7 de noviembre de 2021

Desde el Parque Eólico de Padornelo a la Presa Rota

 El 9 de enero de 1959 reventó la presa de Vega de Tera. Arrasó el pueblo de Ribadelago y mató a 144 personas. Desde entonces esa obra de ingeniería hidráulica se la conoce como la Presa Rota. Hoy hemos tenido la oportunidad de verla de cerca e impresiona si se piensa en las consecuencias que tuvo dicha rotura.

Como siempre ocurre cuando realizamos una ruta fuera de la capital, hubo que madrugar, y más si empieza a más de 130 km de nuestras casas, como es el caso. Así que a las 8.00 h salieron tres bíkers de Zamora, dos invitados (ya amigos) se unieron a la comitiva al pasar por Tábara y uno más en Puebla de Sanabria. Tras tomar un café ya todos juntos en esta localidad, continuamos hasta Padornelo. Nada más salir del túnel nos desviamos a la izquierda para ascender por un camino que, poco más adelante, se convirtió en una pista asfaltada que nos llevó hasta una nave perteneciente al Parque Eólico. Allí mismo dejamos los coches, descargamos las bicis, nos preparamos y logramos hacernos la foto de salida a las 10.40, muy tarde...



Partimos de una altura de más de 1.600 metros y en las vistas que podíamos contemplar desde allí se percibía.


Pero había que ascender más, así que los primeros cinco kilómetros fueron ascendentes, el primero de ellos siguiendo la pista de asfalto para después continuar también por pista, pero ya de tierra, si bien en muy buen estado.


La subida, aunque larga, era llevadera y si mirábamos hacia nuestra izquierda podíamos contemplar vistas tan impresionantes como esta:


Además, la temperatura era muy agradable. Aunque en Puebla los termómetros marcaban -3º, cuando iniciamos la ruta lo hicimos a casi 10º. En estos primeros kilómetros, a pesar de que encontramos, de vez en cuando, algún pequeño descenso, era engañoso, porque enseguida aparecía una subida. Y también había aún rastros de nieve. Los vimos en las zonas sombrías desde la salida.


Y, como es lógico, a mayor altura, más nieve. Durante la semana nevó en la zona en un par de ocasiones y a medida que íbamos ganando metros, íbamos encontrando más cantidad. 



Como en las zonas soleadas la nieve se estaba deshaciendo, en cuanto comenzamos a descender, una vez superada esa rampa inicial de 5 km, empezamos a encontrar barro que logró ensuciar en un plis plas nuestras inmaculadas bicis. Pero ya  se sabe... Gajes del oficio.

En la mayor parte de este descenso pudimos contemplar el embalse de Puente Porto, el primero de la serie, ya que aún teníamos que encontrarnos con varios más. Eso sí, este es el mayor de todos, con diferencia.

Descendimos casi hasta el comienzo de la presa, y allí mismo nos desviamos a la izquierda.



Continuamos pedaleando, encontrando pequeñas subidas que se iban alternando con bajadas más largas, lo que permitía ir avanzando a buen ritmo. Por ello pronto pasamos por el segundo embalse, este de mucho menor tamaño, el de La Playa.


Las subidas y bajadas continuaron, pero como los descensos seguían siendo más largos en muy poco tiempo estábamos junto al embalse de Cárdena. 
 

Al pasar por encima de la presa pudimos contemplar, mirando hacia la derecha, un fragmento del Lago de Sanabria y hacia la izquierda el agua embalsada, que transmitía tranquilidad y quietud.




Nada más salir de la presa tuvimos que enfrentarnos a una subida de más o menos un kilómetro de longitud pero con algunos tramos de cierta dureza. Salvado ese kilómetro nos encontramos una bajada que nos llevó a pasar junto a la siguiente presa, en este caso la del embalse de Garandones.


Tras bordearla se inició una subida larga, muy larga, de más de cinco kilómetros, alternando tramos más llevaderos con otros que no lo eran tanto, pero poco a poco, y cada uno a su ritmo, íbamos comiendo kilómetros.


Después de culminar la subida, y como siempre ocurre, tocó descender, pero ya se sabe que la alegría dura poco en la casa del pobre, así que no tardó el terreno en volverse a inclinar hacia arriba.


Al ir ganando altura de nuevo, volvimos a encontrar zonas nevadas más extensas. Con el precioso día que estábamos disfrutando, poder además contemplar estas vistas, lograban que estuviéramos gozando un montón.


