5 de septiembre de 2023

Camino Sanabrés (Zamora-Santiago-Fisterra)

Cada año, al plantearnos la gran ruta del verano, buscamos aquí y allá intentando encontrar un recorrido espectacular sin darnos cuenta de que algunos pasan por nuestra propia provincia, como el Camino Sanabrés. Precisamente esta fue la ruta escogida para este año, partiendo de Zamora, lo que facilita enormemente la logística, y pasando por Santiago, pero sin parar allí, sino siguiendo a Muxía y a Fisterra.

Parecía que el 1 de julio no iba a llegar nunca, pero finalmente llegó. Era la fecha en la que iba a dar comienzo nuestra aventura veraniega, la gran ruta que esperamos cada año y que preparamos con mimo y con mucha ilusión desde meses antes. Como no podía ser menos, el día amaneció espléndido, un sol radiante y un azul intenso en el cielo. Poco a poco, en torno a las 9.30 h fuimos llegando todos al punto de encuentro, la Catedral de Zamora. También allí estaban algunas Galanas para despedirnos y una persona que quiso darnos una sorpresa, un bíker, que no podía realizar esta aventura con nosotros, estaba allí para realizar parte de la primera etapa. A mayores, contamos también con la compañía de un amigo del grupo, que nos acompañará las tres primeras etapas.

Aunque ya llevamos unas cuantas rutas de este tipo a nuestras espaldas aún no sabemos contener los nervios del primer día, y a todos se nos notaba nerviosos, intranquilos... Es el momento de hacernos las fotos de salida. Una vez inmortalizados nos despedimos y ¡empezamos!

Etapa 1. Zamora - Villanueva de las Peras. 86,18 km. 629 m de ascensión.


Callejeamos por el Casco Antiguo, vamos hasta la Puerta de la Feria y ascendemos por la Cuesta La Morana y la Carretera de La Hiniesta. Al terminar el polígono comenzamos a rodar por camino. Pasamos por Roales y, en los sube y bajas que hay después de esta localidad, se rompe el grupo. En el segundo un bíker tiene un problema en un descenso, se le mete una alforja en los radios, su bici frena en seco y casi cae al suelo. Tras un arreglo provisional seguimos hasta que nos juntamos con el primer grupo, que nos espera en un viaducto sobre las vías de AVE. Allí el mismo el bíker del incidente pasa junto a las alforjas de otra bici, las de uno y otro se enganchan y en la alforja del primero se le suelta un remache. Más de uno de nosotros pensó que esta no era la mejor manera de comenzar, en menos de veinte kilómetros dos incidentes...


Solucionamos provisionalmente el problema y al llegar a Montamarta vemos una pequeña nave abierta. Es de un agricultor, le pedimos un tornillo o un remache y nos facilita y pone en la alforja el primero. Asunto arreglado. Podemos seguir. 

Dejamos atrás Montamarta, como la cola del embalse está seca cruzamos por su cauce hacia la ermita de la Virgen del Castillo. 


Ya al otro lado, bordeamos esta, ascendemos una cuesta de cierta dureza y continuamos hasta la rotonda del desvío hacia la N-631. Poco antes abandonamos el camino y seguimos por asfalto. Enseguida llegamos a dicha rotonda y tomamos dirección Benavente. Como un kilómetro después nos desviamos ligeramente a la derecha y volvemos a rodar sobre tierra. En pocos minutos llegamos a las ruinas de Castrotorafe. Como hacía como quince días que habíamos estado allí, decidimos no parar y continuar adelante. 


Poco después pasamos por Fontanillas de Castro. La siguiente localidad que atravesamos es Riego del Camino y continuamos hacia Granja de Moreruela. Es la hora del Ángelus, así que paramos en un bar junto a la carretera. Ocupamos un pequeño patio sombrío que terminan de regar por lo que se está allí de maravilla, y mejor cuando nos sacan la bebida y unos montados de lomo. 

No nos entretenemos y en cuanto terminamos nos montamos en las bicis y continuamos hacia el Monasterio de Granja de Moreruela. Pero antes, en el propio pueblo, vemos la bifurcación que allí realiza la Vía de la Plata, o bien se va hacia Astorga para unirse al Camino Francés o se continúa hacia Orense, para llevar a cabo el Sanabrés. 


Al llegar al Monasterio de la Granja hacemos otra parada, dejamos nuestras bicis descansando en la sombra y realizamos una pequeña visita a las ruinas, pero no podemos ver la girola por la parte externa porque está en obras. 



Volvemos a las bicis y seguimos nuestra ruta. Después de unos seis kilómetros nos incorporamos a la carretera y descendemos por ella hacia el Puente Quintos.
 

Después de cruzarlo continuamos por la carretera unos tres kilómetros, todos de ascensión, una subida prolongada pero llevadera. 


Al estar cortada por obras las N-631 mucho tráfico se desvía por aquí por lo que hay más tráfico del habitual. Cada uno sube a su ritmo y nos reagrupamos al llegar al cruce de Santa Eulalia de Tábara, hacia donde nos desviamos. Seguimos por esta carretera, ya sin apenas tráfico, descendemos los réditos ganados minutos antes en la subida, y poco después nos desviamos hacia un camino que, tras algún cambio de dirección, nos lleva hasta Faramontanos de Tábara. 


Allí nos esperan, en un parque con la comida, la mujer del bíker que nos dio la sorpresa de acompañarnos y su hija. Se lo agradecemos enormemente, sobre todo por la bebida, porque, aunque el calor no es excesivo, todos tenemos sed.


Bebemos, comemos y descansamos unos minutos y, pese a la pereza, volvemos a la bici, ya solo nueve porque allí termina la ruta el bíker que nos iba a acompañar en este tramo de la primera etapa. Nuestra intención es parar en Tábara, de donde proceden dos bíkers y adonde se han empeñado en invitarnos a un café. Nos separan siete kilómetros llanos que hacemos a buen ritmo, pero enseguida nos encontramos con las huellas del terrible incendio que asoló la Sierra de la Culebra el año pasado.


Al llegar a Tábara nos dirigimos a un bar con terraza donde tomamos esos cafés prometidos (y algunos también chupito). Bajo el toldo hace calor así que no nos demoramos mucho en volver a subirnos a nuestras bicis. 

Nos despedimos con mucho cariño del bíker que ya no sigue con nosotros y de su mujer e hija. Abandonamos la localidad por el mismo camino por el que entramos en ella. Los kilómetros que nos separan de la llegada no son muchos, pero tienen una tendencia constante hacia arriba.


También nos enfrentamos a varias pequeñas subidas y una más importante. En ellas es donde más notamos el calor, pero es soportable. La parte más positiva es que los caminos son de buen firme, se rueda bien por ellos así que los kilómetros avanzan deprisa.


A falta de dos kilómetros para llegar a nuestra meta de esta primera etapa el camino desemboca en una carretera que nos llevará a Villanueva de las Peras. 


Al llegar encontramos sin problemas el Albergue y tomamos posesión de él, ya que va a ser todo para nosotros. Sabemos de la existencia de una piscina fluvial en Santa Croya de Tera, así que seis de nosotros decidimos volver a subirnos a nuestras bicis para recorrer los seis kilómetros que nos separan de esa localidad y darnos allí un baño, que al ser en agua muy fresquita nos ayuda a relajar los músculos.

Estando allí recibimos la visita sorpresa de la pareja de uno de los bíkers, tomamos algo en un chiringuito y regresamos a Villanueva de las Peras. Nos cambiamos y poco después nos dirigimos al restaurante "La Moña" para cenar, conocido en la zona por sus carnes. Cenamos muy bien. Nos despedimos de la Galana que nos dio la sorpresa y que ha cenado con nosotros, damos un pequeño paseo por el pueblo y no tardamos en irnos al albergue.




