25 de septiembre de 2022

A Fuentespreadas a encontrarnos con su ajuar

Esta semana volvimos a localizar un pueblo en el mapa de nuestra provincia, dentro de un radio de unos 30 km desde la capital, al que no habíamos llegado nunca en bici: Fuentespreadas. Esta mañana fuimos hasta él y descubrimos no solo el pueblo, sino el "Ajuar de Fuentespreadas", un tesoro para los historiadores del que no habíamos oído nunca hablar.


Si bien ya nos habíamos percatado anoche de que habían bajado las temperaturas, fue esta mañana cuando lo sentimos en nuestra piel. El otoño comenzó esta semana y ha hecho gala de sus atributos, así que tocó abrigarse y vestirse de manga larga, ponerse pañuelo al cuello y guantes largos; y aún así no nos sobró nada a lo largo de toda la ruta.

A las nueve de la mañana estábamos en el lugar de salida los cinco que habíamos confirmado que íbamos a participar en la ruta de hoy. Cruzamos el Puente de Cardenal Cisneros y justo después comenzamos a hacer un galimatías que se puede apreciar en el mapa de la ruta. Son continuos cambios de dirección en busca de caminos que se dirijan hacia el sur. Y es que en línea recta no hay ninguno por lo que hay que ir combinando tramos para conseguir avanzar hacia ese punto cardinal. 

Entre unos y otros pudimos contemplar que se nota, también en el campo, que estamos ya en otoño y que algunos campos ya han sido preparadas para volver a comenzar su ciclo productivo.


Hasta que estuvimos a la altura de Arcenillas aproximadamente dichos cambios fueron constantes, a partir de ahí ya comenzamos a rodar por tramos rectos más largos. Eso sí, desde la misma salida el perfil es ascendente. Cierto es que, salvo pequeños tramos, esa ascensión es suave. En cualquier caso íbamos a un ritmo cómodo y peleándonos con la baja temperatura de la mañana, que no nos permitía entrar en calor.


Ese ritmo cómodo, unido a los buenos caminos por los que transitábamos nos permitió ir charlando con unos y con otros y poniéndonos al día, porque durante el verano algunos de nosotros nos hemos visto poco.


Los camino que íbamos siguiendo trataban de ir prácticamente en paralelo a la carretera que une Arcenillas, Casaseca de las Chanas y Gema. De este modo fuimos dejando a nuestra izquierda a estas localidades. Después de sobrepasar esta última descendimos una cuesta y nos adentramos en una zona arbolada, una chopera, que coincide con el paso del Arroyo de Valparaíso.


Poco más de un kilómetro después entrábamos en la larga recta que cruza la localidad de Jambrina de lado a lado. En esa misma calle pasamos junto al nombre del pueblo que han puesto en una pequeña plaza, que dejamos a nuestra espalda.


Salimos del pueblo y nos desviamos ligeramente hacia la izquierda, iniciando así una subida tendida que se alargaría casi cinco kilómetros con tramos de suave ascensión y otros que obligaron a aplicar más fuerza en las piernas.


En ese tramo encontramos bastantes campos de girasol esperando ser cosechados y que, así en conjunto, producen una imagen como de tristeza y desolación.


Una vez terminada la ascensión se abrieron a nuestros ojos buenas vistas de toda la zona. Una vez terminado el verano la vida sigue su ciclo y ya empiezan a verdear los campos.


Después de recorrer unos tres kilómetros, mayoritariamente descendiendo, entramos en una carretera local y vimos a nuestra izquierda una plaza de toros portátil, que nos permitió adivinar que estábamos muy cerca ya de Fuentespreadas. Efectivamente, algo más abajo nos encontramos con las primeras edificaciones y el cartel que indica el pueblo y anuncia su iglesia románica.


Fuimos en su busca pasando por varias calles de la localidad. Cuando llegamos nos decepcionó ver la espadaña de ladrillo. Sin embargo, al rodearla y encontrarnos con el portalón techado, que es muy coqueto, se nos pasó en parte el disgusto.


Hicimos junto a la iglesia una parada para que los que deseaban comer algo lo hicieran. Mientras, llegaron dos señoras y abrieron la puerta. Como las estábamos mirando nos dijeron que si queríamos pasar y ni nos lo pensamos. Dentro nos encontramos con un templo amplio bastante cuidado y con algún que otro detalle que, en su momento, supuso un arreglo del mismo pero que hoy nos choca, como el suelo de terrazo y la bóveda del altar pintada de blanco.


La iglesia originariamente era románica, pero de esa solo conserva el ábside. Prácticamente se rehizo en el siglo XVI, de esa fecha precisamente es la bonita pila bautismal que se encuentra en el baptisterio, a la izquierda de la nave central. 


Las señoras nos dijeron que el cristo que está en la pared derecha también era de valor y que había sido restaurado no hace muchos años.


