Desde mayo y, en principio, hasta finales de octubre está abierta al público en el Santuario Virgen de la Salud, de Alcañices, la exposición Salus. Como teníamos ganas de visitarla planificamos una completa jornada en la que hubo una bonita ruta, una buena comida y una exposición muy cuidada e interesante.
Para evitar perder tiempo decidimos que cada uno de los tres coches en los que nos íbamos a desplazar hasta Rabanales saliera de Zamora a las 8.30 h y así lo hicimos. En cada uno de ellos íbamos dos bíkers y dos bicis. Unos 45 minutos después nos encontramos todos en el aparcamiento de la piscina de esa localidad. Tras preparar las bicis a las 9.30 estábamos dando las primeras pedaladas.
Y las dimos con fresquito porque la mañana nos ofrecía solo 10º y no nos dio tiempo a calentar porque no llevábamos ni cien metros cuando pasamos por delante del "Jardín encantado", donde hay representados distintos boletus, y los siete enanitos. Curioso lugar que merecía esa primera parada, desde luego.
Poco después de avanzar algo más tuvimos que girar a la izquierda y tomar un camino que apenas se percibía. Pensamos que tendríamos problemas y que el camino se cerraría, pero sucedió todo lo contrario, fue ganando anchura e importancia a medida que avanzábamos. La tendencia era descendente, así que íbamos rápidos.
Tan rápidos que en pocos minutos comenzamos a ver a lo lejos algunas edificaciones de la localidad de Ufones, vieja conocida nuestra porque allí hemos disfrutado en varias ediciones de su marcha MTB.
Como siempre que trazamos una ruta, procuramos hacer un recorrido por calles de los pueblos que pasamos y, en esta ocasión, hicimos lo propio.
La salida de Ufones nos trajo recuerdos porque dejamos atrás el pueblo siguiendo el mismo recorrido que la Marcha. Nos tocó ascender y comenzamos a rodar entre robles y jaras.
En un momento dado, tras una subida nos encontramos con una tierra arada en lugar del camino que debía existir en ese mismo lugar. Esta es una práctica que algunos agricultores realizan con frecuencia, y como nadie les dice nada se terminan apropiando de caminos. No nos quedó otra que atravesar esa tierra
Aunque fuimos encontrando a nuestro paso algunas tierras aradas, la mayor parte del recorrido hasta Alcañices fue atravesando robledales. Cambiamos varias veces de dirección en ese tramo para finalmente divisar Alcañices desde lo alto, una vista inédita para la mayoría de nosotros.
Terminamos entrando en el pueblo por la carretera de Mahíde, enseguida llegamos a la N-122 que cruzamos para seguir por la carretera de Vimioso. Nada más comenzar a ascender la cuesta con la que se inicia dejamos el asfalto para continuar por un camino a nuestra izquierda.
Al terminar la cuesta atravesamos el polígono ganadero y lo abandonamos siguiendo por un camino que, poco más allá, se convirtió en un sendero trazado entre robles y alguna que otra jara y escoba.
Después comenzaron a aparecer también pinos, primero algunos entre los robles y poco más adelante se hicieron los protagonistas. Ya en medio del pinar el track nos indicaba un desvío a la derecha pero en ese punto no existía camino hacia ese lado. Consultado el GPS encontramos una alternativa siguiendo hacia adelante para después ir al encuentro del track, y así lo hicimos.
Terminamos en una especie de cortafuegos, que no era otra cosa que la famosa "Raya" que separa el territorio español del portugués. Rodamos por ella como un kilómetro, nos metimos de nuevo en el track y llegamos de nuevo a la carretera de Vimioso.
Al cruzar la carretera vimos la señal que indica que entrábamos en el país vecino, y allí mismo nos hicimos una foto porque no siempre salimos al extranjero :)
Al otro lado de esta carretera nos sumergimos en un camino que, en un primer tramo discurría entre robles y castaños, para irse abriendo posteriormente cambiando las arboledas por tierras de cultivo. El firme era bueno e íbamos descendiendo así que rodamos rápido.
Tras cinco kilómetros por tierras portuguesas intuimos que nos acercábamos a Avelanoso porque empezamos a encontrar huertas y pequeñas naves. Y, efectivamente, enseguida llegamos a esta primera localidad, que nos recibió con colores otoñales.
El pueblo nos gustó mucho, con sus calles adoquinadas y la mayoría de sus casas de piedras colocadas primorosamente. Como es de rigor, recorrimos varias de sus calles y terminamos dejándolo atrás descendiendo hacia una zona de huertas.
En ese área había una que llamaba la atención por los cientos de calabazas que estaban reposando a la espera de ser recogidas, imaginamos que para dar de comer al ganado.
Bordeamos esta huerta, salimos a una carretera local y unos metros más adelante nos desviamos a la izquierda para enfrentarnos a la peor subida de la ruta. Fueron unos cuatrocientos metros pero con desniveles en torno al 16%.
Poco después volvimos a salir a una carretera, de nuevo la de Vimioso, la cruzamos y continuamos casi de frente. Tocó descender y lo hicimos bien, pero eso sí, comiendo mucho polvo. Algo que fue una tónica de toda la mañana. Los que iban adelante solo lo provocaban, pero los siguientes, casi constantemente, iban envueltos en el polvo de los anteriores.
Después de una cuesta abajo suele aparecer una cuesta arriba y esta vez no iba a ser menos. Hubo que ascender unos dos kilómetros con una inclinación considerable. Tras la subida, de nuevo otra bajada, atravesando un tramo de ella una zona muy bonita, delimitada por paredes y robles.
Terminamos saliendo a una carretera de poca importancia por la que hicimos los últimos metros antes de entrar en Angueira.
