14 de marzo de 2021

Por tierras de Sayago y bordeando el embalse de Almendra

En una ocasión más seguimos apostando por Sayago, garantía de buenos caminos y de bonitos paisajes en invierno y en primavera. En la ruta de hoy el protagonismo ha sido para la propia comarca, pero también para el embalse de Almendra, que hoy lucía como si fuera el mar.

Como cuando se inicia la ruta fuera de Zamora suelen surgir imprevistos, decidimos madrugar para después no andar con agobios y a las 8.15 estábamos ya todos preparados. Enfilamos la carretera de Bermillo de Sayago y poco después de esta localidad nos desviamos a la izquierda para llegar a Pasariegos. Dejamos los coches junto a la iglesia, preparamos las bicis y toda la parafernalia y a las 9,05 estábamos ya empezando la ruta.


Realmente hoy éramos casi, casi, "una serpiente multicolor", porque, aparte de ocho bíkers, vino un amigo y, a mayores, se unieron tres amigos de este. En total doce.

El track a seguir era uno descargado de Wikiloc, en concreto de "Tesoman", con dos pequeñas variaciones que habíamos hecho nosotros. En Sayago, debido a la gran cantidad de dehesas, lo mejor es ir a lo seguro porque diseñarlas sobre el mapa suele traer consecuencias desagradables, como encontrarse vallas infranqueables.

Nada más salir de Pasariegos comenzamos a rodar por el típico camino sayagués, ancho, de buen firme, sin barro... 

La mañana estaba fresquita, en torno a 4º, y no íbamos muy abrigados porque unas horas más tarde se esperaban diez grados más, así que los primeros kilómetros, ante la ausencia de subidas, que podríamos llamar "calefactables", casí íbamos pasando frío.


No tardamos mucho en pasar por un puente sobre la Ribera de las Huelgas de Salce, primera de otras más que veríamos a lo largo del recorrido, y ya engalanada de primavera, con las típicas florecillas blancas sobre sus aguas.


También pronto comenzamos a rodar entre paredes de fincas. Una nos llamó especialmente la atención, porque estaba construida por piedras muy grandes, para lo que suele ser habitual.
 

Seguimos avanzando sin mayor novedad que el grupo iba roto, más o menos la mitad iba en cabeza y el resto en un segundo grupo separado del anterior algo más de cien metros.

Hasta pasados los cinco primeros kilómetros no cambiamos de dirección, pero aproximadamente a esa distancia del punto de partida giramos noventa grados a la izquierda para seguir por otro camino de las mismas características que va hacia Roelos.

Pasamos también junto a una dehesa con mucho ganado vacuno, que mucho antes de llegar nosotros a su altura, comenzó a espantarse y a correr al trote alejándose de nuestra zona de paso. Pero el que no huyó fue el toro, que siguió a lo suyo como si nada ocurriera.


Tras un reagrupamiento volvimos a rodar juntos entre grandes superficies de pasto, que ahora da gusto verlo, y alguna que otra encina. Pero eso sí, el protagonismo lo seguían teniendo las paredes de las fincas.




Aproximadamente en el kilómetro 12 llegamos a Roelos de Sayago. El camino nos sacó a la carretera que cruza la localidad. Pasamos junto a la iglesia y seguimos por asfalto hasta pasadas las últimas casas. Poco después nos desviamos a la derecha para continuar por el llamado Camino Salce.



Al comienzo de este camino encontramos grandes piedras sobre el suelo, pero no mucho después, nos desviamos ligeramente del camino principal y pasamos por una zona muy frondosa, muy bonita, pero con muchísimo barro. Aunque las ruedas se hundían en él con facilidad salvamos la situación indemnes.


Poco después volvimos a salir al camino principal y continuamos a buen ritmo avanzando sin dificultades.


Poco más adelante el paisaje cambia algo y observamos que la densidad de encinas había crecido mucho. Al igual que los pastos, están también en un momento de esplendor.


Cinco kilómetros después de haber salido de Roelos llegamos a Salce. El camino nos condujo hacia un puente que atraviesa una cola del embalse de Almendra. En vez de cruzar por este giramos a la izquierda y fuimos bordeando el agua hasta salir a la carretera, donde volvimos noventa grados a la derecha, para cruzar otro puente y entrar en el pueblo.

Como el nivel del agua no es muy alto, al pasar por dicho puente pudimos observar los restos de las fincas anegadas por el embalse. 



Rodamos por la carretera cruzando una parte del pueblo pero antes de llegar a su fin nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino que va hacia el embalse. No tardamos mucho en encontrarlo frente a nosotros. De nuevo, como cada vez que lo vemos, nos impresionaron sus dimensiones, y hoy, especialmente, su color, un azul intenso.


Tocódescender hacia el agua, pero al llegar a sus proximidades viramos a la derecha y ascendimos la primera subida un poco seria del recorrido. Al culminar esta volvimos a la izquierda y enseguida otra vez hacia el mismo lado para continuar por un camino poco marcado que, en tono descendente y sinuoso, nos llevaría a un promontorio desde el que pudimos contemplar una vistas espectaculares. Esta zona recibe el nombre de Fernán Pelayo.

