Por segunda vez hemos realizado la "Transculebra", una ruta que discurre entre Puebla de Sanabria y Zamora, que recorre de punta a punta la Sierra de la Culebra y que, prácticamente en todo momento, su trazado va en paralelo al de la vía férrea que une ambas localidades.
Para poder salir temprano de Puebla de Sanabria hay que madrugar, así que a las 8 se empezaron a cargar las bicis a la furgoneta que llevaría a seis bíkers allí (un bíker ya se encontraba en Sanabria y tres no pudieron acudir -los echamos de menos-). Tras juntarnos todos en La Casona para tomar un café, nos desplazamos hasta la estación de Puebla, lugar de partida. Hay que aclarar que esta ruta nos la descubrió Ana, una miembro del Club El Pinar. Miembros de ese club la hacen igual, pero como son habitantes de Sanabria, al llegar a Zamora cogen el tren que los trasladará de nuevo allí.
Nosotros para poderla hacer hemos contado con la impagable ayuda del "décimo" bíker. Sin él no habría sido posible, porque no solo se ha encargado de la furgoneta, sino que ha salido a nuestro encuentro a la hora del almuerzo y después a la de la comida, transportando los víveres.
Cuando nos quisimos preparar eran las 10 y, tras las fotos de salida, conseguimos iniciar la marcha a las 10.05. A pesar de que hace quince días, cuando propusimos hacerla, la previsión para esta fecha era buena, lo cierto es que hoy había niebla alta, una leve lluvia "mojatontos" y 9º de temperatura. Los primeros kilómetros se realizan por carretera, prácticamente un descenso continuado hasta cerca de Ungilde. Ya enseguida pudimos disfrutar de bonitos paisajes, pese a la niebla.
Poco antes de llegar a dicho pueblo, nos desviamos de la carretera y no encontramos el camino que nos marcaba el track, así que bajamos hasta la vía y después nos tocó subir, con dificultades, hacia el camino, que lo localizamos unos metros más adelante.
Ese camino termina desembocando junto a la vía, de hecho, en algún momento nos tocó rodar por el balastro.
Terminamos girando a la derecha y entrando en un camino muy cerrado por la vegetación y muy bonito, que nos llevó hasta la entrada de Ungilde, una entrada preciosa, por cierto.
Recorrimos algunas calles de la localidad, tras rebasar las últimas viviendas seguimos por un camino que nos llevó, de nuevo, hasta la carretera. Fue en tramo breve porque enseguida nos desviamos a la izquierda para volver a rodar por el balastro de la vía.
Abandonamos la vía para dirigirnos a la derecha, hacia un camino al que bajamos por donde pudimos. Una vez en él lo continuamos hasta la localidad de Robledo.
Pasamos por esta localidad, conocida por albergar en su municipio el Centro del Lobo, y la abandonamos siguiendo un camino de buen firme que nos llevó hasta otro camino que surgía a nuestra derecha que, a simple vista, es un camino más, pero en realidad es la Cañada Sanabresa.
Dicha cañada desciende por una zona muy bonita, desde la que se puede apreciar un viaducto de la vía férrea.
La bajada va serpenteando por una ladera y termina en la antigua carretera (abandonada) que unía Robledo y Linarejos. Rodamos por ella unos cientos de metros ascendiendo y la abandonamos para continuar por un camino que partía a nuestra izquierda.
En este camino, poco después de cogerlo, se nos cruzaron cinco ciervos y, como siempre, nos hizo ilusión verlos. La verdad es que fue un buen día para estos avistamientos, porque durante el viaje hacia Puebla también varios ejemplares se dejaron ver.
Terminamos cruzando la vía por un pequeño puente y pasamos a rodar por su margen derecha. En un momento dado nos desviamos a nuestra derecha por un camino que nos costó ver y, tras un ascenso, volvimos a pasar por otro puente que nos condujo de nuevo a la margen izquierda de la vía férrea.
Volvimos a rodar por la antigua carretera de Linarejos, y también cruzamos en un par de ocasiones más la vía por sendos puentes.
