No obstante, hubo cuatro bíkers, que sí disponían de días suficientes de vacaciones y pudieron hacer esas dos etapas. El resto, los otros cinco, nos encontramos con ellos en Tuy, la noche del 28 de junio, para comenzar todos juntos el 29.
Etapa 1: Tuy-Viana do Castelo 76,47 km. Ascenso acumulado: 502 m.
Tras desayunar, serenar los nervios y colocar todo sobre las bicis, y despedir a Manolo, que se vuelve a Zamora con la furgoneta con la que nos ha llevado hasta allí, nos dirigimos a la Catedral de Tuy para hacernos la foto de salida. Pero antes todo se demora, dos que tienen que hinchar las ruedas, paramos a comprar en un súper algo para comer..., pero no pasa nada, tenemos todo el día por delante. Si algo hemos aprendido en estos años que llevamos haciendo este tipo de rutas es que no hay que agobiarse con el tiempo, lo hacemos para disfrutar de la bici, de la amistad y de lo que vemos, y no importa lo que tardemos en cada etapa.
Tras la foto callejeamos algo por el casco antiguo, lo cual no siempre resulta sencillo, y vamos descendiendo hasta el río desde donde hay una vista de Valença do Miño y del Puente Internacional preciosa.
Nos dirigimos hacia el puente y lo cruzamos. Es un puente de hierro más, pero el hecho de que separe los dos países hace que se sienta algo especial al cruzarlo, además, las vistas hacia un lado y otro del río son magníficas.
Bordeamos la fortaleza de Valença por un carril bici y cuando nos damos cuenta ya casi hemos sobrepasado esta localidad. Como algunos no la conocen buscamos una alternativa y nos dirigimos a la parte antigua. Entramos a la ciudadela por uno de los arcos. Hacemos un recorrido por sus calles y terminamos saliendo por el mismo arco por el que entramos.
Nos alejamos de esta localidad y empezamos a recorrer la Ecovia, un carril bici hecho de hormigón rojizo delimitado por postes de madera que recorre kilómetros y kilómetros por la ribera del Miño o muy próximo a esta. Una auténtica gozada rodar por él. A todo esto el día, que amaneció soleado, se ha nublado y se ha quedado tristón. Una pena porque con lo bonito que es el paisaje, con sol seguro que lucía todo mucho más.
Todo está muy cuidado. Los alrededores de la ecovía están segados, hay embarcaderos cada poco, está todo limpio... Pasamos junto a algunas pequeñas localidades y también por una que se ve más importante, Vila Nova de Cerveira, donde también nos sorprenden unas magníficas instalaciones junto al río para disfrutar de este.
Pasada Vila Nova se termina la ecovía y seguimos por un camino junto a la ribera. Poco después, a uno de los bíker se le frena de repente la bici. Observa la rueda y se da cuenta de que se le han roto dos radios. Como no podemos repararlos, repartimos su equipaje y continuamos adelante porque estamos cerca de Caminha y allí es posible que encontremos un lugar donde arreglar la rueda.
Poco después entramos en Caminha y nada más entrar vemos unas banderolas de Orbea. Nos acercamos y, efectivamente, es una tienda de venta y reparación de bicis. La dejamos allí y nos vamos a una terraza cercana a tomar una cerveza, Super Bock, of course! Cuando volvemos a por la bici nos comunican que no han podido repararla porque está roto el buje y no tienen ruedas de esa medida, pero han hablado con un colega de Viana do Castelo y allí nos espera para ponerla.
Salimos de Caminha bordeando los últimos metros del río Miño antes de encontrarse con el Atlántico. Poco después entramos en una zona de pinares. Tras esos pinares se esconde el mar, que lograremos ver en breve.
Esta localidad turísticamente, según vemos, es importante por el número de restaurantes, terrazas y el ambiente que encontramos a nuestro paso. Además cuenta con una ciudadela.
Después de ese tramo la pasarela continúa y nos encanta rodar por ella, porque las vistas son impresionantes, la luz preciosa y la temperatura muy agradable.
Terminada la ecovía volvemos a caminos que nos llevan entre huertas. Más adelante vuelve a haber ecovía, pero en esta ocasión el material es arena compactada, por la que también se rueda muy bien.
Faltando unos 8 km para llegar a nuestro destino, la ecovía nos llevó hasta la entrada de una playa. Allí el track se desvía a un camino estrecho y con vegetación baja a ambos lados. También hay una zona con muchas rocas, así que no queda otra que bajarse y pasar este tramo cargando con las bicicletas.
Solventado este problema el camino mejora y poco después vuelve a ser ecovía. Como es llano y empezamos a ver Viana do Castelo al fondo, vamos rodando de maravilla.
Entramos en la ciudad y nos dirigimos directamente a la tienda de bicis. Mientras le cambian la rueda a nuestro compañero, nos sentamos en la terraza de un bar próximo, nos hacemos nuestros bocatas y comemos.
Recuperadas las fuerzas, y con la bicicleta ya arreglada, se nos ocurre subir a Santa Luzia, el santuario que hemos visto presidiendo la ciudad y que se encuentra en la ladera de una colina junto a esta. Siete aceptamos el reto y dos se van al hotel. Desde donde nos encontramos son unos 4 km de subida. Al comienzo es más pendiente, pero después se va suavizando y al llegar uno se da cuenta de que ha merecido la pena, aunque sólo sea por las vistas.
Tras pasar allí unos minutos, y después de hacer unas fotos del propio santuario y de las vistas, descendemos hacia la ciudad y buscamos el hotel. Nos damos una hora para ducharnos y colocar todo y tras ese tiempo salimos a conocer la ciudad y a cenar.
Etapa 2: Viana do Castelo-Porto. 99,09 km. Ascenso acumulado: 505 m.
La segunda etapa, aunque larga, no es de las que, a priori, nos atemoriza porque es relativamente llana. Aún así procuramos salir pronto, por lo que quedamos a las 8,00 h para desayunar y logramos salir a las 9,05 h.
Poco después de salir del hotel cruzamos el puente sobre el río Lima, y al salir de este giramos a la derecha para seguir como un kilómetro por una carretera flanqueada por grandes árboles.
Nos desviamos y continuamos por un camino, pero poco después este nos saca a una carretera con bastante tráfico por la que transitamos unos 5 km, la mayoría de suave ascenso.
Al llegar a una rotonda viramos hacia el mar y llegamos hasta cerca de la orilla en un pueblo llamado Amorosa. Continuamos por carretera, cambiando varias veces de dirección, hasta otra localidad, esta llamada Castelo do Neiva. El track nos lleva hasta la playa pero el acceso por donde debíamos seguir está cerrado por obras, así que buscamos una alternativa por calles paralelas. En la primera hay muchos contenedores de barco sobre el suelo que utilizan los marineros locales para guardar sus aparejos. Algunos de ellos están allí mismo vendiendo sus recientes capturas. Preguntamos por curiosidad a uno de ellos y las nécoras grandes las vende a 5€/kg. Una pena...