Etapa 2. Villanueva de las Peras - Puebla de Sanabria. 81,01 km. 728 m de ascensión.

El segundo día no madrugamos porque el restaurante "La Moña" es el único sitio del pueblo donde podemos desayunar y abre, haciéndonos un favor, a las 9.00 h. A esa hora estamos allí con todo preparado para salir en cuanto terminemos. Nos sirven un buenísimo desayuno en la terraza, donde se está de maravilla. Al terminar nos hacemos la foto de salida e iniciamos la marcha. 


Lo hacemos por un camino en el que, enseguida, encontramos una subida que nos termina sumergiendo en una zona de bosque cerrado. Posteriormente descendemos y llegamos a Santa Croya de Tera. Recorremos varias calles del pueblo y lo dejamos atrás cruzando el puente sobre el río Tera, entrando así en Santa Marta de Tera. Allí es visita obligada la iglesia de Santa María, que ya conocemos casi todos porque en varias ocasiones nos hemos desplazado hasta allí para contemplar la luz equinoccial.


Es visita obligada porque en su exterior se encuentra un Santiago peregrino esculpido en piedra del siglo XII. 


Estando allí llegan dos guardia civiles del Servicio de Apoyo al Peregrino. Da la casualidad de que un bíker conoce a la agente y posan con nosotros ante la portada donde está Santiago.


Regresamos a nuestro sillines y rodamos por buenos caminos, realizando varios cambios de dirección y siempre con el río Tera a nuestro lado.


Cruzamos al otro lado del río atravesando el puente de la carretera que hay junto a Pumarejo de Tera. Se suceden las choperas y los cultivos de maíz. 


Al llegar a Calzadilla de Tera comenzamos a rodar junto al Canal de la Margen Derecha del Tera hasta llegar a Olleros de Tera.


También por la zona encontramos varias plantaciones de girasol. Al ser de regadío y ser primeros de julio están en su máximo esplendor.


Al salir de Olleros hubo un pequeño lío. Seis seguimos las indicaciones de nuestro GPS y dos siguen las flechas del Camino que indicaban por otra calle. Cuando los del primer grupo recorremos unos cientos de metros, al ver que no vienen los otros dos, sale uno a su encuentro. Los otros cinco seguimos por un camino de buen firme sin preocuparnos en exceso porque dos de los tres que han quedado atrás tienen GPS con la ruta. El camino empieza a ascender y comenzamos a encontrar encinas y monte bajo. 


Terminamos saliendo a una antigua carretera en desuso y esta nos traslada a otra que nos lleva, descendiendo, hasta la Presa de Agavanzal. 


Allí esperamos y ya se sabe lo que dice el dicho: "El que espera, desespera", y los quince minutos que tardan en llegar se nos hacen eternos. Menos mal que a la sombre no se estaba mal...


Ya todos juntos cruzamos la presa. Enseguida giramos a la izquierda y continuamos unos tres kilómetros por un camino asfaltado precioso que va bordeando el embalse.


Llegamos a Villar de Farfón, un pequeño pueblo por el que, la mayoría de nosotros, no había pasado nunca.


Dejamos atrás el pueblo saliendo por un sendero que, poco después se transforma en camino. En él encontramos algunas subidas y bajadas. 



Una de las bajadas tiene mucha piedra suelta y tenemos que tomar precauciones, porque no es lo mismo ir solo con la bici que manejarla con las alforjas. Finalmente llegamos a Rionegro del Puente, que nos recibe con una estupenda playa fluvial. Nos tienta hacer una parada allí porque ya hemos sobrepasado la hora del Ángelus y no hemos hecho una pausa, pero pensamos que es mejor seguir hasta Mombuey y así lo hacemos.


Nos alejamos de Rionegro realizando varias subiditas. Las primeras en paralelo a la Autovía de las Rías Bajas y después a la N-525 por un camino poco marcado por el que se rueda muy bien. 


El camino nos lleva hasta la gasolinera que hay a la entrada de Mombuey. Frente a ella compramos pan y unas pastas. Seguimos hasta el núcleo del pueblo y en un supermercado compramos latas de conserva. Como en la terraza del bar que hay al lado no hay sitio decidimos comprar bebidas también y tomarlas en una sombra. Esta la encontramos junto a la bonita iglesia de la Asunción y su conocida torre templaria (al menos se le atribuye a esta Orden su construcción). 


Como ya tenemos la comida y la bebida y son casi las dos, decidimos no solo beber algo, sino comer también allí mismo. Los bocatas nos saben a gloria. Al terminar tomamos un café en un bar de la localidad. 


Mientras tomamos el café bajo unas sombrillas percibimos que hace mucho calor. Es normal ya que son las 15.00 horas, pero no queda otra que seguir, así que vencemos la pereza y partimos. Y lo hacemos mal, porque uno de los GPS parece indicar que tenemos que seguir de frente y así lo hacemos. Unos cientos de metros más adelante los otros GPS indican que vamos mal y nos damos cuenta de que el primero está bloqueado, por eso indicaba mal la dirección. Como no hay forma de rectificar porque vamos en dirección opuesta a la correcta, damos la vuelta, volvemos a pasar junto a la iglesia y ya, por fin, comenzamos a rodar por el "buen camino". 

Los tres primeros kilómetros los hacemos en paralelo a la N-525 , continuamos por un camino en el que ya encontramos algunos robles y así continuamos hasta la localidad de Valdemerilla, que ninguno de nosotros conocía.


Desde allí seguimos hacia Cernadilla, rodando por un camino compactado por el que se cicla muy bien. El calor persiste pero empezamos a ver nubes sospechosas de tormenta a nuestra derecha, por la Sierra de la Cabrera.


Tres kilómetros después de dejar atrás Valdemerilla llegamos a Cernadilla. Recorremos la localidad de lado a lado y, sin parar, seguimos hacia el siguiente pueblo.



Y ese pueblo es San Salvador de Palazuelo, al que llegamos tras recorrer por un camino asfaltado los dos kilómetros que los separan. La siguiente localidad por la que tenemos que pasar es Entrepeñas. Nos separan unos tres kilómetros, primero nos enfrentamos a una bajada pronunciada que tiene mal firme y en la que uno de los bíkers pierde una alforja. Una vez recuperada y hecho un apaño con una brida para suplir a la pieza que se ha roto, continuamos. Nos enfrentamos a una subida larga que se nos atraganta menos de lo esperado al ir entre sombras. Después de la subida el camino continúa hasta Entrepeñas.



Otros tres kilómetros separan esta localidad de la siguiente, Asturianos y, además, por buen camino. Las nubes siguen amenazantes y se oyen truenos en la lejanía. El camino nos lleva hasta la N-525 y por ella cruzamos esta localidad, frontera entre la Carballeda y Sanabria. A la salida volvemos a separarnos del asfalto y seguimos por un camino. En este encontramos que la vegetación lo va cerrando a medida que avanzamos. Vemos que se hace difícil ciclar por él y decidimos salir a la carretera. Recorremos por ella como un kilómetro y entramos en Palacios de Sanabria.


Hacia la mitad del pueblo nos volvemos a separar de la carretera y continuamos por un camino precioso, sombrío, repleto de robles, castaños, helechos, carrascos... 


Hay algunas subidas pero ninguna larga ni excesivamente dura. Llegamos al pequeño pueblo de Remesal, que cruzamos en un abrir y cerrar de ojos y continuamos por un camino del mismo tipo que el anterior. 


