24 de enero de 2021

Las Pilas de Almaraz desde una perspectiva distinta

A pesar de haber trazado a priori una ruta por carretera para evitar el presumible barro que suponíamos iba a haber, finalmente hicimos una mixta y hacia un lugar diferente. Fuimos hasta las llamadas Pilas de Almaraz, un paraje espectacular a tan solo veinte kilómetros de Zamora, pero en esta ocasión para verlas desde una perspectiva diferente, desde la parte alta. El cambio de ruta mereció la pena, sin duda.


Dedicamos esta ruta
y esta crónica a uno de 
los nuestros, ingresado
desde el viernes por COVID.
Aunque no haya estado
presente nos ha acompañado
durante todo el recorrido.
¡Te queremos ver
pronto sobre la bici!

A las 9,30 en punto los cuatro bíkers que íbamos a emprender la ruta estábamos como clavos en el lugar de siempre. En ese momento apareció un amigo que se unió a nosotros. Nos comentó que ayer había estado por la zona de Almaraz y que no había barro, así que cambiamos de planes. Abandonamos la idea de hacer una ruta por carreteras secundarias por ir en busca del Duero.

Fuimos acompañándo a este río en el comienzo de nuestro recorrido porque no nos alejamos de él hasta el final de Olivares, momento en el que nos dirigimos a la carretera de Almaraz. 

Por ella rodamos los primeros kilómetros, acompañados por un sol inesperado tras el plomizo sábado que habíamos vivido, pero también por algo de viento, mucho menos que ayer, pero molesto, como siempre. Eso sí, la temperatura era muy agradable para ser invierno.

Pasada la antigua cárcel comienza la subida llamada La Barrosa, que logra quitar el frío en caso de que se tenga. Tras el kilómetro pasado de la primera subida se hace un pequeño descenso de quinientos metros para volver a subir hasta completar tres kilómetros desde el inicio. Eso sí, después, una vez coronado, hay una bajada de otros tres kilómetros, además con buenas vistas a las dehesas de ambos lados de la carretera. 


Poco después llegamos a Los Infiernos, donde ya nos encontramos con el Duero. Una zona preciosa con esa carretera sinuosa trazada en paralelo a los caprichos del cauce del río.



No mucho después, tras alguna subida y bajada, dejamos la carretera y empezamos a pisar tierra, lo que a nosotros nos gusta. 


A pesar de las lluvias caídas en los últimos días debido a la sucesión de borrascas que han cruzado nuestro territorio, el suelo estaba bien, se agarraba un poco más que si estuviera seco pero nada más. Tan solo encontramos una zona con agua, pero es debido a una fuente cercana de la que mana.



Poco antes de llegar a Los Infiernos el sol se nubló y así seguía, impidiendo que el campo se luciera como puede lucirse, porque está muy verde y muy preprimaveral. 


Pero estando ya cerca de Almaraz decidió volver a acompañarnos, y se lo agradecimos enormemente a nuestro compañero ingresado por COVID, porque él es habitualmente quien nos "arregla" el tiempo en nuestras salidas y hoy, a pesar de su falta de aliento, también se esforzó en darnos gusto.

Así que iluminados por el sol descendimos hacia esta localidad por cuyas calles corría el agua que daba gusto. 



Sobrepasamos el pueblo y salimos de él por una pista ancha y compactada por la que se rueda muy bien, a pesar de los sube y bajas. Tras llegar al primer alto se contemplan muy buenas vistas de la zona.



Después de rodar poco más de tres kilómetros por esta pista se llega a un alto en el que hay una bifurcación. Allí, de repente, nos encontramos con esta vista... No hay vez que no vayamos allí que no nos sorprenda. Pero es que de pronto, sin que nadie lo espere, aparece el Duero.


En lugar de iniciar el descenso en ese punto nos desviamos por el camino de la izquierda porque queríamos ver Las Pilas desde una perspectiva diferente, primero desde arriba y después descender. Poco después de tomar el camino comenzamos a bajar por una cuesta muy empinada. Llegamos a un redil para el ganado y enseguida comenzó otro descenso, ya sin camino, en el que, por precaución, echamos pie a tierra en los primeros metros. 


