15 de octubre de 2023

Disfrutando de La Culebra

Hay ocasiones en las que una ruta te llena, te parece preciosa, llena de encanto. La de hoy es una de ellas. Hay múltiples factores, muchos de ellos subjetivos, que contribuyen a formar esa opinión: el recorrido, el paisaje, la luz, que se esperaban lluvias y nos hemos encontrado un día soleado... El caso es que esta ruta nos ha encantado a todos. Solo hay algo que enturbia esa buenísima sensación: que en muchas zonas aún está muy presente el incendio que arrasó la Sierra de la Culebra el verano pasado.


Como la distancia a recorrer no llegaba a los 50 km no era necesario madrugar en exceso, así que quedamos a las 10.00 h. en Villardeciervos. Tres coches y cinco bicis salieron de Zamora a las 9.00 h y otro desde Sanabria unos minutos más tarde. Prácticamente llegamos todos a la vez. Nos preparamos, tomamos un café y nos despedimos de las Galanas que nos habían acompañado. Iniciamos la ruta a las 10.15 aproximadamente, recorriendo un par de calles del pueblo y tomando enseguida la carretera que va hacia la Playa Fluvial. Hacía fresco aún, unos 10º y la ligera pendiente favorable hacía coger velocidad y provocar una sensación térmica menor. 


Los 2,5 km que separan el pueblo de la playa los recorrimos rápido. Al llegar a ella, la bordeamos y continuamos a su lado, iniciando así uno de los tramos más bonitos de la ruta.


El recorrido no podía ser más bonito, sinuoso, con pequeñas subidas y bajadas, alguna algo técnica, y siempre con la vista del Embalse de Valparaíso a nuestra derecha.


Pero... no todo era idílico, cuando mirábamos a nuestra izquierda nos encontrábamos con la horrible visión de miles de robles calcinados. Por suerte la maleza ya ha crecido a su alrededor y mitigaba algo esa imagen.


Al ser un camino estrecho, un single track, no quedaba otra que ir en fila. Aunque no fueron más de 2 km cundieron porque el terreno no permitía velocidades altas.


Tras esos dos kilómetros salimos a un camino de mayor importancia, si bien su trazado también es acorde a las caprichosas formas de la orilla del embalse. Desde este pudimos contemplar una manada de unos seis ciervos que salieron a nuestra izquierda.


Casi otros dos kilómetros más por esta pista y desembocamos en la carretera que une Villardeciervos y Cional. No quedaba otra que pisar el asfalto porque el único puente que hay por la zona para pasar al otro lado del embalse está en esa carretera. Cruzamos por él y pudimos contemplar la bonita vista que teníamos a nuestra izquierda.



Después de subir una cuesta que se inicia a la salida del puente, llegamos a Cional. Recorrimos una buena parte de su calle principal para, posteriormente, desviarnos ligeramente a la derecha para iniciar otro recorrido por una buena pista el llamada Camino de Piedrafita.


A pesar de que había llovido durante la noche, el firme era excelente, había drenado, estaba liso y, gracias a la humedad, no se levantaba polvo.


A mitad del recorrido de los 5 km que separan Cional de Codesal por este camino, descendimos, pasamos por un puentecillo sobre una pequeña cola del embalse e iniciamos una subida por el denominado Camino de Valparaíso. Tras tres giros, dos de ellos de noventa grados, salimos a la carretera y por ella comenzamos a atravesar Codesal.


La parte separada de la carretera nos mostró edificaciones tan bellas como la que podemos ver bajos estas líneas.


Los siguientes cinco kilómetros, los que separan esta localidad de Folgoso, los hicimos por otra excelente pista. 


Por suerte, en esa zona, el fuego no había hecho estragos y pudimos disfrutar de árboles verdes y suelos retoñados a sus pies.


Durante el recorrido tuvimos que realizar ligeros ascensos y descensos y, como unos compensaban otros, conseguimos hacer una buena media. En este tramo cruzaron el camino justo delante de nosotros una corza y un ciervo, este con una buena cornamenta. Nos encantó verlos.


Poco después atravesamos una zona donde la vegetación estaba más cerrada y el camino se estrechaba. Finalmente, llegamos a Folgoso de la Carballeda. En realidad nos faltó por visitar el pueblo, porque solo recorrimos parte de una calle, pero enseguida, al llegar a una intersección con otra calle, giramos a la izquierda para seguir por esa, pero alejándonos de la parte central de la localidad.



Abandonamos Folgoso por un camino equivocado, pero enseguida nos dimos cuenta y cruzamos campo a través unos cien metros hacia la izquierda para encontrar el que debíamos seguir. Ya en él comenzamos un ligero descenso. La vista hacia el frente era espectacular con una panorámica de la sierra preciosa.



Después de cruzar por un puente un pequeño arroyo empezamos a subir. La cuesta no era excesivamente dura y, cada uno a su ritmo, conseguimos superarla sin dificultad. 


