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28 de enero de 2018

A la estación de Andavías y Viaducto Martín Gil

En esta mañana fría pero de cielo despejado y con un sol propio de las mañanas de invierno de Castilla salimos ocho bíkers de la Ciudad Deportiva. Seguimos el carril bici y antes de llegar a Valorio ya tuvimos que parar por un pérdida de aire que, finalmente sólo quedó en eso.



Ya en Valorio, pasada la casa del Guarda, giramos a la izquierda para ascender hasta llegar a la altura de la N-122. Una subida que nos hizo entrar en calor y asfixiarnos a casi todos. Continuamos por el llamado Camino del Monte. Cruzamos la autovía por un puente y comenzaron los famosos toboganes que terminan siendo cansinos.


Acabados estos giramos a la izquierda y, tras rodar como un kilómetro, llegamos al comienzo de la bajada hacia Palomares. Descendimos y al llegar a la parte baja volvimos a la derecha para cruzar esa parte que tanto nos gusta a todos porque rompe la monotonía del camino anterior.


Poco menos de un kilómetro después giramos a la izquierda y comenzó un ascenso suave en la mayoría de sus tramos, pero largo. Al culminarlo cambiamos de dirección para seguir por la derecha, donde vino el descenso que compensaba la subida anterior. Este descenso nos llevó hasta Andavías. Cruzamos el pueblo, incluso vimos la iglesia (para muchos por primera vez), la rodeamos y continuamos por una calle del pueblo que nos sacó de él.


Tras algunos cambios de dirección por buenos caminos vimos nuestro destino: la estación de Andavías. Nos desviamos del camino para llegar hasta ella.


Ya allí paramos para reponer fuerzas. El conjunto de edificios está abandonado así que maleza está empezando a penetrar en ellos y los grafiteros han encontrado allí su paraíso particular.




Según el track previsto desde allí teníamos que iniciar el regreso, pero estando tan cerca del Viaducto nos dejamos seducir por su atracción. Así que salimos del camino de la Estación y, por la derecha, nos dirigimos hacia el embalse, donde llegamos en pocos minutos.


Ascendimos, cada uno como pudo, hacia la vía y, tras hacer la foto de familia (posando los de la izquierda y otros aguantando el aire para disimular la barriguita) y contemplar el paisaje, iniciamos la vuelta.




El primer tramo, tras el ascenso, nos encanta. Es un camino estrecho, con pequeños sube y bajas y con jaras y encinas por un lado y otro del camino. El lado derecho incluso tiene vistas (el embalse).


Desde allí hasta Zamora fue una auténtica carrera. Los que iban en cabeza iban tirando fuerte y el resto hacíamos lo que podíamos pero, lógicamente, la media se elevó para todos, así que en el trayecto desde allí hasta Valorio invertimos poco más de una hora. Lo hicimos en paralelo a la vía, dejando esta poco antes de llegar a La Hiniesta. Atravesamos esta localidad y dimos un pequeño rodeo para ver la estupenda portada de su iglesia, hoy además, con algunas Águedas posando, como si nos estuvieran esperando.



Desde allí, y ya pensando en hidratarnos en la Caseta del Panadero vinimos volando. Pudimos atravesar las obras del AVE de la entrada de Valorio "a nuestro modo" y eso sí, hicimos un último esfuerzo por ascender por la cuesta de la Fuente de la Salud para coger ese camino técnico que tanto nos gusta hacer.


Este camino nos dejó casi a las puertas de la citada Caseta. Tras tomar algo ya cada mochuelo retornó a su olivo.

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