Frías al fondo.


Íbamos a utilizar un track descargado de Wikiloc, pero este empezaba y terminaba en otro punto y eso nos generó algunas dificultades en los primeros metros. Cruzamos el precioso puente en un sentido, vimos que estábamos equivocados y lo cruzamos en sentido contrario, pero seguíamos sin verlo claro... Finalmente encontramos por dónde debíamos comenzar. Aunque estábamos muy cerquita de Frías primero teníamos que ir a la vecina localidad de Tobera, para después ya realizar la visita a esa. 


Una vez que dejamos atrás unas edificaciones pertenecientes a la parte baja de Frías, continuamos por un camino con mucha frondosidad a ambos lados del mismo. El primer tramo no podía ser más bonito.


Sin abandonar este, proseguimos hacia Tobera, si bien cambió el firme, encontrando ahora bajo nuestras ruedas solamente arena y perdiéndose la frondosidad que nos acompañaba. 


Recorridos unos seis kilómetros nos topamos, a nuestra derecha, con la coqueta iglesia de San Vicente, románica en su origen, aunque con muchas modificaciones posteriores, y cuyo pórtico románico se encuentra en el Museo de los Claustros (The Cloisters), de Nueva York. 


La iglesia es la antesala del pueblo al que pertenece, Tobera. Unos metros más adelante llegamos a las primeras casas del pueblo. Bajamos unas escalerillas junto a un río, el Molinar, y siguiendo un pequeño paseo nos encontramos con esta gran cascada.


Subimos a una zona más alta del pueblo y, junto a un puente, encontramos otro pequeño paseo bordeando la corriente de agua. Al final del mismo se escondía otra cascada de mayor tamaño y con varias alturas. Otra preciosidad.


Continuamos recorriendo alguna calle del pueblo, muy bien conservado, y tras una empinadísima cuesta terminamos en una carretera. Como cien metros más adelante, hacia la izquierda, vimos un puente medieval sobre el río Molinar, una edificación (humilladero) y una ermita, ambas del siglo XIII. La ermita era la de Nuestra Señora de la Hoz. 


Visto este bonito conjunto tomamos de nuevo nuestras bicis y nos dirigimos a la carretera. Rodamos por ella menos de un kilómetro y la abandonamos para seguir por un camino que partía a nuestra izquierda. Este era ascendente en su mayor parte, pero bonito. 


Cuando llegamos a la parte más alta, descubrimos unas magníficas vistas de Frías.


La distancia entre Tobera y Frías por este lado no llega a los tres kilómetros, así que enseguida llegamos a un pequeño mirador que hay antes de entrar en esta ciudad, la más pequeña de la Península con esta categoría. El mirador nos ofrecía unas vistas de ensueño.


De nuevo sobre las bicis y tras un duro ascenso llegamos a la parte más alta del pueblo, donde se encuentra el castillo. Allí nos encontramos con las Galanas, que estaban visitando la localidad. Tras una pequeña parada montamos sobre las bicis y disfrutamos de sus calles haciendo un recorrido por ellas. Abandonamos la ciudad por una calle situada en la parte izquierda de la localidad. Los primeros metros, aún por las calles de Frías, fueron ascendentes, y una vez terminaron las edificaciones, el ascenso continuó por un camino con el firme algo suelto.



Después de casi dos kilómetros de dura ascensión el camino comenzó a descender junto a un pinar y terminamos llegando enseguida a un pueblo llamado Quintanaseca.


Nos desviamos unos metros del camino para visitar la pequeña iglesia y allí mismo realizamos una parada porque la rueda trasera de una de las bicis había perdido mucho aire. Comprobamos que lo perdía por un corte en la cubierta que el líquido antipinchazos no tapaba, así que le pusimos una "mecha" y el problema quedó resuelto.


En ese momento miramos la hora y eran las 13.00 h. Nos dimos cuenta de que llevábamos casi dos horas y media sobre la bici y habíamos recorrido tan solo unos 13 km. Pero claro, Frías y Tobera habían exigido muchas paradas. No quedó otra que acelerar el paso, bueno, en este caso la cadencia...

Salimos de Quintanaseca realizando un ligero ascenso, tras el cual adivinamos un valle muy, muy verde.


