29 de noviembre de 2020

Primavera en otoño

Esta mañana una nueva bici se incorporó al equipo y eso siempre es motivo de celebración, y qué mejor bautizo que llenarla de barro, para que sepa desde el primer día que esto va en serio y para que no se acostumbre mal... Y si a la bici nueva, con o sin barro, se le añade una mañana que amenazaba lluvia pero que terminó sacando a relucir el sol, una temperatura bastante agradable para la época, preciosas vistas más propias de la primavera que del otoño, una ruta bonita y buena compañía; el resultado es un conjunto estupendísimo.

Los más avispados ; ) se habrán dado cuenta de que nuestro destino fue San Pedro de la Nave, en El Campillo, pero antes y después de visitar este monumento hay mucho que relatar...

Partimos del lugar habitual a las 9,30 h. En el momento de la salida pidió acompañarnos un conocido al que le habían fallado todos los de su grupo. Lógicamente, le dijimos que sin ningún problema y a partir de ese momento fue uno más. 

Había llovido por la noche y había nubes amenazantes por el oeste, justo hacia donde íbamos, pero eso no hizo cambiar nuestros planes. Recorrimos el carril bici en paralelo al Duero, llegamos a Valorio, ascendimos hacia la carretera de Alcañices y, cuando nos pusimos a su lado, tomamos el llamado Camino del Monte. El sol, aunque tímidamente, a veces se colaba entre las nubes dando lugar a espectáculos dignos de ver, como este:


El camino, una pista ancha y de buen firme, con perfil de sábana, permitía hasta jugar con la cámara y hacer fotos inéditas.


El grupo se fue dividiendo porque cada cual iba a su ritmo, pero se hicieron algunas parejas que aprovechaban el buen rodar para ir de charleta. 


El Camino del Monte en un momento dado termina en forma de T, nosotros continuamos por el ala izquierda, ascendiendo hacia donde comienza la bajada a Palomares. Pero no cogimos esta, sino el camino que sale a su derecha. El llamado Camino Los Caños.


En ese tramo seguimos ascendiendo si bien, como en los anteriores, el firme seguía acompañando, y una cuesta con suelo liso es mucho más llevadera. Tras algún cambio de dirección terminamos en el denominado Camino Palacios-Zamora, pero el perfil cambió y ahora tocaba descender. Este descenso nos llevó hasta la carretera que cruza de lado a lado Andavías. Rodamos por ella unos metros y, en un momento dado, nos desviamos a la derecha, ascendiendo por algunas calles del pueblo. Salimos de él por una cuesta pronunciada que pronto se tornó en lo opuesto, una bajada que termina en una chopera. 


Tras sobrepasar la vaguada donde se encuentra esa chopera, rodamos por un camino paralelo a la carretera y que se une a ella justo a la entrada de Palacios del Pan.

Después de sobrepasar las primeras casas del pueblo giramos a la izquierda, después realizamos algún giro más, pero siempre en dirección al embalse, al que llegamos enseguida porque este tramo es todo cuesta abajo. Durante el trayecto pudimos contemplar lo que parece el esqueleto de uno de los puentes que lo cruza. Poco después estábamos cruzándolo y disfrutando con el paisaje.




Tras salir del puente ante nosotros teníamos otra buena pista, caracterizada por un ascenso largo pero llevadero y, una vez culminado este, una bajada de las mismas características, que desembocó en la localidad de Almendra. Recorrimos algunas de sus calles, pasamos, como ya es de rigor, junto a la iglesia y salimos del pueblo siguiendo el Camino Portugués de la Vía de la Plata. 


Dicho camino reúne las mismas características que los anteriores, así que estábamos rodando a buen ritmo, además la temperatura era ideal y no llovía... No podíamos pedir más para disfrutar.


Como estábamos cerca de lo que ahora es embalse, pero que siempre fue río, se notaba en la orografía, siendo mucho más sinuosa. La estampa que podíamos contemplar era bonita, sin duda.



Después de seguir haciendo kilómetros con ascensos, descensos y bonitas vistas, empezamos a vislumbrar las primeras edificaciones de El Campillo. 



