9 de febrero de 2020

Un paraíso a 12 km de Zamora

Creemos conocer una buena parte de nuestra provincia pero hay veces en las que nos damos cuenta de que realmente conocemos muy poco aún. La prueba la hemos tenido hoy, ha bastado alejarse de la capital poco más de 12 km para transitar y ver unos paisajes preciosos, con increíbles subidas y bajadas, encinares, pinares, monte bajo, jarales, arroyuelos... En fin, un pequeño paraíso, y a dos pasos.



Salimos de la Ciudad Deportiva seis bíkers y un amigo que nos acompaña a veces, que hoy se convirtió en el protagonista de la ruta. Bordeamos el Duero y al llegar al arroyo de Valorio, en el barrio de Olivares, lo cruzamos y continuamos de frente para salir a la carretera de Almaraz.

Rodamos por esta carretera hasta pasada la cárcel, donde nos desviamos a la izquierda para continuar por el Camino de Los Pisones algo menos de dos kilómetros.

Viramos a la derecha para ascender por una vieja conocida nuestra, una subida que nos es difícil, pero que se atraganta siempre porque nos pilla fríos. Terminada la ascensión, y tras cambiar de dirección un par de veces, terminamos saliendo a la carretera de Almaraz de nuevo.


Es una pena que desde ese punto hasta Los Infiernos no haya otra alternativa para rodar que la propia carretera, pero es zona de dehesas y están todas valladas.


Como los poco más de 5 km que circulamos por ella son prácticamente todos de descenso, los hicimos muy rápidos. Eso no impidió que viéramos bonitas estampas.



Al llegar al punto donde teníamos que desviarnos a la derecha, según el track que habíamos preparado, nos encontramos con dos cancelas con su correspondiente cadena y candado. No quedaba otra que improvisar, y en este punto es donde nuestro amigo tomó el mando y nos dijo que había algo más allá una alternativa. Así que continuamos como dos kilómetros más por la carretera tras los cuales nos desviamos a la derecha, donde nos encontramos una rampa no muy larga pero muy inclinada. Como casi nadie llevaba el cambio preparado casi todos terminamos echando el pie a tierra.


Pero lo bueno estaba por venir, porque tras descender un poquito teníamos ante nosotros una rampa enorme. Las bicis asistidas consiguieron subirla, pero de las "atmosféricas" sólo una llegó arriba con su montura encima.


Eso sí, al llegar arriba, a una pequeña meseta, se podían ver unas vistas de la zona que merecía la pena el calentón. Tras la meseta hubo que continuar subiendo, pero ya con una rampa más asequible que terminó en un camino de concentración. Mientras nos agrupábamos pudimos contemplar toda la zona porque a la altura a la que estábamos teníamos control sobre toda ella.



Nada más empezar a rodar por dicho camino de concentración descendimos algo y volvimos a ascender de nuevo.


Pero enseguida bajamos una rampa con una inclinación nunca conocida por nosotros hasta ahora, a la que le seguía una subida de iguales características. Una vez que se terminaba la "carrerilla" las bicis se clavaban.


Cuando conseguimos llegar arriba se encadenaba una más, con mayor inclinación aún. Procuramos coger velocidad en la bajada, pero relativamente, porque al no conocer el terreno, no teníamos seguridad sobre cómo estaría su firme.


Tras la segunda vino una tercera más de las mismas características que las anteriores.


Poco después de descender esta tomamos un camino que salía a nuestra izquierda que nos llevó a descender de nuevo, en esta ocasión por una ladera muy técnica, nos sumergimos en un bosquecillo muy cerrado y cruzamos un pequeño arroyo con una rivera muy bonita.



Al otro lado del arroyo esperaba otra subida, larga pero tendida, con una ladera muy pronunciada justo para empalmar con un camino ancho y de buen firme.


Por fin podíamos rodar por un camino prácticamente llano, además adornado con bonitas tierras a ambos lados sembradas de cereal, e incluso con un palomar abandonado.



