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16 de febrero de 2020

De vuelta al paraíso

El Domingo pasado estuvimos en el paraíso y habiendo estado allí siempre quedan ganas de más. Por eso, y porque también lo conociera un bíker que hoy nos acompañó, pero que no pudo en la otra ocasión, decidimos volver hoy a la misma zona.

Y aunque dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, no estamos de acuerdo porque hoy hemos vuelto a divertirnos sobre la bici, a disfrutar mucho del paisaje y a reírnos de las circunstancias adversas que fueron apareciendo.

29 de diciembre de 2019

Niebla, solecito y niebla

Hoy por la mañana, cuando nos levantamos, vimos la niebla tras los cristales y sentimos la baja temperatura que había, aunque no lo dijimos, seguro que todos pensamos que lo mejor que hacíamos era volver a la cama y dejar descansar la bicicleta. Pero nadie se echó para atrás y finalmente los seis que habíamos dicho que íbamos a salir allí estábamos a la hora prevista, bueno, más o menos a la hora prevista...

Teníamos que ir hacia La Hiniesta, así que rodamos hasta la Avenida del Mengue y seguimos por ella hasta la rotonda de la carretera de Alcañices. Desde allí fuimos a Valorio, cruzándolo de lado a lado.


1 de diciembre de 2019

La lluvia fue la protagonista

Segundo intento de hacer una bonita ruta, y segundo fallido. En esta ocasión por culpa de la lluvia. Todo indicaba que iba a llover, pero nos dejamos guiar por el espejismo de que había una franja de un par de horas en las que la previsión era benévola con nosotros, y salimos escaldados...

A las 9.30 estábamos en la CD los cinco bíkers que habían confirmado su participación. Decidimos intentar ir a la localidad de Almendra, ya que hacía 15 días lo habíamos intentado y tuvimos que dar la vuelta por un descuido de uno de nosotros. Parecía, además, que en esa dirección el cielo estaba más claro.

Bordeamos el Duero y, asombrándonos de lo que ha crecido en los últimos días, seguimos junto a él, tras pasar por debajo del Puente de los Poetas, hasta las Aceñas de Gijón. Continuamos por la carretera de Almaraz hasta poco después de pasar la antigua cárcel, donde la abandonamos para seguir por la izquierda, por el camino de Los Pisones.


3 de noviembre de 2019

Improvisando por el viento

La ruta que teníamos prevista para hacer hoy nos debería haber llevado a Sanzoles, pero no fue la que terminamos haciendo, y sólo hubo un culpable: el viento.

Viendo que la previsión esta mañana era de vientos de 25 km/h, con rachas de 45 km/h, previsión que es posible que se quedara corta a tenor de lo que hemos sentido en nuestras carnes; decidimos tratar de ir, bien en su contra o con él de lado, para que la vuelta fuera mejor.

Por ello fue que los seis bíkers que esta mañana acudimos a la cita habitual encaramos nuestras bicis hacia Valorio, recorriendo antes la orilla del Duero. Al llegar al puente Croix seguimos el carril bici y tras terminarse este continuamos hacia La Hiniesta siguiendo el itinerario habitual



Una vez que cruzamos la carretera que va a Roales continuamos recto, en vez de girar hacia La Hiniesta, por un camino ancho de concentración. Por cierto, a pesar de que había llovido durante la semana, sólo encontramos algunos charcos aislados.

Continuamos por ese camino unos dos kilómetros, hasta el primer ramal que encontramos que giraba a la derecha. Ascendimos suavemente por él y empezamos a rodar en paralelo a la N 630.


Y así seguimos hasta que unos kilómetros después nos encontramos con un viaducto sobre las vías del AVE. Lo bordeamos y, en vez, de cruzarlo por encima, continuamos recto.



Algunos bíkers sugirieron que mejor no ir con el viento de espalda, hacia San Cebrián como habíamos pensado sobre la marcha, porque la vuelta sería peor. Así que cuando tuvimos oportunidad de volver a la izquierda lo hicimos. Poco después cruzamos por encima la autovía (Ruta de la Plata) y en nada estábamos en la gasolinera de la entrada de Montamarta. Cruzamos la carretera y encaramos de frente, por el camino de concentración asfaltado que lleva a Andavías, con la intención de ir hacia el Vidaducto Martín Gil. Como el viento en esa dirección nos daba totalmente de frente, de nuevo voces en el pelotón recomendaron ir hacia Montamarta, y así lo hicimos. Sólo que en vez de ir directos, fuimos primero hasta la ermita, vista por todos cientos de veces, pero junto a la que nunca ninguno de nosotros había estado.


