7 de mayo de 2023

Entre cereales e historia por los Montes Torozos

Teníamos pendiente una ruta por Urueña desde hace tiempo y viendo los campos de cereales, que están a punto de empezarse a agostar, pensamos que era un buen momento para hacerla. No nos ha defraudado porque hemos disfrutado de enormes campos de cereales pero también de lugares históricos (castillo de Tiedra, ermita de La Anunciada, Urueña, iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote...).

Aunque Urueña era nuestro objetivo, pensamos que si encontráramos una ruta que saliera de alguna localidad más cercana a Zamora sería mejor para nosotros. Encontramos una que pasaba por Tiedra antes de llegar a Urueña y nos pareció perfecta. Realizamos algunos cambios y la dejamos lista para llevarla a cabo.

A pesar de que íbamos a ser más, finalmente, por diversas causas, se fue cayendo gente de la convocatoria y a las 8.30 de la mañana solo cuatro estábamos en la Ciudad Deportiva listos para salir. Cargamos las bicis e hicimos el viaje sin problemas hasta Tiedra, donde habíamos fijado la salida. A las 9.15 estábamos ya sobre las bicis iniciando la ruta. 

No habíamos recorrido ni un kilómetro cuando hicimos la primera parada, y es que, si mirábamos atrás podíamos observar el imponente castillo de Tiedra, y delante teníamos la ermita de Nuestra Señora de Tiedra. 


Después de hacer un par de fotos rodeamos dicha ermita y comenzamos la empinada y divertida bajada hacia Pobladura de Sotiedra. Como solo había que dejarse caer llegamos a la localidad enseguida.

Ya en sus calles rodamos por asfalto, giramos a la derecha y continuamos por él algo más de un kilómetro. 

Una vez que volvimos a un camino continuamos por él unos seis kilómetros, muchos de ellos de ascenso suave pero continuo, entre campos de cereales aún verdes y miles de amapolas, si bien también atravesamos una zona muy diferente, en la que el camino serpenteaba entre encinas.



Llegamos a la A-6, así que giramos a la derecha y al llegar a una carretera continuamos por ella para cruzar esa autovía por encima. Una vez al otro lado, seguimos por asfalto tomando la carretera que indica Urueña. Fueron, aproximadamente, cinco kilómetros en los que no nos cruzamos ni un solo coche y en los que rodamos en fila y dándonos relevos, porque el viento nos daba de frente desde que había empezado la ruta, pero en esa zona se dejaba notar más. Al llegar a una curva comenzó un descenso que nos llevó sin ningún esfuerzo hasta el desvío a la preciosa ermita románica de La Anunciada, si bien momentos antes nos regaló una bonita imagen de ella y de Urueña.

Este monumento merecía una parada, y tras contemplarlo con más detalle y hacer alguna foto, continuamos adelante. Y lo hicimos tomando un camino que partía de la parte de atrás de la iglesia (vista desde donde estábamos, pero en realidad es donde se encuentra la portada). Al principio ese era estrecho y muy frondoso, después la frondosidad desapareció y comienzó una subida hacia Urueña, que se hace menos dura si se levanta la cabeza y se van viendo las vistas del pueblo amurallado que, en una mañana tan luminosa como la de hoy, lucía más aún.

Al llegar al pueblo pasamos junto al castillo y desde allí nos dirigimos hacia el aparcamiento, donde giramos a la izquierda para ir hacia la parte interior de la muralla. 

Rodamos junto a ella, como si estuviéramos haciendo el paseo de ronda, pero eso sí, por abajo, sin vistas. Eran poco más de las 10 y las calles estaban aún vacías, lo que nos permitió disfrutar más de este bonito pueblo. 

Al terminarse la calle trazada junto a la muralla nos dirigimos al interior de la localidad, pasamos junto al Centro e-lea y seguidamente giramos a la izquierda para ir hacia una zona, ya sin muralla, desde donde se puede disfrutar de la inmensidad de la llanura castellana.

Allí hay ahora, que no habíamos visto en otras visitas a la villa, un monumento a un joven ciclista de Urueña, fallecido en Valladolid en 2016 atropellado por un camión, Jesús Negro de Paz. Precisamente vimos carteles que anunciaban para el próximo Domingo su memorial, la sexta edición de una marcha BTT con salida y final en su pueblo natal.

Como teníamos al lado la muralla y había un camino junto a ella, por su exterior, rodamos por él hasta que se terminó. En ese punto nos dimos la vuelta y volvimos hacia el pueblo para continuar por nuestro track. 

Dejamos atrás la Villa del Libro por un camino, pero pronto nos sacó a una carretera local. Poco después tomamos la bifurcación de la derecha y continuamos por asfalto, pero eso sí, con vistas, porque seguíamos estando rodeados de preciosos campos de trigo y cebada, principalmente. 


Tras unos dos kilómetros de carretera giramos noventa grados a la derecha para proseguir por un buen camino, una larga recta que abandonaríamos para seguir a la izquierda, iniciando una subida que se prolongó durante un kilómetro y medio.



Poco después de terminar la subida nos dimos de bruces con una valla. Mientras estábamos consultando nuestros GPS para buscar alternativas (que no hallamos), vimos como a 50 m un jabalí se colaba entre los alambres y se introducía con descaro en el campo sembrado. Finalmente decidimos bordear la valla rodando por la orilla de un sembrado con idea de volver hacia la izquierda en cuanto pudiéramos porque el track, más adelante, hacía lo mismo. 