Dejamos atrás esta localidad y rodamos por ecovía de tierra primero, junto a la orilla del mar, y por camino entre huertas, cuando termina la anterior.
Poco después entramos en otra zona urbanizada, que es como otro barrio de Castelo do Neiva. Nos equivocamos por intentar acortar y tenemos que dar marcha atrás porque hay que salvar el río Neiva y sólo se puede hacer por un puente. Descendemos hacia una zona muy frondosa y en la parte más baja hay un punte muy rústico sólo apto para caminantes y bicicletas.
Lo atravesamos y al salir de él hay que ascender y continuar por pavimento adoquinado entre viviendas unifamiliares. De nuevo vamos hacia el mar y al llegar a sus proximidades nos encontramos con bancos de arena insalvables, por lo que no queda otra que echar pie a tierra y arrastrar la bici. Sólo una de las ebikes consigue pasarlo sin tener que parar.
Superado el arenal seguimos por camino que, poco después, nos lleva de nuevo junto a la playa, pero esta vez para seguir ya en paralelo a esta. Al llegar a Marinhas rodamos por una pasarela de madera.
Después comienza una ecovía que nos llevará hasta Esposende. Poco después de entrar en esta localidad vemos a nuestra derecha un faro rojo muy llamativo y bonito y una letras gigantes, así que cruzamos la pasarela que nos separa de estas y vamos rápidos para hacernos una foto.
Tras las fotos desandamos nuestros pasos y volvemos a la magnífica ecovía. En Esposende está todo muy cuidado, tiene un montón de instalaciones junto al mar y se percibe que es muy turístico.
Paramos poco después en un súper a comprar las viandas para el día. En cuanto se termina la compra continuamos rodando. Hay que hacerlo con cuidado porque, aunque hay un excelente paseo dividido en zona de bicis y de viandantes, hay mucha gente caminando porque es Domingo y porque el día está magnífico.
Termina la ecovía y continuamos por un camino que nos lleva hasta un puente sobre el río Cavado. Lo cruzamos y en la otra orilla ya es otra localidad, Fão. Recorremos varias calles del pueblo en paralelo a la costa. Salimos de la localidad por una especie de carril bici de tierra rodeado de árboles por el que pasean cientos de personas. Enseguida llegamos a Apúlia y allí decidimos parar porque son las 12, hora del Ángelus, y por lo tanto hay que descansar y, si se tercia, tomar una Super Bock.
Con las fuerzas renovadas recorremos Apúlia por calles paralelas al paseo marítimo. Cuando termina el casco urbano vuelve a haber ecovía y seguimos por ella. Cuando termina esta rodamos por caminos entre huertas con invernaderos y con cultivos que no reconocemos.
Llegamos a Aguçadoura, pasamos por sus calles y cuando terminan las viviendas volvemos a alejarnos del mar para continuar entre huertas. Pronto llegamos a A Ver O Mar. Recorremos a todo lo largo esta localidad junto al mar y ya no nos separaremos de él hasta Povoa de Varzim.
Povoa y Vila do Conde están prácticamente unidas, y de una a otra rodamos por tramos de pasarelas y de caminos compactados, sin dejar de haber viviendas junto a nosotros. Es difícil saber dónde termina una localidad y dónde empieza la otra. Eso sí, está todo muy cuidado y hay muchísimas instalaciones junto a las playas.
Recorremos todo el paseo marítimo hasta que este se termina en la desembocadura del río Ave. Seguimos por la orilla de este río que nos mete en la parte antigua de la ciudad.
Pasamos junto a una carabela y poco después vemos el puente que nos dará paso hacia la otra orilla.
Tras cruzar el puente dejamos atrás Vila do Conde y nos introducimos en una zona declarada como Espacio protegido de Aves, desviándonos así algo del track. Más adelante lo retomamos y poco después llegamos a una localidad llamada Mindela, donde paramos junto a las terrazas de unos bares a hacer nuestros bocadillos. Compramos bebidas y nos sentamos en nuestro particular "restaurante con vistas". Hoy toca menú enlatado. Cuando llega la hora de comer y aún no hemos terminado la etapa, hemos aprendido por experiencias anteriores que lo mejor es hacer un tentempié para poder continuar, porque hacer una comida formal hace que después cueste un mundo volver a pedalear. Esas comidas formales las reservamos para las cenas en los lugares de destino.
La comida nos sabe a gloria, porque ya teníamos hambre y porque el lugar y la temperatura no pueden ser mejores. Tras tomar un café volvemos a subir a nuestros sillines y empezamos a rodar por las calles de Mindela y, terminada esta localidad, empieza Vila Chã. Superado este pueblo volvemos a rodar junto al mar, unas veces por camino y otras por pasarelas de madera.
Llegamos por una de esas pasarelas hasta la ermita de São Paio, pero justo después nos encontramos con un tramo que tiene muchas escaleras y tratamos de evitarlo. Pero buscamos una alternativa que nos lleve, al menos, a las proximidades del lugar adonde conducían dichas escaleras, porque imaginamos que ha de tener unas buenas vistas. Conseguimos acercarnos bastante, dejamos las bicis en el camino y subimos hasta ese punto caminando y, efectivamente, no nos equivocábamos, merecía la pena subir.
Después de disfrutar con las vistas seguimos rodando por pasarelas o por buenas vías y siempre en paralelo al mar. Las localidades se van uniendo unas a otras y no es fácil distinguir en cuál de ellas estamos.
Pero poco después vemos algo que nos saca de dudas, estamos cerca de Matosinhos porque podemos ver ya su enorme refinería.
Pasamos junto a ella, que es enorme. Hay una gran avenida por delante y uno de los carriles está cerrado así que circulamos por él y así evitamos el tráfico, que es abundante. Más adelante, esa carretera se va hacia el interior pero nosotros seguimos junto al mar, primero atravesando unos grandes aparcamientos y seguidamente por un largo y ancho paseo que da la entrada, junto al enorme faro, a la ciudad de Matosinhos.
Aparte de ese magnífico paseo hay muchísimas instalaciones de ocio junto a la orilla y el ambiente que se respira es magnífico: gente paseando, haciendo deporte, niños correteando...
Vamos siguiendo el paseo que termina por llevarnos hacia la izquierda para bordear el puerto. El primer puente, que es levadizo, está levantado, así que no nos queda otra que seguir adelante, hasta el segundo.
Se ve que este puerto tiene movimiento porque hay cientos de contenedores. Tras pasar el segundo puente hay varios de ellos en los que han puesto mensajes, como el de la foto (Navegante, gentes del mar, marineros, aventureros!):
Bordeamos las instalaciones del puerto para volver a la orilla del mar.