Una vez que ascendimos hasta ella encontramos un banco totalmente protegido del molestísimo viento y allí nos sentamos a comer algo antes de emprender el regreso.



Tras esos minutos de relax, descendimos el camino hacia la carretera, cruzamos el puente y recorrimos algunas calles de Montamarta. Al llegar de nuevo al camino asfaltado que va a Andavías, lo cogimos para ir hacia la vía, para así seguir en paralelo a esta hasta prácticamente La Hiniesta. Los más de tres kilómetros que rodamos por él tuvimos que soportar un viento fortísimo de cara. Fuimos haciendo abanicos y luchando contra él como pudimos y sentimos un enorme placer cuando, al llegar junto a la vía, giramos a la izquierda y dejamos de sentir el viento de cara y el molestísimo zumbido que produce en los oídos.




Paramos a agruparnos y al llegar el que venía unos metros más atrás nos comunicó que el sexto, harto de viento en contra, giró cuando pudo en dirección a Roales. Los cinco restantes encaramos el camino y, aunque al principio el viento nos dio casi de espalda, enseguida empezamos a notar de nuevo sus zarpazos, pero ya menos leves que cuando lo padecíamos frontalmente.


Los kilómetros avanzaron rápidamente, a pesar de los sube y bajas continuos de ese trayecto. Al terminar este volvimos a la izquierda y tras una recta, giramos a la derecha, para enlazar con el camino que nos llevó hasta La Hiniesta de nuevo.

Desde esa localidad desandamos el camino que habíamos hecho a la ida recorriendo de nuevo Valorio, de punta a punta, la margen derecha del Duero y terminando, casualmente, en Cambalache, para tratar de recuperar los líquidos perdidos contra el viento a la salud de un bíker que recientemente cumplió años.




Así dimos por concluida esta etapa que, pretendiendo ir a Sanzoles, iba a ir San Cebrián, aunque más tarde pretendía llegar al Viaducto y terminó en la ermita de Montamarta, y todo porque tuvimos que improvisar por el viento...



29 de septiembre de 2019

Transculebra (Puebla de Sanabria-Zamora)

El año pasado hablamos con el Club El Pinar, de Puebla, para hacer junto a ellos la ruta que ellos han denominado "Transculebra", pero coincidió que la hicieron el día de las elecciones y no a todo el mundo le venía bien, así que desistimos, pero ahí nos quedó "la cosilla" de hacerla. Así que fue cuestión de ponerla fecha, y esa fue hoy.

Madrugamos mucho, porque a las 7.15 ya estábamos cargando la furgoneta que nos llevaría a nosotros ocho y a las bicis hasta Puebla de Sanabria. Aún así no conseguimos salir hasta casi las 7.45, pero a las 9.15 ya estábamos en la bonita estación de ese precioso pueblo.


Y más o menos quince minutos después estábamos empezando a rodar muertos de frío porque había 8º, y como a lo largo del día íbamos a llegar hasta casi los 29º, no quisimos cargarnos de ropa de la que habría que desprenderse poco después.

Salimos de la estación por carretera con dirección a Ungilde, pero antes de entrar en esa localidad no supimos interpretar bien el track y nos liamos, así que nos tocó dar media vuelta y ya, conseguimos seguir la ruta correcta.


Al mismo tiempo la rueda de un bíker comenzó a perder aire por un pinchazo. Menos mal que el "moco", tras hincharla y hacer rodar la rueda, hizo su efecto y lo taponó.

El track nos llevó hasta la vía del tren, de la que apenas nos separaríamos en todo el trayecto hasta Zamora, y tuvimos que rodar unos cientos de metros por el balastro, para después tomar un sendero que nos introdujo en Linarejos.


Tras cruzar el pueblo nos dirigimos hacia Robledo, primero por un camino entre fincas para después cruzar un bosque de pinos muy cerrado y muy bonito.