Este nos lleva hasta Otero de Sanabria. Pasamos junto a la iglesia de Santo Tomás Apostol. Está abierta así que paramos porque la llaman la "Capilla Sixtina de Sanabria" por la decoración de sus bóvedas, recientemente restauradas. Cuando entramos, los que no la conocían, se quedan con la boca abierta.




Después de esta agradable visita volvemos a montar sobre nuestras bicis para realizar el último tramo de la etapa. Atravesamos lo que resta de pueblo y salimos a una carretera estrecha, la que une esta localidad con Puebla de Sanabria pasando por Triufé. En los primeros metros descendemos para después subir otro tanto. En poco tiempo llegamos a Triufé y seguimos adelante. Poco más de un kilómetro después llegamos a la N-525, descendemos por ella hasta la rotonda que da acceso a Puebla de Sanabria. 


Seguimos bajando y llegamos al puente sobre el río Tera. Desde él la vista del castillo es impresionante.


Ascendemos hasta el centro y allí mismo damos por finalizada la etapa, ya que la casa rural donde nos alojamos está allí mismo. La tormenta al final se quedó solo en amenaza y vuelve a lucir el sol con fuerza, así que llegamos con sed. A la misma puerta de nuestro alojamiento nos tomamos una caña que nos sabe a gloria. Una vez instalados algunos decidimos bajar a la playa fluvial a darnos un baño. De nuevo el agua fría nos ayuda a tonificar nuestros músculos. Tomamos algo en el chiringuito, donde tenemos reservado para cenar por la noche. Subimos al pueblo a ducharnos y cambiarnos y de nuevo regresamos para la cena. Las hamburguesas de carne sanabresa que degustamos allí gustan a todos. Tras una pequeña sobremesa regresamos a la casa rural con la intención de dormir, salvo tres que deciden tomarse una copa antes.




Etapa 3. Puebla de Sanabria - A Venda do Bolaño . 70,86 km. 1.337 m de ascensión.
De nuevo amanece un día espléndido. Comenzamos la etapa a las 9 y 20 después de desayunar en un restaurante que hay próximo a la casa rural. Como tenemos algo de masoquistas decidimos subir hasta la plaza del Ayuntamiento para comenzar desde allí. 


Y allí nos hacemos la foto de salida, con la iglesia de Nuestra Señora del Azogue a nuestras espaldas.


Descendemos por el lado opuesto al que subimos y enseguida encontramos el track. Cruzamos el río Castro sobre un puente y continuamos por la carretera que va hacia la N-525. Antes de llegar a esta nos desviamos a la izquierda para comenzar a rodar en paralelo a ese río. El camino es muy bonito, muy verde y con mucha vegetación. Una zona preciosa.


Aproximadamente en el kilómetro 5 hay que cruzar el río para pasar al otro lado. Algunos intentan evitar meter los pies en el río e intentan cruzarlo sobre la bici, pero en el intento ponen el pie en el agua. El resto ni lo intenta y lo cruzan con la bici en la mano. Es el momento de que todos refresquemos nuestros pies. 


Poco después, por un error de interpretación del GPS, volvemos a cruzar el río por una zona en la que cubre más que en la anterior. Cuando tres estamos ya del otro lado, los otros se dan cuentan del error y ya no cruzan y siguen adelante. Nosotros tratamos de hacer lo propio desde la otra ribera, pero la vegetación no lo permite. Buscando una alternativa estamos parados y oímos como si alguien hubiera caído al agua. Cuando miramos son dos corzos que justo a nuestra altura cruzan el río. Nos encantó verlos. Finalmente no nos queda otra que cruzar de nuevo hacia la otra orilla.


Ya del otro lado nos encontramos de nuevo con el track. Seguimos recorriendo un bonito camino pero del resto de compañeros ni rastro.


Les llamamos y están entrando en Requejo. Nos dicen que nos esperan allí. Nosotros continuamos adelante. El camino va perdiendo belleza y, finalmente, terminamos saliendo a la N-525. Rodamos por ella muy rápidos los tres kilómetros que nos separan del pueblo. Justo a la entrada nos estaban esperando. Una vez todos juntos cruzamos la localidad, que nos sorprende por lo larga que es y por lo bien que está arreglada la calle principal.


Cuando termina el pueblo seguimos por la prolongación del mismo, una carreterita estrecha. Al llegar a la bajada que va a la antigua estación de tren ascendemos por ella para ir a la N-525, ya que hay un cartel que indica que el Camino de Santiago está cortado por obras. 

Nos incorporamos a la carretera y comprobamos que es toda para nosotros porque está cerrada al tráfico, así que eso nos permite subir despreocupados. 


Ascendemos poco a poco hasta el túnel de Padornelo, cada uno al ritmo que va cómodo porque son siete kilómetros de subida, si bien el porcentaje no es muy alto, sobre el 5%, por lo que la ascensión es relativamente cómoda. 


Nada más salir del túnel descendemos un poco y nos desviamos a la izquierda para entrar en el pueblo de Padornelo. 


Hacia la mitad del pueblo tomamos una calle a la derecha y volvemos a salir a la carretera por la que seguimos descendiendo unos dos kilómetros. La abandonamos para seguir por ZA-106, la carretera de Lubián. Nos separan como ocho kilómetros de esta localidad, la mayoría de ellos bajando, si bien hay unas tres subiditas de poca importancia. Como apenas hay tráfico podemos rodar rápido sin dificultad. 


Pasamos junto al desvío de Aciberos y también atravesamos Hedroso. Finalmente llegamos a Lubián donde hacemos una pausa porque es la hora sagrada del Ángelus.


Después de recuperar fuerzas nos sentamos en nuestras bicis y seguimos descendiendo como tres kilómetros más. Cuando empezamos a subir nos desviamos a la izquierda para volver a la N-525, que sigue siendo para nosotros solos. Ahora es el momento de subir la portilla de La Canda. Nos esperan tres kilómetros de ascenso hasta el túnel. Los primeros que llegan esperan a la entrada del mismo y les da tiempo hasta de gastar alguna broma.


Cruzamos el túnel ya todos juntos. Al salir de él nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino que nos lleva hasta una carreterita local.


Esa carreterita local nos mete en A Canda, el primer pueblo de Ourense y de Galicia. Cruzamos este pequeño pueblo y seguimos adelante. Poco después el asfalto se termina y seguimos por una pista de tierra. 



Por donde nos indica el track que debemos seguir no parece ciclable, buscamos una alternativa y nos damos de bruces con una cancela así que volvemos sobre nuestros pasos con la bici en la mano porque tenemos que subir un cuestón.


Buscamos otra alternativa y la encontramos. Pronto empezamos a rodar de nuevo por el track y pasamos por otra localidad, Vilavella. 


Una vez atravesado este pueblo continuamos por un camino muy bonito, sombrío y con mucha vegetación.


Disfrutamos mucho de los tres o cuatro kilómetros que separan Vilavella de O Pereiro, además son los últimos en los que nos aprovechamos de la tendencia hacia abajo que arrastrábamos desde La Canda. Justo antes de llegar a O Pereiro encontramos una ermita. Allí esperamos para reagruparnos antes de entrar en el pueblo.



Pasado O Pereiro comienza un calvario. Empezamos a encontrarnos zonas con ascensos en los que hay muchas rocas aflorando en el suelo. Esto hace prácticamente imposible ciclar y, cuando lo conseguimos durante unos metros, aparece otra zona rocosa. 


Salvar estos tramos, de unos cuatro kilómetros, nos lleva mucho tiempo y nos hace sudar. Finalmente el camino comienza a ser camino de verdad y ya podemos rodar con normalidad. 


