27 de febrero de 2024

Paseando por lo que pudo ser la Central Nuclear de Moral de Sayago

Las previsiones meteorológicas aseguraban lluvia y fuertes vientos durante todo el fin de semana pero el sábado amaneció con sol y algunas nubes. lo que vino a ser como una invitación para salir de casa. Invitación que aceptamos para visitar lo que el tiempo ha respetado de lo que iba a ser la Central Nuclear de Moral de Sayago. 


La central nuclear de Moral de Sayago no llegó a funcionar nunca porque en 1982 el Gobierno aprobó la Moratoria Nuclear que incluía la paralización de la construcción de, entre otras, esta planta. Antes, en 1973, se firmaron los primeros documentos entre el Ayuntamiento de Moral de Sayago e Iberdrola y en los últimos años de esa década comenzaron las obras. Se movieron miles de toneladas de tierra, se volaron con explosivos las rocas que constituían el subsuelo, se hicieron explanadas, carreteras, se construyeron naves y otras edificaciones. Todo ello hizo que el paisaje cambiara por completo.

Pensábamos que el único acceso a la zona era el que hay nada más pasar la Presa de Villalcampo, dirección Portugal, pero vimos en una ruta subida a Wikiloc por Zamoresmas, que se podía acceder desde Moral de Sayago. 

Después de comer en el Mesón Alonso, de Torrefrades, nos dirigimos hacia Moral. En realidad casi ni vimos la localidad porque continuamos adelante por la carretera que nos había llevado hasta allí y que va hacia Abelón. Pasado el pueblo la carretera es muy bonita, está rodeado de cortinas y estas se encuentran repletas de vegetación. Recorrimos poco más de un kilómetro por ella y nos desviamos a la izquierda. Tras algo más de otro kilómetro por esta dejamos el coche (aquí) para comenzar en ese punto nuestra caminata. 

Comenzamos caminando por una carretera asfaltada y abandonada. Lo que en algún momento fueron cunetas empiezan ya a ser viveros de escobas y zarzas y, en algunos tramos, comienzan ya a comerse el asfalto.


En su momento, para realizar este tramo hubo que retirar mucha roca, de hecho en la pared de piedra de nuestra izquierda se apreciaban perfectamente los agujeros por donde se habían introducido los explosivos.

Después de recorrer unos quinientos metros, siguiendo el asfalto dimos una pequeña curva. A la salida de esta conseguimos ver el río Duero, embalsado en esa zona para que, cuando Iberdrola lo estime oportuno, dejar que siga su curso una vez atravesada la cercana presa de Villalcampo. 


Un poco más adelante encontramos los restos de lo que debió ser un control de acceso a las instalaciones porque había una isleta en el centro y el suelo de lo que debía haber sido una construcción (imaginamos que una caseta para los guardas).


Unos cientos de metros después pudimos acceder a una visión mucho más amplia del río. Además, vimos la posibilidad de abandonar la carretera y seguir ladera abajo en busca de mejores vistas.


Fuimos descendiendo por dicha ladera hasta que llegamos a un punto en el que la vegetación, zarzas principalmente, nos impedía el paso. Desde allí pudimos contemplar el Duero hacia un lado y hacia el otro.



Para volver al asfalto tuvimos que ascender, campo a través, por la ladera. Una vez de nuevo en la carretera seguimos caminando. Y lo hacíamos descendiendo porque teníamos que llegar prácticamente al mismo nivel del río. En esa zona la vegetación y las desprendimientos de la ladera de la izquierda han ido comiéndole espacio a la carretera.


Terminamos la bajada al llegar a una zona en la que se había realizado un gran socabón extrayendo toneladas y toneladas de roca, y se había construido como un dique. Pudimos observar que la parte interna de este aún se mantienen tablones del encofrado que lo hizo posible.


Dejamos a nuestra derecha esa gran sima y no nos quedó otra que caminar hacia la izquierda entrando en una gran explanada ganada a la montaña, porque en la ladera se ven los agujeros, semicilíndricos ahora, que permitieron introducir los cartuchos para reventarla y conseguir  ganarle ese espacio a dicha montaña.


En esa zona ya no había asfalto, caminamos por un camino marcado por roderas y llegamos hasta la entrada vallada que hay junto a la presa de Villalcampo. Dejamos esta a nuestra derecha y comenzamos a ascender por una carretera asfaltada. Desde allí pudimos contemplar dicha presa.


Ascendimos algo más, nos acercamos a la valla y ya pudimos ver al Duero en su ser, recuperada su libertad, enclaustrado entre las montañas que ha ido horadando a su paso durante miles de años. Qué diferente del embalsado pocos metros antes...


Hasta ese momento el viento nos había dado prácticamente de cara todo el tiempo, y como era frío, habíamos caminado abrigados. Al cambiar nosotros de dirección soplaba por nuestra espalda. Eso, unido al continuo ascenso, hizo que tuviéramos que desprendernos de ropa.

La carretera de subida realiza una curva de ciento ochenta grados, al salir de esta inicia una curva muy abierta y, al final de esta, llegamos a un cruce. Allí tomamos la opción de la derecha. Poco después estábamos caminando por una gran esplanada en la que hubo varias naves de almacenamiento y que, tras la Moratoria, fueron desmanteladas por Iberdrola porque ya carecían de fin.


Poco después se terminó el asfalto y lo que habían sido las instalaciones de la nuclear, comenzamos a pisar camino de tierra y, no mucho después, cambiamos de dirección, siguiendo por otro camino que surgía a nuestra izquierda.

Este nos sumergió en una zona de Sayago en estado puro, con encinas, escobas, cortinas, praderas y zonas sembradas de cereal. 

A un lado del camino, tras una pared y una cancela, vimos una roca enorme con formas muy redondeadas, no sabríamos decir si por la mano del hombre o por su exposición a la intemperie. Junto a ella una gran encina lograba hacernos confundir porque alguna de sus ramas parecía nacer, según nuestra perspectiva, de la propia roca.


Poco más adelante también llamó nuestra atención un grupo de encinas que crecían muy juntas junto a una base de roca cubierta por el musgo.


Las nubes que amenazaban lluvia fueron robando protagonismo al sol, pero no usurpaban ni un ápice de belleza a lo que íbamos viendo, ni fuerza al verde de algunas cortinas.


El camino que íbamos siguiendo nos iba llevando de nuevo a la carretera por la que habíamos comenzado a caminar, pero unos minutos antes nos ofreció a nuestra derecha una estampa  muy bonita que podía ser un compendio de lo sayagués: las paredes, las encinas, las ovejas y el verde.


Enseguida llegamos al asfalto y pisamos durante unos cientos de metros el camino de ida, lo justo para llegar de nuevo al coche. Un minuto antes de llegar hasta este comenzamos a sentir sobre nosotros alguna gota de lluvia. Las previsiones habían acertado, sí, porque estaba lloviendo, pero habíamos ganado una estupenda tarde que, a priori, se preveía de sofá, serie y manta. 


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

Powered by Wikiloc

No hay comentarios:

Publicar un comentario