10 de junio de 2023

Transfronteriza Bike30 2023

Normalmente el esfuerzo ayuda a triunfar, y estamos seguros de que en poco tiempo la Transfronteriza llegará a ser una prueba de referencia entre las que se celebran en la provincia, porque son tantas las ganas que la organización pone en hacerlo todo perfecto que, sin duda, va a revertir en su éxito. Y si a eso le añadimos que discurre por una zona desconocida pero llena de encanto, la fama está asegurada.

Desde Zamora a Figueruela de Abajo, el lugar donde iba a discurrir la prueba, hay unos 85 km. La salida estaba prevista a las 9.00 así que no hay que ser un genio en matemáticas para calcular que nos tocó madrugar de lo lindo. De hecho, a las 7.30 teníamos las bicis cargadas y estábamos iniciando el viaje. En esta ocasión nuestro equipo estaba al completo, los nueve íbamos a tomar la salida.

Durante el viaje pudimos comprobar que las torrenciales lluvias del día anterior habían dejado muchas tierras encharcadas y los caminos muy afectados. El día estaba nublado y encontramos bancos de niebla en varios tramos, pero la temperatura no era fría, 13º. 

Al llegar a Figueruela de Arriba varios carteles y voluntarios nos guiaron hasta los aparcamientos. Nosotros dejamos los coches en el primero. Descargamos y preparamos todo. Nos desplazamos unos cien metros y vimos la infraestructura preparada para la meta. Finalmente, nos acercamos a la zona de salida donde ya había mucha gente esperando a que dieran las 9.00 h.


La Transfronteriza es un enfrentamiento deportivo entre españoles y portugueses en la frontera de ambos países. Todos aquellos que quieran defender los colores de uno de los dos equipos puede inscribirse en ella. Esta es la teoría, pero en la práctica, no sabemos por qué, la iniciativa no ha tenido éxito entre los ciclistas portugueses y son pocos los que se inscriben. Una vez que se completa el número de españoles, si nuestros vecinos no han completado sus plazas, se les otorgan a nuestros compatriotas, pero eso sí, tendrán que lucir el maillot de Portugal.

A las 9.00 h en punto se dio la salida y dos minutos más tarde a las ebikes. Tras un pequeño tramo neutralizado comenzamos a rodar de verdad. Nuestro equipo quedó roto desde la propia salida, al haber tres bicis "pulmonares" que salieron en el primer grupo y seis asistidas que salieron después.

Enseguida comprobamos que, a pesar de que el terreno había absorbido mucho, íbamos a encontrar barro por todos lados. No nos importó, nos imaginábamos que iba a ser así, y saber que a la llegada íbamos a encontrar duchas y lo necesario para lavar las bicis, nos daba como más libertad para rodar por donde hiciera falta.

Los primeros kilómetros los hicimos por una buena pista, ancha y ligeramente descendente. Más adelante el camino se estrechó y comenzó una bajada algo sinuosa rodeada de bastante vegetación.


En la parte más baja de esa zona tuvimos que cruzar una acumulación de agua que hizo que nos mojáramos los pies. También mojamos las bicis, como es lógico, y eso trajo consecuencias para uno de los nuestros, ya que después de pasar por allí empezó a tener fallos en la asistencia y, finalmente, tuvo que abandonar (aunque algunos no nos enteraríamos hasta la llegada).



Tras superar este primer escollo hubo que ascender algo para llegar a una zona más llana, con mucha menos vegetación y con buen terreno para rodar. 


Sucedió a esta zona otra en la que tocó ascender de nuevo. Como es lógico, las ebikes fuimos ganando terreno a las bicicletas "pulmonares" y en esta subida, que era larga, avanzamos muchos puestos. 


Fue en esta zona donde ya encontramos a uno de los nuestros. Nos pusimos a su lado, cruzamos unas palabras, vimos que iba bien y continuamos hacia adelante.


Tras una bajada, en la que tuvimos que tener cuidado porque el agarre de las ruedas no es nada bueno sobre el barro, comenzamos a ascender de nuevo atravesando un cerrado pinar. En esa zona uno de los tres bíkers de los tres que íbamos juntos se adelantó algo y ya no lo volveríamos a ver hasta la llegada.


Salimos del bosque de pinos, aún subiendo, y enseguida nos encontramos con las primeras viviendas de una localidad, se trataba de Moldones. Su calle principal es una cuesta. Al terminar esta había gente que nos animaba con gran entusiasmo.


Dejamos atrás el pueblo bordeando unas fincas sembradas de cereal. El sol, tímidamente, comenzaba a quererse mostrar y hacía que brillaran esos cereales, al estar húmedos por las lluvias caídas.