Terminamos rodando por la pista que va de Linarejos a San Pedro de las Herrerías. Un camino ancho y de buen firme, con pinos a ambos lados del mismo en gran parte de su recorrido, y por la que se rueda de maravilla porque, además, las subidas que tiene son llevaderas.
Como estábamos más altos que el valle que quedaba a nuestra izquierda, desde el camino, cuando la vegetación lo permitía, podíamos contemplar unas estupendas vistas del paisaje.
Recorrimos unos 8 km por esta pista, llegando a su fin al confluir con la carretera que une Alcañices con Villadeciervos. Al llegar a esta solo teníamos que cruzarla para seguir nuestra ruta, pero habíamos quedado en almorzar algo en esa zona, en concreto desviándonos un poco, junto al campamento de San Pedro de las Herrerías. Descendimos por la carretera y allí estaba la furgoneta esperándonos. Había poca hambre aún, así que algunos comieron un plátano, otros un poquito de fiambre con pan y otros nada de nada.
Con tan frugal almuerzo nos demoramos poco allí, y como diez minutos después de parar estábamos de nuevo sobre nuestras bicis, subiendo por la carretera hasta llegar al desvío que teníamos que haber tomado de no haber parado. El desvío nos sumergió en un camino flanqueado por pinos y ascendente. En ese momento comenzó a "pintear", pero ni siquiera paramos a ponernos el chubasquero porque la lluvia no caía con intensidad.
Por delante teníamos unos 15 km por un camino típico de La Culebra. Un camino trazado, salvo mínimas separaciones, en paralelo a la vía. De hecho, probablemente sería el camino de servicio que se utilizó en su momento para construirla.
Este tramo no es llano, pero tampoco se caracteriza por grandes subidas. Las que había eran llevaderas y las bajadas poco pronunciadas. Rodábamos a buen ritmo e íbamos restando kilómetros con rapidez. Como no todos llevaban la misma velocidad en varios momentos hicimos reagrupamientos.
Este tramo terminó al llegar a la localidad alistana de Cabañas. Recorrimos la calle principal pero la abandonamos antes de pasar por debajo de la vía. Nosotros continuamos recto.
El camino que nos sacó del pueblo poco tenía que ver con el que nos había llevado hasta allí. Tenía el aspecto de estar poco transitado, más estrecho y, en los primeros metros, ascendente.
Unos tres kilómetros nos separaban de nuestra siguiente destino, Sarracín. En ellos continuamos en paralelo a la vía, pero el paisaje ya había cambiado. A nuestra derecha podíamos contemplar una amplia llanura. Este hecho tiene sentido porque en ese tramo nos habíamos separado algo de la Sierra de La Culebra.
Antes de llegar a Sarracín el camino nos llevó a cruzar la vía y desembocó en la carretera que une esta localidad con Cabañas. Rodamos por ella como dos kilómetros hasta llegar a esa localidad, si bien poco antes pudimos contemplar su preciosa estación.
Poco después entrábamos en Sarracín y nos sumergimos en las calles interiores del pueblo para así llegar a uno de los bares, donde habíamos quedado con el bíker que llevaba la furgoneta. Como aún no había llegado, le llamamos y le dijimos que fuera ya directo hacia Ferreruela, donde teníamos planeado parar para comer.
Sarracín quiso despedirnos también con algo de lluvia. Tampoco le dimos importancia y continuamos. El camino hacia Riofrío parte al salir del pueblo, a la derecha, pasa junto a las escuelas y continúa de frente, para más tarde hacer un giro a la izquierda y descender hacia la carretera.
Nada más cruzar la carretera comienza una bajada hacia el pueblo que es bastante pronunciada. Antes de terminar comienza a haber edificaciones. En el punto más bajo de la localidad giramos a la derecha para continuar por la calle donde se encuentra el Ayuntamiento, el bar y la escuela.
Cruzamos la carretera y continuamos de frente para continuar por el camino asfaltado que va hacia Abejera (esta es una variante con respecto al trazado original del Club El Pinar. Ese track sube en paralelo a la carretera para después, desde el cruce, continuar por carretera hasta ese pueblo).