Junto a la puerta exterior hay un cartel que expone el llamado "Ajuar de Fuentespreadas". Nos picó la curiosidad y buscamos información del mismo, ya que desconocíamos casi todo de este conjunto de enseres. 

Parece ser que en 1970, mientras se hacía la concentración parcelaria, se descubrieron junto a los restos de una villa tardorromana, tres enterramientos. Uno de ellos contenía muchos objetos colocados junto al cadáver a modo de ajuar funerario. Este ajuar estaba compuesto por restos de la vestimenta y armamento del difunto y de los arreos de su caballo. También un conjunto de herramientas para trabajos agrícolas y ganaderos, así como instrumentos para trabajos múltiples, como el compás y las tijeras, además de otras herramientas para trabajar la madera o el metal (cortafríos, cuchilla de cepillo de carpintero, formón, gubia, cincel, escoplos, barrenos y sacabocados). También objetos litúrgicos (pátera y acetre de bronce y botella de vidrio), junto con una fuente, una jarra de cerámica y una botella de vidrio, habituales en los ajuares funerarios típicos del siglo IV d.C. Todo ello hace suponer que la persona enterrada era de poderío y se cree que sería el señor de la villa.

Actualmente el ajuar se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. 

Terminada la visita a la iglesia nos subimos a las bicis y fuimos al otro lado de la misma para ver el exterior del ábside.


Regresamos de nuevo hacia la misma y nos encontramos con algo que no entendemos cómo se permitió cuando se hizo. ¿Cómo es posible que alguien convierta la puerta de un palacete en una ventana, y cómo es posible que se haya permitido? Desde luego es un atentado contra la cultura, contra el sentido común y contra la vista.


Comentando esta aberración salimos de Fuentes, como se le llama en la zona, dirigiéndonos hacia la izquierda del pueblo, por el llamado Camino de las Casas de Valparaíso y ascendiendo. Poco después giramos a la derecha y hubo otra subida más pronunciada. Después de esta, como suele pasar, hubo una buena bajada. 


Íbamos encontrando algo más de vegetación que en los kilómetros anteriores, e incluso nos topamos con alguna zona frondosa antes de llegar a nuestro siguiente punto de paso: Santa Clara de Avedillo.


Pero antes de llegar hubo que subir y bajar pequeños ascensos y pequeñas bajadas, una de las cuales nos llevó hasta la entrada de este pueblo.


Aunque hemos pasado varias veces por él nunca habíamos ascendido hasta la iglesia. En esta ocasión lo hicimos y pasamos a su lado, pudiendo contemplar su hermosa espadaña.


Dejamos atrás Avedillo (así lo llaman los lugareños) recorriendo un buen camino durante unos dos kilómetros, la mayoría de ellos descendiendo ligeramente. Giramos a la izquierda, tocó volver a tirar de piernas para ascender, volvimos pronto a la derecha y poco después nos encontramos con el gran huerto solar que hay entre Corrales del Vino y Jambrina, aunque está en el  término de Peleas de Abajo. Una vez sobrepasado este por la parte baja comenzamos a rodar por un camino por el que lo hemos hecho ya otras veces regresando de Corrales y con dirección a Peleas. Se trata de una recta con pequeños sube y bajas que, en poco tiempo nos llevó hasta esa localidad. 


Al llegar a la carretera giramos a la izquierda y comenzamos a rodar por su asfalto unos cientos de metros, hasta llegar a la nave donde se toma el camino que va a Cazurra.

No llegamos a entrar a este pueblo, lo dejamos a nuestra derecha. Al llegar a la carretera rodamos unas decenas de metros por ella, dejándola enseguida para continuar por la derecha hacia la autovía. Rodamos en paralelo a esta hasta que llegamos al llamado Camino de Pontejos. Nos unimos a este pero con dirección a Morales del Vino, llegando a esta localidad en un plis plas.


Hicimos un buen recorrido por esta localidad y la dejamos atrás por la llamada Cuesta Blanca que, aunque al principio no es cuesta, es llana, después nos regala como un kilómetro y medio de no tener que dar ni una vuelta a los pedales. Al llegar a la carretera de Peñausende nos incorporamos a ella pero la dejamos enseguida para tomar un camino que nos llevará hasta el Cristo de Morales. Eso sí, nada más empezar a rodar por él encontramos unos perales con muchas peras en el suelo. Cogimos algunas en buen estado, las comimos y nos supieron a gloria.  ¡Qué ricas! Nos dieron la fuerza suficiente para hacer el tramo hasta Zamora a un buen ritmo.

Entramos en Zamora por Cabañales, cruzamos el Puente de Piedra y continuamos por los Barrios Bajos hasta el punto de salida. Allí celebramos el cumpleaños de uno de los bíkers y pasamos un ratito muy agradable.


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