3 de mayo de 2022

Ruta de la colza 5.0

Como indica el título, es la quinta ocasión que realizamos la que denominamos "Ruta de la colza". En esas salidas, realizadas normalmente a finales de abril o primeros de mayo, procuramos recorrer zonas cercanas a la capital para disfrutar del amarillo de los campos sembrados de colza. La edición de este año ha sido distinta porque la mayoría de los bíkers estaban en Oporto, pero aún así había que hacerla antes de que esas flores pierdan su efímero esplendor.

Las cuatro ediciones anteriores discurrieron por la Tierra del Vino, y esta vez no podía ser menos porque cerca de la capital es el territorio donde más se siembra esta planta, utilizada para forraje, para extraer aceite vegetal para consumo humano y biodiésel.

Como no había que ponerse de acuerdo con nadie la salida fue cuando estuve preparado. Al salir a la calle sufrí una pequeña decepción porque el día estaba nublado y con esa luz la colza luce menos, pero... "Al mal tiempo, buena cara", así que a pedalear...

Tras ir junto al río hasta poco antes del Puente de Piedra, cruce este y me dirigí a San Frontis. En este tramo vi un campo de cereal repleto de amapolas, así que di la vuelta y traté de ir por un camino desde el que pensé que podría fotografiar mejor ese campo. Me confundí porque apenas se veía, pero encontré otro similar. 

Tras hacer la foto continué adelante, salí a la Avda. del Nazareno, ascendí por el barrio hasta la carretera de Bermillo, la crucé y tomé el GR-14. Ya en este primer tramo, una vez dejada atrás la ciudad, percibí que había menos temperatura de la que esperaba y más viento del deseado, si bien me daba lateralmente.

Rodé por el GR-14 hasta cerca de Entrala. Ya por esa zona pude contemplar algún pequeño campo de colza, pero también más de uno de cereales, y todos estaban preciosos.


Al llegar a esa localidad pasé por ella y conocí calles por las que no había transitado jamás. Fui a dar a la carretera que va a El Perdigón, la crucé y continué de frente. El camino me llevó hasta la pista asfaltada que une El Perdigón con Morales del Vino, y esta hasta la carretera que asciende hasta el centro de la localidad. Al llegar a la plaza giré levemente a la izquierda, seguí rodando por varias calles y terminé saliendo a otra pista asfaltada que une esta localidad con la N-630.

Después de rodar unos cientos de metros por dicha pista giré a la derecha para seguir por un camino que, en alguna zona, tenía las cunetas adornadas como si de una fiesta se tratara.


Desde ese camino, que iba ascendiendo y en el que cambié de dirección en varios momentos, ya se podían contemplar campos de colza, con su amarillo característico atenuado por la falta de sol y contrastando con los verdes de los cereales vecinos.


Algunos tramos de los que hice por esta zona eran novedosos para mí, de hecho algunos se notaban poco transitados, pero daba gusto verlos.


Poco a poco me fui acercando a la localidad de Casaseca de Campeán, justo antes de llegar descendí por un camino por el que hemos pasado alguna vez que, en su parte final, tiene un viaducto sobre el que pasa la antigua vía férrea. Nada más pasar bajo él se entra en este pueblo. Recorrí alguna de sus calles y salí de él por la carretera que lo une con Corrales del Vino. Pero fueron solo cien metros, más o menos, porque enseguida me desvié a la derecha. En realidad hice una "C" invertida para, después de una subida, terminar de nuevo en esa carretera, una vez sobrepasado un teso.

Una vez en el asfalto solo tenía que dejarme caer hacia Corrales, ya que es una cuesta abajo, eso sí, en esta época adornada por ambos lados.


Al llegar a la N-630 la crucé y seguí justo de frente, iniciando así un pequeño recorrido por la localidad. Terminé saliendo de ella por la calle de la piscina, que seguí hasta encontrarme de nuevo con la N-630. La crucé y seguí por el camino que hay prácticamente en frente. Este comienza subiendo y así continúa casi a lo largo de 2 km, con dos pequeños respiros y mucha colaza entre medias.  


Me dirigía al llamado Teso el Cueto, un teso que se eleva hasta los 845 m. Para llegar al alto primero, lógicamente, hay que enfrentarse a una buena subida, aderezada con terreno con mucho canto suelto y donde el agarre deja mucho que desear. Aún así, con la ayuda eléctrica y un poquito de habilidad se asciende sin problema. Merece la pena la subida porque las vistas de toda la zona son impresionantes, incluso en un día nublado.




El día se había puesto frío, el viento del este, que me estaba atacando de frente desde que enfilé hacia Corrales, era fresco, más habiendo salido en manga corta y culotte corto pensando que iba a hacer bueno... Como en las alturas se notaba más descendí enseguida por donde había subido y al llegar al comienzo del ascenso giré a la derecha, para seguir de frente. 

Volví a rodar por caminos por los que no habíamos transitado nunca, alguno de ellos apenas marcado, y terminé pasando junto a unas edificaciones de una finca. Tras estas llegué de nuevo a la N-630. Salí a ella, rodé unas decenas de metros y tomé un camino a la derecha. Pasé por debajo de la autovía y, siguiendo por él, llegué a la carretera que une Peleas de Abajo con la N-630. Me incorporé a esa dirección esta localidad, pero antes de llegar a las primeras casas giré a la izquierda para volver a un camino que, en línea recta, me llevó hasta una zona muy frondosa, con mucho verde y arboleds. No es de casualidad porque por allí transita el arroyo de Valparaíso.


Antes de terminar esa zona giré a la izquierda para continuar por un camino que hemos descendido muchas veces y que ahora, en sentido inverso, tocaba ascender. 


Este camino, después de algunos cambios de dirección, evitó pasar junto a Cazurra, que dejé a mi izquierda y proseguí hacia Pontejos. En esta zona el viento seguía molestando mucho y cada vez que le daba la espalda era un gustazo por dejar de oírlo zumbando en mis oídos. 

Cerca ya de Pontejos aún hubo momentos para disfrutar del paisaje y de los contrastes entre las tierras baldías y las sembradas y de los árboles supervivientes.


Llegué al pueblo y lo crucé de lado a lado, saliendo de él por un soto que tiene mucho encanto. El camino que iba siguiendo terminó en la carretera, hice de nuevo una "C" al revés para evitarla y, cuando ya no hubo más remedio, salí a ella durante unos cientos de metros. Nada más pasar por debajo de la autovía giré a la izquierda y me dirigí hacia Morales del Vino, de nuevo por un camino inédito para mí. 

Al llegar a este pasé por algunas de sus calles, llegué de nuevo a encontrarme con la N-630, la crucé y continué por la llamada Cuesta Blanca, un descenso prolongado que concluye en la carretera de Ledesma, cerca del Cristo de Morales. Evité seguir por esta carretera rodando por un camino en paralelo a ella y al llegar a la zona del Cristo proseguí por el llamado carril bici Morales-Zamora. 

Sin ninguna novedad llegué a Zamora y desde la rotonda del Cementerio seguí por la calle Salamanca, crucé el Puente de Hierro y me dirigí al punto donde había iniciado la ruta algo menos de tres horas antes. No seguí el procedimiento habitual porque la caña tiene que ser en compañía y, si durante el recorrido había echado de menos a mis compañeros de bici, en el "rato cervecita" ni te cuento... Así que me fui para casa.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
(Este track está trazado manualmente porque un problema del GPS impidió grabar la ruta, pero es fiel a todo el recorrido)

 
Powered by Wikiloc


No hay comentarios:

Publicar un comentario