Nada más coger este camino encontramos a un espectador que, muy atentamente, observaba nuestro discurrir.
La distancia que separa Riofrío de Abejera por este camino es de unos 3 km, que recorrimos en un santiamén. Al llegar a esta localidad no cambiamos la dirección y pasamos por un flanco de la misma.
Salimos de ella y no tardamos mucho en pasar junto a la ermita del Cristo de la Veracruz, una pequeña y coqueta edificación, pero que poco tiene que ver con la arquitectura de la zona.
Este tramo, en su primer kilómetro tiene un firme en bastante mal estado, resultado de pasar los tractores cuando hay mucho barro. En él nos encontramos con estampas muy propias del otoño, debido al tipo de arbolado que íbamos encontrando.
El camino terminó siendo el típico que tiene las roderas marcadas con hierba en el centro, pero se rodaba bien por él. Eso sí, íbamos subiendo ligera e incesantemente.
Esa pequeña subida, de unos 6 km de largo, fue castigando nuestras piernas, que ya comenzaban a estar maltrechas después de más de 60 km sin apenas haber parado. Menos mal que el paisaje ayudaba a aliviar algo el cansancio.
El último tramo de ascenso lo realizamos, cómo no, junto a la vía. Finalmente terminó la subida e iniciamos un ligero descenso.
Tuvimos, eso sí, que desviarnos algo hacia la derecha de Ferreruela de Tábara, antes de entrar en él, para pasar por un pequeño túnel sobre el que va el trazado férreo. Tras cruzarlo comenzamos un descenso que nos dejó a las puertas de la localidad.
Minutos antes el sol había conseguido abrirse paso entre las nubes y lo agradecimos enormemente, más teniendo que comer, como teníamos previsto, en alguna mesa al aire libre.
Al llegar a la plaza allí estaba la furgoneta, así que teníamos asegurada nuestra comida. Sacamos los víveres y los comenzamos a devorar con ganas. Al terminar nos dirigimos a uno de los bares para tomar un café.
Aunque nos costó arrancar, casi una hora después de llegar a Ferreruela, salíamos de ella. Para ayudar a digerir lo hicimos subiendo porque había que llegar de nuevo a la altura de la vía y cruzar por un puente elevado sobre la misma. El camino es estrecho y va entre jaras, se sube algo más y termina en una carretera local que va hacia Puercas o Vegalatrave. Cruzamos esta y comenzamos a rodar por una pista ancha y de buen firme.
Por fin llegó el momento de disfrutar del sol y del cielo azul, aunque salpicado de nubes. Aunque La Culebra también está bonita según la pudimos contemplar hoy, donde esté el sol...
Después de unos 5 km por la pista, y tras cruzar otra carretera, descendimos hacia otra localidad, en este caso hacia Losacio de Alba.
Cruzamos el pueblo por la carretera y salimos de él por la misma, de hecho seguimos por ella algo más de dos kilómetros, justo hasta después de pasar por un pequeño túnel de... a ver si lo adivinas... Sí, claro, ¡la vía!
Continuamos en paralelo a esta ascendiendo ligeramente. Dos kilómetros después, aproximadamente, giramos noventa grados para separarnos del trazado férreo y seguir por un camino casi comido por la jara. Eso sí, el olor a esta daba gusto respirarlo.
De vez en cuando, si la vegetación lo permitía, podíamos disfrutar de buenas vistas del término de Carbajales de Alba.
Fuimos ascendiendo poco a poco hasta que llegamos al camino de servicio del parque eólico que íbamos a recorrer casi por entero.
Por delante teníamos cerca de 9 kilómetros de pista ancha, buen piso y continuos sube y bajas. A pesar de haber recorrido ya varias veces esta zona, no deja de sorprendernos y la sorpresa es aún mayor si, cuando se pasa junto a uno de los molinos, se mira hacia arriba. Impresiona.