Descendimos por una excelente pista y fuimos pasando entre campos de cereales y de colza, que formaban un contraste precioso. 


La distancia comenzó a consumirse más deprisa, y después de unos cuatro kilómetros llegamos a Cillaperlata. Vimos que el track no llegaba a entrar al pueblo, pero observamos un cartel que anunciaba una ermita rupestre, así que atravesamos la localidad en su busca. No la encontramos, pero sí que nos dimos de bruces con una presa construida sobre el río Ebro.


Como no encontramos la ermita volvimos al pueblo y a la salida retomamos el track. En este punto se trataba de un sendero en paralelo al río por el que disfrutamos mucho.


Después de algo más de dos kilómetros nos alejamos del río y el camino nos llevó hasta otra ermita, en este caso la de Nuestra Señora de Encinillas, que se encuentra situada en una gran explanada. 


Regresamos al camino, que ahora transcurría por un pinar, y terminamos saliendo a una carretera que nos llevó hasta un puente. Una vez cruzado este empezamos a encontrar las primeras edificaciones de Trespaderne. En nuestros cuentakilómetros comprobamos que estábamos en el km 23, así que el acelerón surtió efecto, ya que habíamos recorrido 10 km en media hora.


En Trespaderne buscamos un bar con terraza para tomar algo. Lo encontramos y tomamos una caña y unos choquitos. Después de llevar allí unos minutos llegó una pareja. Poco después nos preguntaron si éramos de Zamora, ya que habían visto nuestros maillots. Les contestamos que sí y ellos nos dijeron que eran de Benavente. A unos y a otros nos hizo ilusión la coincidencia.

No nos demoramos en la terraza y no tardamos en partir. Abandonamos la localidad por un camino excelente por el que rodamos a buena media. 


Pronto pasamos junto a un pequeño pueblo llamado Santotis, pero no llegamos a entrar en él. Continuamos nuestra marcha y comenzamos a rodar junto a un río llamado Jerea, al que acompañaremos unos cuantos kilómetros más. 

Seguimos rodando a buen ritmo y pronto llegamos a otra localidad. En esta ocasión se trataba de Cadiñanos. 


Pasamos junto a la iglesia y nos dirigimos hacia la parte baja del pueblo. Allí nos topamos con una presa que contiene al río Jerea. El día había ido mejorando poco a poco y en ese momento no había ni una nube sobre el cielo, aunque el airecillo era fresco. Una pena que no fuera verano porque un lugar así incita al baño.


Dejamos atrás Cadiñanos, cruzamos un puente sobre el río y el paisaje cambió, incluso el color de los caminos varió también. En ese tramo tocó ascender, pero cómodamente porque la inclinación era suave.


Pasados dos kilómetros, aproximadamente, el track nos invitó a dejar el camino y a seguir hacia la izquierda. Nos quedamos boquiabiertos al ver la cascada que teníamos delante. Se trataba de la de Pedrosa de Tobalina. El nombre viene dado por el pueblo en el que se encuentra. 


Salimos del pueblo cogiendo una carretera. Comprobamos que realmente en la margen del río en la que estábamos pertenecía a un pueblo llamado La Orden, pero la contraria era Pedrosa. La distancia de un pueblo al otro por carretera también es casi testimonial, no llegará a los cien metros.
 
Abandonamos la carretera tras unas decenas de metros por ella y tomamos un camino que surgió a nuestra izquierda. Este sigue siendo ascendente. Recorremos enormes campos de cereales que están de un verde que no puede ser más intenso. Sin duda nos encontrábamos, posiblemente, en los días del año en los que esa zona esté más bonita. 


A pesar de rodar por un tramo ascendente, lo seguíamos haciendo a buen ritmo. Esto, unido a que los pueblos están muy próximos, hizo que no tardáramos mucho en llegar al siguiente, Extramiana. Recorrimos una parte importante de la localidad y en su calle principal encontramos a un hombre empujando, vestido con la camiseta del Athletic Club de Bilbao, una barca con dos niños. Esa noche se jugaba, un año después de cuando debería haber sido, la Final de la Copa del Rey de fútbol. La barca, lógicamente, representaba la gabarra de los "leones", desde la que celebran la conquista de títulos. 