Llegamos a un gran paseo y al final, en una enorme rotonda, seguimos en paralelo al mar.
No mucho más tarde nos encontramos con carteles que ponen Porto, así que deducimos que estamos ya en suelo de esta ciudad, pero en la práctica no se sabe dónde empieza esta y dónde termina Matosinhos. Recorremos el impecable carril bici que comunica ambas localidades.
Y, por fin, llegamos a la desembocadura de nuestro querido Duero, aquí Douro, por supuesto. La vista es espectacular. Allí mismo nos abrazamos y damos por concluida nuestra segunda etapa, aunque aún tenemos que llegar al hotel, tarea complicada porque hay que sumergirse de lleno en la ciudad.
Tras los abrazos, las fotos y la alegría que supone terminar una etapa tan larga y tan bonita, nos dirigimos hacia el hotel. Como ya no hay carril bici vamos por la avenida, aunque hay mucho tráfico. En un momento dado subimos a una acera y accidentalmente un biker se cae, casi en parado, y lo hace sobre la rueda delantera de otra bici. Aparte del dolor lumbar de este, el resultado para la segunda bici es catastrófico porque la rueda delantera queda hecha un ocho, tan doblada está que ni siquiera rueda. Con unos golpes la desdoblamos lo suficiente como para que, al menos, pueda girar. Sin duda este hecho nos va a condicionar la siguiente etapa, y mucho, como ya veremos...
Tras algunos rodeos llegamos al hotel sobre las 18.30 h. Un hotel muy, muy, especial, diferente, innovador, que merece la pena visitar al menos una vez si vas a Porto (https://thezerohotels.com/). Por citar algo, las llaves de la habitación te las proporcionan colgadas de una botella de alumnio de cerveza Super Bock, que sacan de una nevera. Botella hecha especialmente para el hotel.
Como el día anterior, nos concedemos como una hora para ducharnos y/o ir a la sauna, y/o tomar algo en la azotea. Después de ese tiempo damos un paseo, buscamos un lugar para cenar y, tras la cena, seguimos paseando por la zona del río antes de regresar al hotel a tomar algo antes de acostarnos.
Etapa 3: Porto-Albergaria a Velha. 70,41 km. Ascenso acumulado: 1036 m.
Como decíamos antes, el tener que arreglar o cambiar la rueda de nuestro compañero iba a condicionar este día y empezó por retrasar nuestra hora de levantarnos y desayunar. El taller de bicis que teníamos localizado no abría hasta las 9.30 h. así que quedamos para desayunar a las 9.00 h., salvo el dueño de la bici y otro compañero que lo hicieron algo antes para estar allí a esa hora.
Cuando terminamos de desayunar y nos preparamos, a las 10.00 h, salimos del hotel los siete restantes. Callejeamos por Porto hasta llegar al taller. Cuando llegamos aún no la han tocado, ni tienen prisa por hacerlo, ni se le ve profesionalidad al operario como para arreglar la rueda. Aún así aguantamos a la puerta cada uno entreteniéndose en lo que puede y, al mismo tiempo desesperándonos todos.
Como hay un Decathlon cerca, varios se acercan a ver si allí venden ruedas, pero nada. Buscamos otros talleres por Internet y, o no están abiertos, o ni siquieran contestan. Como aquello no avanza en absoluto, a las 11.30 dos de nosotros decidimos irnos por delante a Vila Nova de Gaia, a ver si allí encontramos un taller más eficiente. Sin querer pasamos por los lugares más emblemáticos de Porto: la rua Santa Caterina y el puente de Dom Luis I.
Ya en Vila Nova no encontramos ningún taller y en el que localizamos en Internet no contestan al teléfono. Aún así nos desplazamos casi 4 km hasta este para nada, porque lo encontramos cerrado. Buscamos otro en São João de Madeira, ya que tenemos que pasar por allí, y hay varios. Hablamos con uno y parece que nos puede solucionar el problema. Llamamos al resto del grupo y quedamos con ellos a la salida del puente de Dom Luis I. Desde donde nosotros estamos bajamos a la zona de las bodegas y pasamos junto al río, así que sin quererlo seguimos haciendo una visita turística a la ciudad. Eso sí, nos toca ascender hasta la parte alta del puente para encontrarnos con el resto.
Justo cuando llegamos nosotros lo hace también el resto del grupo y, por fin, logramos salir de Porto (13,30 h).
Seguimos por la misma avenida del puente, avenida da República, unos 3 km de ascenso suave y continúo. Después cogemos un desvío a la izquierda y, por último, nos desviamos hacia una carretera secundaria.
Hay un buen ascenso y, tras él, el track nos envía a un camino de 50 cm de ancho, con vegetación cerrada a ambos lados y que unos metros más adelante tiene una cuesta llena de rocas por la que casi es imposible pasar incluso tirando de la bici. Intentamos buscar una alternativa y, además, el que lleva la rueda torcida dice que le da más seguridad ir por carretera. Por ello, descendemos para volver a coger la carretera principal que traíamos antes, allí preguntamos y nos dicen que para São João, sigamos todo recto sin desviarnos en ningún momento. Dicha carretera principal es la Nacional EN 1, que tiene muchísimo tráfico, pero no nos queda otro remedio que transitar por ella.
Hay tramos que tienen arcén y cuando es así nos refugiamos en él, pero hay muchos tramos en los que está ocupado por coches aparcados. En esas circunstancias nos toca hacer la peligrosa maniobra de abandonar el arcén y ocupar la carretera. Vemos que los vehículos respetan poco a los ciclistas así que extremamos las precauciones.
El terreno es un continuo rompepiernas porque se suceden las subidas y bajadas. Aún así rodamos rápido y de vez en cuando paramos a reagrupar. Se suceden los pueblos y durante kilómetros no deja de haber construcciones. El paisaje es verde, muy parecido a Galicia. En la parada de un semáforo el conductor del coche que nos coincide al lado nos pregunta que a dónde vamos, le comentamos que a São João a arreglar una rueda y nos desea suerte. Unos kilómetros más adelante lo encontramos parado junto a la carretera esperándonos. Nos dice que un amigo tiene un taller y, aunque es el día de descanso, le ha llamado y nos abre. Sólo tenemos que bajar la cuesta donde él está estacionado. Samaritanos hay en todas partes...
Nos encontramos una gran nave que es una tienda de bicicletas, museo, taller, y casi, casi, restaurante. Una pasada. Agradecemos enormemente al señor su amabilidad, y al dueño y al mecánico el haber abierto para nosotros.
Enseguida se ponen con la rueda y nosotros aprovechamos para hacer nuestros bocatas y comer a la sombra de la nave. En la tienda nos venden cervezas, así que genial.
