25 de abril de 2022

De comparsa hasta Fermoselle

Hoy tres afortunados han comenzado la ruta Zamora-Oporto. Y tres amigos con mucha envidia, de la buena, hemos querido acompañarles, de comparsa, en su primera etapa, la que comenzaba en nuestra ciudad y terminaba en Fermoselle. Ha merecido la pena, sin duda, a pesar de que ha sido exigente.

Los tres afortunados decidieron salir desde la Catedral de Zamora, así que allí quedamos todos, los protagonistas y los acompañantes, a las 9.45. Con exquisita puntualidad estábamos todos allí a la hora y, tras hacernos la foto de salida, iniciamos la marcha.



Con lo frío y malo que había hecho el día anterior no esperábamos encontrarnos con un día soleado. Eso sí, también hacía algo de fresco, provocado en gran medida por el viento de oeste, que no era muy fuerte, pero sí molesto y con capacidad de enfriar el ambiente.

Aunque deberíamos haber salido de Zamora por el GR-14 (Senda del Duero), decidimos no hacerlo porque durante la semana había llovido varios días y en los primeros kilómetros de ese hay una zona caracterizada por tener barro botijero (así llamamos al que se pega a cada vuelta de rueda) que podía complicarnos el inicio, así que decidimos ir hasta el Cristo de Morales por el llamado carril bici Zamora-Morales, y desde allí seguir por carretera hasta Entrala. 



Enseguida encontramos en el horizonte campos de colza que, iluminados por el sol, cobraban protagonismo y rompían la monotonía del verde. Hemos de decir que esta ruta convalida la de la colza que hacemos cada año para disfrutar de estos paisajes.


Como íbamos fuera de ruta, sin track de este tramo, los que iban en cabeza se liaron al llegar a Entrala y siguieron erróneamente hacia El Perdigón. Ya estando en esta localidad buscamos cómo arreglar el desaguisado y tomamos un camino que va hacia San Marcial. Por él continuamos disfrutando de la colza y el amarillo.



Atravesamos esta localidad y las nubes empezaron a hacer algo similar, las que habían ido surgiendo de la nada comenzaron a atravesar el cielo y, de vez en cuando, se ponían delante del sol. 


Y cuando lo hacían, la temperatura bajaba porque el viento del oeste nos iba dando constantemente de cara y, era fresco.

De San Marcial continuamos rodando dirección el Puente del Andaluz, si bien al llegar a las proximidades de este continuamos recto. El camino por el que íbamos termina saliendo a las proximidades de la localidad de Las Enillas. Cruzamos la carretera que va hacia La Tuda y proseguimos recto. Poco después llegamos a otra carretera, la que va a Sobradillo de Palomares, giramos a la izquierda, continuamos por ella unos doscientos metros y la abandonamos siguiendo por un pequeño sendero que partía tras la cuneta derecha.


Ese sendero desembocó poco después en un camino de mayor importancia que, en línea recta y ascendiendo ligeramente, nos llevó hasta Pereruela. Allí, por fin, ya nos encontramos con el track que deberíamos haber llevado desde el principio si no hubiéramos evitado las zonas de barro.


En esta localidad nos unimos al GR-14 y no lo abandonamos hasta bastantes kilómetros más adelante. Salimos descendiendo del pueblo pero enseguida tocó subir. Eso sí, tras culminar el ascenso comenzamos a bajar de nuevo.


El descenso termina en el llamado puente de Las Urrietas, un precioso paso sobre la rivera de Sobradillo de Palomares, una vieja conocida nuestra.



Tras cruzar el puente comienza una zona con mucha piedra aflorando y se rueda mal, pero tiene su encanto. Volvimos a ascender y pronto extrañamos la zona técnica que había antes de la localidad de Arcillo, donde poníamos a prueba nuestra habilidad para tratar de subir todo el tramo sin poner el pie en el suelo, algo que pocas veces conseguíamos, todo hay que decirlo. Ahora, desde que hicieron la concentración parcelaria por la zona, es un ascenso totalmente liso.

