16 de febrero de 2020

De vuelta al paraíso

El Domingo pasado estuvimos en el paraíso y habiendo estado allí siempre quedan ganas de más. Por eso, y porque también lo conociera un bíker que hoy nos acompañó, pero que no pudo en la otra ocasión, decidimos volver hoy a la misma zona.

Y aunque dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, no estamos de acuerdo porque hoy hemos vuelto a divertirnos sobre la bici, a disfrutar mucho del paisaje y a reírnos de las circunstancias adversas que fueron apareciendo.

Habíamos quedado a las 9.30 h. y pocos minutos después estábamos ya los ocho que nos presentamos a la cita sobre nuestras bicis. Fuimos por el carril bici en paralelo al río y cruzamos hacia Valorio. Atravesamos el Bosque de cabo a rabo.


Pasamos por Valderrey, y cogimos el camino por el que, habitualmente, vamos a la Hiniesta. Pasada la industria cárnica en vez de girar a la derecha, como hacemos siempre, lo hicimos hacia la izquierda, iniciando una ligera ascensión que nos llevó hasta pasar por un puente bajo el que va la vía del tren y por otro bajo el que se encuentran las del AVE.

Poco después giramos noventa grados y continuamos por un camino ancho y lleno de toboganes que, adornados con viento de cara, hicieron las delicias de los presentes. 


Tras más de dos kilómetros por esa enorme recta volvimos a la izquierda, rodamos por otra recta, y llegamos donde comienza la bajada hacia Palomares. 


Tras una buena bajada siempre hay una subida y en esta ocasión no iba a ser menos. Ascendimos suavemente atravesando esa dehesa dejando a un lado pinares y al otro encinas, y manteniendo el acompañamiento del viento y del sol, cuando las obstinadas nubes lo dejaban asomar.


Cambiamos en varias ocasiones de dirección pero seguíamos ascendiendo por caminos de muy buen firme y anchos, e intentando ir en fila para cortarnos unos a otros el viento frontal, menos el primero, claro, al que no se lo corta nadie y donde se suele poner el más ingenuo, al que convencemos diciéndole que hay premio para el que llegue el primero.




En un momento dado variamos algo el track porque uno de los integrantes del grupo conocía la zona y sabía de la existencia de una alternativa más bonita que la prevista. Eso supuso hacer una bajada semitécnica muy divertida que nos llevó hasta un paso bajo la carretera N-122, llegando a un valle lleno de verde.


Desde allí nos fuimos de frente a una elevación, pero cuando estábamos temiendo ya lo peor (tenía una subida imposible), nuestro amigo viró a la derecha y la bordeó. Todos respiramos más tranquilos y continuamos disfrutando de un paisaje precioso. 


Rodábamos por una senda adornada con árboles cuyas ramas había que evitar en algunas ocasiones. Llegamos a una vaguada, continuamos por ella y al final de esta giramos a la derecha para tomar un camino bordeado de mucha vegetación, árboles principalmente.



Poco después encontramos de frente con un rampón por el que sólo consiguieron ascender sin echar el pie a tierra, dos bicis asistidas y dos musculares.


Después de este "calentón" nos desviamos a la derecha, más adelante de nuevo a la derecha y terminamos por encontrarnos con el track original. Continuamos por él, un camino ancho, de buen piso y con perfil ascendente (para no variar).


Recorrimos unos dos kilómetros y nos encontramos con una gran bajada. Nos emocionamos más de la cuenta disfrutando de la ausencia del pedaleo y cuando nos dimos cuenta nos habíamos pasado el camino que teníamos que tomar. Volvimos para atrás y ya en la senda correcta nos dimos cuenta de que era una que habíamos ascendido el Domingo anterior, sólo que ahora la íbamos a descender. Genial, pensamos, sólo que habíamos olvidado que iba seguido de un ascenso con un tanto por ciento de inclinación casi imposible.


Algo más adelante de la mitad de la subida había que desviarse y así lo hicimos, salvo un despistado, que se conoce que iba disfrutando con el corazón saliéndose por la boca, y subió unos metros más. 


El desvío nos metió de lleno en el pinar que queríamos recorrer. Una voz prudente anunció que llevábamos más de 30 km y que sería buen momento para comer algo, y los demás le dimos la razón, así que paramos allí mismo.


No nos demoramos porque estábamos sudorosos y allí soplaba el viento, así que tras dedicar unos minutos al avituallamiento nos volvimos a subir a las bicis y a iniciar el recorrido serpenteante y casi laberíntico por el pinar. 


Después de haber hecho ya más de la mitad de lo previsto por su interior nos encontramos que, donde se suponía que había un camino, sólo había jaras y más jaras. Encontramos una vía de escape por un cortafuegos que había en una ladera cercana. 


Desde allí encontramos después la posibilidad de girar en ángulo recto y descender para encontrarnos con el camino buscado que, metros más adelante, ya era visible.


Ese camino por el que continuamos bordeaba el pinar para después sumergirnos de nuevo en él. Siguiendo el track llegamos a un mirador en el que habíamos estado el Domingo anterior y allí mismo se suponía que habría un camino, pero delante sólo teníamos un pastor eléctrico que nos cerraba el paso y bosque bajo. 

Pasamos las bicis al otro lado del pastor, dando gracias de que no tuviera corriente porque de haberla tenido más de uno habría puesto en solfa sus zonas más nobles, y con ellas, con las bicis :),  en la mano nos abrimos paso entre las jaras y el monte bajo. 


Al llegar abajo, miramos para atrás y con esa perspectiva se veía la senda que deberíamos haber tomado, ya era tarde, pero ya lo sabemos para otra vez. Lo que nos preocupaba en ese momento era la subida que teníamos frente a nosotros, muy, muy inclinada, y con el terreno muy suelto. Nadie, ni siquiera con las bicis asistidas, logró subirla. Todos lo intentamos, eso sí, pero el terreno nos hizo a todos perder pedal y echar pie a tierra.


Ya arriba continuamos por un camino que enseguida comenzó a descender y nos llevó hasta la carretera de Almaraz.

Al llegar a ella tomamos dirección Zamora y a rodar. A pesar de que tiene en ese tramo ligeros ascensos, rodamos muy bien por ella porque nos empujaba el viento y se notaba.


Cuando llegamos al kilómetro 8 comienza un ascenso que tiene 3 km. Es cierto que es suave, salvo el primer tramo, pero termina por cansar las piernas. No las de todos, porque más de uno subió a casi 20 km/h.

Al coronar nos reagrupamos y dejamos la carretera para coger el camino que sale a la derecha que bordea Valdelaloba. Más adelante atravesamos entre los pinos para llegar al camino que, con un descenso continuado, y en los últimos cientos de metros algo técnico y bastante divertido (no pensamos igual cuando lo ascendemos...), nos llevó hasta el Camino Los Pisones.


Ese camino lo habían engalanado para recibirnos con todos los honores, llenando de flores los almendros que lo flanquean.


Terminamos saliendo de nuevo a la carretera de Almaraz por la que seguimos hasta que cogimos el Camino de las Aceñas de Gijón, por el que continuamos en paralelo al Duero hasta el barrio de Olivares, donde vigilaba nuestra entrada la Catedral.


Seguimos bordeando el río hasta el Puente de Piedra. Desde allí continuamos por los Barrios Bajos y desde allí las bicis, prometemos que ellas solas, nos llevaron hasta un bar donde, ya de estar allí, paramos y tomamos unas cañas y, de paso, hacer planes para el Domingo que viene.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

Powered by Wikiloc


Relive 'Morning Feb 16th'

No hay comentarios:

Publicar un comentario