Hablando con el dueño resulta ser un ciclista portugués profesional. Se llama Filipe Cardoso y se muestra encantador con nosotros. La rueda la enderezan lo máximo posible, pero sólo pueden hacer eso, no la pueden sustituir porque no las tienen de esa anchura de eje. No es mucho, pero algo es algo... Antes de despedirnos Filipe nos propone hacer una foto a la puerta de su tienda. Foto que después publicó en el Facebook de Grandissima.
Salimos de allí y recorremos en poco tiempo los 8 km que nos separan de São João de Madeira. La rueda está mucho mejor pero no está bien del todo, así que paramos en la tienda que teníamos previsto y más de lo mismo: no tienen ese tipo exacto de rueda, así que tratan de enderezarla algo más.
Estamos más de una hora allí y vemos que, como mucho, el arreglo va ser un apaño. Filipe Cardoso nos habló de un taller en nuestro destino, Albergaria a Velha, lo buscamos, llamamos y le decimos el modelo exacto de rueda que necesitamos. Nos dice que la tiene, así que en cuanto podemos iniciamos la ruta hasta allí, porque cierra a las 19,00 h, son las 17,00 h y nos separan 28 km.
Volvemos a salir a la nacional y rodamos a todo lo que podemos y a lo que nos deja la carretera con sus continuos sube y bajas. Sigue habiendo mucho tráfico y seguimos pasándolo mal cada vez que pasa un camión cerca.
En poco más de una hora estamos en Albergaria a Velha. Vamos directamente a la tienda/taller Brinco Bike y enseguida se ponen a cambiar la rueda. Nos vamos todos al hotel (Estalagem dos Padres), un lugar encantador donde nos reciben con una gran amabilidad. Preguntamos por una lavandería autoservicio, nos indican una y preparamos la ropa para hacer la colada. Antes de partir nos llaman de la tienda que nos acercan la bici, ya arreglada, al hotel. Más no se puede pedir.
Hacemos la supercolada, mientras se hace tomamos algo y al terminar colocamos todo y nos vamos a cenar a un restaurante en el que hemos reservado y que nos han recomendado en el estalagem. Cenamos bien y tras la cena regresamos a nuestro alojamiento y a la cama.
De nuevo nos levantamos con el cielo nublado. Bajamos a desayunar poco antes de las 8 y a las 9, tras preparar las bici y después de hacernos la foto de rigor, estamos saliendo del estalagem.
Rodamos por algunas calles del pueblo y enseguida lo dejamos atrás. El primer tramo es de carretera, pero pronto nos desviamos a la izquierda y nos adentramos en un camino flanqueado por eucaliptos y con mucho polvo.
En este tramo el Camino de Santiago (regreso) y el de Fátima (ida) es compartido, y así lo será durante toda la etapa y parte de la siguiente. Fátima está muy bien indicado y en estas dos etapas casi no nos hace falta ni GPS.
Este camino nos lleva a una carretera secundaria y esta a una nacional por la que transitamos unos 2 km. La abandonamos para cruzarla por debajo y pasar por un puente de piedra muy bonito.
Tras pasar por el puente volvemos a cruzar la carretera y ascendemos bastante para llegar a la pequeña localidad de Pedãçaes. Poco después volvemos a cruzar la EN 1 y atravesamos Mourisca de Vouga.
Pasamos junto a un polígono industrial y en una rotonda una mala interpretación del track nos lleva por el camino erróneo. Por no dar la vuelta buscamos alternativa y esta es sencilla, así que la seguimos y poco después entramos en Águeda.
Esta localidad es conocida por los paraguas. Encontramos la explicación en Internet, en concreto en Salamancaldia.es, en su edición digital del 19/08/2018:
"El golpe de suerte para esta localidad portuguesa fue que los creadores del proyecto Umbrella Sky fuesen de Águeda. Aquí surgió esta iniciativa de la mano de Sextafeira Produções, una empresa de publicidad y organización de eventos local nada convencional que, en el año 2011, retó a la cámara municipal de Águeda a llevar a cabo un proyecto de arte urbano semipermanente. Desde entonces, los ‘paraguas de Águeda’ adornan sus calles desde finales de junio hasta mediados de septiembre, y constituyen ya parte del mobiliario urbano para los habitantes de la localidad, que conviven naturalmente con esta imagen durante casi tres meses."
Y los paraguas los encontramos adornando algunos balcones, pero sobre todo en la calle principal.
Desde Águeda se suceden las carreteras locales con viviendas unifamiliares a ambos lados. De vez en cuando atravesamos algún núcleo de población, pero la mayoría de las casas estás diseminadas.
Casi todos los tramos que vamos haciendo entre localidad y localidad son de carretera local, sin apenas tráfico, lo que nos permite ir rodando a buen ritmo.
Pasamos cerca de una población llamada Anadia, en un paseo arbolada encontramos varios árboles decorados de modo muy original.
Entramos en la freguesía (municipio) de Aguim, pero antes de llegar a la localidad descendemos entre eucaliptos y viñedos.
Pasado el pueblo entramos en un camino, ya teníamos ganas, pero la alegría nos dura poco porque enseguida nos saca de nuevo a la carretera local.
En un momento dado salimos a una carretera principal y son las 12.00 h, el momento "parada", así que lo hacemos en un restaurante en la localidad de Mealhada, donde, por lo que vemos, es muy típico el cochinillo asado. Hay muchos restaurantes que lo ofrecen, y hasta en el escudo de la freguesía (Casal Comba) aparece un cochinillo. Pedimos para probar un bocadillo de su carne y la verdad es que está exquisito, bueno, en portugués deberíamos decir "espantoso".
Seguimos atravesando pequeñas localidades y volvemos a entrar en un camino rodeado de eucaliptos y ascendente. En los últimos metros tiene una rampa de cierta dureza.
Se van sucediendo tramos de carretera, casi toda local, con pequeñas localidades. La tendencia es descendente, así que avanzamos a buen ritmo.
Los últimos kilómetros antes de llegar a Coimbra los hacemos por una carretera sin tráfico y llana por la que rodamos a muy buen ritmo. Cuando vemos el cartel que indica que entramos en Coimbra paramos para hacernos una foto y celebrar la llegada.
Entramos en la ciudad por un carril bici que encontramos. Al llegar al río empezamos a cruzarlo por un puente, pero nos damos cuenta de que estamos equivocados y damos la vuelta.
Rodamos en paralelo al río Mondego y nos metemos en la ciudad en busca de un parque donde comer. Tras varias vueltas finalmente paramos en el llamado Jardim da Manga, unos jardines con una fuente muy bonita en el centro. No podíamos haber encontrado mejor lugar porque estamos a la sombra, hace fresco, y tenemos al lado un restaurante donde comprar las bebidas y tomar café.
