8 de mayo de 2022

Explosión de primavera en Sayago

 El Camino de los Arrieros comunica varios pueblos del Parque Natural Arribes del Duero y, en otros tiempos, servía para el transporte de especies y mercancías entre unas y otras localidades a lomos de caballerías. Este Camino ha sido la parte más importante de la ruta que hemos realizado y ahora, en plena explosión de la primavera, no puede estar más bonito.

Como sabíamos que, aunque en principio no eran excesivos kilómetros los que íbamos a realizar, nos iban a llevar bastante tiempo decidimos salir a las 8.30 de Zamora dirección Fariza de Sayago.

Sobre las 9.15 estábamos allí los cuatro bíkers descargando las cuatro bicis y preparándonos para comenzar. El track que íbamos a seguir era uno de Merayolu, descargado de Wikiloc, con algunas variaciones: lo íbamos a hacer a la inversa y saliendo desde distinto punto de partida.

Realmente una parte del recorrido la habíamos hecho dos semanas antes, en concreto el tramo comprendido entre Fariza y unos kilómetros después de Pinilla, pero por un error no llegamos a Fermoselle por camino, así que queríamos sacarnos esa "espinita" porque se nos antojaba que nos habíamos perdido uno de los tramos más bonitos, como así fue. 

Partimos de Fariza de Sayago y nos unimos al GR-14, la Senda del Duero, que en Sayago comparte muchos kilómetros con el Camino de los Arrieros. Una vez que dejamos atrás las últimas casas del pueblo se recorre un tramo con mucha frondosidad, pisando hierba y grandes rocas que afloran a la superficie y paredes de piedra a ambos lados del camino.


Poco a poco el camino fue ganando presencia pero enseguida terminamos saliendo a la carretera que va hacia la ermita de la Virgen del Castillo.


Prácticamente solo teníamos que cruzar dicha carretera y seguir por el camino de en frente, pero decidimos abandonar el track momentaneamente y seguir por la carretera hasta dicha ermita.



No contentos con esto, al llegar a la misma creímos oportuno seguir un poco más para ir al Mirador de las Barrancas, desde donde pudimos contemplar una impresionante panorámica del río Duero encajonado entre sus aribes.


Deshicimos el tramo que nos habíamos desviado y nos encontramos de nuevo con el track, eso sí, acabábamos de sumar cinco kilómetros más a la ruta. 

El camino que marcaba el GPS es el que une Fariza con Mámoles, en su primer kilómetro es una buena pista, después comienza un descenso con algún tramito técnico que termina en un arroyuelo que hay que cruzar pasando sobre unas piedras. 


Nada más pasar el arroyo comienza una subida muy inclinada y que exige cierta pericia para no echar el pie a tierra. Una vez se llega a la parte más alta, el camino se ensancha y termina siendo de nuevo una buena pista.
 

Poco después, ya rodando por esa pista, vimos un cartelito que indicaba un asomadero. Como estábamos dispuestos a disfrutar de todo, nos desviamos de nuevo del track y nos dirigimos a ese lugar. Se trataba del Asomadero Casito de la Boiza, un mirador natural con excelentes vistas del río.



Allí mismo hay un chivitero en muy buen estado de conservación con un emplazamiento envidiable.


Rodamos de nuevo hacia el encuentro del track y, una vez incorporados a él (con un kilómetro más a la espalda), continuamos por un buen camino hacia Mámoles. Aunque este año le falta intensidad al verdor del campo por falta de lluvias, lo cierto es que todo el entorno estaba precioso.


La distancia que nos separaba de Mámoles no llegaba a los tres kilómetros, así que los recorrimos enseguida porque se rodaba muy bien. En cuanto empezamos a ver paredes delimitando cortinas supimos que el pueblo estaba ya muy cerca.


Y así fue, en nada entramos al pueblo, recorrimos algunas calles pero no llegamos a su núcleo, porque antes de llegar a la iglesia continuamos por un camino que nos alejó de esta localidad ascendiendo.


Ese camino es el que se sigue cuando se va hacia la famosa Cascada de Las Lastras de Aguas Bravas. Tras pasar algún tramo salpicado de piedras, el camino mejora y se termina abandonando para atravesar una pradera que termina en una pista, y esta conduce al Arroyo de la Rivera.


Al llegar a dicho arroyo creímos oportuno abandonar de nuevo el track para visitar los dos molinos que hay hacia un lado y hacia otro del camino que estábamos siguiendo. 

