Si algo caracteriza a este grupo es que procura no repetir rutas y busca la variedad. Sin embargo hoy ha hecho una excepción gracias a la generosidad de algunos de sus miembros, los que protagonizaron un bonito recorrido el Domingo pasado y no les importó repetirlo hoy para que lo disfrutáramos los que no estábamos en esa ocasión.
El caso es que el destino de esta ruta era el famoso pino de Gema, al que ya hemos ido en alguna ocasión, pero lo bonito e inédito del recorrido estaba después de este. Pero no adelantemos acontecimientos...
Con exquisita puntualidad nos presentamos los seis bíkers a las 9.30 en el punto de encuentro habitual. La mañana nos recibió con grandes claros, una temperatura por encima de cero, pero fría y lo más molesto, viento del noreste.
Comenzamos yendo hacia el río, pero enseguida ascendimos hacia el Puente de Hierro, que cruzamos. Giramos hacia el restaurante Las Aceñas y, sin llegar a él, continuamos adelante, cruzamos la vía del tren unos metros antes del Puente del ferrocarril y poco después descendimos por la pasarela que conduce al Paseo de la margen izquierda del río.
Después de un par de kilómetros salimos a la carretera de Pontejos, por la que rodamos un pequeño tramo, tras el que giramos a la izquierda para continuar por otro camino. En este las ruedas empezaron a acumular barro. No como otras ocasiones, pero lo cierto es que nos empezamos a preocupar. Cambiamos la marcha noventa grados a la derecha y cambió también algo el tipo de terreno y ya, al menos, no acumulamos más barro y empezamos a perder parte del que llevábamos de lastre.
Poco después realizamos otro giro y nos adentramos en una larga recta. En su final nos esperaba Arcenillas.
En el pueblo nos agrupamos y mientras llegaban los más retrasados aprovechamos para quitar barro acumulado en algunas zonas de nuestras bicis. Enseguida llegó el resto del grupo y continuamos hacia nuestro siguiente destino, Moraleja del Vino. Primero por un camino que no tardamos en abandonar para girar a la izquierda y seguir por otro de similares características. Este finalmente nos llevó hasta la carretera que une esta localidad con Casaseca de las Chanas. Seguimos por el asfalto unos cientos de metros y enseguida pasamos por delante de las primeras edificaciones de Moraleja.
Pasamos junto a la iglesia, callejeamos algo y, finalmente, salimos a la carretera que cruza la localidad de parte a parte.
Al llegar a las últimas viviendas, abandonamos el asfalto para continuar por un camino que partía a nuestra derecha. Este al comienzo es llano pero después se torna descendente, así que en una y en otra parte aprovechamos para ir rápidos.
A estas alturas el viento ya nos resultaba bastante molesto. No era demasiado fuerte pero nos daba prácticamente de frente y nos restaba velocidad, nos impedía escucharnos unos a otros y hacía que la sensación térmica fuera menor que la temperatura existente.
Echando la vista a los lados contemplamos extensas superficies sembradas de cereales que han agradecido enormemente las lluvias caídas días antes. Han cambiado su color, teniendo ahora un verde intenso, lleno de vida, diferente de la tonalidad que tenían últimamente.
Esta senda tiene carácter ascendente, no era una subida pronunciada, pero sí larga, así que las piernas lo iban notando. Pero eso sí, la ganancia en altura permitía obtener buenas vistas del terreno que íbamos dejando a nuestras espaldas.
Después de algo más de un kilómetro por esta senda, en un momento dado volvimos en ángulo recto para meternos en una tierra arada que atravesamos por el borde. Terminamos saliendo a un sendero ascendente.
Al llegar a la parte más alta había premio si mirabas hacia la derecha, porque se podía observar una buena panorámica de la zona. Con la ayuda del sol y de las nubes lucía espectacular.
Poco después comenzamos a rodar por un camino de mayor importancia y pronto vimos en el horizonte, sobresaliendo sobre el resto de arbolado, al famoso Pino de Gema. Este pino piñonero (Pinus pinea) es alto y grande, pero no tiene nada especial más que está rodeado de encinas y que es el único de la zona. Como además está situado en el área más alta del contorno, hace que sea visible desde muchas zonas alejadas bastantes kilómetros de él.
Aunque no era la mitad del recorrido previsto, como era el destino de nuestra ruta aprovechamos para comer algo a sus pies.
La parada fue corta porque el viento enfriaba el sudor y empezamos a sentir frío por momentos, así que enseguida nos pusimos en marcha de nuevo.
Continuamos por este camino que pronto inició un descenso al tiempo que una curva de amplio radio nos iba llevando hacia la izquierda.
Poco después de terminar el descenso giramos a la derecha y nos enfrentamos a una larga recta.
Al terminar la recta giramos a la derecha. Continuamos por una senda. Al finalizar esta, si se sigue hacia la derecha se inicia una subida que lleva ya hacia el pino de Gema, pero nosotros volvimos al lado contrario para continuar por otra senda de similares características pero eso sí, jalonada de almendros en flor en pleno apogeo.
Abandonamos el lugar dejando el pino a nuestra derecha. Hicimos un pequeño recorrido por un bonito sendero rodeado de encinas y terminamos saliendo a un camino, ya despejado de vegetación y más importante.
Como unos dos kilómetros más adelante dejamos esta pista para girar a nuestra derecha y seguir por una senda. Esta fue alternando tramos de pequeñas y empinadas subidas, con descensos en los que había que poner atención y cuidado porque el terreno estaba repleto de profundas roderas hechas por el agua.
A pesar de haber cambiado de dirección, el viento nos seguía molestando y frenando, y eso que en ese momento solo nos daba lateralmente. Aún así, y aunque esa ondulación de este camino siempre tiende hacia arriba, subimos a buen ritmo.
Tras cerca de dos kilómetros por la Senda del Duero la abandonamos volviendo a la izquierda y continuando por una pista. Poco después pasamos junto a un gran parque solar, lo bordeamos y, después de hacer un pequeño recorrido sinuoso, terminamos en una gravera.
En este recorrido se nos va mostrando la vegetación propia de rivera, pero también se bordea una inmensa chopera de unos cuatro kilómetros de larga, con interminables pasillos de árboles alineados que da gusto ver en tan perfecta formación.
Esta senda desemboca en un camino más ancho que nos llevó hasta la zona de la presa de Villaralbo. Allí también seguimos en paralelo al río, pero ya por el asfaltado camino viejo de Villaralbo. No tardamos mucho en abandonarlo porque más adelante giramos a la derecha para continuar por el camino que seguimos muchas veces para ir o venir a esa localidad. Después de recorrer un buen tramo, y tras un pequeño cambio de dirección, por fin sentimos el viento a nuestra espalda, y vaya que si lo notamos, que sin hacer ningún esfuerzo nos pusimos a 30 km/h. A esta velocidad no tardamos nada en ponernos junto al Puente de Cardenal Cisneros. Ascendimos las escalerillas, lo cruzamos y, tras bajar la rampa hacia Los Tres Árboles, fuimos de cabeza al punto de partida, para poner el punto final, sí, pero sobre todo por hidratar nuestros cuerpos, en esos momentos ya ávidos de líquidos.
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