Enseguida llegamos a una carretera local y esta, en unos cientos de metros nos lleva hasta la N-525. Un poco antes nuestro track nos indica a la izquierda pero, como hemos quedado un poco hartos de la zona de piedras, decidimos seguir por la Nacional. Tres prefieren continuar por ese camino por lo que quedamos en vernos en A Gudiña.

Los que vamos por la carretera nacional llegamos a O Cañizo enseguida porque solo dos kilómetros nos separaban de este pueblo. 


Siguiendo la carretera toca ascender un poquito y después, ya llegando a A Gudiña comienza una larga bajada que nos deja a las puertas de esta localidad. Los que siguieron por camino también llegan a O Cañizo, pero cruzan al otro lado de la carretera y llegan a A Gudiña unos cinco minutos después de nosotros, ya que el camino seguido era muy bueno y permitía rodar bien.

Paramos en el primer local que vemos, un restaurante, para beber algo, pero están sirviendo comidas y no nos atienden. Seguimos por la carretera y paramos en un bar. Allí mismo pedimos la bebida y unos bocadillos. Las cervezas nos saben a gloria y los bocadillos a gloria bendita. Al terminar hacemos tiempo hasta las 16.00 h para que abran un supermercado porque tenemos que comprar todo lo necesario para hacer la cena y desayunar porque la casa rural en la que nos vamos a alojar está en una pequeña aldea donde no hay nada. Toda la compra nos la sube en el coche el dueño de la casa, eso sí.



A las 16.45 h llega el momento de subirse de nuevo a las bicis y lo hacemos con cierto pesar porque allí dejamos al amigo que nos ha acompañado durante las tres primeras jornadas. Queda esperando a un amigo que viene de Galicia con una autocaravana y lo llevará hasta Zamora. 

Atravesamos A Gudiña por la Rua Mayor, que es muy bonita. En ella vemos la bifurcación del Camino, por Verín o por Laza. Nosotros seguimos por la opción de la derecha, Laza. En el pueblo abundan las flechas y los símbolos del Camino.


Al terminar el pueblo continuamos por una carretera local como un kilómetro, tras el cual nos desviamos a un camino que va en paralelo a esta. Esa será la tónica de los trece o catorce kilómetros que separan A Gudiña de nuestro destino: carreteras locales y caminos compactados y eso sí, casi todo subida.


Como tenemos ya energías, el día está precioso, la temperatura es muy agradable y vemos el final de la etapa ya cercano, vamos disfrutando mucho del recorrido. Como no dejamos de ascender las vistas van siendo cada vez mejores.



A lo largo de este tramo cruzamos varias aldeas. La primera es A Venda do Espiño. Más adelante pasamos por A Venda da Teresa.
 

Poco después comenzamos a disfrutar de unas excelentes vistas del Embalse das Portas que tenemos a nuestra derecha.


La siguiente aldea que atravesamos es A Venda da Capela. Pasada esta toca ascender una última cuesta. Al final de la misma hay un mirador y una cubierta bajo la que hay un columpio.


Algunos sacan el niño que todos llevamos dentro y se columpian. Unos minutos más tarde y unas risas después volvemos a subirnos a las bicis para recorrer el último tramo que nos separa de nuestra meta de ese día. 


Descendemos por camino, salimos a la carreterita de nuevo y enseguida llegamos a Venda do Bolaño. La aldea cuenta con muy pocas casas así que enseguida damos con la "nuestra". A la puerta Emilio, el dueño, nos está esperando.


Al llegar le damos "un agua" a las bicis y aprovechamos para limpiar también las alforjas. Dejamos el equipaje en las habitaciones, nos cambiamos y hacemos uso de la pequeña, pero suficiente, piscina que tiene la casa. De nuevo el agua fresquita nos sirve para tonificar y para que nuestras piernas descansen. Cuando nos aburrimos de la piscina comenzamos a cocinar la cena y, tras degustarla, recogemos todo lo ensuciado y nos vamos a descansar.


Etapa 4. A Venda do Bolaño - Ourense. 80,76 km. 1.149 m de ascensión.

Como tenemos que hacernos el desayuno nos levantamos un poquito antes que otros días. Preparamos una primera ingesta que ni en el mejor buffet. Cuando recogemos, fregamos y limpiamos todo, preparamos nuestras bicis, nos hacemos la foto de salida y partimos. Son casi las 9.45 h. El día también está muy bonito y la temperatura ideal para ir en bici, fresquito pero no frío. 


Comenzamos rodando por carretera local y con increíbles vistas mirando hacia un lado u otro del asfalto. Pronto nos enfrentamos a una ligerita subida pero después el perfil es descendente, salvo pequeños tramos de suave ascenso. 



En un momento dado nuestro track indica que nos desviemos de la carretera para seguir por un camino. En los GPS vemos que nos tocaría subir para, finalmente, bajar y encontrarnos con la misma carretera más adelante, así que no le hacemos caso y continuamos descendiendo hasta Campobecerros.


Salimos de esta localidad también por carretera local y seguimos por ella los tres kilómetros que nos separan del siguiente pueblo. El primer tramo es de subida. Al culminarla no podemos por menos que parar para contemplar las vistas.



A continuación toca bajar de nuevo para llegar a Portocamba. Nada más salir de este pueblo dejamos el asfalto y tomamos un camino ancho, de buen firme. Al principio tenemos una subida muy llevadera pero después comenzamos a descender y descender. Hay zonas con poca vegetación que nos permiten disfrutar mucho de las vistas.


Pero en el sinuoso recorrido también nos sumergimos en tramos de espeso bosque que nos ocultan las vistas pero que también tienen su encanto.


Después de unos cuatro kilómetros bajando llegamos a una pequeña localidad, Eiras. Al abandonarla volvemos a rodar por una carreterita local que nace (o muere, según se mire) allí.



Atravesar este pueblo o rodar por asfalto no quiere decir que dejemos de bajar, aún tenemos por delante otros cinco kilómetros más. Da gusto ver cómo van pasando los kilómetros.


En el último tramo del descenso nos desviamos de la carretera para continuar por una bajada muy técnica. Poco después el descenso termina al cruzar sobre un puente el río Cereixo que, al menos en esa zona, discurre entre una cerrada vegetación. 


Poco después llegamos a una localidad más importante, Laza, famosa por su carnaval (el Entroido de Laza). El Domingo de carnaval los peliqueiros recorren las calles con trajes característicos, cencerros en la cintura, una máscara que les cubre la cara y en su mano un látigo .



Hacemos una parada junto al Ayuntamiento y varios bíkers van desde allí a buscar un supermercado para comprar pan y fiambre para después poder comer donde nos apetezca.

Una vez regresan con los víveres dejamos atrás Laza por la OU-113, una carretera provincial con muy poco tráfico. Llaneamos unos tres kilómetros y llegamos a otra localidad, Soutelo Verde. 


La cruzamos y nada más salir comienza un ascenso muy largo, nueve kilómetros, en los que cada uno se marca su ritmo, que es como mejor se sube. 


No hace calor y eso facilita mucho la subida. Al culminar el puerto nos reagrupamos para continuar ya todos juntos.


Después de una ligerísima bajada llegamos a Alberguería. Nos sumergimos en el pueblo, que tiene mucho encanto.


Paramos en un bar de peregrinos que está decorado con miles y miles de conchas dejadas por otros tantos caminantes o ciclistas que han pasado por allí. Las conchas cubren la fachada, el interior (paredes y techo), están por todos lados.


En la terraza que el bar tiene al otro lado de la calle hacemos el Ángelus. Charlamos un rato con el dueño del bar y nos comenta que en el albergue también hay cientos y cientos de conchas. Los peregrinos las dejan con su nombre y la fecha escrita. Él posteriormente las coloca por orden y, si algún día alguno/a vuelve por allí, podrá encontrar su concha fácilmente.


