Este puente de Los Santos no deberíamos haber estado aquí, en Zamora, sino en la Montaña Palentina. Esas eran nuestras intenciones y en ello teníamos puestas ilusiones desde hacía varias semanas. Pero las catastrofistas previsiones meteorológicas para este fin de semana hicieron que canceláramos la estancia en nuestro alojamiento el miércoles. Después de la cancelación esas previsiones empezaron a mejorar y ahora todos hemos podido comprobar que se equivocaron muchísimo. Pero como esto ya no tenía remedio decidimos salir hoy en bici, si no llovía...
Si no llueve nos vemos, dijimos al quedar, ¡y cuál ha sido nuestra sorpresa al levantarnos esta mañana y ver que teníamos un día radiante! Tan solo acudimos cuatro a la cita y, además, fuimos puntuales, así que a poco más de las 9.30 estábamos ya desfilando camino de Morales del Vino, empezando así una ruta trazada sobre el mapa con el único propósito de evitar el barro, que imaginábamos lo cubriría todo.
Segundo error, porque apenas hemos encontrado barro. Bien es verdad que las zonas que hemos transitado normalmente no lo tienen, pero después de lo que había llovido ayer pensábamos que algo habría.
Hasta Morales subimos saliendo de Zamora por Cabañales, pasando junto al estadio Ruta de la Plata, bordeándolo y tomando el denominado carril bici Zamora-Morales. Siguiendo este, al llegar a la ermita del Cristo, continuamos por carretera hasta que nos desviamos para tomar el segundo tramo de ese, esa cuestecita larga que a casi todos se nos atraganta cuando empezamos por esa zona.
Cruzamos el casco viejo de Morales y nos alejamos de esta localidad por el Camino de Pontejos. Íbamos rodando a gusto así que tardamos poco en ver las primeras construcciones de ese pueblo.
En realidad no llegamos a pasar por Pontejos, porque bordeamos sus últimas viviendas por un lateral, para desviarnos poco después a la derecha para ir hacia Cazurra. En ese tramo nos encontramos con un grupo de nuestros amigos de Bici Zamora, en concreto el de las 9.30. Saludamos a los conocidos y seguimos para adelante.
Al llegar a la carretera continuamos hacia la derecha para, unos cientos de metros más adelante, girar de nuevo, en esta ocasión a la izquierda, dejando a un lado a Cazurra y siguiendo hacia Peleas de Abajo.
La pista por la que rodábamos no podía estar mejor, ni charcos había, ni se pegaba barro a las ruedas.
Al llegar a la carretera nos dirigimos hacia la izquierda, descendiendo así hasta esa localidad. Antes de llegar pudimos contemplar el colorido del otoño, realzado por al espléndida luz de esta mañana.
Continuamos por el asfalto y, poco después de entrar en el pueblo, iniciamos la empinada subida que lo atraviesa y que termina bastante después de sobrepasar las últimas edificaciones. Eso sí, una vez arriba solo hay que dejarse caer para llegar a Jambrina.
Una vez en este pueblo seguimos una de sus largas calles, si bien cuando vimos la iglesia giramos a la izquierda para pasar junto a ella.
Dejamos atrás Jambrina siguiendo la carretera local que va a Gema del Vino. En este tramo se van alternando pequeñas subidas y bajadas, así que unas se van viendo compensadas con las otras y se rueda bien. Eso sí, ya empezamos a notar que, dependiendo de la orientación que lleváramos, empezaba a molestarnos el viento. Bueno, en realidad solo nos molestaba cuando nos daba de frente, porque cuando nos empujaba no nos importaba nada de nada.
Esta carretera nos dejó en la circunvalación de Gema, la cruzamos y nos adentramos en sus calles. Salimos del pueblo pasando junto al cementerio y siguiendo la carretera abandonada que unía esta localidad con Bamba.
En el trayecto una chopera nos proporcionó una bella estampa con el colorido de las hojas, que ya solo esperan una fuerte racha de viento para empezar a volar, contrastando con el intenso azul del cielo.