Hoy tocaba "presunto", que no sabemos por qué lo llaman así cuando todos sabemos que es jamón, y nos sabe a gloria. Tras el café nos dirigimos al hotel. Como todos los días nos damos como una hora para ducharnos y descansar un poquito y quedamos porque hay que aprovechar que es pronto, las 15.30 h, y que en Coimbra hay mucho que ver.
Subimos a la zona de la universidad por el Jardim Botanico da Universidad de Coimbra y al llegar algunos sacamos las entradas para ver la Biblioteca Joanina y otras dependencias de la Universidad, a pesar de que el precio nos parece carísimo, 12,50 €, sin ni siquiera ser una visita guiada.
Tras la visita a la Capilla de San Miguel, el Palacio Real y la Biblioteca, nos encontramos los nueve y seguimos paseando por la ciudad.
Tras tomar algo descendemos hacia la zona donde comimos y poco después nos dirigimos al restaurante donde hemos reservado para cenar.
Tras la cena nos vamos pronto al hotel porque al día siguiente nos espera la etapa reina, casi 100 km y unos 1500 m de ascenso acumulado, aunque el camarero del restaurante nos asegura que entre Coimbra y Tomar sólo hay suaves sube y bajas. Lo veremos...
Adelantamos la hora del desayuno a las 7.30 porque tenemos mucha etapa por delante. Conseguimos salir justo una hora más tarde. Nos dirigimos hacia el puente sobre el río Mondego, que está muy cerca del hotel.
Una vez cruzado el río seguimos recto, pasamos junto a un convento y comenzamos a ascender por las calles de lo que parece un barrio de Coimbra.
La ascensión es larga y tiene bastante inclinación, un postdesayuno perfecto, vamos...
Al llegar arriba descendemos algo y de nuevo aparece otra cuesta, también de asfalto y rodeada de viviendas al comienzo, después se despeja de viviendas pero el ascenso continúa, cruzamos por un viaducto la IC2 pero la ascensión persiste.
Llegamos a un pequeño pueblo que cruzamos por varias de sus calles, todas en cuesta. Pasamos al otro lado de la N1 por otro viaducto y empezamos a descender hasta llegar a otro pueblecito, Palheira.
A la salida de este, por fin, el track nos mete en un camino, pero la alegría nos dura poco porque pronto aparece otro pueblo.
Seguimos por un camino descendente, otra vez un tramo de carretera y llegamos a otra localidad, Cernache. Salimos de esta localidad por sus calles, que terminan llevándonos a una carretera.
Esta carretera nos hizo pasar por delante de unas ruina romanas. Al ver la señalización entramos hacia la zona del aparcamiento. Se trata de Conímbriga. Preguntamos cuánto tiempo dura la visita y nos dicen que sobre 1 hora. Nos tienta, pero no podemos. Cualquier día podríamos haber dispuesto de ese tiempo, pero en esta etapa no, porque es incierto lo que nos va a llevar, así que nos quedamos con las ganas y desistimos.
Justo detrás del recinto de las ruinas encontramos mucha señalización de Fátima, de Santiago y de varios GR que pasan por allí. Nosotros seguimos las indicaciones hacia Fátima que, en esta zona, coincide con el GR 26. Descendemos por un camino con el terreno suelto, lo que nos obliga a tomar precauciones. Tras la bajada espera una subida corta pero muy inclinada que ha hecho parar a la mayoría y que sólo 2 logran solventar sin bajarse de la bici. Subida que se encadena con una más suave pero mucho más larga. Observamos que el paisaje ha cambiado, hasta la etapa de ayer se parecía mucho a Galicia, y sin embargo hoy notamos que estamos yendo hacia el sur porque la vegetación es bastante diferente.
Se suceden varias subidas y bajadas en este camino y terminamos por llegar a una pequeña aldea llamada Poço. Justo después de cruzarla el track nos lleva a una senda estrechita que va en paralelo al cauce seco de un riachuelo, el Ego. Es un camino muy bonito, rodeado de olivos, viñas, flores...
Termina el camino en una curva de una carretera, junto a un puente y un área recreativa con algunas mesas. Esta carretera, bastante llana y sin tráfico, nos conduce tras unos 2 km por ella, hasta el pueblo de Zambujal. Un poco antes de esta localidad pasamos junto a un lugar curioso, el refugio del peregrino Nicolau, que son una serie de tiendas de campaña pintadas y puestas en una pradera, con baño ecológico y todo (otra tienda de campaña).
Después de Zambujal seguimos por un camino donde, mayoritariamente, encontramos viñas. Se rueda muy bien por él porque es llano y el firme está muy bien compactado. Tenemos ganas de llegar a otro pueblo porque tenemos sed y queremos descansar unos minutos, así que este tramo, de unos 7 km, se nos hace largo.
Llegamos a Ribeira de Alcalamouque, donde preguntamos por un bar. Nos responden que no hay, que en el pueblo siguiente podremos encontrar uno. Estando casi parados uno de los bíkers, por no darse con otro, frena sólo con el freno de adelante, la rueda se le cruza y sale escopetado por encima de la bici. Afortunadamente todo queda en el susto, una pequeña herida en un brazo y algo de dolor en el costado.
Salimos del pueblo por un camino que, en seguida, comienza a ascender. Cuando los dos que van en cabeza llegan casi arriba se dan cuenta de que están fuera del track.
Uno se queda allí mismo y el otro desanda el camino para avisar al resto. Cuando los alcanza ve que algunos sí que se habían dado cuenta de por dónde iba el track y lo están siguiendo bien. El que estaba casi arriba encuentra una alternativa para no volver para atrás y ya todos se encuentran en una carretera, ascendente para no variar. Tras recorrer este pequeño tramo de carretera descendemos algo por un camino para, finalmente, ascender bastante por otro estrecho y pedregoso. Al final del mismo está Alvorge.
Justo al terminar el camino y entrar en la plaza donde se encuentra la iglesia, al bíker que tuvo la caída unos minutos antes se le revienta la rueda delantera, bueno en realidad hubo una explosión y perdió todo el aire. Curiosamente es la rueda que le habían puesto nueva el día anterior y que le habían tubelizado. O bien hicieron este proceso mal, o bien con la caída la rueda sufrió algo y se destalona.
El bíker se lo toma con bastante sentido del humor porque entre la caída y el reventón ha sufrido más desdichas, en una curva se abrió más de la cuenta y terminó apoyado contra unas zarzas. No veía cómo soltarse de sus garras y cuando lo hizo quedó marcado en brazos y cara. Todo estos incidentes en el plazo de una hora, increíble.