Al salir del pueblo desaparece el asfalto. Nos enfrentamos a una subida poco inclinada que culmina en una bifurcación donde hay una cruz de madera. 



En algún momento pisamos algún tramito de carretera pero seguimos por camino fundamentalmente. En una zona en la que descendemos, el camino tiene muchas torrenteras hechas por el agua y hay bastante arena por lo que hay que rodar con cuidado, no frenar en seco y tratar de no resbalar. Aún así, uno de los bíkers cae al suelo y el que iba por delante, al mirar hacia atrás, se le mete la rueda en uno de estos surquitos y cae también.


Los que venimos por detrás paramos y comprobamos que, por suerte, el pequeño accidente se ha saldado con una herida en el brazo del primero y una herida en la pierna el segundo. Tras lavarlas con agua seguimos descendiendo, ahora con más cuidado aún. Pronto llegamos y atravesamos una zona muy bonita y minutos después entramos en una localidad de cierta importancia: Vilar de Barrio. Rodamos por lo que parece la calle principal que nos termina sacando del pueblo. 


Continuamos por carretera local enseguida llegamos a una aldea llamada Bóveda de Limia. Se nota que estamos en la Galicia profunda y ya encontramos preciosos hórreos en todas las localidades.


Como quinientos metros después llegamos a Vilar de Gomareite. Continuamos adelante por una serie de caminos anchos y de excelente firme por los que rodamos como cinco kilómetros a muy buen ritmo, que habría sido mejor si no nos hubiera empezado a molestar el viento frontal.


El camino nos deja en Bobadela, allí encontramos una bienvenida para que la entienda cualquier peregrino.


Al salir de la aldea entramos en un bonito bosque de robles y helechos. Poco después atravesamos otra pequeña aldea, Padroso, y tras ella, de nuevo, volvemos al bosque.


En él nos encontramos con un árbol centenario que nos pide que lo abracemos. Ya se sabe aquello de la buena energía que pueden transmitir estos árboles...


Seguimos adelante en busca de Xunqueira de Ambía. Toca ahora descender, y lo hacemos por preciosos caminos escoltados por robles, castaños, helechos y paredes de piedra y, como es lógico, muy sombríos. Antes de llegar a Xunqueira atravesamos algunas pequeñas aldeas más. 

Como cuando cruzamos Xunqueira de Ambía es la hora de comer, paramos junto a la bonita Colegiata de Santa María en la terraza de un bar donde da la sombra. Pedimos permiso para poder hacer allí nuestros bocatas a cambio de consumir bebidas y cafés y nos dejan sin problemas. Tanto las bebidas como los bocatas nos saben a gloria.

Para algunos cualquier momento y cualquier lugar es bueno para echar una cabezadita después de comer y así queda reflejado en esta foto.


Poco más de una hora después de parar, salimos de esta localidad. Por delante tenemos unos 24 km para llegar a Ourense, nuestro destino. Al principio rodamos por camino bajando hacia el río Arnoia. Una vez que lo cruzamos por un puente ascendemos por otro camino hasta llegar a la carretera OU-102 por la que seguiremos hasta las cercanías de la capital.


La tendencia es descendente y hay ganas de llegar, así que comenzamos a rodar fuerte. Este tramo tiene poca historia porque los kilómetros se van sucediendo rápido atravesando entre medias pequeños pueblos y aldeas. No da mucho tiempo a fijarse en el paisaje porque mantenemos una velocidad superior a los 20 km/h casi de continuo.


Unos diez kilómetros antes de llegar a nuestro hotel ya empezamos a notar que nos acercamos a una ciudad. Cruzamos una localidad llamada A Castellana y entramos en el Polígono Industrial Sao Cibrao. Allí nos unimos a la OU-105, que ya tiene mucho tráfico. Rodamos por el arcén y todos en fila. Pasamos por Bemposta y poco después tenemos que dar la vuelta porque el track nos lleva por una zona en obras por la que no se puede pasar. Buscamos una alternativa y enseguida volvemos a seguir el recorrido programado. Recorremos varios barrios y en uno de ellos nos desviamos para continuar por la ribera del río Barbaña, un tramo muy agradable que nos llevó, prácticamente, hasta el Casco Antiguo.


Cruzamos por dos veces el río por sendos puentes. Al salir del segundo la calle por la que vamos desemboca justo en la Fuente de las Burgas, donde hacemos una parada.


Los que no las conocían se sorprenden, como es lógico, al comprobar a la temperatura a la que sale el agua es, nada más y nada menos que entre 64 y 68º. Además se le atribuyen a estas aguas propiedades medicinales gracias a los minerales que contiene, fundamentalmente flúor, litio y sílice, y ya se usaban para estos fines hace 2000 años.


Desde allí, cuando volvemos a nuestras bicis, nos dirigimos al hotel. Para llegar a él recorremos varias calles del Casco Antiguo. Al llegar hacemos el check-in, bajamos las bicis al garaje y quedamos en vernos en menos de una hora para visitar algo la ciudad. 

Una vez duchados y vestidos "de calle", tomamos algo en una terraza, pero en breve nos levantamos, recorremos las principales calles de la zona antigua y también visitamos la Catedral. Cuando el cansancio comienza nos sentamos en una placita muy coqueta a tomar algo. Desde allí nos vamos a cenar a una pulpería. Después de la cena regresamos al hotel a descansar.



Etapa 5. Ourense - Silleda. 76,22 km. 1.683 m de ascensión.

A medida que vamos realizando etapas cada día nos vamos encontrando con una más dura que la anterior. Así, en la etapa 4 superamos los 1.000 m de subida pero en la que vamos a comenzar casi superamos los 1.700. Esta tiene dos variantes, la que va directa a Silleda o la que da un pequeño rodeo para pasar por el Monasterio de Oseira. Como hemos oído que merece la pena, hacemos la variante larga.

En esta ocasión conseguimos hacernos la foto de salida a las 8.55 h. pero es gracias a que el hotel nos ofrece el buffet de desayuno.


Hacemos un recorrido por la ciudad que nos lleva a descender hasta el Puente Romano. Lo cruzamos y desde la salida de este comenzamos a subir. 


La subida que tenemos por delante es la más dura de todo el Camino Sanabrés, primero nos enfrentamos a 3 km infernales que, además nos pillan a todos "fríos", si bien nos hacen sudar de lo lindo aunque no hace calor.


Después comienzan subidas y pequeñas bajadas entre propiedades y casas durante otros tres kilómetros más.


Los siguientes kilómetros hasta Cea, que está aproximadamente en el kilómetro 23 siguen la misma tónica: subidas y bajadas entre bosques tupidos de vegetación, carreteritas locales, aunque mayoritariamente caminos, pequeñas aldeas que vamos encontrando a nuestro paso con edificaciones de piedra, muchas de ellas abandonadas. 





En Cea recorremos algunas de sus calles. Es la localidad más importante de la zona y cuenta con bastantes servicios, así que hacemos una parada en un supermercado para comprar comida. 


Poco después de salir de esta localidad vemos un cartel en la carretera que pone Monasterio de Oseira y, sin pensarlo, seguimos esa indicación. Más adelante nos damos cuenta de que nuestro track no iba por la carretera pero tendríamos que volver atrás varios kilómetros si quisiéramos seguir el previsto, así que decidimos continuar por asfalto.


Recorremos unos seis kilómetros, los primeros muy bonitos, mucho verde por todos lados. Cuando llegamos a las proximidades del monasterio y nos encontramos con él al salir de una curva es un sorpresón para todos nosotros porque es inmenso. 



Se trata de un monasterio trapense de la Orden del Císter con más de ocho siglos de historia y que jugó un importante papel económico y social en la comarca.