Seguimos avanzando por la pista y no tardamos en ver a nuestra derecha, en paralelo al camino que íbamos ciclando, el famoso Camino de Linarejos, donde mucha gente va a avistar los ciervos durante la berrea o al lobo en otras épocas del año.

Salimos a la carretera que va a San Pedro de las Herrerías, la cruzamos hacia el otro lado. Tras recorrer unos metros giramos noventa grados a la derecha. Estábamos justo por encima de la estación de esa localidad, un precioso edificio similar a otros que hemos conocido por Aliste.


Poco más allá, también a nuestros pies, vislumbramos el pueblo de San Pedro de las Herrerías propiamente dicho. Y a nuestra izquierda la desolación, miles de pinos de gran altura tintados todos de negro. También estaban las máquinas que están trabajando en la tala con sus botines tirados a su lado como si fueran cadáveres abatidos.


Poco después se apilaban troncos y más troncos colocados esperando para ser cargados en camiones que los transporten a fábricas donde, probablemente, se convertirán en biomasa o en celulosa.


El camino por el que estábamos rodando lo conocíamos de otras rutas que hemos hecho por la zona, está trazado en paralelo a la vía del tren. Pero hoy nos pareció un lugar diferente, acostumbrados a rodar por allí flanqueados de pinos, se hacía extraño ver las laderas "peladas" de árboles y vegetación.

Avanzábamos deprisa porque el firme acompaña y el perfil también (ligero descenso) así que los kilómetros iban avanzando con rapidez. En un momento dado alguien dio la voz de aviso al ver a un grupo de otros cinco ciervos bajando por la ladera, cruzando nuestro camino y siguiendo hacia la vía a una velocidad endiablada. Pudimos fotografiarlos pero solo una de las fotos tiene un mínimo de calidad para poder ver a uno de estos animales.


Después de unos seis kilómetros recorridos desde las inmediaciones de San Pedro de las Herrerías, el camino giró casi noventa grados y poco después había otra curva similar hacia la otra mano, pero no la hicimos porque seguimos de frente, incluso escorándonos ligeramente a la izquierda.


Justo en ese punto iniciamos el ascenso hacia una de las cumbres de La Culebra. Por delante teníamos unos tres kilómetros y medio de subida, con zonas de entre el 6 y el 12% de ascensión. Como siempre, cada uno la fue haciendo a su ritmo, tratando de no dejar a nadie solo atrás, eso sí. 


Siempre suele suceder que en estas cuestas tan largas parece que los kilómetros no avanzan y esta no iba a ser menos. Casi toda la subida la hicimos flanqueados por pinos quemados, pero alguna zona retoñada trataba de suavizar las consecuencias del incendio.


Al llegar a la parte más alta del camino, antes de comenzar el descenso, nos desviamos a la derecha para acercarnos a una torreta repetidora. Allí nos esperamos unos. Una vez reagrupados continuamos por ese mismo camino hasta otra antena. Junto a esta vimos que había una torre de vigilancia con un vigilante trabajando. Le pedimos subir a la torre y desde allí las vistas eran espectaculares hacia uno y otro lado.



Después de charlar un rato con el vigilante volvimos a nuestras bicis. Nos abrigamos algunos con un chaleco, desandamos el camino hasta donde nos habíamos desviado y allí iniciamos el descenso. Si la subida había sido larga, la bajada tenía lo era algo más, 4 kilómetros de gozada, digo de bajada.


Bajar por una pista así, con buen firme y sin problemas de agarre no es lo habitual, así que nos permitimos el lujo de "volar", aunque también "aterrizamos" alguna vez para hacer unas fotos.


La serpenteante bajada terminó en una inmensa recta con un tramo descendente seguido de otro ascendente que nos "clavó" a todos.


Este camino termina en la carretera, pero antes nos encontramos con algo sorprendente: un mojón indicando que estábamos pisando la Vía Romana XVII. Esta calzada romana unía las ciudades de Bracara Augusta (Bragança) y Asturica Augusta (Astorga). 


Nos incorporamos a la carretera hacia la derecha, y del poco más de un kilómetro recorrido por asfalto la mayoría fue cuesta arriba.


La bajada que había a continuación nos llevó hasta una vaguada, allí nos desviamos a la izquierda, pasando junto a la Fuente de Valdesicoso y ascendimos la última cuesta del recorrido porque poco después iniciamos un descenso que terminó justo a una de las entradas a Villardeciervos.

Al llegar nos hicimos (bueno, nos hicieron) una foto de recuerdo. Comentar que todos coincidimos que era una de las rutas más bonitas que hemos hecho, una para poner en el "top ten". A continuación cargamos las bicis, nos aseamos, nos cambiamos de ropa y nos dispusimos a tomar el vermú en la terraza del restaurante Remesal, donde teníamos reservada la comida.


Justo en ese momento llegaron las Galanas, también contentas con la caminata que habían hecho.




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