Paramos en la plaza, donde encontramos un bar, justo debajo de la Junta de Freguesía, que sirve también para que las ebikes puedan "repostar". Tomamos algo y nos ponemos manos a la obra para reparar la rueda. El dueño del bar, que es un hombre encantador, nos informa de que hay un señor en el pueblo que arregla bicis y, con su ayuda para despegar la cubierta de la llanta, y poniéndole una cámara nueva, conseguimos arreglarla. Hemos aprovechado este tiempo para pedir que nos hicieran unos bocadillos y así los comemos allí y no tenemos que parar más adelante a comer.
Uno de los bíkers tiene algún problema en el cambio y decide irse por carreteras secundarias a Tomar. Para que no vaya solo le acompaña otro. Unos y otros salimos una hora después de haber parado en la localidad. Nosotros lo hacemos por un camino con continuos ascensos y descensos, algunos tan inclinados que obligan a echar pie a tierra.
Más adelante nos enfrentamos a una zona con muchas piedras que hacen imposible superarla subidos en la bici.
La larga ascensión y la inclinación de un camino nos obliga, tras ascenderlo, a parar en la parte más alta para recuperar fuerzas.
Tras volver a la bici no hay tregua, de nuevo nos enfrentamos a otro camino que asciende, en esta ocasión es estrecho y tiene mucha vegetación. Al final del mismo encontramos un pueblo.
Poco después de cruzar esa localidad descendemos por carretera unos 3 km, tras los cuales llegamos a Alvaiázere. Allí paramos a saciar nuestra sed con unas coca colas en un bar que tiene en frente unas mesas puestas en un jardín. Es cierto que estamos cansados, llevamos muchas horas sobre la bici y aún nos quedan unos 30 km, pero no estamos agotados.
Se supone, viendo el perfil de la etapa, que lo que queda hasta Tomar es mayoritariamente descendente, pero salimos del pueblo subiendo... A continuación ascendemos y atravesamos una pequeña aldea, descendemos por un camino y, finalmente, salimos a una carretera con perfil descendente que nos introduce en un pueblo.
Nos damos cuenta de que falta un bíker. Uno de nosotros le espera, pero no llega, no hay cobertura, así que da marcha atrás, ascendiendo todo lo que terminaba de bajar con tanta alegría. En otro punto vuelve a intentar la llamada y logra establecer conexión. El que no aparece se encuentra lejos, se había despistado en un cruce de caminos y no sabía qué alternativa escoger. Aclarado todo, en unos minutos llega y ya los dos descienden de nuevo. Unos 5 km más adelante contactan con el resto del grupo que está esperando.
Ya todos juntos seguimos por una carretera estrecha que nos hace subir algo más, el descenso es por un camino muy inclinado y con piedra suelta, muy técnico. Al llegar abajo terminamos saliendo a una carretera por la que seguimos descendiendo, si bien no mucho después, la misma carretera se torna ascendente
Al terminar ese ascenso atravesamos un pueblo. El que iba el primero divisa un bar y no se lo piensa, para en él para tomar algo. Los demás ni le rechistamos, es más, aplaudimos su gesto.
Nos enfrentamos a los últimos 10 km y, por fin, ya son más llevaderos. Primeramente bajamos por una pista y después es prácticamente llano. Los últimos 2 km se hacen por una senda muy bonita, con muchísima vegetación, que va bordeando el río que atraviesa Tomar, el río Nabão.
Tras esos 2 km terminamos saliendo a un barrio de Tomar y poco después aparecemos junto al río y el puente que lo atraviesa. Cruzamos por él y entramos en la calle principal de la ciudad. En esa misma se encuentra nuestro hotel, que en este caso es el Hostel 2300 Tomar.
El pueblo está en fiestas. Preguntamos y nos cuentan que cada cuatro años se celebra la Festa dos Tabuleiros. Los Tabuleiros son una especie de sombrero que se ponen las mujeres en la cabeza, vestidas de blanco, como símbolo de pureza, y con panes y flores en el sombrero, símbolos de fertilidad. Las mujeres del pueblo desfilan con ellos y todas las calles son engalanadas por los propios vecinos con flores de papel.
Tras acomodarnos y ducharnos quedamos para dar una vuelta por el pueblo y para hacer colada en una lavandería autoservicio. Su calle está siendo adornada y da gusto ver cómo todos los vecinos colaboran.
Por el camino vemos a una chica con su tabuleiro. Imaginamos que vendría de recogerlo o de hacerlo.
Una vez hecha y seca la colada nos dirigimos al restaurante donde hemos reservado para cenar. Tras la cena nos vamos a la cama. Estamos cansados.
Etapa 6: Tomar-Santarém. 68,60 km. Ascenso acumulado: 442 m.
El jueves nos concedemos una licencia: desayunar a las 8.30. La etapa se presenta corta y sencilla por lo que no necesitamos madrugar. Conseguimos "arrancar" a las 9.45 h.
Recorremos la calle de nuestro albergue, Rua de Serpa Pinto, que es la principal, y nos lleva hasta la bonita Praça da República.
Desde allí continuamos recorriendo varias calles para ver cómo han sido engalanadas. La noche anterior, cuando fuimos al hotel, había muchos vecinos aún trabajando en ello. El resultado es espectacular.
Finalmente llegamos a una rotonda, junto al río, y continuamos por esa avenida que nos lleva hasta la salida de la ciudad. Poco después cruzamos la vía del tren por una pasarela y rodamos por carretera.
Primero lo hacemos por un tramo ascendente que, poco después, desciende. Es una zona residencial donde se suceden las viviendas unifamiliares.
Finalmente el track nos lleva a un camino que va en paralelo a la vía por el que rodamos unos 2 km tras los que salimos a una rotonda y entramos en una carretera nacional, la N 110, por la que ciclamos otros 2 km, más o menos.
Tras esos dos kilómetros nos desviamos hacia una carretera local, por la que realizamos una subida importante. Tras la subida comenzamos a bajar y toamos un camino, una pista, rodeado de eucaliptos.
Cuando reanudamos la marcha el viaducto nos lleva a una carretera y enseguida llegamos a un pueblo llamado Atalaia. Como es grandecito buscamos un súper y aprovechamos para comprar la comida.
Salimos de Atalaia por carretera llana sin ninguna dificultad. Después entramos en un camino, mejor dicho, una pista llana, por la que se rueda muy bien.
El camino termina en Quinta da Cárdiga y desde allí continuamos por carretera local, repleta de maizales por ambos lados, hasta otra localidad más importante, Golegã.
Esta pequeña ciudad está dedicada por entero al caballo. De hecho se autodenomina "Capital del caballo". Vemos señales con caballos, museos dedicados al caballo, picaderos, e incluso se celebra allí la Feria Nacional del Caballo, que tiene sus orígenes en el siglo XVIII. En aquella época, debido a la actividad agrícola de la zona, se celebraban ferias y mercados, pero durante las fiestas en honor de San Martín, el 11 de noviembre, esas ferias eran las favoritas de los criadores de caballos para mostrar con orgullo sus animales de raza. También se celebraban concursos hípicos y competiciones. Este evento fue ganando importancia siendo el precedente de la actual Feria Nacional del Caballo.