Lo admiramos por el exterior y nos prometemos volver con tiempo un fin de semana (tiene alojamiento) para verlo y conocerlo en profundidad. 


Tomamos algo, es decir, hacemos el Ángelus, junto a una de las entradas al recinto y en el bar dos bíkers ponen a cargar sus bicis eléctricas. Uno por miedo a que no le llegue la batería al final de etapa y otro porque pensó que había cargado la suya durante la noche pero no había sido así y le queda muy poco carga.


Cuando terminamos la consumición los dos que están cargando y dos más se quedan para disponer de más tiempo para cargar más las baterías. Los cuatro restantes dejamos Oseira por carretera porque nos han dicho que el camino ofrece muchas dificultades. 


Después de ascender unos dos kilómetros giramos a la izquierda para continuar por una carretera de menor importancia que hemos visto en el GPS que nos llevará a retornar al track. Continuamos subiendo y, finalmente, nos encontramos con nuestra ruta. Comenzamos a subir y bajar entre bosques y bonitos paisajes y a rodar por carreteritas locales entre aldeas. 



En el kilómetro cuarenta y algo pasamos por un pueblo llamado O Castro y seguimos algún tramo de carretera. 


La idea es llegar al kilómetro 54, donde hemos visto que hay un pueblo, para hacer allí una parada, esperar a los tres que vienen detrás y comer. Al llegar a ese pueblo no hay ningún bar ni restaurante, pero cruzamos una carretera y allí una señora nos dice que a unos 3 km hay un bar. Ascendemos, cruzamos la autovía por un puente, descendemos mucho y llegamos a Botos, junto a la estación de tren de Lalín. 



Allí nos desviamos del camino unos 50 m y paramos en un restaurante. Tomamos algo esperando a los que faltan pero finalmente pedimos unos bocadillos porque tardan. Hablamos con ellos y aún están lejos. Cuando llegan nos explican el recorrido que han hecho y han rodeado mucho porque no se dieron cuenta de la carreterita que salía a dos kilómetros de Oseira y que retornaba al track. Se sientan con nosotros en la terraza y piden bocata o huevos fritos con patatas. 


Las dos bicicletas musculares salen para ir tomando ventaja y el resto lo hacemos como diez minutos después. Nos encontramos con subidas y bajadas continuas por carreteritas locales.


También hay tramos por camino y por las llamadas "corredoiras", que nos encantan (caminos estrechos, bordeados, muchas veces, por paredes de piedra y con mucha vegetación). 



A pesar de lo dura que está resultando la etapa hay que reconocer que está siendo preciosa en cuanto a paisajes que vamos admirando a nuestro paso.



Cerca de una localidad llamada Taboada descendemos mucho y el camino nos lleva hasta un bonito puente, Ponte Taboada, sobre el río Deza. 


Los últimos kilómetros siguen la misma línea, subidas y bajadas constantes pasando por varias pequeñas aldeas y campos de cultivo.


Ya cerca de nuestro destino atravesamos una zona con mucha piedra y uno de los bíkers rompe un tornillo de una alforja. Hace un arreglo provisional "in situ" y continuamos para culminar los tres o cuatro kilómetros que nos quedan para llegar a Silleda. 


Finalmente llegamos a esta localidad. Nos confundimos y no vamos directos al hotel, cuando nos damos cuenta rectificamos y logramos llegar después de callejear por el pueblo.


Al terminar la ruta, dos bicis eléctricas llegan sin batería, eso nos da idea de la dureza de esta etapa. 

Hacemos el check-in y algunos nos cambiamos rápido con la idea de darnos un baño en la piscina que tiene el hotel, pero en recepción nos informan de que es una piscina interior incluida dentro de un circuito termal, así que todo nuestro gozo en un pozo. Nos duchamos y nos arreglamos. El que había roto el tornillo acude a una ferretería para comprar lo necesario para arreglar la pequeña avería y el resto damos una vuelta por el pueblo. Tomamos algo en la calle principal mientras lavamos la ropa en una lavandería autoservicio, pero hace fresquito, así que, en cuanto está la ropa, nos vamos hacia el restaurante que nos han recomendado un par de personas a las que hemos preguntado. Allí cenamos bien y al terminar vamos al hotel dando un paseo. 




Etapa 6. Silleda - Santiago de Compostela - Mazaricos. 95,5 km. 1.816 m de ascensión.

Siguiendo con la escala de dureza que se va incrementando cada día, esta etapa es más dura que la anterior, de hecho es la etapa reina con casi cien kilómetros y casi dos mil metros de ascensión. Le tenemos respeto porque las fuerzas pueden fallar, la batería de las bicis eléctricas se puede agotar, o ambas cosas a la vez. En cualquier cas,o queremos poner todo de nuestra parte y comenzamos madrugando más, así que a las 8.30 estamos ya con la foto de salida hecha dispuestos a comenzar.


Recorremos algunas calles de Silleda para posteriormente coger un camino y un carreterita hasta llegar al Camino. Ciclamos por carreritas locales y caminos entre bosques y pequeñas aldeas hasta llegar a la N-525 a la altura de A Bandeira.




Después de dejar atrás esta localidad seguimos de nuevo por carreteritas locales entre vaquerías y maizales. Más adelante salimos a una carretera de mayor importancia y también pasamos por caminos rodeados de eucaliptos y pinos. Llega el momento de descender y lo hacemos bien, como cinco kilómetros por una carretera estrecha con mucha inclinación y sumergida en un cerrado bosque. La bajada termina al llegar al río Ulla, que cruzamos por un puente que nos mete en la localidad llamada, como no podía ser menos, Ponte Ulla.


Salimos de esta localidad ascendiendo por una cuesta con mucha piedra que nos lleva hasta las N-525 por la que rodamos unos cientos de metros, después la cruzamos y comenzamos un largo ascenso por caminos de tierra y caminos asfaltados y rodeados de bosque.



A partir de ahí se suceden los sube y bajas continuos, cruzando aldeas, bosques, campos de cereales o incluso de hortensias.


Nos vamos acercando a Santiago y se nota porque cada vez hay más edificaciones y fincas. En una de estas hay varios caballos. Con uno de ellos hasta hicimos migas, o al menos lo intentamos...


También a medida que nos vamos acercando a Santiago de Compostela vamos encontrando más gente, más peregrinos haciendo su última etapa.



Pasamos por Piñeiro y continuamos en la misma línea, arriba y abajo, hasta Angrois. Paramos en la famosa curva donde el accidente del AVE provocó la muerte de 80 personas, 81, según nos dijo una vecina del lugar, ya que una fallecida estaba embarazada. Algunos objetos en la valla, una cruz de piedra y una placa de agradecimiento a los vecinos de Angrois, nos recuerdan lo que ocurrió y nos provocan mucha pena.



El azar quiso que en esos momentos en los que estuvimos allí pasara el AVE por la misma vía y en el mismo sentido que aquel trágico 24 de julio de 2013.


A Santiago ya queda poco pero seguimos subiendo y bajando hasta la misma entrada de la ciudad. Entramos por una bonita calle y continuamos callejeando hasta llegar a la Plaza del Obradoiro.



Como siempre ocurre en verano, esta plaza es una auténtica fiesta y un hervidero de gente feliz por haber logrado terminar el Camino. Además, las nubes con las que había amanecido el día han desaparecido y luce el sol para contribuir así a mejorar más este momento festivo.


Nos bajamos de nuestras bicis, nos abrazamos, nos hacemos unas fotos y seguimos adelante porque tenemos aún muchos kilómetros por delante.