La carretera, a pesar de tener el asfalto roto en muchos tramos, nos permitió rodar a buen ritmo, porque es muy llana y, además, como teníamos buenas vistas, la hicimos en un plis plas.
En poco tiempo llegamos a la carretera que une Moraleja y Sanzoles. La atravesamos y continuamos de frente hacia Bamba, estrenando casi una capa de asfalto recién echada. Después de sobrepasar este pueblo nos dirigimos hacia El Viso, ya que había que poner una guinda a esta ruta de trámite.
Enseguida nos plantamos a sus pies e iniciamos el ascenso. Ya se sabe, la primera rampa dura, después nos deja tomar aliento, para endurecerse de nuevo al final, así que poco a poco, cada uno a su ritmo, fuimos ascendiendo. Y como siempre ocurre, al llegar arriba siempre hay premio mirando hacia cualquiera de los puntos cardinales.
Para no quedarnos fríos no nos demoramos allí más de lo necesario para hacer las fotos y evacuar líquidos, o reponerlos, según las necesidades de cada uno... Comenzamos a descender con precaución y menos mal que lo hicimos así, porque a la salida de una curva nos encontramos con un coche de frente que subía demasiado rápido y circulando por el centro.
Al llegar al punto donde se inicia la subida volvimos a rodar por donde habíamos venido, es decir, que como decimos nosotros, pisamos el track, pero poco, sólo hasta unos metros antes de la entrada de Bamba. Allí nos desviamos a la derecha para continuar por la carretera que une esta localidad con Madridanos, una pista asfaltada por la que cogimos buena velocidad, aprovechando que el viento no nos daba de frente.
Al llegar a Madridanos cruzamos el pueblo de lado a lado hasta llegar al archiconocido GR-14, momento en el que empezamos a rodar por él. Unos metros antes ya nos avisamos unos a otros que si teníamos algo que decir que lo dijéramos porque en cuanto cambiáramos la dirección iba a ser imposible escuchar nada...
Y así fue, en cuanto comenzamos a rodar por el GR-14, es decir, dirección noroeste, nos encontramos con un viento fuerte frontal que producía un molesto zumbido en nuestros oídos y una gran pesadez en nuestras piernas, porque a pesar de hacer fuerza avanzábamos poco.
En la medida de lo posible íbamos unos detrás de otros pero costaba mucho, eso sí, a pesar de eso no bajábamos en ningún momento de 20 km/h y la mayoría del tiempo rodábamos en torno a 23 km/h. El tramo se nos hizo largo y las piernas se empezaban a resentir y ya no siempre se conseguía mantenerse junto al que llevábamos delante. Cuando tuvimos que girar 90º a la derecha para ir hacia Villaralbo lo agradecimos enormemente porque en ese tramo el viento nos daba por un lateral y, al menos, nos libramos de parte del molesto zumbido y pudimos rodar sin tanto esfuerzo.
Tras llegar a Villaralbo y ciclar por algunas de sus calles, dejamos la localidad atrás dirigiéndonos hacia el río. En cuanto llegamos a este y empezamos a ir en paralelo a él, el viento volvió a atacarnos de frente. Podíamos habernos sosegado, pero no, empezamos a hacer relevos e hicimos todo el recorrido entre 22 y 24 km/h. Eso sí, al final ya íbamos casi por inercia, con pocas fuerzas y esperando no tener que dar ni un relevo más porque las fuerzas empezaban ya a escasear.
Al llegar al puente de Cardenal Cisneros, ascendimos por la escalerilla hasta él, lo cruzamos y nos dirigimos de cabeza a recuperar los líquidos perdidos con el esfuerzo. Hicimos lo que estaba en nuestras manos por recuperarlos al tiempo que disfrutábamos del sol resguardados del maldito viento. Así pusimos fin a esta ruta, que no ha hecho historia pero que nos permitió llegar a casa sin barro.
Para descargarte la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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