Al pasar nos llama la atención la iglesia, con una portada manuelina preciosa. Entramos algunos y en su interior tiene la particularidad de que el retablo principal y sus laterales están hechos de azulejos pintados.
Como es la hora del ángelus y vemos una terracita junto a la iglesia, decidimos darnos un descanso allí mismo. El saber que la etapa es fácil, y que no nos llevará mucho tiempo hacer lo que nos queda, nos da mucha tranquilidad.
Cuando salimos de esta localidad lo hacemos casi todo por carretera, si bien hay un tramo de un estupendo camino. Por una y por el otro recorremos los aproximadamente 7 km que la separan de Azinhaga.
Abandonamos este pueblo y continuamos por un camino rodeado de maizales. Esta es una zona fértil, el río Tejo está al lado y la vega es muy productiva. Enseguida llegamos a Pombalinho. De él salimos por carretera hasta llegar al cercano Reguengo do Alviela, y desde este, por camino, rodamos hacia Vale de Figueira. Antes tuvimos que solventar una zona de mucha arena que hizo poner el pie en tierra a casi todos.
Aparte de los grandes campos de maíz empezamos a encontrar muchos con girasoles. Una pena que muchos se muestren "enfadados" mirando al suelo.
Al llegar al pueblo decidimos que puede ser un buen sitio para comer, son las 14,00 h y ya no hay más pueblos hasta Santarém, así que buscamos un bar, lo encontramos, pedimos permiso para hacer los bocadillos consumiendo allí las bebidas y el café y nos dejan sin problemas. Hoy nos toca presunto y aunque el menú está resultando poco variado, como siempre, nos sabe a gloria.
En el ambiente se percibe el cansancio producido por la etapa de ayer, porque durante todos los kilómetros realizados se ha hablado poco y apenas ha habido bromas. Pero la comida nos ha entonado y vamos mejor. Vamos alternando caminos y carretera, entre maizales primero y entre viñas después.
En un momento dado los que van adelante se salen del track y el otro grupo, que se ha quedado algo retrasado, lo sigue. Los primeros buscan una alternativa y retornan al camino previsto enseguida y esperan al otro grupito viendo ya en lo alto de una loma edificaciones de Santarém.
Ya todos juntos realizamos los últimos kilómetros por un camino entre huertas repleto de baches. Poco después estamos rodando entre las primeras edificaciones de esta ciudad. Hay un paso a nivel cerrado, esperamos a que pase el tren y continuamos siguiendo lo que nos marca el track.
Volvemos a la curva pronunciada y comprobamos que el track va por un caminito estrecho que pensábamos que no tenía salida. Empezamos a ascender por él y resulta casi imposible para todos subirlo sin apearse de la bici, por la inclinación y por lo irregular del firme.
Una vez terminada la rampa entramos de lleno en la ciudad. Recorremos las calles principales del casco histórico y descendemos hacia la parte nueva porque nuestro hotel se encuentra allí.
Llegamos al hotel y en el local donde nos dejan guardar las bicis tienen una manguera, así que pedimos permiso para poderlas lavar, ya que tienen una buena capa de polvo y tenemos barro pegado de una zona de regadío que cruzamos. Tras lavarlas somos nosotros los que hacemos lo mismo, pero ya cada uno en su habitación. Tras la ducha quedamos en un bar cercano para tomar algo y ascendemos a la parte antigua de la ciudad. Allí paseamos por las dos calles principales y por la plaza. Nos gusta, esa parte es coqueta y vemos edificios interesantes, como el Mercado, con sus azulejos pintados, las iglesias de N. S. da Conceiçao o de N. S. da Piedade, ambas en la Praça Sá da Bandeira.
Tras ese paseo damos otro hacia otra parte de la ciudad para ir al restaurante donde hemos reservado para cenar, uno muy típico y dedicado de lleno al mundo de los toros. Tras la cena, otro paseíto, esta vez largo porque el hotel está lejos, y a la cama.
Etapa 7: Santarém-Lisboa. 98,09 km. Ascenso acumulado: 484 m.
Una vez más decidimos desayunar a las 7.30 para poder salir cuanto antes. Nos esperan kilómetros fáciles, pero son muchos y lleva su tiempo hacerlos y queremos llegar cuanto antes a Lisboa y no hacer esperar en exceso a las Galanas.
Logramos salir del hotel a las 8.40. Uno de los bikers ha buscado una alternativa para no tener que subir todo lo que descendimos ayer cuando veníamos hacia el hotel. Le seguimos, pero su GPS buscó una alternativa que fue peor el remedio que la enfermedad, porque nos tocó callejear, ascender por un camino con bastante inclinación y volver a callejear para, al final, llegar a una plaza céntrica a la que habríamos llegado por la otra opción en un plis plas. Continuamos ya sobre el track, dirección a la plaza de toros, pero antes de llegar giramos a la izquierda y empezamos un largo descenso de casi 3 km por carretera.
Pasamos junto a un aeródromo donde nos espera el bíker que durmió en un hotel diferente al nuestro. No, no es que se enfadara con nosotros, sino que no había disponibilidad de más habitaciones en el nuestro.
Poco después cogemos un camino ancho, llano y de buen firme por el que se rueda muy bien. A ambos lados plantaciones y plantaciones de tomates, muchas, muchísimas...
Seguimos por ese camino bastantes kilómetros, más de 10. Más adelante sigue habiendo tomates, pero también pimientos, viñas, maíz...
El Tejo está al lado del camino, vamos en paralelo a él, lo sabemos porque vemos la mancha azul en el GPS, pero no llegamos a verlo porque hay levantado una especie de dique, un muro de contención, para evitar avenidas de agua.
El camino nos lleva a un tramo de carretera, atravesamos varias pequeñas localidades y en un momento dado subimos por encima del "muro" y entonces, por fin, podemos ver el río.
Continuamos siguiendo el track y rodando tramos de camino y tramos de carretera local. Así llegamos a Valada, una población más importante que cuenta con un bonito puertecillo para pequeñas embarcaciones.
Después de Valada seguimos por carretera sin circulación unos 4 km aún en paralelo al río, para después comenzar a alejarnos de él girando noventa grados.
Cambiamos varias veces de dirección, rodamos en paralelo a una especie de laguna, seguimos por un camino y, finalmente, salimos de nuevo a carretera para llegar a un paso para superar las vías férreas.