Pero nos topamos con otra valla. Decidimos pasar las bicis y nosotros entre los alambres de la misma. Así lo hicimos, y ya del otro lado comenzamos a rodar hacia la izquierda, el problema era que había muchas encinas y monte bajo, así que había que ir buscando por donde meter la rueda, si bien en más de una ocasión hubo que pasar entre algunas jaras. Tras unos doscientos metros vimos un camino y, siguiendo este, enlazamos con el track poco después.

El camino continuaba por esa zona con encinas y, finalmente, salimos a una carretera, continuamos por ella unos cientos de metros y giramos a la izquierda para proseguir por un camino que volvía a estar trazado atravesando un encinar. Terminado este comenzamos a descender, de nuevo con vistas, porque el horizonte estaba invadido por distintos verdes que formaban un precioso conjunto. 

La bajada terminó en una carretera que cogimos hacia la izquierda. Al levantar la vista vimos que estábamos entrando en San Cebrián del Mazote. Seguimos por la carretera, atravesamos prácticamente todo el pueblo y ya casi saliendo del mismo giramos a la derecha, donde nos encontramos con la muralla del Convento de Santa María de las Dueñas o Santa María la Real. 

Bordeamos la muralla y el propio convento y nos encontramos con la preciosa iglesia mozárabe de San Cipriano, del siglo X. 

Esta iglesia formaba parte de un monasterio creado por una comunidad religiosa de cristianos mozárabes que escaparon de Al Andalus. Y una curiosidad: en el año 915 algunos monjes de este monasterio salieron de él junto a su abad Martín, se supone que empujados por la hambruna y la peste que asolaron en esos años la mayoría de la península. Adquirieron los derechos sobre unas tierras y unas pesquerías en el lago de Sanabria, siendo este el origen del gran monasterio de San Martín de Castañeda.

Aprovechando que la iglesia estaba abierta entramos para ver su interior, pese a la "amabilidad" del sacerdote. Nos encantó y merece la pena una visita más calmada.


De nuevo sobre las bicis, abandonamos San Cebrián por un camino que, enseguida, se tornó en una subida pronunciada como de un kilómetro. Tras el ascenso tocó bajar y no pararíamos de hacerlo, prácticamente, hasta el siguiente pueblo de nuestra ruta, Mota del Marqués.

Entre medias pudimos disfrutar de inmensos campos de cereales, en algunas zonas contrastando con grandes extensiones de florecillas amarillas o de amapolas.



El camino, que hasta ese momento eran dos roderas, cobró más importancia y se convirtió en una buena pista. Enfilamos una larguísima recta presidida por las ruinas del castillo de Mota del Marqués.


Al acercarnos más a las ruinas el camino giró hacia la izquierda y ya enfilamos hacia Mota del Marqués.


En Mota seguimos la carretera y, finalmente, llegamos a la plaza. Un enorme espacio presidido por un Ayuntamiento muy bonito y bien conservado. 


Desde la propia plaza una calle ofrecía una bonita vista de una ermita y el castillo al fondo.


También desde la plaza pudimos contemplar la iglesia de San Martín, del siglo XVI, también de grandes proporciones, tan grande es que, posteriormente, la fuimos viendo desde puntos muy alejados de la localidad.


Poco después de abandonar Mota del Marqués por carretera tuvimos que atravesar de nuevo la A-6 por un paso elevado, después rodamos en paralelo a ella, ya por camino, unos cientos de metros.


Al tiempo que íbamos rodando, realizamos varios giros y nos fuimos alejando de la localidad recién visitada, pero aún así, mirando hacia atrás pudimos contemplar una bonita vista de todo el conjunto.


Poco después, a nuestra derecha, había unos aspersores regando un campo. Estos estaban mal regulados y habían empapado el camino. Procuramos elegir la zona que parecía tener menos barro, pero dos de nosotros nos equivocamos y, aunque solo fueron unos 50 metros, pusimos las bicis perdidas. Algunos agricultores deberían tomarse en serio la falta de agua y, con la falta que hace, dejar que los aspersores aneguen los caminos, no es el mejor modo de ahorrarla.

Poco después de ese tramo giramos a la izquierda y, como un kilómetro después a la derecha, enfilando a la siguiente localidad por la que teníamos que pasar: Villalbarba. El camino de entrada, enmarcado con acacias nos gustó.


Como también nos gustó la bonita fuente, muy bien conservada o restaurada, que había también a la entrada del pueblo.


Salimos de Villalbarba por un camino recto, mejor dicho, una enorme recta de más de 7 km con una ligera pendiente al principio.


Después de varios kilómetros había unas suaves curvas que escondían una subida más pronunciada. Como el cielo se había poblado de nubes, si mirábamos hacia los campos de uno y otro lado del camino nos parecía estar dentro del fondo de Windows 8 (suaves lomas verdes con un cielo azul con nubes blanquecinas).



La subida más pronunciada se alargó como un kilómetro y medio. Cuando estábamos terminando el ascenso miramos a nuestra izquierda y nos encontramos con Tiedra. ¡Estábamos prácticamente ya en el pueblo!


Recorrimos varias de sus calles con intención de pasar por la Plaza Mayor, porque es de las que merece la pena, con su bonito Ayuntamiento y sus casas porticadas. Un claro ejemplo de plaza castellana.


Abandonamos la plaza para dirigirnos adonde teníamos los coches, junto al bar restaurante El Molino de Tiedra. Justo desde la bajada hacia ese lugar la vista del castillo bien merecía una parada y una foto.


Al llegar a los coches montamos las bicis en los portas y nos dirigimos a ese bar para tomar una caña en su terraza. La disfrutamos porque ya traíamos sed y porque se estaba allí de maravilla. En cuanto terminamos, carretera y manta, que nos quedaban kilómetros para llegar a Zamora.



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