Para salir de Extramiana utilizamos un camino pero desembocó en una carretera por la que rodamos algo menos de un kilómetro. La abandonamos para seguir por un camino que partía a nuestra izquierda y por el que continuamos unos dos kilómetros más, hasta llegar a Santa Coloma. Eran casi las tres de la tarde así que allí mismo realizamos una parada para hacer unos bocadillos con el pan que habíamos comprado en Frías y con el jamón que portábamos.


Después de Santa Coloma, y con el estómago saciado, quedaban aún unos tres kilómetros de ascenso. Eso sí, seguía siendo muy llevadero. Finalmente terminamos en un alto desde el que había unas vistas magníficas de todo el valle.


Allí mismo comenzó un largo descenso de unos seis kilómetros por pistas con el terreno algo suelto pero de muy buen firme. 



Así sí que veíamos "caer" con enorme facilidad los kilómetros. Tanto es así que llegamos a Quintana de Martín Galíndez en muy pocos minutos. 


Recorrimos de punta a punta la localidad y salimos de ella rumbo a Montejo de San Miguel, el siguiente pueblo en nuestro camino. Poco después de salir nos encontramos con este puente sobre el llamado Canal de Iberduero. Lo cruzamos y al salir del mismo giramos a la derecha, rodando en paralelo al canal.


Poco después el camino desembocó en una carretera que seguimos hasta llegar a las proximidades, de nuevo, del río Ebro. En ese punto abandonamos el asfalto y continuamos por un precioso camino, parte del GR-99, Camino Natural del Ebro. Este tramo es una senda estrecha, trazada entre árboles y rodeada de mucha vegetación.



Llegamos a otra presa sobre el río y allí mismo, junto a esta, tuvimos que subir unas escaleras para poder continuar.  Poco después de las escaleras se encontraba la localidad de Montejo de San Miguel.


Aunque el track apenas entraba en este pueblo, nosotros, como es tradición, recorremos algunas de sus calles y pasamos junto a la iglesia. No llegamos a parar, y salimos de la localidad por una cuesta abajo que conduce de nuevo a las proximidades del Ebro. El tramo que teníamos por delante fue el más bonito porque era un camino estrecho y sinuoso rodeado de espesa vegetación y, de vez en cuando, con preciosas vistas del Ebro. Más adelante veremos que también escondía sorpresas entre la maleza...



Como también había que poner alguna dificultad hubo que superar con la bici a cuestas un par de zonas de mucha piedra, imposible ciclar sobre ellas.


Aún había más sorpresas, y es que con Frías ya a la vista nos topamos con una zona en la que había muchos troncos impidiendo el paso, unos arrastrados por riadas y varios chopos caídos por alguna causa. Lo cierto es que es una pena que nadie se ocupe de limpiar esa zona.


Una vez superado este tramo, pudimos volver a sentarnos sobre las bicis, pero ya por poco tiempo porque enseguida pudimos ver el puente medieval de Frías.

Después de cruzarlo llegamos al aparcamiento del restaurante donde habíamos dejado los coches por la mañana. A pesar de la lentitud de los primeros kilómetros, después el ritmo siempre fue bueno y logramos acabar relativamente pronto.

Nada más llegar, uno de los bíkers se dio cuenta de que había perdido el teléfono. Haciendo memoria se dio cuenta del último lugar que lo había utilizado. Estuvimos revisando el track y llegamos a la conclusión de que era cerca de Montejo de San Miguel. Una vez que llegaron las Galanas de sus visitas por la zona, cargamos las bicis y nos dirigimos a esa localidad. Aparcamos y comenzamos a recorrer caminando el mismo sendero pisado por nuestras bicis una hora antes. Llegando cerca de donde creía haberlo perdido hicimos una llamada y ¡sorpresa! Allí estaba, sonando a nuestros pies, escondido entre la maleza. Realmente un final feliz para una preciosa ruta... 

Desde allí regresamos a Medina de Pomar, pasando antes de nuevo por Pedrosa de Tobalina, para que las Galanas vieran la cascada. Al llegar a Medina visitamos el convento de Santa Clara, si bien dejamos la visita guiada para el día siguiente.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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