De nuevo callejeamos para salir de Santiago y dejamos atrás las edificaciones bajando por un camino hasta un riachuelo, el Sarela, que cruzamos por un puente o por el agua, según los gustos. 


Allí mismo comienza un ascenso por un camino que recorre un bosque cerrado. Al terminar la subida podemos ver una bonita panorámica de la ciudad. 


Continuamos por caminos y carreteritas locales y empezamos a ponernos nerviosos porque hemos sobrepasado la hora del Ángelus y no encontramos ni un solo sitio donde poder parar.



Finalmente, en el kilómetro 48 aproximadamente, lo hacemos desviándonos ligeramente del Camino, casualmente en el mismo bar donde lo habíamos hecho dos años antes, cuando hicimos el Camino del Norte II. No estamos todos porque un bíker paró, dijo que siguiéramos y no termina de llegar. Cuando lo llamamos está más adelante en otro bar porque no vio que nos habíamos desviado ligeramente. Tomamos algo y continuamos adelante. Nos encontramos con el otro bíker en el restaurante donde él había parado y seguimos todos juntos. 


Rodamos por una carretera y, posteriormente, comenzamos a bajar, una buena parte de la bajada por una inmensa recta. 


Al terminar el descenso nos desviamos para continuar por un camino en el que una señal avisa que por delante tenemos 2 km de subida con media del 10% de desnivel. 


Ascendemos con esfuerzo, más de un kilómetro por camino y el resto por una carretera, como siempre, cada uno a su ritmo. Donde culmina la subida nos reagrupamos.


Comenzamos a disfrutar de los réditos de haber subido y descendemos hacia la preciosa localidad de Ponte Maceira. Atravesamos su puente y ascendemos por su calle principal.



Posteriormente cruzamos la carretera y rodamos entre esta y enormes maizales. Enseguida comienza un nuevo ascenso que culmina junto a la bonita entrada del Pazo de Albariña.



De ahí a Negreira solo queda descender. Entramos en este pueblo y paramos a comprar pan (tenemos jamón para hacer los bocadillos al no haberlos hecho el día anterior) y algún que otro caprichito. Ya con la compra hecha salimos de Negreira tras atravesar bajo los arcos del Pazo do Cotón.


Nada más dejar atrás esta localidad no nos queda otra que subir, y lo hacemos recorriendo muchas corredoiras, también descendemos, pero en el cómputo final ascendemos más que bajamos. 


Sobre el kilómetro 69 vemos un chiringuito nuevo para peregrinos donde no hay nadie y decidimos parar allí a tomar algo y a comer bajo una carpa que posee. Hablamos con el dueño y no tiene inconveniente en que hagamos los bocadillos. Los hacemos, los comemos, tomamos café y chupito (algunos) o helado (otros). Mientras, uno de los bíkers pone su bici a cargar porque aún faltan 25 km y no le va a llegar la carga de la batería. 


Una vez sobre las bicis, comenzamos a subir y subir, y a veces bajar, por carretera unas ocasiones (con un arcén especial para los peregrinos), por buenas pistas otras.



En todo este tramo hay dos constantes: los campos de maíz y las granjas de vacas. Bueno, y una tercera, que a medida que avanzan los kilómetros cuestan más las cuestas. 


Ya cerca de Mazaricos, nuestro destino, un grupo de bíkers que va en cabeza se despista y toma una carreterita equivocada, esto provoca que tengan que ascender (de regalo) una subida casi imposible. Más adelante nos encontramos todos de nuevo. Al pasar por As Abeleiroas nos desviamos del Camino de Fisterra. Lo hacemos porque los únicos alojamientos que hay por la zona están en Mazaricos. 

Ya solo nos queda una guinda final para llegar, un ascenso pronunciado, pero tiene premio ya que al finalizar este ya entramos en el pueblo.


Cuando creemos que ya hemos llegado resulta que no, que para llegar a nuestro alojamiento hay que seguir subiendo. Al llegar el dueño nos dice que somos ocho y que solo tenemos reservado para 6. Comprobamos que, efectivamente, es así y que se trata de un error nuestro. Después de muchas cábalas consigue arreglarlo y quedamos tranquilos y muy agradecidos. 

Una vez que tomamos posesión de los apartamentos algunos nos cambiamos y nos damos un baño, pese a que el calor es muy justito, en la piscinita que posee el alojamiento.  Después nos duchamos, cambiamos y tomamos algo en un bar del pueblo. Más tarde nos desplazamos hasta una pizzería donde cenamos estupendamente. Desde la pizzería nos vamos directamente a la cama, estamos cansados de la dureza de la etapa y, además, al día siguiente hay que madrugar.




Etapa 7. Mazaricos -  Muxía - Fisterra. 70,89 km. 1.216 m de ascensión.

Última etapa de nuestro Camino Sanabrés. Pese a ser la última no es una "vueltecita" sino que por delante tenemos más de 70 km y más de 1.200 m de subida. Queremos llegar a Fisterra con tiempo porque tenemos apalabrada la comida en el hotel donde nos alojamos, así que no queda otra que madrugar. Por ello a las 7.30 estamos de nuevo en la pizzería porque nos dijeron que a esa hora ya daban desayunos. Entramos en ella dejando a la puerta un día despejado y cuando salimos nos encontramos con una niebla cerrada que lo cubre todo. 

A las 8.05 estamos sobre las bicis, aunque olvidamos hacer la foto de salida. Los primeros tres o cuatro kilómetros los hacemos por carretera y con bastante frío porque la temperatura, al no haber sol, ha caído en picado. Además, esos primeros kilómetros tienden hacia abajo así que la velocidad ayuda a acrecentar la sensación de frío. Este recorrido es para volver a retomar el Camino a Fisterra que abandonamos el día anterior para pernoctar en Mazaricos.


En Ponte Olveira ya volvemos a rodar por él y, poco más adelante, en Olveiroa, dejamos esa carretera de mayor importancia para girar a la izquierda y seguir por una de menor entidad.
 

Poco después empezamos a ascender por un camino. Se trata de una subida larga y tendida en muchos tramos. El sol ya empieza a abrirse paso entre la niebla, casi la vence y vuelve a teñir todo de color. A nuestra izquierda está el cauce del río Xallas, que luce espectacular. En esta zona encontramos a bastantes peregrinos que alargan su "Camino" hasta Fisterra y/o Muxía.


Descendemos después por una carreterita, volvemos a ascender y de nuevo toca bajar, en este caso haciendo muchas revueltas. Cruzamos alguna aldea, volvemos a subir y pasamos por una localidad de cierta importancia, Dumbría. Ascendemos algo más y llegamos a la bifurcación donde se puede ir hacia Fisterra (izquierda) o hacia Muxía (derecha). Nosotros nos dirigimos primero a esta última. 



De nuevo toca subir, ahora por un caminito con bastante inclinación pero, por suerte, el ascenso no es muy largo.


Descendemos por un camino que atraviesa un bosque bastante cerrado muy bonito, y a partir de ahí se van alternando tramos de camino y de carretera local.


Vamos atravesando distintas aldeas, muchas con encanto, con hórreos, ermitas, cruceiros o con una fachada aprovechada para plasmar en ella la bandera gallega.



Más adelante, después de pasar por Quintáns, hacemos una bajada seguida de una subida que pasa junto a un hórreo y una iglesia, la de San Martiño de Ozón. Cuando vemos bien el primero no podemos por menos que parar para admirarlo porque es larguísimo, es uno de los tres mayores de Galicia. Tiene 27,3 metros de longitud, es decir, más de dos remolques de tráiler juntos.


Continuamos adelante, toca ascender para posteriormente hacer lo contrario y, de repente, nos encontramos con algo que nos sorprende y nos encanta por igual, una vista del mar, en concreto de la Ensenada de Merexo.