Hay tres opciones para cruzarlas, rampa, ascensor y escaleras. Unos utilizan el ascensor, pero sólo cabe una bici de cada vez, y el resto las rampas. Se puede ascender sin bajarse de la bici, sólo teniendo cuidado en las curvas.
Una vez arriba pasamos por encima de las vías y bajamos por unas rampas similares o por el ascensor que hay al otro lado.
Salimos de Azambuja por un camino, volvemos a cruzar la vía, esta vez por un paso subterráneo bastante más cómodo para nosotros que el anterior, y empezamos a rodar entre otro tipo de cultivo. Ahora lo que tenemos a nuestra izquierda son arrozales.
Allí mismo está la estación de Vilanova da Rainha. Salimos de allí y unos cientos de metros más allá está esta localidad. Rodamos por sus calles y, siguiendo el track, salimos de allí por una carretera sin apenas vehículos que nos lleva a pasar junto a una enorme central térmica, que está junto a Vala do Carrogado.
La bordeamos, seguimos por carretera y, de nuevo, aparece otro paso para cruzar la vía. Hacemos como las ocasiones anteriores y continuamos rodando. Pasamos junto a una gran campa en la que se almacenan miles de coches, esperando ser cargados en camiones. Giramos noventa grados y proseguimos. En las inmediaciones de Vila Franca de Xira abandonamos la carretera y seguimos por un camino.
Siguiendo el camino salimos a una carretera y siguiendo esta terminamos en el bonito puerto fluvial de Vila Franca de Xira.
Paramos unos minutos para verlo mejor todo, pero no queremos demorarnos, así que pronto continuamos nuestro camino.
Seguimos bordeando el Tajo y todo lo que vemos está muy cuidado, las viviendas, el mobiliario urbano, los jardines, etc.
Continuamos junto al Tejo y allí mismo nace un carril bici con un firme perfecto y con mucha vegetación por los lados. Como también sirve para paseantes cada poco hay bancos, y detrás de cada banco un mural realizado por un graffitero.
El carril bici comunica Vila Franca con Alhandra y como la distancia que las separa es de unos 4 km tardamos poco en llegar a esta. Allí tenemos un problema con el track, por donde debíamos seguir hay obras y está cortado el acceso que deberíamos seguir, así que buscamos una alternativa y terminamos saliendo a una carretera, está sí tiene tráfico porque es la N 10. Seguimos por ella hasta Sobralinho y Alverca do Ribatejo. En realidad las tres localidades están unidas y no se sabe dónde termina una y empieza la siguiente.
Muy cerquita de la carretera vemos un restaurante con unas mesas a la puerta. Lo de siempre: pedimos permiso, compramos las bebidas y nos hacemos los bocatas. Tras ellos un café y ya estamos listos para comenzar el tramo final de esta gran ruta. Nos quedan unos 30 km para Lisboa.
Seguimos un poco más por la carretera nacional y, unos dos kilómetros después, en una rotonda, giramos, encaramos una cuesta, pasamos por debajo de la IP 1, descendemos algo y giramos a la izquierda para seguir por una carretera local dos o tres kilómetros. Después ya seguimos por un camino más bien estrecho que va junto a un pequeño río, el río Trancao.
Rodamos por este camino unos 8 km, muy bien trazados, por cierto, porque van buscando la manera de evitar subir una loma que conseguimos dejar a un lado. Pasamos por debajo de un puente sobre el que va la autovía IP 1 y continuamos junto al río.
Al otro lado del mismo vemos una localidad, se llama Sacavem. El camino nos sube a la calzada porque hay que cruzar un puente sobre el río. Al salir del puente tenemos que girar a la izquierda, maniobra que nos da cierto trabajo porque hay mucho tráfico.
Una vez que conseguimos girar a la izquierda rodamos por un camino junto al Tejo y poco después, al salir de una curva, nos llena de ilusión ver ya el puente Vasco de Gama, que no esperábamos ni mucho menos ya allí, a falta de unos 15 km para llegar al final.
Lo celebramos mucho y en cuanto tenemos una buena perspectiva paramos para hacernos una foto.
La alegría que hemos sentido es similar a como si hubiéramos llegado ya, peeeeero quedan aún un buen puñado de kilómetros que hay que hacer, así que no queda otra que subirse a las bicis y seguir pedaleando.
Pero no importa hacerlos, es más, son una delicia porque vamos junto al estuario del Tejo, la tarde está precioso, con una luz increíble, la temperatura no puede ser mejor y rodamos por pasarelas, carril bici,...
Enseguida entramos en las infraestructuras de la Expo del 98. Nos está encantando el paseo.
Al pasar junto a Gil, la mascota de la Expo 98, paramos unos segundos para hacernos una foto junto a él. Como se puede observar nos acoge con los brazos abiertos ;)
Continuamos por el paseo junto al estuario, pero con cuidado porque hay muchos viandantes. Tanto nos hemos emocionado rodando por allí que cuando nos queremos dar cuenta nos hemos salido del track.
Continuamos por calles con mucho tráfico y vemos la posibilidad de retornar al track, pero nos encontramos con las vías, infranqueables. Más adelante vemos un paso elevado para cruzarlas y es nuestra salvación.
Cruzamos por encima y poco después ya estamos de nuevo sobre el track, que nos lleva en paralelo al estuario, recorriendo la zona portuaria, pero es una calle adoquinada y con poco tráfico. Recorremos unos 6 km antes de llegar a las cercanías de la Plaça do Comércio.
Cuando ya la vemos paramos apara agruparnos y así entrar en la plaza todos juntos. Embocamos la plaza y el vello se nos pone de punta. Es muy emocionante. No sabemos muy bien hacia dónde tirar hasta que vemos unas banderitas de España agitarse junto a la estatua de D. José I. Son las Galanas haciéndonos señales. Dirigimos nuestras bicis hacia allí y al llegar enseguida nos rodean, dejamos las bicis sobre el suelo y comenzamos a dar abrazos y besos a todos y a todas. Manolo, nuestro gran apoyo, agita y descorcha una botella de champán con la que nos baña a todos.
Después de tanta emoción es el momento de abrazarnos también entre nosotros. Ha sido estupendo lograr terminar esta gran ruta todos los que la empezamos, sin incidentes dignos de reseñar y con el buen ambiento que ha presidido todos y cada uno de los días. Una tarea que no es fácil para todo el mundo, porque son 7 días de convivencia durante las 24 horas.
Por último nos hacemos fotos Bíkers y Galanas.
Y también una sola los Bíkers junto a ese "altar" que han montado nuestras Galanas bajo la estatua que preside la plaza.
Tras las fotos tomamos una cerveza todos juntos en la misma plaza, nos dirigimos al párking donde están los coches. Allí cargamos las bicis y ponemos rumbo a la Costa da Caparica, para disfrutar y descansar el fin de semana, antes de regresar a Zamora.
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