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27 de marzo de 2018

El agua del Jerte





Este fin de semana teníamos previsto desplazarnos a la Montaña Palentina, pero el mal tiempo hizo que tuviéramos que cambiar de destino, así que el jueves decidimos que una alternativa podía ser el Valle del Jerte. Y "mi dicho con mi hecho", el sábado cargamos nuestras bicis (cuatro) y, junto con las Galanas, nos desplazamos hasta esa bonita zona para vivir un fin de semana intenso de actividad.

La primera parada fue obligatoria en el mirador de Tornavacas, desde donde se ve una excelente panorámica del valle en su totalidad siempre y cuando el día acompañe.

Desde allí nos dirigimos al hotel que íbamos a ocupar, pero simplemente para dejar allí nuestras bicis, ni siquiera hicimos el check in porque queríamos hacer una pequeña ruta de senderismo antes de comer.

Para ello fuimos a Cabezuela del Valle, aparcamos y comenzamos una ruta circular, la llamada del Monasterio, junto a la ermita del Sto. Cristo del Humilladero. Casi la primera mitad del recorrido transcurre por sendas de cemento (las típicas que hay por todos lados para poder llegar con maquinaria a los cerezales), con bastante inclinación y siempre rodeados de campos de cerezos.


Una vez que coronamos y llegamos a lo alto de una loma comenzamos a descender, ya por camino de tierra, pudiendo disfrutar de la vista del lecho de un arroyo, para, finalmente, desviarnos para tomar una senda estrecha que nos llevó a la parte más baja de ese pequeño valle.


Por allí transcurría ese arroyo que bajaba con mucho caudal y fuerza desde la montaña producto de las muchas lluvías y nevadas de las última semanas.


Desde allí comenzamos la vuelta, toda descendente, que discurre por una carretera estrecha rodeada de bosque de robles y en un buen tramo junto al arroyo. Después termina siendo una carretera que llega hasta el pueblo.




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Tras la comida nos dirigimos a Valdastillas para iniciar la segunda ruta del día, también circular, la Cascada del Caozo. Dejamos los coches en el propio pueblo. El primer tramo lo hicimos por la carretera que da entrada a la localidad. Poco después lo abandonamos para tomar un camino que ascendía en zig zag y, en algunos momentos, con bastante inclinación.




Pasamos junto a campos de cerezos y atravesamos un bosque de robles muy bonito. Finalmente terminamos saliendo a la carretera que da acceso en coche a la cascada.



Al llegar nos sorprendió la gran altura de la misma y la gran cantidad de agua que caía. Impresiona, la verdad, esta enorme cascada.



Tras las fotos de rigor iniciamos el regreso, esta vez por un primer tramo de carretera y el resto por caminos de tierra o de cemento entre campos de cerezos, y siempre descendiendo.




Terminamos por salir a la carretera que entra en el puebo, así que desandamos los pasos que habíamos dado un par de horas antes y llegamos de nuevo a los coches.

Reservamos para la mañana del Domingo la ruta más conocida, la de Los Pilones, o Garganta de los Infiernos, pero en dos versiones, en bici y caminando.

Los cuatro bikers salimos a las 10 (por aquello del cambio de hora) de nuestro hotel y fuimos en paralelo a la N-110 hasta Cabezuela del Valle.



Tras cruzar el puente ascendimos por el barrio judío para terminar girando a la izquierda. Salimos del pueblo por un camino de cemento que iba paralelo al río.

Lo que iba siendo un paseo muy agradable enseguida se complicó porque empezaron unas rampas muy duras, con el agravante de que cuando parecía que iba a terminar llegábamos al supuesto final y aparecía otra.


Este ascenso duró como un kilómetro y medio. En una curva muy cerrada el track indicaba un desvío a la izquierda, abandonando así el camino encementado, y comenzando un precioso camino por el interior de un cerrado bosque de robles, repleto de piedras llenas de musgo. Eso, unido al sol, que quiso aliarse con nosotros, convirtió aquel paisaje en un regalo para la vista.



Pero el regalo estaba envenenado... Pocos metros después el camino se convirtió en el lecho seco de un río por lo que estaba lleno de rocas, imposible hacerlo sobre la bici. Con ellas de la mano nos topamos con un caudaloso arroyo.


Según el track había que atravesarlo, pero con tanta agua era imposible. Buscamos alguna opción más arriba o más abajo y nada... Decidimos dar la vuelta pero vimos lo que parecía un pequeño camino que conducía también al arroyo y lo seguimos. En esta parte encontramos un sitio por donde cruzarlo, y así lo hicimos, eso sí, casi todos con los pies empapados.


Nos quedaba ascender con las bicis por una ladera llena de robles y con mucha pendiente, pero tampoco esto nos frenó y terminamos saliendo al camino, a nuestro track.


Seguimos por él y llegamos a un cartelito que indicaba Los Pilones. Algunos tramos tuvimos que hacerlos con la bici en la mano pero no importó porque los teníamos a nuestros pies.
 


Disfrutamos de la vista y avanzamos hasta el puente que cruza el río. Y allí mismo nos encontramos con el resto de la "expedición", con los senderistas, que también llegaban en esos momentos. Ell@s habían hecho la ruta a pie desde el hotel.


El regreso lo hicimos por el lugar equivocado. En vez de hacerlo por la opción cómoda aunque más fea, nos fiamos de un chico y lo hicimos por donde lo hacen los senderistas. Pero el terreno es ciclable en muy pocos tramos, por los escalones y por la gente, así que de esos dos kilómetros y medio posiblemente dos los hiciéramos con la bici de la mano.


Al llegar abajo tomamos una caña y como sólo habíamos logrado hacer 17 km decidimos ir hasta Jerte por un camino. Llegamos al pueblo y volvimos y de este modo llegamos a los 22. No es mucho, pero eso sí, fueron muy, pero que muy bonitos.

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De nuevo en el hotel nos duchamos y comimos allí mismo. Tras la comida la última marcha. En esta ocasión tuvimos que desplazarnos hasta Navaconcejo. Desde allí parte la ruta denominada la Garganta la Nogaleda. Nada más empezar las rampas, muchas de ellas con escalones, eran casi imposibles. Pero enseguida tuvimos premio porque nos encontramos con una caída de agua enorme.


La ascensión continúa y a medida que se va subiendo el caminante se va encontrando con otros tramos de la misma cascada, quizás no tan enormes como la primera pero también dignas de admiración.


Continuamos subiendo y agua, más agua, cayendo con su estruendo imparable. Finalmente llegamos a una carretera. Desde allí partía un último tramo, pero no lo hicimos porque se estaba haciendo tarde y había que volver.

Iniciamos allí mismo el descenso, prácticamente todo por caminos, la mayoría encementados, y dando demasiados rodeos, pero no había más alternativas...


Al llegar de nuevo a Navaconcejo tomamos un refresco en una terraza, nos subimos al coche y para casa.

Realmente fue un gran acierto haber cambiado el destino y poder haber disfrutado tanto de la naturaleza y de la buena compañía.

 
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