5 de abril de 2022

Descubriendo la Sierra de Gredos

La meteorología gobierna muchas de nuestras salidas, como en la que relatamos hoy. Teníamos planificado ir al norte de Palencia, casi en el límite con Cantabria, pero la previsión del tiempo para el fin de semana era de nieve e intenso frío, así que no quedó otra que anular y cambiar de destino. Quisimos asegurar así que fuimos al extremo opuesto de nuestra Comunidad, al sur de Ávila. Fue un acierto, desde luego.

El sábado tocó madrugar porque habíamos quedado a las 7.00 h, y antes había que prepararse y cargar las bicis. Del tirón fuimos hasta pasado Ávila. Tras una breve parada para tomar un café continuamos hasta el Hotel Rural El Bosque de la Herrezuela, muy cerca de Poyales del Hoyo, entre Candeleda y Arenas de San Pedro.

Nada más llegar, descargamos el equipaje y las bicis, preparamos estas, nos hicimos la foto de salida y, sin tiempo que perder, iniciamos la ruta.


En los primeros metros nos dimos un pequeño calentón, ya que tuvimos que ascender el empinado camino que había entre nuestro hotel y la carretera. Justo al llegar a esta el track nos indicó que siguiéramos por un camino con bastante piedra y descendente que discurría en paralelo.  


En dicho camino se alternaban tramos de bosque con otros abiertos y con vistas al inmenso valle que teníamos a nuestra izquierda.


Enseguida llegamos a Poyales del Hoyo, ascendimos hacia la carretera, la cruzamos y comenzamos a subir una calle muy empinada, giramos y hubo otra con más inclinación todavía y una más. La que nos llevó hasta las últimas casas del pueblo también tenía una buena subida. No lo sabíamos pero terminábamos de iniciar 9 km de ascenso, que solo se vería interrumpido por dos pequeñas bajadas a modo de engaño porque tras ellas la subida continuaba.

El camino transcurría entre cerrados bosques de pinos, fundamentalmente. De vez en cuando, en alguna zona algo más abierta, podíamos ver en el horizonte las cumbres nevadas de los picos más altos del sur de Gredos.


El camino no daba tregua y ascendía y ascendía. Cierto es que la subida era suave y, por lo tanto, llevadera, gracias su trazado haciendo continuas eses, y transcurría por una buena pista de tierra.


No tardamos en salir a una pista asfaltada por la que, evidentemente, se rodaba aún mejor. Aún así, los kilómetros avanzaban poco.


Al llegar al kilómetro 10, aproximadamente, llegamos al Mirador de Arbillas, desde donde había una impresionante panorámica de toda la zona del Bajo Tiétar. Allí hicimos un reagrupamiento porque cada uno habíamos subido a su ritmo y nos habíamos separado algo unos de otros.


Prácticamente a partir de ese momento comenzamos un tramo descendente con suaves bajadas. Como dos kilómetros después, y tras hacer unas cuantas eses más, giramos a la derecha, dejando el camino asfaltado y siguiendo de nuevo por una pista de tierra trazada entre espesos pinares del Parque Regional de la Sierra de Gredos. 

El día estaba precioso y la temperatura no era fría. En el viaje de ida, al atravesar el Puerto del Pico, habíamos visto en los termómetros de los coches hasta -5º, pero fue bajar hacia el valle y la temperatura fue subiendo hasta los 6º que teníamos al iniciar la ruta. Es cierto que en las bajadas se notaba fresco, pero no hacía mucho que habíamos tenido calor, eso sí, producto de las subidas y no de la temperatura.


Otros dos kilómetros más adelante salimos a una carretera local. Tan local que en los tres kilómetros que rodamos por ella no vimos ni un solo coche. 


La tendencia seguía siendo descendente y, unos tres kilómetros más adelante llegamos al primer pueblo de nuestro recorrido, Guisando. Aunque todos esperan ver en él a los famoso "Toros de Guisando" estos no se encuentran aquí sino en otra localidad también abulense, en El Tiemblo. El nombre no lo reciben del pueblo al que terminábamos de llegar sino del lugar donde fueron encontrados y donde se exponen, el cerro de Guisando, un paraje de esa otra localidad abulense.


Hicimos un pequeño recorrido por sus empinadas y estrechas calles, pasamos junto al bonito y bien conservado Rollo de la Villa y pronto salimos de ella, pudiendo contemplar una buena panorámica poco después.


Enseguida volvimos a iniciar otra subida, de nuevo con tramos de tierra y otros de pista asfaltada, y esta se prolongó a lo largo de unos cinco kilómetros en los que, una vez más, cada cual fue subiendo buscando un ritmo cómodo y propio. El camino seguía discurriendo entre grandes masas de pinares que, tras de sí, permitían contemplar la preciosa estampa de los picos más altos de la sierra nevados.

