Muchas veces una simple excusa puede ser el motivo para programar un recorrido en bici dominical hacia un lugar u otro. En esta ocasión la excusa estaba en Arcillo, y hasta allí fuimos en una mañana en la que hemos disfrutado de la bici y de Sayago.
Poco más de 10 grados nos recibieron al salir de casa pero con sol, que es una garantía de que la temperatura va a subir en poco tiempo. A pesar de ese frescor matutino logramos juntarnos 7 bíkers, más uno que saldría a nuestro encuentro más adelante.
La propuesta era ir a Arcillo, así que cruzamos el Puente de Piedra, ascendimos hasta el Alto de San Frontis y allí continuamos por el GR-14, la Senda del Duero, por la que rodaríamos un buen puñado de kilómetros.
Aprovechamos esos primeros kilómetros para ir charlando con unos y otros de la semana. En ese momento todo el mundo está fresco, se tienen ganas de hablar, y la velocidad suele ser moderada, lo que propicia que se pueda ir charlando sin dificultad. Casi todos vamos variando nuestra posición, desplazándonos hacia atrás o hacia la parte delantera del grupo cada pocos minutos, para lograr hablar con unos y con otros.
Y así, casi de cháchara, llegamos a las inmediaciones de La Pueblica de Campeán. Allí mismo, al llegar al asfalto que normalmente solo cruzamos, giramos a la derecha para seguir por él.
Fueron menos de quinientos metros, tras los cuales nos fuimos a la izquierda a seguir levantando polvo. Tanto el tramo de carretera como el de tierra eran ascendentes, pero con una inclinación muy llevadera, así que subíamos a buen ritmo.
A estas alturas ya nadie tenía frío y los que se podían quitar capas ya estaban deseando detenerse para liberarse de los manguitos, del chaleco o del pañuelo del cuello.
No tardamos mucho en ponernos casi en paralelo a la carretera CL-527 (la de Fermoselle) y poco después la cruzábamos unos metros antes de entrar en Pereruela.
Ya incorporados de nuevo al GR-14, proseguimos por él cruzando este pueblo famoso por sus cacharros de barro. Tras recorrer algunos pequeños altibajos llegamos a una zona desde la que se podía contemplar perfectamente el comienzo de Sayago. Los campos desnudos y recién arados, o vestidos aún con los restos de las cosechas de cereales, dieron paso a las paredes de piedra primorosamente hechas, a las encinas por doquier y a la piedra aflorando por cualquier sitio.
Desde ese punto comenzó una bajada que nos encanta hacer, la que lleva hasta el Puente de las Urrietas. Tiene una longitud de un kilómetro y medio, aproximadamente, adornados con alguna otra curva que rompen la monotonía, y que, lógicamente, tardamos muy poco en recorrer.
Cuando todos, menos el fotógrafo, claro, estaban sobre el puente, inmortalizamos el momento.
Una vez que el cameraman puso su rueda delantera sobre dicho puente, el grupo volvió a moverse. Pero eso sí, lo hizo nostálgico porque el tramo por el que iban a rodar ha perdido una parte de su encanto. Hasta hace poco era técnico por las piedras que cubrían el camino, pero desde que hicieron la concentración parcelaria los caminos son autopistas.
Poco después tocó ascender como un kilómetro, que ahora se hace de maravilla, pese a la inclinación, que no es poca, pero antes era un auténtico reto para cada uno de nosotros subirlo del tirón, porque era dificilísimo hacerlo sin poner alguna vez el pie en el suelo debido a las piedras que cubrían el suelo.
Unos cientos de metros más adelante llegó a nuestra altura el bíker que había partido de Arcillo. Una vez en el grupo, siendo conocedor de la zona, se puso en cabeza.Al llegar al primer cruce de caminos, cerca ya de la bajada hacia Arcillo, nos desviamos a la derecha siguiendo por uno menos transitado, más estrecho y con pequeñas curvas trazadas para evitar encinas. Un tramo divertido, vaya.
Finalmente nos incorporamos a la tradicional bajada hacia Arcillo repleta de curvas y de torrenteras, pero en sus metros finales. Al cruzar la pequeña ribera que hay antes de entrar en la localidad, no seguimos hacia esta, sino que la bordeamos siguiendo el trazado del GR-14.Superado el tramo ascendente y pedregoso que deja a un lado Arcillo, continuamos adelante pero sin saber hacia dónde porque el "sayagués de adopción" que llevábamos delante se había distanciado algo del resto.
Finalmente pudimos alcanzarlo, o nos espero él, mejor dicho, y ya nos dijo que nos dirigíamos al Puente de La Albañeza, que estaba ya próximo.
Y no mintió, porque después de una bajada con algunas curvas y bancos de arena que la pueden hacer peligrosa, entramos en el puente. Allí nos hicimos una foto de grupo, pero algo falló y la foto no se encontraba en el "carrete" cuando lo hemos "revelado".
Los primeros dos kilómetros, salvo unos metros iniciales, fueron para "desciclar" lo realizado unos minutos antes, pero tras ellos nos desviamos hacia la derecha y continuamos por una buena "autopista sayaguesa". La abandonaríamos no mucho después para seguir por varias sendas, salpicadas de curvas, pequeñas bajadas y tramitos algo técnicos, una gozada, vamos.
Terminamos saliendo a la carretera que llega al pueblo, pero unos cientos de metros antes de empezar este.
Después de pasar las primeras viviendas nos desviamos a la derecha para seguir bordeando algunas casas.
En esa callejuela encontramos una bonita y sencilla combinación: pared sayaguesa adornada con petunias moradas que contrastaban con el granito. El efecto era espectacular.
Nos ventilamos este tramos en poco tiempo y llegamos a Pereruela, por segunda vez en la mañana, eso sí, en esta ocasión recorriendo una parte del pueblo que no habíamos pisado dos horas y algo antes. En concreto pasamos por un par de calles, salimos a la carretera y abandonamos esta para continuar por un camino a la derecha.
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