Poco después comenzamos el descenso hacia Arcillo, un tramo en el que tuvimos que extremar las precauciones porque las torrenteras hechas por el agua han hecho verdaderas zanjas en mitad del camino. Salvado ese tramo uno de los bíkers que se va a Oporto cayó al suelo. Poquito antes de entrar en el pueblo se le metió la rueda delantera en una hendidura del terreno y lo tumbó. Como íbamos bajando despacio no le pasó nada y, como buen bíker, enseguida se subió a la bici y continuó como si nada hubiera ocurrido.

Como en la vaguada que hay a la entrada del pueblo había bastante agua, la mayoría cruzamos esta rivera por el precioso puentecillo hecho al efecto.


Quien haya frecuentado la zona sabrá que el paisaje empieza a cambiar antes de Arcillo, pero después de esta localidad el cambio es mayor aún y ya se puede decir que se está en Sayago en estado puro. Las encinas, las praderas y las paredes de piedra, esas verdaderas obras maestras, están por todas partes.


Disfrutando de ese paisaje fuimos avanzando hacia el puente de La Albañeza. A él llegamos tras recorrer los, aproximadamente, tres kilómetros que separan este de Arcillo. Sobre el puente hicimos una parada que algunos aprovecharon para comer algo.



Después de este pequeño receso continuamos pedaleando y disfrutando del paisaje sayagués. Nos separaban unos ocho kilómetros de Abelón y la mayoría de ellos ascendentes, pero eso sí, tendidos.


En este tramo pasamos junto a algunos rebaños de vacas entre las que despertamos verdadero interés y admiración, tal y como se puede apreciar en las fotografías.



Poco antes de llegar a Abelón el GR-14 abandona el camino y continúa a la derecha, atravesando enormes masas de granito que afloran a la superficie sobre las que rodamos o esquivamos, según los casos.


Finalmente, entramos en la localidad ,recorrimos algunas de sus calles y nos despedimos, temporalmente, del GR-14, ya que este en esta localidad vira hacia la derecha para ir a Moral de Sayago, Villadepera, Torregamones, Badilla, Cozcurrita y Fariza. Nuestro track lo que hacía era evitar esa curva que supone muchos kilómetros, yendo recto desde Abelón a Fariza, donde nos reencontraríamos con él.


Salimos de esta localidad, famosa por sus bonitas cascadas, por un camino que, si no recordamos mal, era inédito para nosotros. Un típico camino sayagués por el que se rodaba de maravilla y adornado con espectaculares vistas del entorno. Y es que hay que decir que el campo está espléndido, estamos en el momento culmen de la primavera y ha sido una suerte poder disfrutarlo.



La localidad a la que nos dirigíamos era Luelmo de Sayago. Nos separaban unos ocho kilómetros en los que tuvimos que enfrentarnos a varias subidas suaves con sus correspondientes bajadas, unas y otras por un firme excelente 


Nuestra previsión era parar a comer algo en Fariza, y aún quedaban bastantes kilómetros, pero empezábamos a notar en nuestras piernas los casi 50 kilómetros que habíamos recorrido ya, todos ellos castigados por el azote frontal del viento que, si bien no era exagerado, oponía resistencia y generaba cansancio. 

En el horizonte divisamos ya Luelmo y casi nos dejamos caer hasta esta localidad porque el último tramo era descendente.


Atravesamos esta pueblo y pasamos junto a la iglesia, ubicada en una gran plaza que le da protagonismo y le permite lucirse por entera.
 

Salimos de Luelmo por la carretera que va a Monumenta de Sayago, pero antes, poco después de pasar las últimas casas, encontramos la fuente romana que habíamos visto anunciar en varios carteles con anterioridad. Una preciosidad que sigue ahí después de dos mil años como si nada hubiera pasado desde entonces...


Todo el tramo hasta Monumenta fue por carretera, eso sí, sin apenas tráfico porque es de orden local.


