Hace más de dos años se anunció la 10ª Marcha BTT "Arroz a la zamorana", la ruta de bicicleta de montaña más popular de las que se celebran en la provincia de Zamora. Para esa ocasión la organización prometió regalar un maillot que tenía una particularidad muy original, una manga representaba el clásico bordado de Carbajales de Alba (el lugar donde se iba a celebrar la prueba). Al igual que habíamos hecho otros años nos apuntamos, con el aliciente añadido de ese maillot. La pandemia tiró por tierra esa edición que se aplazó al 2021, pero tampoco pudo ser y, finalmente, se ha podido celebrar hoy, pero nuestra mentalidad ha cambiado y no hemos acudido. A cambio hemos recorrido tranquilamente y disfrutando al máximo de Aliste en estado puro.
Hay que reconocer que el ambientillo que se vive en Carbajales gusta, pero sopesando los pros y los contras, nos compensa más hacer una ruta a nuestro aire, parando donde queramos, disfrutando del paisaje, sin prisas, sin que nadie te grite para que le dejes pasar y sin aguantar a todos los ignorantes que no se cansan de decir cada vez que ven una bici eléctrica: "Así ya se puede...".
Los llamamos ignorantes porque a estas alturas no saben que con una bici eléctrica se puede sufrir mucho o sufrir poco, dependiendo de la ayuda que le pidas a la bici, pero sin hacer nada la bici no se mueve. Tampoco saben que el cuerpo no responde igual a los 20, 30, 40 o 50 años, que a los casi 60 o más. Y desconocen que ir sobre una bici no tiene por qué ser sinónimo de agotarse hasta la extenuación, ni de arriesgarse a sufrir un infarto por mantener pulsaciones muy altas para ciertas edades. También deberían de saber que si salir en bici significa sufrir en cada cuesta, eso solo lleva a dejar de lado esta afición. Pero como nos encanta la bicicleta, la solución para seguir disfrutando cada día es disponer de una con ayuda. Estos puristas no saben las satisfacciones que nos da, la seguridad que nos brinda y los lugares adonde nos lleva. Placeres que sin ella, la mayoría de este grupo, no podría disfrutar. Así que, por favor, más respeto y menos atrevimiento. Todos somos ciclistas y lo que no necesitamos son talibanes de la bici muscular. Cada uno es libre de llevar bajo el culo lo que desea, y eso es lo bonito, la libertad de elegir.
Bien, por esas razones que citábamos unas líneas más arriba, decidimos hacer una ruta en Aliste en lugar de en Carbajales. Como íbamos a iniciarla en Rabanales madrugamos y a las 8.30 los siete bíkers y las siete bicis estábamos en los coches camino de esa localidad. Cuando llegamos, descargamos y nos preparamos.
A pesar del bochornazo que habíamos sufrido toda la semana, las tormentas de la noche del sábado cambiaron totalmente la temperatura, y a la hora de salir hacía fresquillo, así que muchos optaron de pertrecharse de manguitos y chaleco.
Nuestro particular homenaje a la BTT "Arroz a la zamorana" fue lucir los maillots que habíamos recogido durante esta semana. En ellos se puede apreciar el bordado carbajalino en la manga izquierda.
A las 9.40 comenzamos a rodar. Partimos de la piscina de Rabanales, salimos a la carretera que va a Bercianos, rodamos unos cientos de metros por ella y nos desviamos a la derecha. Poco después volvimos de nuevo hacia el mismo lado para tomar un camino que nos alejó del pueblo con un suave descenso.
La mañana no podía estar más bonita. Después de muchos días con el cielo tomado por la calima, por fin se había limpiado y se podía disfrutar de cielo azul y de nubes bien definidas.
No tardamos en llegar a una zona con mucha frondosidad, indicador de que alguna corriente de agua recorría la zona. Efectivamente, acabábamos de incorporarnos a la ribera del río Mena. Disfrutamos de ella unos dos kilómetros de camino poco marcado, repleto de verde y rodeado de vegetación. En ese tramo hicimos una breve parada en la Fuente de los Enfermos y continuamos.