Poco después comenzó una subida larga que terminó en una zona abierta desde la que había una vistas de la zona impresionantes.



Terminamos saliendo a los restos de una antigua carretera. El perfil seguía siendo ascendente. Poco después empezamos a rodar por una buena pista rodeado de vegetación baja.


Allí tuvimos que hacer una parada técnica porque uno de los bíkers llevaba la rueda delantera frenada. Tras conseguir arreglarla continuamos. Seguimos por bonitos caminos. A nuestra derecha íbamos contemplando las mayores alturas de la Sierra de la Culebra, entre ellas, Peña Mira.



No mucho después salimos a una carretera cercana a Linarejos. Tras pasar por debajo de la vía comenzamos a rodar por la pista que une Linarejos y San Pedro de las Herrerías. Un camino muy bonito, con zonas de pinares primero, para después abrirse y permitir ver las excelentes vistas del valle que íbamos dejando a nuestra izquierda.



En esa pista encontramos a muchas personas intentando avistar el lobo. Paramos a preguntar si lo habían conseguido y nos comentaron que terminaban de ver una manada de siete. Una pena no haber llegado un poco antes.

No mucho después llegamos a un cruce. A la derecha, a menos de un kilómetro, estaba San Pedro de las Herrerías, así que era el punto donde habíamos quedado con nuestro logista para almorzar algo. Dimos cuenta de un chorizo con pan de Mombuey y unas cervezas fresquitas. Todos nos supo a gloria porque desde las 7, o antes, que habíamos desayunado ya íbamos teniendo hambre.


Uno de los bíkers subió la bici a la furgoneta porque estaba teniendo problemas mecánicos en su bici y tras el verano se encontraba bajo de forma, así que continuamos siete.

Salimos bordeando San Pedro de las Herrerías, y en paralelo a la vía del tren, por un camino ancho rodeado de pinos y, aunque había algunos repechos, el perfil tendía a descendente.


En este tramo empezamos a rodar muy rápido y los kilómetros iban bajando muy deprisa. En pocos kilómetros los pinares se fueron transformando en mares de jara.


En poco tiempo estábamos entrando en Cabañas de Aliste.


Tras cruzar por sus calles comenzamos a rodar, una vez más, en paralelo a la vía. La distancia que separa esta localidad de Sarracín es pequeña, unos cinco kilómetros, así que poco después comenzamos a divisar ya las primeras viviendas de esta segunda localidad.


Salimos de ella con dirección a Riofrío de Aliste, también muy próximo, por un camino trazado en paralelo a la carretera. Antes de entrar en la localidad la cruzamos y continuamos por un camino que nos metió en el pueblo.




Abandonamos Riofrío por una calle con una cuesta bastante pronunciada. Terminadas las casas la cuesta siguió y siguió, hasta que nos sacó a la carretera, justo en el cruce que va a a Abejera.



Bajamos por carretera hasta Abejera, al llegar a la plaza giramos a la izquierda para tomar un camino que nos llevaría directamente hasta Ferreruela de Tábara. Prácticamente todo el tramo fue de perfil ascendente, con un terreno con mucha piedra y con pocos atractivos para la vista. Eso, unido a que ya el calor iba apretando, y que ya íbamos teniendo hambre, hizo que fuera uno de los menos atractivos del trayecto.

Poco antes de llegar a esa localidad volvimos a rodar en paralelo a la vía. En este caso por su derecha. Poco después de ver las primeras casas del pueblo, la cruzamos por debajo y empezamos a rodar por sus calles.



Paramos en un parque en la plaza y un par de minutos después llegó nuestra furgoneta. Ya todos juntos fuimos al famoso restaurante "La Pepa", a tomar una cerveza, un refresco o un vermú, dependiendo de los gustos.

Tras la hidratación sacamos nuestras viandas y nos pusimos a comer algo en un banco. No queríamos comer, comer, simplemente picar porque si no después cuesta mucho seguir pedaleando, y así lo hicimos.


Tras la comida, por aquello de repartir las ganancias, tomamos café en otro de los bares, el Tina. Y poco después estábamos subidos de nuevo en nuestras bicis para recorrer los 47 km que nos separaban aún de Zamora.