Salvo una pequeña subida inicial, los apenas cuatro kilómetros que separan Luelmo de Monumenta tienen tendencia descendente, así que los hicimos bastante rápidos.


En menos de lo que esperábamos estábamos ya ante las primeras casas del pueblo. 


Tocamos solo el lateral izquierdo de esta localidad. Salimos de ella por el camino de Argañín. Otro típico sayagués, de excelente firme para rodar y que, como tenía tendencia descendente, nos permitía avanzar con rapidez, algo que agradecíamos porque empezábamos a tener ganas de llegar a Fariza para descansar y para comer algo.


Mámoles y Argañín están muy próximos así que llegamos a las primeras viviendas de este último enseguida. Entramos en él por el lateral derecho del mismo yendo a salir a una carretera. Al incorporarnos a esta giramos noventa grados a la izquierda y continuamos por ella, si bien no mucho después giramos hacia la derecha y proseguimos por una camino trazado entre las pequeñas fincas o cortinas que suele haber en las cercanías de los pueblos.


Tras hacer algunos cambios de dirección terminamos saliendo a la carretera que une Argañín con Fariza. Otra de tipo local sin tráfico, al menos cuando nosotros la transitamos. Teníamos por delante unos cuatro kilómetros y casi todos picando hacia abajo. Entre eso y el hambre que teníamos los hicimos muy rápidos.


En poco tiempo estábamos entrando ya en Fariza. Nos dirigimos hacia la iglesia y en las cercanías buscamos un bar con terraza del que nos habían hablado bien. 


Lo encontramos en una calle perpendicular a la plaza de la iglesia. Cuando nos bajamos de las bicis eran las dos pasadas unos minutos, así que estábamos en el horario previsto. Juntamos un par de mesas en la terraza y pedimos unas cervezas y unos bocadillos de pechuga de pavo con bacon y queso. Fueron muy rápidos preparándolos así que en pocos minutos estábamos ya degustándolos. 


Después de los bocadillos, que nos supieron a gloria, tomamos un café y nos preparamos para continuar. Todo esto, que se cuenta con pocas palabras, nos llevó casi una hora, así que casi a las tres en punto estábamos ya sobre las bicis dispuestos a continuar. No lo sabíamos a ciencia cierta, pero como después comprobaríamos, nos restaba la parte más bonita de la ruta.

Salimos del pueblo, de nuevo ya por el GR-14, por una calle que nos sumergió en una preciosa senda que terminaría en la carretera que va hacia la ermita de Nuestra Señora del Castillo. Nos tentó ir hasta ella pero nos dimos cuenta de que nos separaban unos dos kilómetros y decidimos desechar la idea y continuar. Cruzamos la carretera y seguimos hacia Mámoles por el denominado Camino de los Arrieros.


Este camino que terminábamos de tomar, y que es parte del GR-14, nos sorprendió porque enseguida comenzó a descender abruptamente.


Las primeras bajadas las pudimos hacer sobre las bicis, pero finalmente tuvimos que apearnos porque había zonas con piedras que, si no eran insalvables, eran peligrosas.


La cuesta terminaba en un pequeño arroyo llamado del Prado. Cruzado este por unas piedras comenzó una subida que, al principio, era casi imposible superarla pedaleando, por la inclinación y por el mal firme. Después suavizó algo y ya pudimos rodar subidos en las bicis, pero a más de uno le trajo el bocadillo a la garganta.

Tras un kilómetro de subida hubo una bajada y otro ascenso, si bien este más corto que el anterior. Tras este se inició un descenso que nos llevó hasta las primeras viviendas de Mámoles.


De nuevo el sol había decidido esconderse tras las nubes pero la temperatura había mejorado porque en esa zona estábamos a resguardo del viento y eso lo agradecimos un montón.

Entramos a esta localidad por una perpendicular a la carretera que lo cruza. Llegamos a esta, pasamos al otro lado y comenzamos un ascenso, dejando atrás el pueblo.


