Si nada más levantarnos alguien del grupo hubiera comunicado al resto algo como: "Está lloviendo, ¿volvemos a la cama?", probablemente la respuesta hubiera sido unánime: "Vale", porque a la pereza se le unía un cielo muy gris y la lluvia "mojatontos" que estaba cayendo. Pero unos por otros, la casa sin barrer, y como nadie dijo nada, todos acudimos a nuestra cita de las 9,00 h.
Y menos mal que nadie realizó la propuesta porque nos habríamos perdido una bonita ruta a un lugar que desconocíamos, pese a haber estado por la zona muchas veces, la ermita de San Pelayo, en el término de Almaraz de Duero. De ella sólo se conservan algunos restos de sus muros, y vestigios de lo que fuera un santuario rupestre, pero intactas quedan las vistas que desde su emplazamiento hay sobre nuestro río Duero. Ha sido toda una sorpresa para nosotros.
Cuando todos nos levantamos, llovía, pero justo cuando llegamos a nuestro lugar habitual de salida dejó de hacerlo. El cielo seguía gris y amenazante, y había mucho viento, pero la lluvia no parecía que fuera ya a molestarnos según las previsiones. Y lo clavaron, porque tras ir bordeando el Duero por el carril bici hasta Valorio, y después de cruzar el bosque, nos encontramos con un cielo azul inesperado. Mirando atrás se veía perfectamente el avance de la borrasca, que se alejaba de nosotros, dejando tras de sí un cielo azul y limpio.
Si esa borrasca se hubiera llevado el viento, la mañana habría sido perfecta, pero era un mal menor, pero muy molesto, contra el que tuvimos que pelearnos prácticamente la mitad de la ruta.
No tardamos mucho en llegar a La Hiniesta y, en lugar de atravesarla por un lateral como solemos hacer, buscamos la iglesia para rellenar un par de botes de agua en la fuente que hay tras ella.
Al salir del pueblo nos desviamos a la izquierda para enfilar hacia Palomares en un tramo de perfil ascendente pero por caminos anchos, de buen firme por los que se rueda muy bien. Y así, en pocos minutos llegamos a esa zona, que a todos nos gusta porque se inicia con una buena bajada y porque supone un cambio paisajístico importante, pinos y encinas en detrimento de los campos de cereales. La parte negativa es que tras esa bajada a la que nos referíamos anteriormente, existe una subida de casi cuatro kilómetros, tendida, sí, pero subida al fin y al cabo.
Al terminar esa subida giramos a la izquierda para continuar por una pista de similares características a la que traíamos, pero al estar más elevados, el viento molestaba más. Cruzamos la carretera que une la N-122 y El Campillo pero sin cambiar de dirección aunque poco después volvimos noventa grados a la derecha para adentrarnos en una larga recta rodeada mayoritariamente de campos de cereales y alguna que otra encina.
Terminamos llegando a un camino asfaltado que une la N-122 y la carretera de El Campillo, continuamos por él, cruzamos la Nacional y tras terminar la valla de una propiedad giramos en ángulo recto a la derecha para continuar por un camino que enseguida se tornó descendente, encontrándonos así con una bonita bajada que no esperábamos porque era la primera vez que rodábamos por ese tramo.
Después de la bajada nos enfrentamos a un camino apenas marcada que, incluso se introducía en una zona vallada, pero sin cancela. Lo que empezó siendo un ascenso no muy pronunciado se fue tornando en una subida cada vez más exigente.
Terminó la subida cuando el camino comenzó a ir en paralelo a la carretera que va desde Almaraz a la N-122. Rodamos a su lado un tramo, para salir a ella pero sólo unos cientos de metros, porque enseguida volvimos a la izquierda, si bien enseguida volvimos a cambiar el sentido de nuestra marcha, girando a la derecha.
En este nuevo tramo nos enfrentamos a una serie de varios sube y bajas, lo que en nuestro argot se llama "sábana". Eso sí, el firme del camino seguía siendo perfecto.
Pasamos muy cerca de la localidad de Almaraz, pero no llegamos a entrar a sus calles, para haberlo hecho en un cruce de caminos tendríamos que haber girado a la derecha e hicimos lo contrario, volver a la izquierda para realizar un descenso importante y después girar a la derecha.
Después de poco más de un kilómetro daba la impresión de que el camino se terminaba, pero no, había un sendero que era el que debíamos seguir. Este iba bordeando una valla de piedra y ascendía a un promontorio. Al llegar arriba descubrimos que habíamos llegado a los restos de la ermita de San Pelayo, y también descubrimos unas vistas preciosas: mirando a la izquierda contemplábamos toda la zona de Los Infiernos, de frente la planta de distribución eléctrica "El Porvenir de Zamora", inagurada en 1902, siendo la segunda central en España que produjo energía; y a la derecha el Duero en lo que se considera el inicio de los Arribes.
La ermita de san Pelayo estuvo asentada sobre un prehistórico santuario rupestre. De la ermita apenas quedan algunas piedras y del santuario rupestre hay algunos restos, como piletas y pozos excavados en rocas.
Aprovechamos la parada para comer algo, ya que hasta ese punto la ruta había sido algo exigente, y más con el viento de cara. Después de receso nos hicimos una foto de grupo y comenzamos la vuelta. Primero desandamos el sendero que nos había llevado hasta allí
Para después ascender un poquito y girar a la derecha. Tras rodar unos cien metros volvimos a girar a la derecha para enfrentarnos a una ladera con el camino apenas perceptible, y un inclinación importante. Esta bajada fue una gozada pero llegando al final nos encontramos con un pequeño tramo en el que la inclinación era mucho mayor, "adornado" con piedras sueltas que hacían imposible seguir sobre la bici.
Frenando la bici para que no tirara de nosotros y tratando de que nuestros pies no resbalaran, conseguimos salvar esos metros y llegar a un camino junto al río.
Ya todos en el camino comenzamos a rodar fuerte porque el firme lo permitía y porque, por fin, comenzamos a sentir el viento ayudando por nuestra espalda.
Ese camino nos unió a otro que hemos seguido algunas veces de regreso de Almaraz. No tardamos mucho en llegar a la carretera de Almaraz por la que continuamos porque no hay otra alternativa para regresar a Zamora, salvo que se quiera rodear y subir mucho.
Por la carretera avanzamos a buen ritmo propulsados por el viento y después de unos cinco kilómetros de suaves subidas y bajadas nos enfrentamos a un largo ascenso de tres kilómetros, eso sí, bastante tendidos.
Al coronar hicimos un receso para reagruparnos porque cada uno había subido a su ritmo. Una vez reagrupados abandonamos la carretera para ir hacia Zamora, rodeando, pero por caminos, que es lo nuestro.
Después de varios cambios de sentido terminamos descendiendo por esa bajada técnica que tanto nos gusta, que conduce de nuevo junto al río. Continuamos por el camino trazado en paralelo al Duero para salir a la carretera de Almaraz. Proseguimos por ella pero antes de entrar en la ciudad giramos a la derecha para seguir de nuevo en paralelo al río, entrando por ese camino directamente al barrio de Olivares.
No mucho después, tras dejar a un lado el Puente de Piedra, hicimos otra parada, esta obligatoria, para dotar de líquidos a nuestros cuerpos. Aprovechamos también para hacer planes para el próximo puente del Pilar. Una vez hidratados cada uno inició la marcha hacia su ducha.
Agradecemos a "Matíasmv" que colgara esta ruta en Wikiloc, que nosotros hemos seguido casi fielmente.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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