3 de noviembre de 2019

Improvisando por el viento

La ruta que teníamos prevista para hacer hoy nos debería haber llevado a Sanzoles, pero no fue la que terminamos haciendo, y sólo hubo un culpable: el viento.

Viendo que la previsión esta mañana era de vientos de 25 km/h, con rachas de 45 km/h, previsión que es posible que se quedara corta a tenor de lo que hemos sentido en nuestras carnes; decidimos tratar de ir, bien en su contra o con él de lado, para que la vuelta fuera mejor.

Por ello fue que los seis bíkers que esta mañana acudimos a la cita habitual encaramos nuestras bicis hacia Valorio, recorriendo antes la orilla del Duero. Al llegar al puente Croix seguimos el carril bici y tras terminarse este continuamos hacia La Hiniesta siguiendo el itinerario habitual



Una vez que cruzamos la carretera que va a Roales continuamos recto, en vez de girar hacia La Hiniesta, por un camino ancho de concentración. Por cierto, a pesar de que había llovido durante la semana, sólo encontramos algunos charcos aislados.

Continuamos por ese camino unos dos kilómetros, hasta el primer ramal que encontramos que giraba a la derecha. Ascendimos suavemente por él y empezamos a rodar en paralelo a la N 630.


Y así seguimos hasta que unos kilómetros después nos encontramos con un viaducto sobre las vías del AVE. Lo bordeamos y, en vez, de cruzarlo por encima, continuamos recto.



Algunos bíkers sugirieron que mejor no ir con el viento de espalda, hacia San Cebrián como habíamos pensado sobre la marcha, porque la vuelta sería peor. Así que cuando tuvimos oportunidad de volver a la izquierda lo hicimos. Poco después cruzamos por encima la autovía (Ruta de la Plata) y en nada estábamos en la gasolinera de la entrada de Montamarta. Cruzamos la carretera y encaramos de frente, por el camino de concentración asfaltado que lleva a Andavías, con la intención de ir hacia el Vidaducto Martín Gil. Como el viento en esa dirección nos daba totalmente de frente, de nuevo voces en el pelotón recomendaron ir hacia Montamarta, y así lo hicimos. Sólo que en vez de ir directos, fuimos primero hasta la ermita, vista por todos cientos de veces, pero junto a la que nunca ninguno de nosotros había estado.


Una vez que ascendimos hasta ella encontramos un banco totalmente protegido del molestísimo viento y allí nos sentamos a comer algo antes de emprender el regreso.



Tras esos minutos de relax, descendimos el camino hacia la carretera, cruzamos el puente y recorrimos algunas calles de Montamarta. Al llegar de nuevo al camino asfaltado que va a Andavías, lo cogimos para ir hacia la vía, para así seguir en paralelo a esta hasta prácticamente La Hiniesta. Los más de tres kilómetros que rodamos por él tuvimos que soportar un viento fortísimo de cara. Fuimos haciendo abanicos y luchando contra él como pudimos y sentimos un enorme placer cuando, al llegar junto a la vía, giramos a la izquierda y dejamos de sentir el viento de cara y el molestísimo zumbido que produce en los oídos.




Paramos a agruparnos y al llegar el que venía unos metros más atrás nos comunicó que el sexto, harto de viento en contra, giró cuando pudo en dirección a Roales. Los cinco restantes encaramos el camino y, aunque al principio el viento nos dio casi de espalda, enseguida empezamos a notar de nuevo sus zarpazos, pero ya menos leves que cuando lo padecíamos frontalmente.


Los kilómetros avanzaron rápidamente, a pesar de los sube y bajas continuos de ese trayecto. Al terminar este volvimos a la izquierda y tras una recta, giramos a la derecha, para enlazar con el camino que nos llevó hasta La Hiniesta de nuevo.

Desde esa localidad desandamos el camino que habíamos hecho a la ida recorriendo de nuevo Valorio, de punta a punta, la margen derecha del Duero y terminando, casualmente, en Cambalache, para tratar de recuperar los líquidos perdidos contra el viento a la salud de un bíker que recientemente cumplió años.




Así dimos por concluida esta etapa que, pretendiendo ir a Sanzoles, iba a ir San Cebrián, aunque más tarde pretendía llegar al Viaducto y terminó en la ermita de Montamarta, y todo porque tuvimos que improvisar por el viento...



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