Enseguida reconocimos el camino por el que estábamos rodando, ya que ese primer tramo era el mismo que hemos hecho en varias ocasiones para visitar la cascada Lajas de Aguas Bravas. De nuevo Sayago en estado puro, con las paredes de las cortinas, las encinas, las escobas...


No mucho después las indicaciones del GR-14 nos dirigieron hacia una pradera que atravesamos, al final de la misma había una cancela. 


La abrimos, pasamos, la cerramos y continuamos por el GR-14. Enseguida nos enfrentamos a una bajada que, al final, tenía un puente. Le dijimos al primero que parara antes de cruzarlo. El motivo no era otro que desviarnos para mostrar a los que nunca habían estado por la zona el Molino de Serafín.


Giramos a la izquierda, bordeamos el Arroyo de la Rivera y enseguida llegamos a este bonito molino.


Nos bajamos unos minutos de las bicis, cruzamos el puente que hay junto al molino y enseguida, sin darnos tregua, nos volvimos a subir para continuar nuestro camino. Volvimos al puente sobre el GR-14, lo cruzamos y comenzamos un ascenso por una excelente pista.


En mitad de la subida miramos hacia la derecha para contemplar el paisaje y vimos, por primera vez al río Duero. Bueno, por segunda vez, que también lo habíamos visto al pasar el Puente de Piedra de Zamora. Eso sí, tuvimos que recorrer 68 km para volverlo a contemplar.


Tras unos dos kilómetros de subida comenzamos a descender. Pronto empezamos a ver paredes para delimitar cortinas, así que intuíamos que el siguiente pueblo estaba cerca.



Y así fue, como cuatro kilómetros después de abandonar el molino entrábamos en Fornillos de Fermoselle, un bonito pueblo con esencia totalmente sayaguesa.


Lo atravesamos de lado a lado, pasamos junto a la iglesia y allí mismo dos bíkers decidieron seguir por carretera hasta Fermoselle, uno por problemas técnicos con su bici y el otro porque comenzaba a estar cansado.


Los cuatro que quedamos enseguida lamentamos que se hubieran ido esos dos por carretera porque nos estábamos enfrentando a un camino precioso. Además, el sol había vuelto a lucir, a ratos, y cuando lo hacía magnificaba la belleza del paisaje. 

El tramo que nos separaba de Pinilla de Fermoselle no era grande, unos seis kilómetros, y la mayoría de ellos descendiendo. 


Como a los dos kilómetros pasamos junto a un bonito crucero y cruzamos una carretera local, pero continuamos de frente.



Llegó el momento de realizar un pequeño ascenso pero enseguida volvimos a descender. Allí pudimos comprobar el microclima de la zona porque comenzamos a ver jaras ya floridas, al igual que las lavándulas. Unas y otras, en el resto de la provincia aún no están en flor.


Proseguimos descendiendo y ya pudimos ver al fondo la silueta de Pinilla de Fermoselle. En un momento dado el track nos indicaba que nos desviáramos a la derecha, pero la señalización del GR-14 continuaba recto. Hicimos caso a esta.



Durante el descenso pudimos contemplar aún los estragos de un fuego que arrasó la zona en 2017.


El camino terminó al llegar a la carretera que va hacia Fermoselle. Allí nos dirigimos hacia la izquierda y, poco después, a la derecha, vimos cómo el GR-14 indicaba hacia el pueblo. De los cuatro que quedábamos los dos que llevaban alforjas decidieron evitar ese tramo porque sabían que era algo técnico. Los otros dos nos miramos y decidimos continuar. Quedamos en vernos en Fermoselle. 

Descendimos hacia el pueblo atravesando una zona entre árboles preciosa. Aún nos separaba algunos cientos de metros hasta las primeras viviendas, pero no tardamos mucho en recorrerlos. 


