6 de marzo de 2019

Atravesando el Cañón del Río Lobos

Para hacer esta ruta nos desplazamos hasta San Leonardo de Yagüe (Soria), desde donde la comenzamos. Salimos algo tarde, a las 10.00 porque había dos bíkers que no durmieron en San Leonardo y tenían que venir esa misma mañana desde Zamora.


Los siete que formábamos el grupo abandonamos la localidad dirigiéndonos a la rotonda que hay en las proximidades de la factoría de Puertas Norma, desde allí continuamos por el camino que pasa por delante de la fábrica, camino que ya habíamos transitado alguno de los que estábamos allí ya que pasamos por él en sentido contrario cuando hicimos la Ruta del Cid (Burgos-Valencia) hace algo más de un año.



Los primeros kilómetros de ese camino fueron mayormente llanos pero después fuimos encontrando  pequeños ascensos al tiempo que cambiaba el paisaje, encontrando primeramente algunos robles que poco después dieron paso a grandes pinares.


No tardamos mucho en llegar a Hontoria del Pinar, fuimos en paralelo a una vía verde que parte de allí para llegar hasta Soria, y ascendimos para ir hasta la carretera que recorre el pueblo. En ese punto nos dimos cuenta de que no había hecho falta llegar hasta allí ya que nos deberíamos haber desviado antes.


Desandamos el camino y ya cogimos la senda correcta. Tras cruzar un puente comenzamos a rodar en paralelo al río Lobos. Esa parte es un tramo poco transitado, pero también tiene mucho encanto.



No sabemos si porque estábamos solos, o por el entorno, pero este tramo nos encantó. Íbamos por una estrecha senda, siempre en paralelo al cauce del río (prácticamente seco en esta primera parte del Cañón), y rodeados de pinos. El camino tenía algunos tramos técnicos e incluso tuvimos que bajarnos de la bici más de una vez, por algún tronco caído sobre el camino, por haber muchas piedras o por ser peligroso, pero aún así, nos encantó. También tuvimos que cruzar el cauce alguna vez, menos mal que no llevaba agua...


De vez en cuando algún claro del bosque nos permitía contemplar algunas paredes del Cañón.


En este primer tramo tuvimos que bajarnos de las bicis varias veces, bien por encontrarnos suelo pedregoso o bien por árboles caídos que impedían el paso. También cruzamos el cauce varias veces (menos mal que estaba seco...).



Recorriendo estos parajes la estábamos gozando, la verdad. El único problema que imaginábamos a tener era el tiempo porque el camino no permitía coger velocidad y las paradas iban sumando minutos al recorrido.

Poco después llegamos al denominado Puente de los Siete Ojos. Allí paramos a reponer fuerzas pero nos entretuvimos poco. Volvimos a subirnos a las bicis y enseguida empezamos a rodar por la zona más conocida del Cañón, por donde ya nos encontramos a muchos viandantes. Nada más entrar en esta zona cruzamos el río, que ya llevaba agua, así que a partir de ese momento nos tocó seguir con los pies empapados.


 En este tramo, al no haber tantos árboles, las vistas del Cañón son impresionantes. Sólo había algo que enturbiaba un poco las buenas sensaciones y era que había que desmontar de la bici en muchas ocasiones para cruzar el río.



Un par de kilómetros antes de llegar a la ermita, uno de los bíkers sufrió una caída, bueno, una caída más seria, porque anteriormente había habido alguna más leve; fue casi en parado pero se hizo daño en el tobillo. Aún así, como somos Bíkers Duri siguió adelante.

Continuamos rodando y al llegar a la la parte de atrás de la ermita nos encontramos con las Galanas, que habían recorrido una parte del Cañón caminando.


Tras descansar unos minutos iniciamos la ruta de nuevo con uno menos, que se quedó al no encontrarse bien físicamente y teniendo que afrontar aún la parte más dura del trayecto. Debido a la hora decidimos variar el track y volver por carretera a San Leonardo. Pero antes pasamos y posamos junto a la ermita de San Bartolomé.


Desde allí seguimos avanzando hacia la salida del Parque, al principio por camino y después por carretera hasta llegar al Nacedero del río Ucero. Allí tomamos el desvío a San Leonardo enfrentándonos a una larga y empinada subida que cada uno hizo a su ritmo a lo largo de los tres kilómetros de duración.



Al llegar arriba había premio, a unos metros de la carretera había un mirador para contemplar unas vistas impresionantes.


Después de esa pequeña parada continuamos por la misma carretera, primero descendiendo pero más adelante con varios sube y bajas. Al llegar a Casarejos decidimos continuar con el track original, que se desviaba a la derecha en el propio pueblo. Ascendimos hasta la parte alta de este y allí tomamos un camino con una buena pendiente. Una vez que coronamos comenzamos un descenso precioso por un bosque de pinos muy cerrado.