Llevábamos algo más de la mitad del recorrido así que pensamos que era buen momento para realizar una parada y llevarse algo a la boca, así que a la misma entrada del pueblo, junto a una cruz, comimos algo.
Como diez minutos después continuamos descendiendo para adentrarnos en la localidad. De nuevo hicimos un pequeño tour por sus calles y salimos de ella por un camino asfaltado trazado en paralelo al río Angueira, el que da nombre al pueblo.
A partir de ese momento el protagonista de nuestro recorrido fue dicho río, porque fuimos los siguientes doce kilómetros junto a él, bordeando su rivera. Hay que aclarar que debido a la sequía que estamos sufriendo a lo largo de muchos kilómetros el cauce estaba seco. Hubo un pequeño tramo asfaltado y ya en ese primer trecho los pinos, los robles y los castaños dieron paso a chopos y otras variedades propias de las riveras.
En algunos momentos nos sumergimos por completo en paisajes enteramente otoñales que nos hacían disfrutar más aún. A ese disfrute ayudaba que el camino estaba muy bien de firme y que era prácticamente plano.
Hubo un momento en el que tuvimos que ascender a una pequeña loma, sin separarnos del Angueira, y desde ella las vistas no podían ser más bonitas.
En un par de ocasiones pasamos junto a sendos molinos abandonados. Junto al segundo había otras edificaciones también abandonadas y comidas por la vegetación.
Tras recorrer unos siete kilómetros junto al río entramos en otra localidad, São Martinho de Angueira, de los tres pueblos portugueses por los que pasamos el más grande y el más extendido.
En el recorrido por el pueblo nos llamó la atención un monumento a un minero que vimos al pasar. Se trata de una estatua que se construyó en 2009 en recuerdo de los habitantes mineros del pueblo en las antiguas minas de estaño y wolframio que operaron entre 1850 y 1990.
Salimos del pueblo sin dejar de llevar el río a nuestro lado, y hay que decir que desde este punto ya llevaba agua, incluso a la salida de São Martinho había una playa fluvial muy bien preparada.
Algo más adelante, tras pasar junto a un puente sobre el río, empezamos a ver junto al camino señales IMBA en postes.
La curiosidad nos pudo y paramos a leer su leyenda, justo la que ves bajo esta línea. Como se puede apreciar se trata de la llamad Ruta del Contrabando y el Estraperlo, que une São Martinho y Alcañices.
El tiempo y los kilómetros iban avanzando y estos últimos rápidamente, porque al ser el terreno relativamente llano propiciaba una buena media.
Poco después de pasar sobre un puente en el que ya pudimos fotografiar el cauce con agua, volvimos a pisar suelo español, aunque realmente no hay nada que lo indique.
Eso sí, para poder rodar por él tuvimos que ascender primero una cuesta muy empinada. Tras el consiguiente descenso comenzamos a subir un pequeño portillo de poco más de dos kilómetros.
A estas alturas hay que decir que empezaban a pesar los kilómetros y las ascensiones, así que recibimos con alegría ver que tras culminar esa ascensión había una bajada que se prolongaría hasta encontrarnos con la N-122 unos cientos de metros antes de la entrada de Alcañices.
Pisamos poco el asfalto porque enseguida nos desviamos a la derecha para continuar por un camino que iba en paralelo a la carretera en un primer momento, y que se fue abriendo hacia la derecha a medida que avanzábamos.
Tras algún giro terminamos en la carretera de Rabanales. Pero rodamos por ella muy poco porque enseguida tomamos, a la derecha, el llamado Camino de Matellanes. Algo más adelante nos volvió a devolver a la carretera, unos cientos de metros solo, tras los cuales continuamos por un camino que partía por la izquierda de la carretera. Este, con varios cambios de dirección nos llevaría hasta Matellanes.
El recorrido por el pueblo en esta ocasión incluyó también el paso junto a Las Tres Cruces. Nada más traspasarlas giramos a la derecha y nos alejamos de esta localidad.
Cada vez estábamos más cerca de Rabanales, pero antes de llegar hubo que pasar por encima de una tierra arada porque, de nuevo, un agricultor había arado el camino. Al otro lado de la tierra estaba la carretera, la cruzamos y, tras rodar por ella menos de un kilómetro, proseguimos por un camino ancho, de buen firme y ascendente, que se abría hacia la derecha.
Tuvimos que descender hacia un valle y seguidamente ascender para volver a recuperar altura, pero los kilómetros seguían avanzando y poco después divisamos Rabanales a lo lejos.
Eso sí, para llegar el camino nos devolvió a la carretera e hicimos el último kilómetro subiendo la cuesta que da acceso al pueblo. Al llegar nos recibió el retrato de una anciana alistana.
Junto a la piscina está el Centro de Interpretación de las Especies Micológicas y allí estaban las Galanas haciendo una visita guiada que habíamos concertado días antes.
Nosotros tuvimos que ir al bar porque necesitábamos hidratación con urgencia. Una vez hidratados volvimos a la piscina, donde nos duchamos gracias a que habíamos solicitado este servicio al Ayuntamiento.
Después de la ducha nos reunimos con las Galanas en el restaurante Matellanes Hnos., y allí comimos y pasamos un buen rato.
Después de la sobremesa nos desplazamos a Alcañices para visitar Salus. El fin de esta es conmemorar el centenario de la llegada de la nueva imagen de la Virgen de las Salud a Alcañices, después de que la anterior se hubiera quemado en un incendió que asoló el Convento en 1.917. Allí encontramos piezas artísticas y devocionales que reflejen la Fe y el carácter de arraigo propios de las comarcas de Alba y Aliste, de donde proceden dichas piezas.
Finalizada la visita nos repartimos en los distintos coches y regresamos a Zamora, poniendo así fin a una completa jornada dominical.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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