Al llegar al centro del pueblo giramos hacia la izquierda siguiendo las indicaciones del GR-14 (ya no llevábamos track) y nos encontramos con un precioso ejemplar de burro acompañado por unas cuantas gallinas.


Poco después nos enfrentamos a una bajada técnica que terminó con un pequeño ascenso que nos llevó hasta un camino más ancho.


También reconocimos esta zona porque la habíamos paseado para ver un bonito meandro que hace el Duero. Pronto los postes nos indicaron que tomáramos un camino a la izquierda y eso hicimos. Comenzamos a ir por un senderito que recorría una ladera flanqueada de flores de todo tipo. Y lo mejor, a nuestra derecha unas vistas del Duero impresionantes.


Pronto pudimos contemplar el meandro desde una posición privilegiada. Nos enfrentamos también a una bajada muy técnica seguida de una subida del mismo tipo. 


Después, el camino volvió a ser el que era, un single track recorriendo la ladera. Unos cientos de metros más adelante la visión del río cambiaría por completo...


Y es que ya podíamos verlo, una vez superado el meandro, en toda su plenitud y totalmente encajonado. Simplemente haciendo gala de lo que es en esa zona, Arribes del Duero.



En un momento dado dudamos si seguir recto o girar a la izquierda, pero no había ningún poste que nos ayudara a decidir. Finalmente elegimos la opción de la izquierda. Cuando hemos visto el mapa, tranquilamente ya en casa, podemos asegurar que nos equivocamos, algo que sospechábamos, si bien no estábamos seguros. 

Esa opción de la izquierda nos obligó a realizar una subida dura de un kilómetro de duración que nos llevó hasta la carretera, justo el mismo punto donde decidimos bajar a Pinilla. Es decir que, sin querer lo que habíamos hecho había sido una incursión en el pueblo y sus alrededores, para volver al mismo sitio de donde partimos. No nos importó en absoluto porque todo el tramo no pudo ser más bonito.

Ya en la carretera comenzamos a rodar rápido, sobre todo en una primera cuesta abajo. Le siguió una subida de cierta entidad. Después volvimos a descender pero detrás vino una subida que, viéndola desde la lejanía, casi nos asustó. 


Después no resultó se tan dura como parecía, pero sí larga, casi 2 kilómetros. Tras ellos, al llegar a la parte más alta, ya pudimos contemplar una panorámica de Fermoselle. 

A pesar de todo, los casi ocho kilómetros que rodamos por asfalto hasta esta localidad, los hicimos relativamente rápidos. Antes de entrar a ella la carretera por la que rodábamos nos llevó hasta la que va a Zamora. Nos incorporamos a ella y enseguida entramos en el pueblo.


Durante el descenso hacia el centro de Fermoselle pudimos ver una bonita panorámica de una parte importante de la localidad. 


Finalmente dejamos la carretera, y nos adentramos en el pueblo a través de una calle que tomamos a nuestra izquierda. Llegamos a la Plaza Mayor donde ya se encontraba el resto del grupo bebiendo refrescos. Nosotros pedimos otros y nos sentamos unos minutos a descansar. Aparte de nosotros seis, también estaba nuestro "séptimo" bíker, que había conducido hasta allí la furgoneta en la que volveríamos a Zamora los tres que no podíamos seguir hasta Oporto.

En el balcón del Ayuntamiento había una pancarta con una exigencia muy justa para este y para todos los pueblos de Zamora y de Castilla y León.


Por último, llegó el momento de hacernos una foto de todo el grupo desplazado, de un modo u otro, hasta allí, y de despedirnos y desear mucha suerte a los tres que se quedaban a pernoctar en Fermoselle para seguir al día siguiente hacia la próxima  etapa de su periplo hacia Oporto, adonde llegarán el viernes.




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1 comentario:

  1. Preciosa explicación del recorrido hecho en bici por tierras de Sayago y preciosas imágenes. ¡Qué bonito es Sayago, sobre todo en primavera! Un saludo cordial a todo el grupo de bikers culturales. ¡Enhorabuena!

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