El ascenso continúo como dos kilómetros más después de salir de Moldones, tras una pequeña bajada hubo una subida muy empinada y corta que hizo que muchos participantes tuvieran que echar el pie a tierra. Allí encontramos a otro bíker de nuestro equipo. Iba sufriendo porque estaba en pleno esfuerzo y nosotros tampoco estábamos para conversar, bastante teníamos todos con respirar, así que le dimos ánimos y continuamos.


Al llegar a la zona más alta encontramos una pista muy ancha, se percibía que por el suelo había pasado una niveladora y enseguida comprendimos el porqué. La razón es que esa zona se vio afectada por el fuego de la Sierra de la Culebra del año pasado y estaban talando los pinos quemados y, suponemos, que por allí tendrán que entrar los camiones a cargar.


Estábamos en plena Sierra de la Culebra y desde esa zona, al estar a bastante altura, las vistas eran espectaculares.


Comenzamos a descender por esa pista y poco más adelante encontramos a una de las máquinas que se encarga, como si de un monstruo se tratara, de agarrar, serrar, voltear, quitar las ramas y trocear los pinos quemados. Una pena que estuviera parada porque verla funcionar es un espectáculo.


El descenso era largo, de unos cuatro kilómetros en los que fuimos testigos de los estragos que hizo el fuego. La suerte es que no todo eran pinos y las zonas de monte bajo ya han empezado a recuperarse. La bajada culminó cuando cruzamos un pequeño puente de madera sobre el arroyo Cabrón, muy cerca de otro puente, el puente que hace frontera entre España y Portugal, ya cerca de la localidad portuguesa de Petisqueira.

Rodamos junto al arroyo durante unos cientos de metros, arropados por mucha vegetación y mucho verde. En un momento dado tuvimos que cruzar las aguas de dicho arroyo y lo hicimos a lo grande porque el nivel de estas llegaba a la mitad de nuestras ruedas.


Enseguida comenzó una subida pronunciada. Hacia la mitad de esta pasamos junto al cadáver de un árbol calcinado aquel fatídico día en el que el fuego arrasó esta sierra.


Pronto comenzamos a descender lo ascendido, volvimos a cruzar el arroyo, pero en esta zona, con mucho menos nivel y virulencia de sus aguas, y entramos en Villarino de Manzanas.

Ascendimos por la calle principal y en la parte de arriba había muchos vecinos animando. Allí mismo había un cartel que indicaba Bike60 a la izquierda y Bike30 a la derecha, pero no lo vimos. Nosotros íbamos tras un ciclista y como él tiró hacia la izquierda, nosotros también. Una chica nos gritó, ¡a la derecha, a la derecha!, pero como el delante seguía, nosotros también. Al llegar a la iglesia nos lo volvieron a decir y ya nos dimos la vuelta y tomamos la dirección correcta.


Salimos del pueblo por una zona muy bonita y volvimos a cruzar las aguas del Cabrón. Justo en ese punto comenzamos a ascender de nuevo. Era una subida llevadera y muy bonita porque íbamos entre robles y castaños en la mayoría de los tramos. En esa zona encontramos a nuestro primer bíker con pulmonar. Fuimos un tramito junto a él, nos dijo que iba bien, y continuamos adelante. 
 

Después del ascenso vino una zona llana y, en algún tramo, con algo de pendiente descendente, lo que nos permitía rodar con buena velocidad. El camino era divertido y muy bonito, muy frondoso, muy verde, y siempre en paralelo al arroyo Cabrón.


Unos cinco kilómetros después de Villarino comenzamos el ascenso del bautizado como "Alpe d'Huez", ya que, al igual que el pico francés, la subida está repleta de curvas de 180º. En concreto, once son las que tuvimos que hacer, adornadas con unos tantos por ciento de ascenso considerables. Y lo malo es que esas curvas, al ser tan cerradas, nos hacían perder la poca velocidad que llevábamos.


Poco a poco íbamos superando una tras otra y, de vez en cuando, si mirábamos el paisaje nos deleitábamos porque lo que veíamos era precioso.


Llegando a las últimas curvas comenzamos a escuchar una flauta y un tamboril. Y es que junto a la última revuelta, en un promontorio natural, había una persona tocando ambos instrumentos y haciéndonos más agradable este tramo.


Tras pasar por esta última curva vino un descanso para nuestras piernas porque tuvimos que descender, la pena es que había que ir tocando frenos para no lanzarnos en exceso y después no poder frenar, si fuera necesario. 

Terminada la bajada hubo que volver a subir, unos dos kilómetros, pero más llevaderos que los anteriores. Al terminar este ascenso comenzó una bajada que nos llevó hasta las primeras casas de Figueruela de Arriba. Enseguida llegamos a la carretera, la cruzamos y continuamos siguiendo las balizas naranjas y las flechas que íbamos encontrando. Fue un recorrido un poco laberíntico por alguna calle estrecha, atravesando alguna finca y con giros de 180º en algunas ocasiones. Finalmente nos enfrentamos a una pradera con un anchísimos pasillo en el que había dos arcos de llegada. Los dos bíkers que habíamos hecho el recorrido juntos, nos agarramos por los hombros y entramos a la vez.


