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18 de enero de 2020

Senderismo por las Madroñeras (Sarracín de Aliste)

A pesar de que en este grupo tenemos a un encargado del tiempo al que recurrimos cuando la climatología se prevé adversa, como la lluvia se empeñe en caer no hay quien la pare, y eso es lo que ha ocurrido hoy. Sabíamos que iba a llover a lo largo de la mañana, pedimos a nuestro "gurú" que interviniera, pero a pesar de ello no paró durante todo el recorrido.


La ruta de la que hablamos comienza en Sarracín de Aliste, pero antes hay que llegar hasta allí. Para eso quedamos a las 9.30 y nos desplazamos hasta esta localidad diez andarines. Al llegar nos encontramos con ligera lluvia fina y niebla. No es lo más deseable para caminar, pero al menos no hacía frío.

23 de noviembre de 2019

Pisando nieve en el Hayedo de Ciñera

El año pasado una avanzadilla compuesta por dos galanas y tres bíkers fueron a este hayedo y les gustó tanto que convencieron al resto para volver este año.

Y así fue como dieciséis personas nos desplazamos hasta Ciñera (León) para volver a pasear entre las hayas o para hacerlo por primera vez. Sabíamos que deberíamos haberlo hecho antes para ver en las hayas el otoño en pleno esplendor, pero por circunstancias no pudo ser.

El día tampoco nos acompañó, la luz del sol es necesaria para que un hayedo luzca al máximo y ayer parecía que íbamos a tener suerte porque salimos de Zamora con el cielo azul, pero antes de llegar apareció un frente cubriéndolo todo y cuando llegamos a Ciñera tuvimos que ponernos capuchas, gorros o abrir paraguas, porque estaba lloviendo.

16 de noviembre de 2019

Donde el Esla se hace Duero

El destino de nuestra caminata era Peñalcarro, en el término de Villaseco del Pan. Como ir y volver desde esta localidad era excesivamente largo (unos 17 km), y con pocos atractivos en los primeros kilómetros,  decidimos ir en coche a través de un camino de excelente firme a lo largo de 4 km. Lo aparcamos junto a un cruce de caminos y allí mismo empezamos a caminar.

Desde ese cruce de caminos, para que la ida no fuera totalmente igual que la vuelta, dimos un pequeño rodeo para lo cual, continuamos recto durante unos 2 km.



Giramos a la izquierda al llegar a un cruce de varias pistas, seguimos caminando unos 500 m y volvimos a la derecha para tomar el camino que ya nos llevaría, prácticamente descendiendo todo el tiempo, hasta Peñaelcarro.

En la bajada ya se va viendo el Duero, y el paisaje cambia, dejando las tierras de labor paso a las zonas de bosque bajo y encinas. 




Al llegar al destino la vista es impresionante, a un lado el Esla, y frente a nosotros el Duero recogiendo las aguas de su afluente.


El Duero, antes de encontrarse con el Esla.
Últimos metros del río Esla
La subida la hicimos ascendiendo por el mismo camino que habíamos pisado minutos antes, camino que ya no abandonamos en ningún momento hasta llegar adonde habíamos aparcado los coches.


Una vez en los coches regresamos a Villaseco del Pan y allí paramos en su agradable bar (está junto a la iglesia y el Ayuntamiento) donde pudimos reponer los líquidos perdidos y tomar alguna tapa (los cueros buenísimos, por cierto).

Al salir dio la casualidad de que la iglesia estaba abierta porque la estaba limpiando una señora, nos asomamos y ella mismo nos explicó detalles de la misma, nos mostró una de sus joyas, un Cristo del siglo XIII, al que en el pueblo siempre llamaron el Cristo de las pecas, por la carcoma que invadía su rostro antes de ser restaurado.


Y también nos invitó a subir por la estrecha escalera de caracol de piedra hasta el campanario.


Por último, comentar que la dificultad es mínima, se puede hacer perfectamente con niños si aguantan unos 8 km, y teniendo precaución con ellos en el entorno de Peñaelcarro.

Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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El track del tramo a realizar en coche (Villaseco-cruce) es este: 

15 de abril de 2019

Hayedo de Montegrande y Cascada del Xiblu

Esta ruta en tierras asturianas comienza en el Párking que hay en la carretera AS-228, que une el Puerto de Ventana y San Martín de Teverga. Está perfectamente indicado, por lo que no tiene pérdida.

Al día siguiente de hacer la Senda del Oso y el Desfiladero de las Xanas hicimos esta ruta de senderismo los 16 componentes del grupo que nos desplazamos a Asturias.

Una buena parte del recorrido se hace por una pista ancha por la que se camina sin ninguna dificultad, incluso en los primeros metros hay una pasarela de madera accesible para minusválidos. 