Tras ese recorrido tocó cruzar el río Mena. El que iba primero calculó que iba a cubrir menos y pasó atravesándolo. Resultado: se mojó los pies. El resto escarmentó en cabeza ajena y pasó por las piedras.
Tocó separarse del río girando a la izquierda y ascendiendo como un kilómetro para, enseguida, descender en paralelo a la subida. Entre medias el paisaje nos brindó imágenes como esta:
Al iniciar la bajada más de uno nos dimos cuenta de que nos resultaba conocida y, al llegar a la parte más baja nos cercioramos tras ver el Molino del Perroyo. Habíamos pasado por allí durante alguna de las marchas BTT de Ufones.
Si estaba allí el molino significaba que volvíamos a rodar en paralelo al Mena. Pero por poco tiempo, porque como medio kilómetro después nos desviamos a la izquierda para comenzar una subida larga, como de un kilómetro y medio, interrumpida para cruzar la carretera de Mellanes.
Tras esa distancia un giro a la derecha cambió la tendencia del terreno y comenzamos un descenso largo y suave por un primer tramo de pradera.
Ascendimos ligeramente hasta cruzar la carretera de Tolilla y allí mismo se inició otro tramo por pradera. Entre uno y otro fueron unos cinco kilómetros. Al estar la hierba seca se rodaba bien, pero recordábamos perfectamente una ocasión que la recorrimos con agua acumulada y fue horrible.
La pradera terminó al cruzar la carretera de Bercianos. La tendencia descendente también finalizó ahí, porque al otro lado de la misma comenzamos a recorrer, ascendiendo suavemente, la ribera del río Cebal. El paisaje había cambiado por completo en poco espacio y en esta ocasión rodábamos por una buena pista con el río a nuestra derecha.
Unos tres kilómetros después nos desviamos a la izquierda, abandonando así ese buen camino para seguir por uno que, en algún momento estaba cubierto de hierba dejando entrever ligeramente unas roderas.
Continuamos ascendiendo de forma tendida y muy llevadera y así continuamos muchos kilómetros más. Pero antes el camino poco marcado nos llevó hasta otro de mayor importancia y terminamos rodando por uno más ancho hacia Grisuela. Antes de llegar al pueblo pudimos contemplar otro bonito molino.
Sin dejar de subir ni un solo momento entramos en esa localidad. Realizamos una especie de cuatro invertido y pasamos junta a esta edificación que han pintado con una bonita escena alistana.
Abandonamos este pueblo siguiendo el llamado camino de Rabanales, una buena pista con poca vegetación a su lado, en un primer momento.
No tardaron mucho en aparecer los robles y las jaras floridas, como todas las que habíamos visto a lo largo del recorrido que llevábamos realizado.
Unos tres kilómetros después de Grisuela por fin llegamos al punto más alto de la zona y dejamos de ascender. En nuestras piernas llevábamos casi 9 km de subida ininterrumpida. Como ya nombramos anteriormente, era un ascenso llevadero. Y si, además, si se iba pendiente del paisaje, viendo lo que íbamos encontrando a nuestro paso, era más llevadero aún.
Tocaba ahora descender. Realizamos un desvío a la derecha y el camino perdió importancia, aunque se seguía rodando bien. Este nos llevó hasta la carretera que une San Vitero y Grisuela.
Rodamos por el asfalto unos quinientos metros, tras los que nos desviamos para seguir en paralelo a esta carretera al tiempo que ascendíamos.
Como un kilómetro después nos desviamos ligeramente a la derecha y comenzamos a bajar hacia un pueblo que no identifícábamos. Después de entrar en él nos dimos cuenta de que era San Vitero. Aunque no era necesario para nuestro recorrido, ascendimos hasta la iglesia y allí mismo aprovechamos para hacer una parada y comer algo, ya que estábamos justo en la mitad de nuestra ruta.
Tras unos diez minutos de parada descendimos unas decenas de metros por la misma calle que nos había llevado hasta allí, pero pronto nos desviamos a la derecha para empezar a rodar por un camino ancho y de buen firme.