El recorrido cada uno lo fue haciendo a su ritmo y, por ello, se hicieron tres grupos de dos unidades. Cada vez nos veíamos más cerca del Viaducto Martín Gil, o de Los Cabriles, y eso nos hacía pedalear con más ganas porque, como es un lugar al que hemos ido muchas veces, llegar a él era casi como llegar a casa.
A lo lejos pudimos contemplar dos localidades más, Losilla de Alba y Santa Eufemia del Barco. Después de ver esta última sabíamos que la bajada hacia el viaducto estaba cerca.
Y, efectivamente, llegó. Es una bajada preciosa por las vistas que se pueden contemplar desde la bici. A mitad de camino hicimos una parada porque la panorámica, del viaducto, de sus alrededores y del embalse, lo merecía.
Incluso nos hicimos una foto de grupo con el embalse, repleto de luz, de fondo.
Tras la parada nos enfrentamos a la bajada que va a desembocar a la ya archiconocida vía del tren. En el primer tramo el camino está abierto, pero en el último está prácticamente cerrada por las jaras.
La bajada termina justo junto a la vía. Como rodar por el balastro es muy incómodo y peligroso, lo hicimos por el centro de la vía, donde la piedra está más compactada y se cicla mejor, conocedores de que en la actualidad el único tren regular que circula por ella es el Ferrobús, que parte de Zamora mucho más tarde.
Al llegar al viaducto ya nos salimos de la vía porque el firme permitía hacerlo por el borde, mal, pero se podía.
Las vistas desde el viaducto son impresionantes, tanto hacia un lado como hacia el otro, incluso a pesar del vaciado del embalse, que tanto ha dado que hablar este pasado verano.
Al terminar el viaducto giramos a la izquierda para llegar a la repisa donde, normalmente, paramos cuando vamos hasta este puente.
Desde dicha repisa tomamos velocidad, subimos piñones y comenzamos a subir la rampa que nace allí mismo. Cuesta subirla pero después la altura ganada permite tener una buena perspectiva de la zona.
La primera parte de ese camino siempre nos ha gustado. Buenas vistas a la derecha, estrecho, de buen piso y engalanado, a ambos lados, por jara.
El final de ese tramo es, como seguro ya habrás imaginado, cuando se une al trazado que va en paralelo a la vía. Dicho trazado es un camino ancho por el que se rueda muy bien, pero que está repleto de pequeños sube y bajas. En una salida normal esas pequeñas subidas no tienen importancia, pero hoy se iban dejando notar en las piernas.
A todos se nos hizo largo este tramo, pero es normal, en principio porque tiene más de 12 km, pero también por los kilómetros que traíamos acumulados. Finalmente llegamos a la curva de noventa grados que indica que se terminó, salimos de la misma, de nuevo otro sube y baja para finalmente volver otros tantos grados para salir al camino que conduce directamente a La Hiniesta. Eso sí, antes de llegar a este pueblo hay que cruzar de nuevo sobre las vías, pero que nadie se equivoque, que no son las de siempre, sino las del nuevo trazado del AVE hacia Galicia.
De aquí a La Hiniesta se llega en un periquete. Después de cruzar el pueblo continuamos por el camino que todo el mundo sigue para dirigirse hacia Zamora. Aunque apenas se nota, se va en un continuo y ligerísimo descenso que nuestras piernas agradecieron enormente.
El camino nos llevó hasta la carretera, rodamos por ella poco más de cien metros y seguimos hacia Zamora, pasando junto a Valderrey y continuando por Valorio.
Desde el Bosque de Valorio fuimos a tomar el carril bici que va junto al río, y por él continuamos hasta las inmediaciones del Puente de Piedra. Allí ascendimos hasta la carretera y, por los "Barrios Bajos", fuimos hasta nuestro final de etapa previsto, uno de los bares de Obispo Acuña.
Tras los abrazos de felicitación por haber terminado la aventura, compartimos una cerveza junto al bíker (hoy chófer al que volvemos a dar las gracias) y a dos Galanas que se acercaron hasta allí. Un buen final, en suma, para una bonita ruta. Eso sí, larga, porque finalmente nos salieron 118 km.
Para descargar el track haz clic en el logo de Wikiloc.
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