Todo este tramo sencillo es el que recorre el Hayedo de Montegrande. En abril está bonito pero imaginamos que en el otoño será mucho más bonito, como todos los hayedos. En esta época, en vez de un bosque rojizo hemos encontrado muchas flores a ambos lados del camino.



El recorrido va realizando suaves ascensos y descensos y las vistas hacia los valles y montañas que lo circundan son muy bonitas.




Tras recorrer unos 3,5 kilómetros se desciende hacia el lecho del río donde encontramos un puente. Hasta allí justamente llegan las aguas de la cascada del Xiblu, que veníamos viendo desde lejos, y comienza la parte más bonita y espectacular del recorrido.



Tras cruza el puente comenzamos a ascender en paralelo al río. Este tramo es un sendero estrecho y con una inclinación importante.


Poco a poco fuimos ascendiendo y acercándonos más a la cascada.



En algunos tramos encontramos peldaños de madera que ayudan a superar más rápidamente la pendiente. En un momento dado ya pudimos ver la cascada en su totalidad, aunque aún podíamos ascender algo más. Como en la fotografía no da idea de las dimensiones, basta mirar a la persona de azul que está ascendiendo, a la derecha de la imagen, para calcular mejor el tamaño de esta caída de agua.




Subimos hasta donde encontramos camino, siendo los últimos metros un poco peligroso porque el terreno estaba resbaladizo, pero las vistas merecían la pena.


Tras las fotos de rigor descendimos por el mismo camino que habíamos ascendido, si bien hicimos una parada en una pequeña explanada para hacernos unos bocadillos para comer.


Tras la comida descendimos el tramo que nos quedaba hasta el puente, cruzamos este y seguimos desandando el camino de ida sin ninguna dificultad más que el cansancio que se iba acumulando, en parte por las dos rutas realizadas el día anterior.

Esta ruta es muy bonita y sencilla de realizar, y la pueden hacer sin ningún problema hasta niños.

Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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Desfiladero de las Xanas

Tras realizar la Senda del Oso, unos en bicicleta y las Galanas caminando, unos y otros comimos en el Área Recreativa de Tuñón. Tras la comida nos desplazamos algo menos de 3 kilómetros para llegar al aparcamiento de Las Xanas.

Allí mismo comenzamos esta ruta de senderismo, la primera en tierras asturianas, si bien empezar ahí nos obligó a realizar los primeros metros por una acera junto a la carretera, con una pendiente bastante pronunciada. Además, como en ese momento el sol lucía espléndido, calentaba y, a mayores, nosotros acabábamos de comer; hizo que se nos hicieran algo duros estos primeros metros.


Pero tiene que ser así porque en el lugar donde se abandona la carretera y empieza verdaderamente la ruta, sólo hay sitio para un par de vehículos.

Una vez cogido el camino no tiene pérdida porque no hay ninguna bifurcación hasta mucho más adelante. En los primeros metros ascendimos por una ladera en paralelo a la carretera.


Poco más adelante el camino vira a la izquierda y pasa entre unas rocas. Al salir de ese "callejón" nos encontramos con lo que iba a ser la tónica de la ruta, una senda prácticamente tallada en la roca en un antiguo proyecto para conectar los pueblos de Pedroveya, Rebollada y Dosango con el valle de Trubia. Dicha senda va haciendo su recorrido en paralelo al desfiladero formado por el arroyo Xanas.


La senda va siempre subiendo, así que cuando nos volvíamos y mirábamos hacia atrás era cuando realmente nos dábamos cuenta de lo que habíamos ascendido.


Cada uno iba caminando a su ritmo así que el grupo se fue dividiendo en subgrupos. De vez en cuando se paraba el primero para esperar al resto, pero en cuanto se volvía a caminar volvían a aparecer los huecos entre unos y otros.



Las vistas desde la senda son muy bonitas. En muchos lugares se oye el ruido del agua pero no se llega a ver por la vegetación que hay en la ladera de la montaña y por lo profunda que está esa.


Encontramos algún tramo que hay que realizar con cuidado, no nos atrevemos a decir que sea o no peligroso porque la percepción que cada uno tiene del peligro es muy diferente. Dentro de nuestro grupo hubo a quien le pareció una ruta peligrosa y quien sólo reconocía que había zonas en las que había que transitar con precaución.

Tras unos tres kilómetros de ascenso continuo el paisaje cambió por completo al entrar en un bosque en el que el arroyo ya iba casi a nuestro lado, al tiempo que dejamos de ver las laderas de las montañas y el desfiladero. Atravesamos dicho bosque repleto de vegetación y, en un momento dado, cruzamos un puente de madera (en bastante mal estado, por cierto) bajo el que transitaba el arroyo.


Poco después encontramos la primera bifurcación. Nosotros escogimos la opción de la derecha y nos llevó a una subida más pronunciada en la que había algunos escalones de madera a modo de peldaños, pero son tan altos que no sabemos si nos ayudaron o nos cansaron más.