De nuevo sobre las bicis bajamos hasta el pequeño cauce de un arroyo, el que nutre de agua a la cascada de Las Pilas, que con el deshielo y las lluvias caídas llevaba bastante agua. El lugar nos dejó con la boca abierta a los que no lo conocíamos.



Fuimos bordeando el arroyo por un estrecho sendero hasta llegar a una zona más alta. Desde allí pudimos contemplar una buena vista del Duero.


Dejamos las bicis por allí y recorrimos el entorno del arroyo. Pudimos ver un tramo de la cascada que no se aprecia a pie del río y pudimos asomarnos también a la cueva por la que se canaliza el agua que cae en la cascada. Un paso que hemos atravesado alguna vez, sin agua, claro.



Tras estos regalos para nuestras vistas cogimos las bicis de la mano y bordeamos la ladera para descender hacia el cauce del río. Cabía la posibilidad de desandar el camino y volver a la bifurcación, pero nos pareció mejor esta opción, aunque hubiera que hacerla bajados de la bici.


Cuando llegamos comprobamos que no estábamos solos. Aparte de algunos caminantes, había dos ciclistas más, que ya habíamos coincidido con ellos en la parte alta, y un grupo de BiciZamora. 

Volvimos a dejar las bicis en el suelo y nos dirigimos a la cascada. Cuando llegamos a ella pudimos comprobar que estaba como nunca la habíamos visto, espectacular. Separados lo suficiente nos hicimos una foto de grupo (que quedó borrosa), así que nos conformamos con la que hizo otro bíker. Justo es decir que bajamos la mascarilla sólo en el momento del clic.



No nos demoramos mucho más y enseguida volvimos a coger las bicis e iniciar el ascenso, que es duro hasta llegar al lugar donde nos habíamos desviado anteriormente.


Pero poco después de comenzar hicimos una parada. Dejamos de nuevo las bicis junto al camino y ascendimos por la ladera a pie hasta llegar a una especie de refugios que hay bajo un saliente de la propia montaña. Desde ellos pudimos observar una vista de la zona preciosa. Más o menos en esta zona es donde se considera que comienzan Los Arribes.


Una vez sobre las bicis de nuevo quedaba la parte más dura de la subida. Como siempre, cada uno la subió a su ritmo y en lo alto nos agrupamos de nuevo.


Tocaba ahora deshacer el camino que habíamos recorrido con anterioridad y que nos llevaría de nuevo a Almaraz. Lo hicimos a ritmo vivo, empujados ligeramente por el viento, que ahora se había prestado a ayudarnos.


Cruzamos la localidad y salimos de ella por el mismo camino por el que habíamos entrado, pero poco después nos desviamos ligeramente a la derecha, dejando a un lado ese camino de ida. 


No mucho después de coger este desvío comenzamos un descenso muy bonito, con una buena pendiente, y buen firme. Fueron unos tres kilómetros pero pasaron rápido, que será esto de la velocidad...

Terminamos saliendo al primer camino que cogimos a la ida tras abandonar la carretera. Por él seguimos en sentido contrario hasta salir de nuevo a esta.

A partir de ese momento la ruta tuvo ya poca historia. Rodamos a muy buen ritmo y los kilómetros se iban sucediendo con prontitud. 


Cuando llegamos al largo ascenso que comienza poco después de abandonar definitivamente el río, cada uno lo hizo a su ritmo, esperándonos después en la parte más alta. Al llegar a esta dudamos si coger el camino de la derecha, pero podía haber barro, y para un día que íbamos a llegar con las bicis más o menos limpias preferimos seguir por carretera hasta Zamora. 

No tardamos mucho en llegar, porque por medio estaba el descenso de los casi tres kilómetros del que hablamos al comienzo. Al entrar en la capital cogimos el carril bici junto a Gaza y por él seguimos hasta el Puente de Piedra. Poco después cada uno tomó su rumbo. Sin el COVID tan desbocado seguro que habríamos terminado de otro modo... Pero hay que adaptarse, no queda otra.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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