Terminamos llegando a la carretera que une la N-122 con Almaraz. Simplemente la teníamos que cruzar y seguir recto, pero no pudo ser porque un Guarda Forestal nos avisó que había una montería y no se podía pasar. Giramos noventa grados y seguimos por la carretera, dirección Almaraz. Tras un descenso nos encontramos con esa enorme cuesta arriba que hasta en coche produce cosquillas en el estómago. En esta ocasión produjo "cosquillas" en las piernas a más de uno.


No mucho después de culminar la cuesta nos desviamos para coger un camino a nuestra izquierda y así entrar, de nuevo, en otro camino de concentración por el que transitamos como un kilómetro, tras el cual volvimos a girar a la mano contraria y poco después, una vez más, para terminar descendiendo hasta el comienzo de un pinar de generosas dimensiones.



A la entrada del pinar opinamos que era un buen momento para hacer un alto en el camino y llevar algo a la boca. No nos demoramos en ello más de diez minutos, tras los cuales volvimos a las bicis para adentrarnos de lleno en ese bosque.



Este pinar es laberíntico porque tiene trazados en su interior muchos caminos, algunos de ellos paralelos o unidos entre sí. Se ve muy claro cuando lo ves en una vista de satélite, pero a nivel de suelo es complicado moverse en su interior y, de hecho, en dos o tres ocasiones nos tocó dar la vuelta y volver sobre nuestros pasos (bueno, sobre nuestras roderas).

Eso sí, es precioso, sus caminos son semitécnicos y divertidos de rodar por ellos. Terminamos desviándonos un poco de la trayectoria que queríamos seguir para acercarnos hasta una especie de mirador desde el que había buenas vistas de la zona.


Desandamos ese desvío, continuamos pedaleando dentro del bosque hasta que salimos a un camino más despejado, que terminó por llevarnos a otro más ancho, parecía de concentración, que tenía un descenso importante, si bien tras él había una subida de las que asustaba. Como no quedaba otra hicimos en un plis plas la parte fácil y a la inclinada hacia arriba le dedicamos algo más de tiempo.


Al llegar arriba nos desviamos a la derecha e iniciamos otra cuesta abajo algo técnica.


Después del descenso continuamos por una zona de jaras, prácticamente campo a través, y terminamos por cruzar un pequeño cauce, apenas sin agua, tras el cual comenzaba un ascenso, otro más.


Este además tenía un dificultad añadida, aparte del cansancio acumulado, y es que se subía mal porque estaba lleno de piedra suelta, que dificultaba el agarre y rompía el ritmo del pedaleo.


Nos llevó este tramo hasta un camino muy ancho de concentración que, de forma descendente, nos transportó hasta la carretera de Almaraz.


Al llegar a esta simplemente la cruzamos y continuamos por el mismo camino, también en sentido descendente. En un momento dado nos desviamos ligeramente a la izquierda y proseguimos por un pequeño sendero trazado entre el monte bajo, hasta que terminamos en un camino que hemos transitado algunas veces viniendo de Almaraz, y que va en paralelo al Duero.


Este camino tiene su fin en la carretera de Almaraz, a la que nos incorporamos y por la que seguimos ya hasta Zamora.


En este tramo pocas novedades, simplemente que lo hicimos a buen ritmo, pese a que hay varios ascensos, uno de ellos de tres kilómetros, porque el viento nos favorecía. Lo habíamos soportado prácticamente toda la mañana de frente, así que ya era hora de que se pusiera a nuestro favor.

Al llegar a Zamora volvimos a rodar por el carril bici junto al río, pero nos incorporamos a la ciudad ascendiendo por la Cuesta del Piñero, para seguir por el Mercado y, tras callejear algo, terminar en La Fontana, donde nos esperaba un bíker para pagar su penitencia por no haber salido hoy. Las cañas no fue un mal precio para todo lo que se evitó por no haber participado en la ruta ;)


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Relive 'Morning Feb 9th'



1 comentario:

  1. Buena ruta y buena crónica. Echaba de menos algo como esto. Nos vemos en los caminos

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