Apareció otra bifurcación unos metros más adelante y volvimos a escoger el camino de la derecha. Enseguida nos encontramos con muchos escalones también de madera que nos costó subir. Ya superado ese tramo, sin duda el más duro de la ruta, miramos el GPS y si seguíamos el track que teníamos debíamos hacer una especie de ocho (que ya habíamos comenzado) para llegar a una ermita y terminar por volver adonde estaba la primera bifurcación. Como lo bonito de la ruta ya lo habíamos disfrutado, el desfiladero y el bosque, nos pareció más práctico darnos en ese punto la vuelta e iniciar el regreso. Y así lo hicimos.



A buena marcha, ya que todo era descenso, fuimos recorriendo el mismo camino que a la ida. Al ir más descansados íbamos disfrutando más de todo lo que veíamos.



Cuando estábamos cruzando de nuevo el bosque algunos nos acercamos al arroyo y pudimos disfrutar de vistas como esta:


Al igual que a la subida, en el descenso cada uno caminó a su ritmo, así que íbamos en pequeños grupos.


Y al mirar para abajo, allí, muy abajo, veíamos el arroyo en su transitar por la garganta tallada a base de miles y miles de años.


Todo el recorrido de vuelta lo hicimos bastante deprisa. Al llegar de nuevo al punto de salida hubo un agrupamiento espontáneo en el bar cercano donde disfrutamos de unas cervezas mientras "comentábamos la jugada". Cuando nos levantamos nos subimos a los coches y de nuevo volvimos a nuestros apartamentos de Páramo.

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16 de febrero de 2019

Por la ribera del río Aliste

Hoy, según nuestro calendario, tocaba senderismo, y escogimos para ello una ruta por la ribera del río Aliste.

Nos trasladamos hasta Vegalatrave para iniciar la caminata allí. Tras aparcar los coches los siete andarines (hoy muchos bíkers y muchas galanas tenían otros compromisos) empezamos a caminar saliendo del pueblo y cogiendo una carreterita a la izquierda.


Tras unos quinientos metros la abandonamos para seguir por un camino que estaba trazado junto al cauce de un arroyuelo y que tenía algo de pendiente. La zona tenía bastante vegetación y el camino poco a poco se fue convirtiendo en una pequeña garganta.



Tras pasar esa garganta, atravesamos también una zona boscosa y poco a poco fuimos encontrando menos vegetación, el valle se fue abriendo y se caminaba mejor.

Como el campo no sabe de fechas y, aunque la primavera aún no ha llegado y las temperaturas diurnas están resultando altas, el paisaje que fuimos encontrando era ya casi, casi, primaveral.



Terminamos esa ascensión suave que habíamos traído durante todo el trayecto y llegamos a un camino ancho con campos de cultivo alrededor.



Pero en realidad teníamos que coger uno paralelo a ese, así que cruzamos un barbecho para alcanzarlo. Ya en él fuimos avanzando y descendiendo poco a poco, sin abandonarlo en ningún momento, hasta recorrer los casi tres kilómetros que nos separaban de Domez.



Esta parte es la menos vistosa de la ruta, sin llegar a ser fea, pero es menos atractiva que el resto.

Llegamos a Domez y decidimos buscar un bar para tomar una cervecita que nos supo a gloria, acompañada de la conversación de la dueña y de unos frutos secos que amablemente nos puso para picar.

Volvimos atrás unos cientos de metros para cruzar de nuevo el puente sobre el río Aliste y comenzar a caminar por su ribera.


Ribera que no dejamos prácticamente en ningún momento ya hasta llegar de nuevo a Vegalatrave. Esta zona es muy bonita y ofrece variadas estampas del río, porque a veces sus aguas son negras porque la vegetación apenas deja entrar la luz y en otras ocasiones se deja teñir del color del cielo.



Hay zonas donde se camina a un metro de él y en otras en las que el caminante lo vigila desde las alturas, como en el último tramo, en el que se asciende una ladera y eso permite contemplar unas vistas, del propio río y de toda la zona, espléndidas.




Tras disfrutar de las vistas el camino comienza a descender y se mete en Vegalatrave enseguida. Atravesamos la localidad para ir hasta la zona donde estaban los coches.


Ya en ellos nos dirigimos a Samir de los Caños, del que estábamos a seis kilómetros, porque habíamos encargado la comida en el Bar de Agustina, que nos trató excelentemente. Estuvimos muy a gusto allí. Tras la comida un paseíto por el pueblo y rumbo a Zamora, pero eso sí, hicimos una pequeña parada en Villaflor, para mostrar la famosa barca a quienes no la conocían aún y para disfrutar de las vistas desde el Mirador de la Barca.


Tras la parada ya nos dirigimos de un tirón hasta Zamora, poniendo así fin a un bonito día disfrutando de la naturaleza y de la buena compañía.

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Relive 'PVegalatrave'