El rodeo merece la pena porque el entorno no puede ser más bonito y los puentes sobre el arroyo son un monumento a la arquitectura popular sayaguesa. Primero nos dirigimos, bordeando el arroyo, hacia la izquierda, atravesamos un puente, poco después otro, continuamos adelante, abrimos una cancela y llegamos al molino de Los Fraguales.




Volvimos sobre nuestras rodadas, pero con compañía. Unos preciosos caballos que pastaban a la salida del puente decidieron seguirnos. No sabemos si nos confundieron con sus congéneres o seguían el olor de un bocadillo que llevaba en el maillot unos de los bíkers; el caso es que el trayecto siguiendo la orilla del arroyo hasta el otro molino lo hicimos con estos pegados a nosotros y, en algún caso, incluso uno de ellos tocando con el morro el maillot del que iba el último (el del bocata).


El Molino de Serafín se encuentra en el lado opuesto al otro, si uno estaba a la derecha de nuestro camino, este a la izquierda. Se trata de otro precioso ejemplo de arquitectura de la zona que merece la pena visitar. 

Volvimos al track, con otro kilómetro más a la espalda, cruzamos el puente y comenzamos a rodar por una pista ascendente con vistas al conjunto de Los Arribes, aunque sin llegar a ver el río. La subida duraría unos tres kilómetros, pero hacia su mitad vimos la señalización de otro asomadero, así que nos separamos del camino y fuimos hasta él. Se trataba del llamado Los Regatos y también en este caso las vistas merecían la pena.


Regresamos al camino del que solo nos separaban unos 200 m y continuamos hacia Fornillos de Fermoselle. La pista se convirtió en un camino escoltado por paredes y enseguida comenzamos un descenso que terminó en el pueblo.


Salimos de él por un camino flanqueando por mucha vegetación. Comenzamos un ligero ascenso y enseguida aparecieron jaras por todas partes. Estaban totalmente florecidas así que era un auténtico espectáculo.
 


El ascenso terminó en la Cruz de la Figalina. Y justo detrás está la carretera que va a Pinilla de Fermoselle. Nosotros la cruzamos y continuamos por el camino de frente. 


El camino tiene buen firme y la mayor parte hasta Pinilla es descendente, así que se hace con rapidez y disfrutando de la bici.


Este tramo fue todo un espectáculo primaveral porque no es posible encontrar más flores y más variadas. Mirábamos a un lado, a otro y no podíamos más que abrir la boca de emoción y no era para menos.



Las jaras en flor, las lavándulas, las escobas y las pequeñas margaritas amarillas y blancas lo invadían todo. Y encima, un día soleado y una temperatura ideal para rodar en bici; más no se podía pedir...



Los poco más de cinco kilómetros que separan ambas localidades se nos estaban haciendo cortos.  No tardamos en ver frente a nosotros una panorámica de Pinilla.



Volvimos a encontrarnos con la carretera, pero esta vez nos incorporamos a ella hacia nuestra izquierda. Fueron poco más de cien metros, lo justo para volver a sumergirnos en el GR-14 tomando el camino que partía a la derecha. También allí el espectáculo continuaba...


El camino serpentea y termina por decantarse hacia la derecha. Pasamos por una zona muy frondosa, hicimos varios sube y bajas y terminamos entrando en el pueblo.


Al llegar a la plaza nos encontramos con el Pendón de Pinilla hincado en el suelo y sujeto por los vientos, es uno de los que acudirán a la romería de los Pendones de Fariza. En esta ocasión el pueblo estaba celebrando la romería de San Miguel y casi todos los vecinos se encontraban en misa. 


Ya que estábamos allí, siguiendo nuestra política anterior, nos alejamos del track para visitar el Mirador de la Peña del Cura, que se encuentra en uno de los extremos del pueblo. Desde allí volvimos a ver al Duero en medio del cañón que él mismo ha horadado durante siglos y siglos.


Regresamos a la plaza con otro kilómetro de más a la mochila y comenzó otro espectáculo... Y es que, si hasta ese punto la ruta había sido muy bonita, desde que se sale de Pinilla es espectacular. 

Dejamos atrás la localidad descendiendo por un camino técnico con mucha piedra y rodeado de mucha vegetación. Este se une a un camino más ancho que enseguida se convierte en una bajada "adornada" también de muchas rocas. A la bajada le sigue un ascenso duro por lo que ya no es más que un sendero.