Después de un desvío a la izquierda terminamos saliendo a la carretera de San Vitero a Rábano de Aliste, pero ni siquiera la pisamos porque comenzamos a rodar por un camino paralelo a esta.
Este camino recorre un enorme pinar, de hecho estuvimos en su interior a lo largo de unos 5 km en los que se alternaron subidas y bajadas en el mismo tono que las anteriores, suaves, tanto unas como otras.
Hacia la mitad del pinar vimos a nuestra derecha un promontorio de roca y pudimos divisar en ella una pequeña hornaciona con la Vírgen de Fátima en su interior. Nos acercamos y vimos que su advocación era la de la Vírgen de la Roca. Tras hacernos una foto allí, continuamos.
Salimos del pinar cuando realizamos un giro de noventa grados a la izquierda y comenzamos a rodar por una bajada con una impresionante panorámica de la zona, repleta de jara con sus flores blancas y escobas con su características flores amarillas.
El descenso, bastante pronunciado al principio, se alargó unos cuatro kilómetros, si bien entre medias hubo pequeños ascensos de poca distancia. Las vistas, sobre todo a nuestra derecha eran fantásticas, a pesar de que el sol había decidido desde hacía rato olvidarse de nosotros.
Tras uno de esos ascensos hubo una larga bajada y este mismo patrón se volvió a repetir alguna vez más.
Finalmente, una última subida nos llevó hasta la parte trasera de la localidad de Ribas. Nos pareció conveniente entrar en el pueblo y eso nos obligó a dar algo de rodeo para lograrlo.
Esa vuelta innecesaria pero que nos apetecía hacer nos llevó hasta el camposanto y la iglesia. Tras sobrepasar esta iniciamos una bajada que nos sumergió en el pueblo.
Abandonamos el pueblo por carretera, en concreto por la que une Ribas con Tola. Fueron tres kilómetros, la primera mitad subiendo y la segunda descendiendo.
Finalmente entramos en Tola, recorrimos parte del pueblo siguiendo la misma carretera, pero hacia la mitad giramos a la izquierda para seguir por calles menos principales.
Terminamos dejando atrás las últimas casas por un camino, en los primeros metros ancho, pero se fue estrechando a medida que avanzábamos. Eso sí, rodeado de bastante vegetación. Estábamos recorriendo la llamada Ribera de Tola. Lo cierto es que esta era muy bonita pero la estropeaba el firme, lleno de lo que parecían haber sido surcos, lo que provocó que fuera incómodo pasar por este tramo. Más adelante mejoró.
En alguna zona el camino estaba prácticamente comido por la vegetación pero al menos en esta parte el suelo era más plano y se rodaba mejor.
Poco más de dos kilómetros después de haber salido de Tola llegábamos a otra localidad. Esta no era otra que San Juan del Rebollar.
Hicimos un pequeño recorrido por algunas de sus calles y terminamos en la carretera de San Vitero. Rodamos por ella dirección Alcañices, pero como cien metros después giramos a la izquierda para seguir por un camino.
Este, tras algunos cambios de dirección, y caracterizándose por un ascenso continuado y suave, adornado de pequeñas subidas más pronunciadas, seguidas de bajadas similares, nos llevó, tras unos siete kilómetros, hasta Rabanales.
Al entrar en el pueblo, en lugar de ir hacia la Piscina Municipal fuimos a la iglesia para tratar de localizar las estelas romanas que hay en en lasa paredes de ese edificio, utilizadas como unos sillares más, y en otros cercanos. Los de la iglesia las vimos pronto, en total cuatro, las tres que vemos y una más que es una inscripción.
Por la información que habíamos recabado en la página web del Ayuntamiento, y consultando una ruta en Wikiloc del propio consistorio, hay más repartidas por el pueblo, si bien nosotros solo logramos ver una más.
Después de esta "visita cultural" fuimos hacia la carretera de Bercianos y comenzamos a rodar por ella en dirección Alcañices hasta que llegamos a la Piscina Municipal, concluyendo así una muy bonita y muy variada etapa por el corazón de Aliste, muy recomendable y sencilla de realizar para todos aquellos que estén acostumbrados a hacer rutas en bici.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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