Una vez terminado el descenso continuamos por el mismo camino y no tardamos en ver las primeras casas de San Leonardo de Yagüe. Al final mereció la pena optar por ese tramo de carretera porque nos permitió ahorrar tiempo. Aún así llegamos a las 14,30 h.

Tras ducharnos todo el grupo (los 17 entre bíkers, galanas y allegados) se desplazó a Navaleno para comer en "El Maño". Allí disfrutamos de buenas y merecidas viandas.


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24 de febrero de 2019

Improvisando por Sayago

La ruta de hoy estuvo llena de impedimentos desde el principio, pero finalmente fuimos solventando todos, bueno, casi todos, porque el primero fue imposible. Y es que fuimos con coches hasta Pereruela para comenzarla allí y nada más bajar las bicis surgió el primer problema: uno de los bíkers se había olvidado sus botas en casa. Ese primer problema fue el único que no conseguimos solventar porque no le quedó otra que volverse para Zamora. Pero fueron surgiendo muchos más...

Tras ese primer incidente empezamos la ruta saliendo de Pereruela por un camino recién rehecho y con mucho fresquito.


17 de febrero de 2019

Al Puente Mocho y Ledesma desde Santiz

Llevábamos tiempo con ganas de hacer esta ruta y, de hecho, la aplazamos el pasado Domingo porque la climatología era adversa. Hoy, sin embargo, el día era perfecto.

Como estaba previsto empezar en Santiz, nos desplazamos hasta allí sólo cuatro bíkers (varios eventos robaron protagonismo a la ruta) en dos coches. Después de preparar las bicis y tomar un café en uno de los bares del pueblo comenzamos a rodar.

Tras abandonar las últimas casas nos encontramos con este paisaje frente a nosotros:


Viendo esto, que en la foto dice mucho menos que en la realidad, todos nos supusimos que íbamos a disfrutar de bonitos paisajes, como así fue.

Los primeros kilómetros los hicimos por excelentes caminos, con buen firme, sin barro, lisos y encima ligeramente descendentes.


Tras unos tres kilómetros cruzamos la carretera de Ledesma y proseguimos entrando en la Dehesa de Asmesnal. Allí nos encontramos con las ruinas del castillo del mismo nombre, " (...) una fortificación medieval de carácter militar que en el siglo XV jugó un importante papel en las guerras con Portugal, aunque seguramente participara en el devenir histórico del Reino de León en una etapa anterior, básicamente desde el siglo XII. (Fuente Wikipedia).



Poco después nos encontramos con la primera cancela de las más de ocho o diez que tuvimos que abrir, cerrar, o saltar... Tras esta primera nos encontramos con un camino muy poco marcado y que parecía la servidumbre de las dos tierras colindantes.



Empezamos también a encontrar algunas vacas (veríamos cientos en todo el recorrido), si bien estas estaban tras una valla.


Después apareció otra cancela y tras traspasarla nos encontramos sumergidos en una zona preciosa, con encinas por todos lados, el campo empezando ya a verdear por la proximidad de la primavera y todo recorrido por un buen camino.




En un tramo tuvimos que pasar junto a decenas de vacas que no nos miraban muy bien. Nosotros recelábamos de ellas también, pero no teníamos más remedio que molestarlas para seguir avanzando. La molestia no debió de ser muy grande porque no tuvimos que sacar la muleta, pero digamos que ese tramo lo hicimos a mejor media que el resto.

Más adelante cambió el paisaje y volvimos a rodar por un camino ancho y con muy pocas encinas. Estábamos en paralelo a Moraleja de Sayago. Resulta curioso que empezando la ruta en un pueblo de la provincia de Salamanca, tras rodar unos diez kilómetros hacia el sur, estuviéramos frente a un pueblo de Zamora. Esto es porque justo en esa zona nuestra provincia hace un saliente que se adentra en la de Salamanca.


No mucho después más cancelas para abrir y cerrar. Ya en ese punto habíamos perdido la cuenta, pero más de 6 llevábamos fijo.



Esta última nos volvió a meter en una zona con bastantes encinas, algunas centenarias. En una zona más abierta hicimos una ascensión suave pero larga y no nos dimos cuenta de que teníamos que haber girado a la derecha, así que nos tocó recular un poquito y meternos por una zona en la que el camino no estaba marcado, pero por la que se rodaba bien.



Y, como no podían faltar, más cancelas no mucho después. La penúltima no daba la posibilidad de abrirla porque tenía un candado, así que la saltamos. 