Un poco antes de concluir esta larga subida llegamos a una zona llana donde había una especie de buchina, algún banco y un cartel que indicaba que era el Mirador Astronómico de Guisando. Mientras nos reagrupábamos, los que sintieron la necesidad de comer algo aprovecharon para hacerlo. Unos minutos después volvimos sobre los sillines para subir algo más, pero en realidad ya fue poco porque no tardamos en comenzar un descenso que, prácticamente, no cesaría hasta Arenas de San Pedro 


El primer tramo de esta bajada transcurría por una pista de tierra en la que el contraste de luces y sombras dificultaba ver bien las irregularidades del terreno, así que fuimos comedidos y tiramos bastante de frenos. Después de este largo descenso terminamos en una carretera local por la que continuamos bajando, pero esta vez a mayor ritmo porque el firme lo permitía. Eso sí, al ser una zona sombría, unido a la velocidad, hizo que llegáramos a pasar frío. Esta pista asfaltada terminó en una carretera algo más importante que, en unos cientos de metros, nos llevó hasta El Hornillo.


Ya en el interior del pueblo, detrás de la iglesia, muy bien ubicados al sol, vimos unos poyos que nos parecieron el sitio perfecto para comer ya que eran las 13.30 h pero habíamos desayunado a las 6.00 de la mañana. Compramos bebida en una tienda cercana y en pocos minutos terminamos con nuestros bocadillos. Allí parados, y a la solana, llegamos a pasar hasta calor.


Una vez que todos terminamos volvimos a nuestras bicis y continuamos adelante. La siguiente etapa era Arenas de San Pedro y hacía allí salimos.  Poco después de iniciar la marcha nos situamos a la izquierda del río de Cantos pero este enseguida desemboca en el Arenal. Pasado este punto nosotros continuamos en paralelo a este.


Hubo un primer tramo precioso, un single track (senderito) descendente, sinuoso, algo técnico, que hizo nuestras delicias a pesar de que no fue muy largo.


Poco más adelante el camino ensanchó pero seguía manteniendo la inclinación, así que empezamos a ganar kilómetros en poco tiempo. Los cinco kilómetros que separaban El Hornillo de Arenas de San Pedro los hicimos en un plis plas.


En el último tramo el camino aparecía encementado y con viviendas en torno al río Arenal que, de vez en cuando podíamos verlo por algún hueco entre la vegetación o las casas. En esas fugaces visiones siempre lo vimos bajar con mucha prisa y cierto estruendo.

Entramos en Arenas de San Pedro y, por llevarnos una mejor idea de la localidad, giramos a la izquierda para ir hacia la parte alta, donde pudimos ver el Palacio del Infante don Luis de Borbón, también conocido como de la Mosquera. Tras recorrer algunas calles, salimos a la principal y ya descendimos hacia el centro del pueblo.


Allí pudimos ver el bonito Castillo del Condestable Dávalos. Hicimos una breve parada a sus pies, pero solo para reagruparnos porque cuatro habíamos ido por unas calles y los otros tres habían acortado por otras.



Ya todos juntos, unos metros después, nos esperaba otra típica estampa de esta localidad: el puente medieval.


Atravesamos por este al otro lado del río y la vista hacia nuestra derecha tampoco estaba mal, con el puente para vehículos sobre el río y la Sierra de Gredos al fondo.


A lo largo de unos 6 kilómetros fuimos acompañando al río Arenal por un buen camino que en las subidas y bajadas tenía bastantes piedras que dificultaban unas y otras. El tramo nos pareció muy bonito y frondoso, ensalzado por la visión del río cuando la vegetación lo permitía.


Uno de los descensos nos llevó hasta la zona llamada la Charca de Pelayos, un área recreativa con piscinas naturales del río Pelayos. 


Allí cruzamos un puente sobre dicho río que, unos cientos de metros más abajo desemboca en el Arenal. La vista desde dicho puente no podía ser más bonita.


Al otro lado del puente tuvimos que enfrentarnos a una subida con mucha piedra, pero poco después comenzamos a rodar por una buena pista que atravesaba un gran pinar. Como ya quedaba poco para terminar empezamos a rodar rápido.

La pista por la que estábamos yendo nos llevó hasta una bifurcación. Pasada esta continuamos con pequeños sube y bajas, y volvimos a encontrarnos con otros caminos que salían a un lado u otro o por los que continuábamos.


Aunque los últimos kilómetros eran de suave ascenso se cogió un ritmo muy rápido y eso hizo que, sin darnos cuenta, dos unidades quedaran atrás alejadas del grupo. Justo estas dos bicis no llevaban GPS, así que cuando tuvieron que optar en un cruce de caminos por uno u otro no supieron qué hacer. Por suerte había cobertura y nos pudieron llamar. Los otros cinco estábamos ya a unos cientos de metros de nuestro hotel cuando cogimos la llamada. Nos paramos donde estábamos y uno de los nuestros bajó al encuentro.


Aunque tardaron un rato, finalmente llegaron los tres y ya todos juntos conseguimos terminar en el hotel. Antes de dejar las bicis quisimos plasmar en una foto el momento de la llegada. 

Eran sobre las 15.15 h así que habíamos logrado terminar en el tiempo previsto. Guardamos las bicis y nos fuimos a nuestras habitaciones a ducharnos. Tras la ducha, en el jardín, pudimos disfrutar de una cerveza y poco más porque a las 17.00 teníamos previsto visitar el Aula Museo Abejas del Valle, en Poyales del Hoyo, una visita muy recomendable, por cierto.


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