Desmontamos y aprovechamos para estirar las piernas, disfrutar de las vistas, algunos para comer algo y, finalmente, todos nos hicimos una foto de grupo.



La zona lucía muy bonita, con el verdor propio de la primavera, las encinas presidiéndolo todo, las escobas, creciendo donde esas encinas les dejan espacio, y el contraste del color del agua del embalse.

De nuevo sobre la bici era el momento de ascender lo que minutos antes habíamos descendido, porque teníamos que regresar al punto donde nos habíamos desviado cuatro kilómetros antes.


En los siguientes cuatro kilómetros nos tocó seguir los caprichos del embalse, porque íbamos bordeando su orilla y esta adquiere formas caprichosas. Y todo adornado con pequeñas subidas y bajadas. El tramo es muy bonito y continuamos disfrutando sobre la bici. 


Una suave bajada nos puso a los pies de la ermita de Argusino. Un templo levantado, según reza en una placa, como "Recuerdo a nuestros antepasados que están bajo las aguas". 


Y es que Argusino fue "pueblo de Zamora, con un clima típico de arribanzo, con viñas, árboles frutales, pastos, tierras de cultivo, encinas y robles; fue anegado bajos las aguas del pantano en septiembre de 1967. El pueblo fue dinamitado y destruido antes de la llegada de las aguas y las familias indemnizadas, pero no se tuvo la consideración siquiera de hacerles un pueblo nuevo". (Fuente: http://argusinovive.es/)

Tras hacer algunas fotos subimos de nuevo sobre las bicis y tocó ascender porque empezábamos a dejar atrás, ya casi definitivamente, el embalse. 


Terminada la subida giramos a la izquierda  para seguir por otro buen camino. Poco después nos encontramos con una cancela en la que figuraba el siguiente cartel:


El track seguía por esta finca para hacer un último acercamiento a la orilla del embalse. Vimos que había ganado vacuno suelto. Los seis con mayores dotes en el arte de la muleta :) nos adentramos en la finca. Algunas vacas y algunos novillos estaban en el camino, pero con una pequeña voz lo fueron dejando libre. 



La finca era larga y tardamos en encontrar la siguiente cancela. La pasamos también, y como un kilómetro después volvimos a encontrar de frente las aguas del embalse. Decidimos no llegar hasta la orilla para no hacer esperar más a los que quedaron sin entrar a la finca. Dimos la vuelta y desandamos, bueno, "desciclamos", el camino. 

De nuevo todos juntos seguimos el itinerario fijado. No mucho después dejamos el camino que llevábamos, que estaba en de buenas condiciones para girar a la izquierda y seguir en paralelo a una valla, pero sin camino aparente. Al llegar a una vivienda encontramos una senda y esta nos llevó a un camino. Este continuaba al otro lado de un pequeño arroyo, en concreto el denominado La Cristalina, así que no nos quedó otra que atravesarlo. Lo cierto es que iba bastante bajo y no supuso ningún problema.



Enseguida nos sumergimos en una zona boscosa, con robles, encinas y escobas. Realmente la ruta estaba resultando de lo más variada, paisajísticamente hablando.



Continuamos por una zona repleta de verde, pero terminamos saliendo a un camino no muy marcado y este nos llevó hasta una pista de estupendo firme.



Los siguientes cuatro o cinco kilómetros los hicimos a muy buen ritmo porque el propio camino y la orografía lo permitían. Volvimos a pasar junto al arroyo La Cristalina, también hubo un momento que rodamos cerca de la carretera de Fermoselle. 



Los kilómetros volaban, cada uno iba rodando a su ritmo y el grupo se había ido estirando. No tardamos en ver a lo lejos las primeras viviendas de Villar del Buey. 


Cruzamos la localidad y continuamos por el camino de Pasariegos, del que tan solo nos separaban tres kilómetros.


Por este camino, que es prácticamente liso, continuamos rodando deprisa, pero aún así nos dio tiempo a seguir disfrutando del paisaje y de sus caprichos en forma de "monumentos" de piedra.


Más adelante, cuando ya casi estábamos encima del pueblo, vimos sus edificaciones, con la iglesia sobresaliendo sobre todas. A ella nos dirigimos para llegar a los coches. Poco a poco fueron llegando todos y cuando miramos el reloj nos sorprendimos, porque eran las 12,15 y ya habíamos terminado.

Ese margen del tiempo nos permitió cargar las bicis con tranquilidad y, después de abandonar Pasariegos, parar en Bermillo de Sayago, para recuperar fuerzas en la terraza de una bar. No pararon todos porque algunos tenían prisa, pero sí los ocho bíkers del grupo. Tras la caña de rigor volvimos a los coches y conseguimos llegar a nuestras casas a una hora razonable. Va a ser verdad aquello de "A quien madruga, Dios ayuda".


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

Powered by Wikiloc

No hay comentarios:

Publicar un comentario