Al terminar la subida se comienza a descender por un caminito en mitad de una ladera. Una vez termina la bajada le sigue otra subida. Se sigue recorriendo esta ladera que, a su derecha, posee una de las vistas más bonitas del Duero. Rodar por este sendero con estas vistas es de lo mejor que hemos hecho en bici. En un momento determinado hay por debajo del camino un pequeño montículo que sobresale. Aparcamos las bicis y descendimos hasta él para obtener la panorámica mejor del meandro.


Tras disfrutar mucho de las vistas volvimos a nuestras bicis. Descendimos algo más y cogimos el desvío a la derecha que el otro día nos pasamos (porque allí debería haber un poste del GR-14). Alguien ha puesto un montoncito de piedras y es lo único que indica que se debe seguir por allí.

Poco después de coger este desvío tocó echar pie a tierra porque el terreno no permitía otra cosa. Tras cruzar una pequeña corriente de agua comenzó una subida en la que nos tuvimos que bajar de la bici en sucesivas ocasiones, casi todas por piedras insalvables en el camino.


Una vez superada esa subida el sendero mejoró y pudimos ya rodar sin mas interrupciones que las que hacíamos para contemplar mejor el impresionante paisaje que teníamos ante nosotros.



Este tramo fue un continuo sube y baja pero estábamos disfrutando tanto que las subidas las llevábamos bien y las bajadas mucho mejor.


Había momentos en los que casi nos mimetizábamos con el paisaje


Tras una bajada más larga que las anteriores nos encontramos con un bonito puente atravesando la Rivera de Pinilla.


Aún tuvimos que subir más, especialmente una larga cuesta que parecía que no iba a terminar nunca, pero finalmente lo hizo, el camino ensanchó, las escobas dieron paso a las praderas y comenzamos a rodar descendiendo ligeramente hacia Fermoselle.


No tardamos en ver su silueta frente a nosotros. Lo teníamos ya cerquita y estábamos deseando llegar, para descansar algo y para tomar una cervecita. Llevábamos más de tres horas en nuestros sillines y convenía hacer una parada. 

La entrada a Fermoselle llegó por una buena pista que, en el último tramo, estaba rodeada de olivos. Finalmente el camino desembocó en la carretera.


Ya sobre el asfalto ascendimos por él para después coger una calle a la derecha que nos llevó hasta la Plaza Mayor. Allí mismo tomamos una caña y un par de tapas a modo de comida porque preveíamos llegar tarde a Fariza.


Al abandonar la plaza, ya terminado el receso, nos topamos con la cabina telefónica más famosa de España, salvada por una asociación de mujeres del pueblo de ser retirada, gracias a la funda, hecha de ganchillo, que la recubre.


Recorrimos varias calles del pueblo, todas en cuesta, por cierto, para poder salir del mismo y lo hicimos, tal y como lo indicaba un cartel, por la ruta de bici llamada  "Presa de Almendra". Tiene un recorrido de unos 10 km y cuenta con alguna señalización, pero no con la suficiente como para hacerlo sin mapa o GPS. Dicho recorrido es muy variado alternando zonas de buen camino con otras en el que no era tan bueno. Y zonas con viñas, con otras de monte bajo o con más frondosidad.




Cuando llevábamos unos cuatro kilómetros desde nuestra salida de Fermoselle, el track nos llevó hasta un punto en el camino desaparecía, eso nos hizo dudar pero finalmente continuamos, cruzamos una cancela, y apareció otro camino por el que continuamos.


Lo que llevábamos recorrido desde la capital de los Arribes no era llano pero las subidas y bajadas eran suaves, eso nos permitió rodar a buen ritmo.


Y así fue como en poco tiempo llegamos a la carretera que conduce a la Presa de Almendra. La cruzamos y continuamos por un camino que terminaba justo donde empieza el dique con el que cuenta dicha presa, a la izquierda de la misma. Allí mismo había una cancela cerrada con llave, para impedir el paso de vehículos, sin embargo, en un lado tenía un pequeño hueco que parecía dejado adrede para el paso de personas, así que decidimos empezar a rodar por encima de dicho dique. Nos encantó porque este es llano, pero el terreno de la derecha va en descenso, así que hacia ese lado cada vez teníamos mejores vistas del entorno y por la izquierda las del embalse eran impresionantes. 



Tras más de dos kilómetros por encima del dique llegamos a la propia presa, pero como no podíamos acceder a la carretera no pudimos rodar sobre ella. Paramos un momento para hacer unas fotos y nos dimos la vuelta.