Nuestra sorpresa fue ver a uno de los nuestros esperándonos en la meta, ya vestido con ropa de calle. Ya nos explicó el fallo de su bici y que se había tenido que retirar. También nos dijo que éramos de los primeros en llegar y que nuestro compañero había entrado el primero.

Sin perder tiempo fuimos a lavar las bicis y, tras cargarlas, nos metimos en las duchas. Mientras nos duchábamos fueron entrando todos los nuestros, los dos con bici asistida y los tres con "pulmonares". Todos estaban contentos y nadie había sufrido excesivamente durante el trayecto, así que podríamos decir que nuestra actuación había estado muy bien, después comprobaríamos que mejor de lo que pensábamos.

Una vez duchados todos, nos hicimos una foto de grupo con el logo de la Transfronteriza.


Mientras iba entrando poco a poco el resto de ciclistas de la marcha de 30 km y de la de 60 km, nosotros saciamos nuestra hambre comiendo algo de jamón que iba cortando un cortador, queso y, si hubiéramos querido, muchas más cosas, y bebiendo cerveza del cañero que había para saciar la sed de los ciclistas.

A las 13.00 h fue la entrega de trofeos y esta estuvo repleta de sorpresas.

En la categoría Absoluta de EBike 30 obtuvimos el primer y el tercer puesto (este solo se le da a uno, pero en realidad debería haber sido para los dos que entraron al mismo tiempo).


En la categoría Máster 50 (bici pulmonar) conseguimos el primer y el tercer puesto también.


Y en la categoría Máster 60 (bici pulmonar) nos vinimos con el segundo puesto, si bien realmente fue el primero, ya que el que ocupó la primera plaza lo hizo por error, porque había corrido con una ebike.


Ahora es el momento de hablar de la organización. Calificarla con un 10 se quedaría corto, muy corto. Cualquiera de los que participamos puede corroborarlo. Durante la semana hemos estado recibiendo correos y whatsapps informándonos de todo lo necesario y más. La bolsa que se entregaba al recoger el dorsal contenía también un paquete de lentejas de la IGP Tierra de Campos, un tarro de miel, un litro de lecha Gaza y el maillot de España o Portugal (según la inscripción).

En la carrera Bike30 había un avituallamiento que tenía de todo. Durante todo el recorrido no había ningún lugar en el que se dudara de por dónde había que seguir, ya que había balizas naranjas de la organización por todos lados, aparte de flechas, cuando había que dejar un camino para seguir por otro. En todos los lugares donde hubo que cruzar una carretera había personas parando el tráfico. A la llegada nos pusieron una medalla de finalista a todos los participantes.

En cuanto a servicios para los ciclistas, disponíamos de un carrito de seis duchas, con agua caliente, y con una persona limpiando las mismas cada pocos minutos.


Muy cerca de las duchas había una zona de lavado de bicis a cubierto, con hidrolimpiadoras, con rejilla para que cayera el agua y el barro y con sujeta bicis para mantener estas erguidas.


En la campa de la llegada había varios puestos ofreciendo, como ya citamos, jamón recién cortado, queso, gominolas, frutos secos, fruta, y bebidas como caña, Coca Cola, bebida isotónica, etc.


Muy cerca de esos puestos, había otras pequeñas carpas con tres fisioterapeutas. Si querías contar con sus servicios solo había que coger la vez y esperar tu turno.


La inscripción a la prueba (20 €) incluía la comida, y para ello había dispuesto una gran zona bajo un toldo, en el que había muchas mesas preparadas para el evento.


Cerca de la meta (y también en los avituallamientos) se habían dispuesto unas barras para que los participantes pudieran dejar sus bicis de pie y no tiradas en el suelo, como suele ser lo habitual.


Todo ello hizo que hubiera un gran ambiente en la campa desde que llegaron los primeros hasta que llegaron los últimos. 


Todo el mundo derrochaba elogios a la organización. Fue muy significativo que, delante de nosotros, una participante se acercó al Alcalde en funciones, Carlos Pérez, para decirle que quería felicitar a toda la organización porque llevaba muchos años participando en pruebas de bici, carrera y triatlón y nunca había encontrado algo así, tan bien organizada, tan perfecta.

Esos elogios tienen que llenar de orgullo al Ayuntamiento de Figueruela, a MounTime, y a todas las personas que ha habido detrás de este evento. Enormes gracias a todos por vuestro esfuerzo, vuestras ganas de mejorar y por todo el tiempo dedicado a preparar esta gran fiesta de la bici.

Ah, y no olvidemos que al día siguiente de las pruebas de bici tocaba el turno a las de trail, en las que había varias distancias. Seguro que será un éxito también, pero de esas ya no podemos hacer crónica, porque no participamos.




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