Continuamos rodando y nos dimos de bruces con una más, que sí pudimos abrir. Pasamos por ella, abrimos otra que había justo a su izquierda y pocos metros después nos dimos cuenta de que no había sido necesario pasar ambas porque teníamos que haber rodado por un camino que iba paralelo, por el lado de acá, a la pared. Cuando nos cercioramos de eso, nos tocó saltar la valla de piedra para poder seguir el camino.


Tras el salto de la valla (menos mal que sin concertinas, aunque sí con alambre de espino) seguimos rodando y disfrutando de la mañana, el paisaje y la bici. 


No transcurrió mucho tiempo cuando el terreno empezó a ser más escabroso, con piedras aflorando en la superficie, haciendo que el camino se diluyese sin estar claro su trazado. Nos guiamos por los GPS y terminamos en una zona con muchas rocas y por la que costaba rodar sin bajarse. Tras superar ese tramo nos estaba esperando el Puente Mocho para atravesarlo.




Tras verlo de un lado, del otro, contemplar el paisaje y leer los carteles que nos aclararon su historia 
(su construcción se ha atribuido repetidamente a época romana, no tanto por su propia fábrica, que parece muy modificada en época medieval, especialmente los tajamares, cuanto por la existencia asociada al puente de restos bien conservados de calzada, formando parte de una vía de comunicación entre las localidades de Ledesma y Zamora (Bletisama-Ocellum Duri). El puente, en su configuración actual y salvando las dificultades inherentes siempre a la datación de estos monumentos, parece en su conjunto obra medieval, y los tajamares, escalonados y en forma de huso, de época moderna. Fuente Wikipedia), iniciamos los más de dos kilómetros de subida que, inevitablemente teníamos que hacer para llegar a Ledesma, eso sí por un camino que daba gusto rodar.


Después de pasar la zona de aparcamiento entramos en la carretera que, descendiendo, nos llevó hasta uno de los dos puentes sobre el Tormes que dan la entrada a Ledesma.



Ascendimos hasta la parte alta del pueblo, en concreto hasta la Fortaleza y desde allí recorrimos algunas de sus calles, viendo a nuestro paso algunos de los muchos palacios y casonas señoriales, que tanto abundan en esta villa.


En la plaza, junto a la iglesia y frente al Ayuntamiento, hicimos una parada para comer algo. Invertimos lo justo en esto y enseguida nos pusimos en marcha porque el tiempo se nos había echado encima.


Salimos de la plaza en dirección al río, lo que nos permitió contemplar unas excelentes vistas.



Al llegar abajo cruzamos el puente más antiguo y ascendimos por la carretera que encontramos de frente, la de Peñausende, pero la abandonamos enseguida para coger la de Santiz, que también abandonamos más adelante para continuar por un buen camino a lo largo de unos seis kilómetros. 


Llegados a un punto en el que, según el track, nos teníamos que desviar, sólo encontramos una valla sin puerta y tampoco había camino donde se suponía debía estar. Vimos que había una alternativa así que seguimos más adelante y unos quinientos metros más allá la encontramos, una cancela más, eso sí, la última, y tras ella un camino que nos uniría al track un par de kilómetros después.

Unos metros más adelante de la cancela empezamos a ver vacas negras por todos lados. También estas nos miraban, pero ni se inmutaban, lo que no sabíamos si sería bueno o malo. Habríamos preferido que se hubieran asustado alejándose de nosotros. El, aproximadamente, kilómetro que fuimos entre ellas lo hicimos sin decir palabra y a un ritmo merecedor de podio en el campeonato de España.


Terminamos por engancharnos de nuevo al track algo más adelante y ya lo continuamos sin más novedad hasta la localidad de Añover de Tormes. Curioso que, a pesar de su nombre, el río que le da nombre quede a más de diez kilómetros. A su entrada nos encontramos con este bonito mural.


Recorrimos algunas de sus calles, pasamos junto a la iglesia y descendimos para retornar al track. Este seguía por un buen camino pero siempre con tendencia ascendente, no muy empinada, pero continua. Así, unos cinco kilómetros después, entrábamos en Palacios del Arzobispo. 


Nos sorprendió su coqueta plaza de la iglesia.


Ya con prisa, porque llevábamos mucho retraso, salimos del pueblo y continuamos con ese ligero ascenso que ya traíamos, aunque poco después se inclinó más, al entrar en una zona de pinos repoblados con un parque eólico en la parte de mayor altitud. 


Tras superar los aproximadamente dos kilómetros de subida llegamos a la zona más alta y allí giramos a la izquierda para continuar por un tramo con algunos altibajos. El último alto ya cerca de Santiz, por lo que justo antes de llegar tuvimos que realizar una buena bajada que nos dejó a las puertas de esa localidad.


Al llegar logramos cargar las bicis en el coche en tiempo récord porque era tardísimo y, rápidamente, iniciamos el regreso a Zamora. La caña fue la gran perjudicada por la falta de tiempo. Otra vez será...


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