Después de esta sorpresa seguimos adelante, hay que subir y bajar por una carreterita para después continuar por un camino con una subida importante. Esta nos lleva a otra carreterita que, sin dejar de ascender, pasa junto al Monasterio de San Xulián de Moraime. Lo más importante del conjunto es la iglesia, del siglo XII, que estaba integrada en el monasterio.


La carreterita por la que vamos sigue ascendiendo y después toca recibir el premio por el esfuerzo realizado: comenzamos a bajar hacia una aldea. Pasada esta continuamos descendiendo por camino. 


En un momento dado de nuevo nos sorprende otra vista del mar, en este caso ya de Muxía. La bajada continúa.


El último tramo es algo técnico porque el suelo está repleto de raíces que dificultan la bajada y, al mismo tiempo, nos divierte.


Finalmente terminamos a nivel de mar y comenzamos a rodar por unas pasarela de madera que nos lleva, prácticamente, hasta la entrada de Muxía.



Cruzamos Muxía de lado a lado por la calle principal y continuamos hacia el faro, separado del pueblo unos setecientos metros.


Cerca del faro hacemos una parada, nos hacemos una foto para testimoniar nuestra llegada a uno de los lugares previstos en este Camino, y enseguida nos ponemos a pedalear porque no hay tiempo que perder. La verdad es que vamos muy bien de tiempo, ya que son las 11.00 de la mañana y llevamos ya casi 40 km a nuestras espaldas. 


Volvemos hacia el pueblo y una vez en él seguimos por varias calles orientadas hacia la derecha. En breve lo dejamos atrás y rodamos con el mar a nuestra derecha, una gozada. Y al fondo el Parador de Muxía. 


Al llegar a la playa de Lourido descendemos hacia ella, continuamos por donde nos indica el track pero la vegetación cierra el camino. No vemos alternativas así que damos la vuelta y, por lo tanto, nos toca subir lo que antes era bajada y ahora es una endiablada cuesta.

Continuamos por carretera y seguimos ascendiendo. Al llegar al primer cruce tomamos un desvío que nos lleva a una aldea llamada Xurarantes. 


Al terminar esta continuamos ascendiendo, pero ahora por tierra. Ya llevamos subiendo desde que dejamos atrás la playa, pero aún tenemos por delante como dos kilómetros y medio de ascensión con tramos de hasta el 17% de desnivel.


Como es habitual, cada cual va subiendo acorde a sus fuerzas, pero eso sí, al llegar a la parte más alta nos reagrupamos. Aprovechamos también para abrigarnos para la bajada porque aunque una hora antes, en Muxía, hacía un sol espléndido, ahora se ha nublado y hace viento fresco.

Es el momento de vengarse de los ascensos así que iniciamos una bajada que, salvo algún repechito intercalado, tiene como nueve kilómetros. Después de los tres primeros atravesamos una aldea llamada Morquintián, vemos un pequeño bar y allí mismo paramos para hacer el último Ángelus.


No nos entretenemos y en cuanto podemos volvemos a subirnos a los sillines para seguir descendiendo.


Alternamos la tierra con el asfalto y atravesamos varias aldeas más. Después de una llamada Baosilveiro cruzamos por un puente el río do Castro.



Poco después de cruzar el río entramos en un pueblecito muy bonito llamado Lires.


Salimos de esta localidad por un camino llano y sinuoso trazado entre cultivos. Para no acostumbrarnos a llanear pronto surge otra cuesta que nos lleva a otra aldea. 


Después de esa aldea comenzamos un descenso por un bosque precioso del que se han adueñado los helechos con su intenso verdor.


Al terminar el bosque giramos a la derecha y enseguida nos encontramos de nuevo con el mar. Nadie diría por el color de este y del cielo que es el mismo de una hora y media antes.


Aún bajamos un poco más y, como no podía ser de otro modo, al terminar esa bajada comenzó una nueva subida. Se van alternando tramos de carreterita con tramos de camino, subiendo, bajando y pasando por varias aldeas.


Esa tónica se mantiene hasta llegar a Hermedesuxo, a partir de ahí comenzamos casi, casi, solo a subir pero ya no encontramos bosques o cultivos, sino mayoritariamente viviendas. Y así continuamos hasta San Martiño de Abaixo que, prácticamente, se une con Fisterra.


No entramos a Fisterra por la Playa Langosteira, sino que lo hacemos en paralelo, por la ladera. Después ya nos unimos a la carretera que sube hasta al faro en el centro del pueblo. Seguimos por ella y empiezan a aflorar los nervios. 

El madrugón de la mañana sirvió de algo porque vamos a llegar a la hora prevista, sobre las 13.30 h. Los dos kilómetros y medio de subida desde el pueblo hasta el faro los hacemos sin ningún esfuerzo, es como si las bicis fueran solas. Los que vamos atrás vamos disfrutando viendo a todo el equipo en fila pedaleando al unísono.


Una vez superado el aparcamiento comenzamos a descender hacia el faro. No sabemos si las Galanas habrán llegado ya y nos estarán esperando, todo dependerá de si la ubicación en tiempo real de WhatsApp ha funcionado.


Pero desde lejos nos damos cuenta de que sí, porque vemos a mujeres vestidas de rojo moviéndose  y agitando sus brazos.


Al llegar comprobamos que los vestidos no son rojos, sino que todos llevan algo verde y la bandera zamorana, y no hay dos iguales. Después nos enteraríamos que los diseñó todos una de ellas.

Al tiempo que nos aplauden oímos música zamorano de fondo. Es imposible no emocionarse, no sentir el vello erizado ante esto. No es solo el recibimiento, siempre original y caluroso, es todo lo que significa llegar, terminar el esfuerzo, culminar un proyecto en el que llevamos meses pensando, satisfacción por haberlo logrado, suerte de no haber tenido ningún percance y muchas cosas más que se piensan al terminar.


Después de los abrazos y los besos nos hacemos una foto todos juntos, no olvidando, aunque no puedan estar, a los dos bíkers que comenzaron con nosotros esta aventura. 


Abandonamos la esplanada del faro para tomar algo, ya todos juntos, en el Semáforo de Fisterra. Al terminar hay que recorrer los seis kilómetros, aproximadamente, que nos separan del hotel y donde nos esperan para comer. 

Al iniciar la bajada nos encontramos con un Renault Arkana caído hacia la cuneta. La conductora nos dice que lo han estrenado ese día y que se ha liado con el cambio automático, que no había utilizado nunca hasta ahora, y que en lugar de ir hacia atrás, como pretendía para aparcar, se fue de frente. Como todo quedó en el susto continuamos adelante.


Todavía, al estar a cierta altura, podemos ver una panorámica preciosa de la Playa Langosteira. Esta será para muchos la última imagen grabada en nuestra retina de este Camino.


En el trayecto hasta el hotel más de uno va pensando en que terminar está genial y nos provoca un subidón pero, al mismo tiempo, da pena volver a la normalidad y al día siguiente levantarnos y no pedalear, con esfuerzo, sí, pero por muchos sitios por los que merece la pena pasar. También todos pensamos en la suerte que hemos tenido, siendo diez personas al principio, de no haber tenido ninguna avería de importancia, ni un solo pinchazo, ni ninguna caída de cierta gravedad, ni un día de lluvia, ni calor extremo o frío... Es que aunque nos lo hubiéramos propuesto no habría salido mejor. Por no hablar de la convivencia, ni un solo problema ha surgido a pesar de estar 24 horas juntos durante siete días.

Con todos estos antecedentes, ¿cómo no vamos a estar pensando desde este mismo momento en la ruta del año que viene?

Enlace a la ruta en Wikiloc








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