Salimos de Ferreruela ascendiendo y, tras cruzar la vía por un paso superior, continuamos subiendo hasta que llegamos a un cruce de carreteras. Tras cruzarlo seguimos por un camino que, poco después se convirtió en ascendente. 




Tras la ascensión comenzó el descenso hacia Losacio. Entramos en sus calles y al llegar a la plaza giramos hacia la izquierda y continuamos por una carretera.



Esa carretera nos llevó a encontrarnos de nuevo con la vía. Pasamos por debajo y giramos noventa grados a la derecha para ya volver a rodar por enésima vez en paralelo a ella.


Al llegar a un paso superior que no llegamos a cruzar giramos a la izquierda y comenzamos a ascender una subida pronunciada al principio, aunque se suavizaba después, que discurría entre jaras.



Ese camino iba en busca de la pista que une la enorme cantidad de aerogeneradores que hay desde allí hasta más allá del Viaducto Martín Gil.


Una vez en dicha pista, no la abandonaríamos en más de diez kilómetros. Si la separación entre molinos es de unos 150 m podemos calcular que hay casi 70, y nos quedamos cortos, seguramente. Pero eso sí, rodar por esos caminos es cómodo ya que los tienen preparados para que entren los camiones que transportan las piezas que los forman.

En un pequeño tramos rodamos también por una carretera, pero enseguida volvimos al camino.




Como habíamos ido ascendiendo, aunque de un modo tendido, desde la parte más alta pudimos contemplar bonitas vistas del embalse y de toda la zona.


Finalmente abandonamos los aerogeneradores para descender hacia el Viaducto de Martín Gil, también conocido como Puente Los Cabriles. En ese tramos las vistas fueron espectaculares.



Descendimos por un camino técnico hasta la misma vía del tren y allí cruzamos la vía un par de veces intentando no pisar el balastro para rodar mejor. De repente nos pareció oír el tren, nos apartamos rápidamente hacia la pared de piedra que teníamos detrás y, efectivamente, apareció tras una curva una máquina de Alvia a mucha velocidad. Nos impresionó, la verdad.





Tras el susto comenzamos a cruzar el viaducto. Desde él se contemplan una vistas excelentes de todo el contorno.





Al salir del puente tuvimos que realizar un ascenso duro, y ya muy conocido por nosotros, si bien no es muy largo. Tras él rodamos por un camino que siempre nos ha gustado mucho, ya que está rodeado de jaras.




Y entre jaras y jaras se pueden contemplar aún buenas vistas del embalse.


El trayecto que teníamos por delante lo hemos hecho muchas veces y lo conocemos perfectamente. Se rueda bien en cuanto firme y pica ligeramente hacia abajo, pero tiene un sinfín de pequeños ascensos y descensos que van cargando las piernas, y más un día como hoy...


Tras hacer este largo tramo sin más historia que pequeñas paradas para agruparnos cada ciertos kilómetros, tras un par de giros enfilamos hacia La Hiniesta. Ya llegando a esta localidad se desciende algo así que el último tramo lo hicimos rápido. A estas alturas el calor, casi 29º, estaba haciendo mella, sobre todo por la sed que teníamos que el agua, ya bastante caliente, no saciaba. Por ello, cuando vimos a la entrada de La Hiniesta a nuestros dos logistas con la furgoneta, creímos ver un oasis en medio del desierto. Tras darles un abrazo bebimos unos tragos de cerveza, que era lo único que tenían frío y a los cinco minutos estábamos saliendo ya hacia Zamora.

De esta localidad a la entrada de Valorio tardamos muy poco, por las ganas que ya teníamos de llegar y porque el perfil es ligeramente descendente. Así que pronto estuvimos recorriendo ya el bosque con dirección a las casetas, donde pensábamos parar a tomar algo.


Al llegar estaban nos esperando algunas Galanas. Tras los recibimientos nos hicimos una foto de "familia" plenos de alegría por haber conseguido nuestro objetivo. Además con casi dos horas de adelanto al horario que habíamos previsto. 


Tras la foto, tomamos algo, descansamos y poco después iniciamos el camino que nos llevaría a cada uno a nuestra casa, poniendo así fin a un día que podríamos calificar de perfecto.

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