5 de abril de 2022

Senda de los Pescadores (Arenas de San Pedro)

Aunque está en el término de Arenas de San Pedro (Ávila), esta ruta de senderismo la comenzamos desde aquí, la llamada Piscina Natural El Pelayos (también se puede hacer desde el mismo Arenas de San Pedro). Junto a  dicha piscina natural hay un puente por el que pasa la carretera de Candeleda (AV-924) y junto al puente hay un aparcamiento donde dejar el coche a la sombra. Al lado del río hay algunas mesas con bancos donde poder sentarse a descansar o a comer algo.



Tras dejar el coche en el aparcamiento seguimos unas decenas de metros por la carretera (dirección Candeleda) y enseguida vimos un camino que bajaba hacia el cauce del río. Al principio es un sendero rodeado de mucha vegetación.


Fuimos descendiendo poco a poco hasta llegar a un puente sobre el río Pelayos. Al llegar allí reconocimos que era el mismo que el día anterior habíamos cruzado con la bicicleta en la ruta que hicimos por la zona. Tras pasar junto al puente continuamos por el camino, que a partir de ese momento, se ensanchó algo y comenzó a ascender. En el ascenso había tramos con piedras pero se caminaba bien.

Ese ascenso nos fue separando del río puesto que íbamos dejando su lecho cada vez más abajo. Esa separación nos impidió ver que desemboca en el Arenal, que era al que, desde ese momento, seguíamos en paralelo.

El camino terminó siendo una pista rodeada de pinos fundamentalmente. Por ella se caminaba estupendamente. De vez en cuando desde algún claro del bosque pudimos contemplar las cumbres nevadas de la cara sur de Gredos.



Cuando llevábamos poco más de 3 kilómetros recorridos vimos a nuestra izquierda la indicación para que abandonáramos la pista y nos desviáramos hacia la izquierda para seguir por un camino de menos importancia. Hay que decir que todo el trayecto está muy bien señalizado con balizas blancas y amarillas.


Dicho camino fue un descenso continuo hacia una zona, ya sin pinares, llamada Casas de Los Llanos. Desde la bajada la visión de la zona era una preciosidad. También es verdad que el día acompañaba, con un sol espléndido y una temperatura ideal para caminar con un poco de abrigo pero sin pasar ni calor ni frío.


Al llegar a la parte más baja nos encontramos con una gran pradera a nuestra izquierda y algunas edificaciones a la derecha.


Poco más adelante llegamos a un pequeño puente sobre el río Arenal en el que se puede encontrar tráfico porque justo a su entrada confluyen dos carreteras locales. Desde el puente hacia nuestra derecha el río era un remanso de paz.


Y a nuestra izquierda dejaba adivinar que sus aguas no eran tan tranquilas aguas arriba.


Al salir del puente giramos a la izquierda y comenzamos a caminar. Habíamos tardado poco más de una hora en la primera mitad del recorrido así que calculamos otro tanto para hacer la segunda mitad. Como veremos más adelante, nos equivocamos...

El camino que comenzamos a seguir era un senderito que no podía ser más bonito. Lo habían adornado poniendo un manto verde a ambos lados y discurría junto al río Arenales, que descendía con fuerza por encima de las piedras que encontraba a su paso. 



Este tramo nos hizo disfrutar un montón y nos pesó no haber pasado por él en la ruta en bicicleta del día anterior. Después nos dimos cuenta de que en bici habría sido imposible.

Cuando la vegetación nos permitía ver el Arenales nos sorprendía con una imagen más bonita que la vista con anterioridad.


Algo más adelante el camino dejó de ser camino para convertirse en una serie de rocas sobre las que había que encontrar paso. La ladera de la montaña llegaba hasta el río y era imposible que hubiera un camino, así que había que pasar por esa ladera rocosa. Eso sí, al estar más altos la perspectiva del río era mejor.


Aunque el recorrido del río es muy sinuoso en algún punto nos mostró un tramo más recto e igual de bonito.


Tras ese paso por rocas volvió a haber camino y esa fue la tónica habitual hasta ya casi el final. Pequeños tramos de camino que se iban alternando con tramos en los que este ascendía por una ladera, bien de tierra, bien de roca, para después descender de nuevo para volver a otro tramo de camino de tierra.



Lógicamente estos sube y bajas hicieron que la segunda mitad del recorrido no la hiciéramos al mismo ritmo que la primera, ya que en las zonas rocosas había que pisar con cuidado y mirando bien dónde se ponía el pie.


Hay que aclarar que el río a veces se calmaba algo. De vez en cuando fuimos encontrando pequeños remansos que en verano serán testigos de más de un chapuzón porque invitan a ello sus aguas profundas y cristalinas.


Ya acercándonos al final del recorrido, en el kilómetro 8 aproximadamente, tuvimos que ascender mucho por una ladera. Desde la subida pudimos contemplar un puente atravesando un pequeño cañón. Por la dirección hacia la que nos llevaba el camino parecía que dicho puente no era para nuestro recorrido, pero en un momento dado tuvimos que girar hacia la izquierda y entonces sí, ya vimos que nos dirigíamos hacia él. 


Si hubiéramos visto que poco antes el Pelayos había desembocado en el Arenal nos habríamos dado cuenta de que estábamos muy próximos al final, pero como nos faltaba ese dato no sabíamos a ciencia cierta cuántos nos faltaba. Eso sí, daba igual porque estábamos disfrutando muchísimo del paisaje.


Desde el puente pudimos contemplar alejarse el río aguas abajo. Al terminar de cruzarlo comenzamos a subir haciendo zig-zag por rampas y escaleras. Al llegar arriba hay que tener cuidado. Se llega a una pista y no está demasiado claro hacia donde ir porque las balizas indican hacia ambos lados. El instinto dice que ir hacia la derecha porque el río va hacia ese lado, pero no, hay que ir hacia la izquierda, ya que tenemos que abandonar el cauce del Arenal e ir en busca, de nuevo, del río Pelayos.

Así que al llegar a la pista continuamos hacia la izquierda y comenzamos a caminar por esta a buen ritmo ya que el firme es muy bueno y en el primer tramo va descendiendo. Unos ochocientos metros después, tras un ligero repecho y otra bajada llegamos a la zona recreativa previa al puente desde donde habíamos salido. Ascendimos a la carretera y fuimos hacia el coche, dando así por terminada esta bonita ruta.

Por si alguien quiere ir con niños, yo no la recomendaría con menores de 10 o 12 años porque algunos pasos, sin llegar a ser peligrosos, hay que controlar bien donde se pisa. Si solo va un niño al que se puede llevar de la mano aún, pero en esos tramos no deben ir solos. 

Al terminar también nos planteamos si habría sido mejor hacerla al revés, es decir, ir por donde había sido nuestra vuelta. Lo dejamos a la elección de cada uno. Tal como lo hicimos nosotros la primera mitad es muy cómoda y la segunda entraña pequeñas dificultades y, por lo tanto, más tiempo y más cansancio. Si se prefiere hacer la parte que es algo más dura para terminar por la parte más suave, habría que hacerla empezando por donde nosotros terminamos. En cualquier caso, ¡os encantará!


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