Rodeamos el pueblo por el flanco derecho para tomar después un camino que prácticamente nos llevó hasta la misma puerta de la maravillosa iglesia visigoda de San Pedro de la Nave (finales del siglo VII). Apoyamos las bicis junto al campanario y allí mismo hicimos una parada para comer algo. Recordamos una ruta que hicimos hace algunos años, estando el embalse extremadamente bajo, en la que descendimos hasta el antiguo lecho de esta iglesia, su emplazamiento original hasta el año 1930. Entre ese año y 1932 fue trasladada a su ubicación actual.


Justo cuando nos íbamos el sol quiso asomarse para que nos lleváramos un bonito recuerdo de este templo y lo consiguió, porque el verdor que la rodea, intensificado por la luz solar, consiguió realzarla más aún.
 

Nos adentramos en el pueblo por la misma calle de la iglesia, pero no llegamos a girar en ningún momento, sino que siguiendo recto dejamos atrás las últimas casas. El espectáculo que podíamos contemplar a nuestra derecha seguía ayudándonos a disfrutar aún más de la mañana.


Rodamos por el mismo camino de concentración por el que dejamos atrás El Campillo a lo largo de algo más de dos kilómetros para después girar, seguir avanzando, cruzar la carretera, pasar por las cercanías de Almendra y, tras un zig zag terminar descendiendo hacia Valdeperdices. 

Y ya se sabe..., después de estupendos descensos suelen venir agobiantes subidas, y esta vez no iba a ser menos, así que tocó subir, y lo hicimos a buen ritmo pero sin dejar la piel en ello. Estábamos rodando de nuevo por el Camino Portugués de la Vía de la Plata, pero eso sí, ahora en sentido contrario. Tras cuatro kilómetros por este lo abandonamos y continuamos por otra variante, que kilómetros más adelante se vuelve a unir a ese. 


Finalmente terminamos descendiendo hacia la parte baja de Palomares, atravesando esa zona repleta de encinas, y ahora con mucho verdor, que tanto nos gusta.



Después tocaba subir la que todo el mundo conoce como Cuesta de Palomares, y así lo hicimos, comenzamos el ascenso pero enseguida nos desviamos a la izquierda para coger una trialera que termina confluyendo con dicha Cuesta, pero que hace más divertido y ameno el ascenso.

Arriba nos reagrupamos y enseguida continuamos adelante. Pudimos seguir contemplando estupendos paisajes fruto del crecimiento adelantado de los cereales, sin duda por las benévolas temperaturas que hemos tenido hasta ahora.



No tardamos mucho en estar cerca de La Hiniesta. Llegamos a esta localidad tras atravesar un puente sobre las vías del AVE y poco después, también atravesamos la carretera que circunvala el pueblo. Recorrimos una calle larga que desembocó en la parte de atrás de su iglesia.


Salimos de La Hiniesta por el lugar habitual, pero más adelante, en vez de ceñirnos a la rutina, realizamos una variante, eso sí, antes de llegar al tramo donde hay que rodar unos metros por la carretera, el camino que seguíamos se volvió a encontrar con el tradicional. 

A nuestra izquierda pudimos contemplar un campo de cereales que parecía talmente un campo de golf, con búnker incluido. Y sí, estábamos cerca del Campo de golf de Valderrey, pero no era este.


Después de rodar esos metros por la carretera de La Hiniesta nos desviamos hacia Valderrey y entramos en Valorio. Al llegar al Puente Crois, para poner la guinda al pastel, decidimos terminar la ruta por la trialera que algunos llaman "El Caminito del Rey", todo el mundo imaginará por qué...



Después de rodar por este divertido tramo terminamos cerca de los campos de fútbol de Valorio, pero a un nivel mucho más alto. Fuimos hacia ellos, pasamos por un lateral y continuamos por otro tramo de trialera con alguna subidita casi imposible, pasos entre árboles en los que hay que agacharse todo lo posible y más, rematando con una minibajada muy inclinada que a más de uno dejó parado antes de iniciarla, si bien otros la bajaron sin dificultad. Terminaba la bajada justo a la entrada de vehículos del Bosque y desde allí nos dirigimos a una de las casetas. Habíamos oído que servían cafés para llevar, pero también cerveza...

El rumor era cierto, así que después de varias semanas pudimos comprar una cerveza y tomarla, respetando distancias y normas, pero disfrutando de poder hacerlo.

Después de la cerveza fuimos perdiendo unidades a medida que avanzábamos por la ciudad. Pero es lo que tocaba, cada uno a su casa y todos de cabeza a la ducha.


No hay comentarios:

Publicar un comentario