Después de otros dos kilómetros de subida, el camino hace un giro a la derecha de casi noventa grados y comienza un descenso. Alli mismo hicimos una parada para reagruparnos. En cuanto estuvimos los seis empezamos a descender ya hacia la Presa Rota. 


En los primeros cientos de metros el camino tiene poco inclinación y mejor firme, pero a medida que se va avanzando el firme empeora. En pleno descenso pudimos ver desde la zona más alta una imagen del embalse y de la presa.


Continuamos bajando y en una zona despejada de vegetación, en plena curva de 180º, hicimos una parada porque la vista desde allí de la presa era perfecta. Después de hacer unas cuantas fotos y de comer algo, algunos dijeron que esa vista convalidaba el bajar a pie de presa, porque continuar significaba seguir descendiendo en torno a 100 m de desnivel más. Y no era por no descender, no...



Por la hora que era, algo más de las 12.30, todos estuvimos de acuerdo en que llegar allí convalidaba la visita a la presa, e iniciamos el regreso. Pero en el último momento dos bikers asistidos decidieron culminar el descenso, confiando en que en el ascenso alcanzarían al resto, y llamaron a un tercero que se unió a la "escisión". Enseguida realizaron la bajada serpenteando por el camino hasta llegar a lo que fue la ermita del poblado. 


Continuaron unos cientos de metros más y llegaron a una zona muy próxima a la, desgraciadamente, famosa Presa de Vega de Tera. Tras hacer la foto de rigor, sin perder un minuto, comenzaron el ascenso.



El grupo que iba por delante fue subiendo los cinco kilómetros del ascenso poco a poco y al segundo grupo le costó darle alcance. Tuvieron que recorrer unos 7 km hasta logarlo. 


Como el regreso se hace por el mismo trayecto que la ida (algo que va contra los principios de este Club😀 , pero que en este caso era inevitable) todo era a la inversa, así que después de la subida de la presa le siguió el largo descenso que casi termina en el embalse de Garandones. 


Tras pasar sobre la presa ascendimos un poco y bajamos más de lo ascendido. Esa bajada se alargó hasta el embalse de Cárdena.


Inmediatamente después comenzaron a sucederse esos sube y bajas de los que ya hablamos, solo que ahora las subidas eran largas y las bajadas cortas. Eso fue minando nuestras piernas, que ya empezaban a notar el peso de los kilómetros y de los metros de ascenso acumulados.

No tardamos en ver la presa de Puente Porto que lucía bonita con el contraste entre la piedra y la nieve.



En ese punto estábamos subiendo ligeramente, pero la inclinación empezó a ser mayor, sin llegar a ser excesiva. Eso sí, el barro, que por la mañana aún no estaba blando del todo, con el ascenso de temperatura estaba "en su punto" y nos costaba mucho despegar las ruedas de él. Este hecho endureció los últimos kilómetros de la ruta, así que los casi nueve de ascenso que teníamos por delante cada uno los hizo a su ritmo, siendo los más rápidos, como es lógico, los asistidos, aunque a ellos les tocó sufrir también (pero menos, claro).


Cuando por fin terminaron esos nueve kilómetros logramos ver los aerogeneradores, y eso significaba que comenzaba la bajada hacia donde teníamos los coches, un descenso casi continuado de unos cinco kilómetros.


La llegada al final de la ruta fue como el rosario de la Aurora, primero llegaron dos, después otros dos, más tarde uno y, finalmente, el restante. Cuando llegaron los primeros eran las 3 de la tarde y habíamos quedado para comer cerca de Puebla a las 14.30, así que lo primero que hicimos fue llamar al restaurante. 

Los que llegaron con ventaja fueron cargando las bicis y cambiándose (haciendo lo que viene a llamarse "el lavado del gato") y marcharon hacia el restaurante. El resto lo hizo más tarde.

Finalmente eran pasadas las 4 cuando logramos juntarnos en el Asador Montelueño, donde bebimos una cerveza con verdadera fruición. Y después comimos, claro. Además, lo hicimos muy bien, con una relación calidad precio muy buena. Durante la comida dio tiempo a comentar los detalles de la ruta, a reírnos, a recuperar fuerzas y a descansar. Tras los cafés, nos repartimos en los coches y dimos por clausurada la Padornelo-Presa Rota, habiéndonos dejado con un buenísimo sabor de boca. 

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