El regreso lo hicimos por un sendero que vimos que había debajo del dique. Cuando este recorrido se complicó porque se metía por una zona pedregosa y con escobas, salimos a la carretera.



Por el asfalto rodamos unos dos kilómetros, aproximadamente hasta el punto donde la habíamos cruzado al venir de Fermoselle. 


Giramos a la derecha para seguir menos de un kilómetro por un camino, pero finalmente volvimos a salir a la carretera por la que recorrimos otros dos kilómetros de ascensión continua.


Después de esos dos kilómetros nos desviamos a la derecha para continuar por un camino que nos llevó hasta el interior de la localidad de Cibanal. 


Hicimos un largo recorrido por el pueblo y nos pareció mucho más grande de lo que creíamos porque siempre habíamos visto solo lo que se puede observar desde la carretera que se dirige a Almendra.


Salimos del pueblo, volvimos a la carretera y por ella continuamos algo más de un kilómetro, hasta el cruce conocido como de "Las Chimeneas". Sin llegar a cruzar la carretera nos desviamos a la izquierda y rodamos otro kilómetro, más o menos, hasta el cruce que va a Fornillos. Allí ya sí, cruzamos la carretera y enseguida continuamos por un camino que partía a nuestra derecha. 

El primer tramo de este camino era bonito, muy verde, después se convirtió en camino-camino. De todos modos como ya llevábamos muchas horas sobre la bici, ya éramos menos sensibles a lo bonito o a lo feo, porque ya empezábamos a tener ganas de terminar.


Tras unos cuatro kilómetros desde el cruce, el camino se convirtió en pista y pudimos contemplar en el horizonte la localidad de Formariz.


Salimos de Formariz por carretera pero no llegó ni a un kilómetro. Nos desviamos a la derecha y empezamos a recorrer un camino trazado entre fincas. Más adelante nos desviamos de este y rodamos por praderas en las que apenas se notaban unas roderas.
 

En un momento dado el track nos desvió por una zona en la que no había, ni había habido, camino, pero finalmente, tras unos metros campo a través, salimos a uno.


Ese camino nos llevó de nuevo a la carretera. La cruzamos y por donde indicaba el track que debíamos seguir no había ni siquiera un sendero, pero es más, había una valla de alambre sin cancela alguna a la vista. 

Uno de los nuestros siguió ese valla hacia la izquierda y dio con una cancela. La pasamos y nos dirigimos hacia donde iba el track, pero nos volvimos a encontrar con una valla, así que era imposible seguirlo. Mirando en nuestros GPS nos pareció ver más adelante una carretera, por lo que decidimos ir hacia ella. Eso sí, en la trayectoria al principio no había camino, solo una pradera, después fuimos siguiendo unas roderas apenas visibles y, a medida que íbamos avanzando se iban marcando más hasta terminar siendo un camino en toda regla. 


La verdad es q no teníamos ni idea de hacia dónde íbamos, pero contábamos con que al llegar a la carretera habría alguna posibilidad de ir hacia Fariza. 

Cuatro kilómetros después de habernos encontrado con la valla vislumbramos frente a nosotros algunos tejados. Nos alegró enormemente encontrar un pueblo. Un descenso nos permitió llegar más rápido y nada más pasar unas viviendas llegamos a la carretera. No sabíamos qué localidad era pero un cartel con información nos permitió saber que era Palazuelo de Sayago. Buscamos en Google Maps cómo llegar a Fariza desde allí y nos dio mucha satisfacción saber que tan solo nos separaban 4 km. Solo teníamos que seguir la carretera en la que nos encontrábamos.

Pasamos junto a la coqueta plaza que hay junto a la iglesia y continuamos adelante.


Como había ganas de llegar el tramo de carretera lo hicimos a una media muy alta y cada uno a lo que podía, así que un plis plas llegamos todos a la iglesia de Fariza. 

Eran justamente las 16.00 h cuando llegamos. Y eso sí, en lugar de los 59 km previstos hicimos más de 72, la mayoría por los desvíos del track que habíamos realizado durante el trayecto. Como había hambre y sed decidimos ir directamente a comer y beber algo en la terraza de un bar. Con una caña y una generosa tapa de tortilla arreglamos la comida. Después tomamos un helado y un café y quedamos como señores. Ya repuestos cargamos las bicis y nos cambiamos. Allí mismo esperamos a las Galanas y, como se estaba muy bien, cuando llegaron tomamos algo sin movernos del sitio, poniendo así el punto final a un bonito día.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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