22 de julio de 2024

Zamora-Aveiro-Peniche

Después de muchos preparativos, de mucho tiempo esperando, de muchos entrenamientos, tras una cuenta atrás que parecía que nunca iba a terminar, por fin llegó el esperado día y comenzamos nuestra gran ruta del 2024, en este caso la que nos iba a llevar desde Zamora a Peniche (Portugal), pasando por Aveiro.

Zamora - Aveiro - Peniche. 621,09 km. 7.217 m de ascensión.

La idea inicial era hacer una ruta novedosa y se nos ocurrió una primera idea: partir desde Zamora para llegar a Lisboa. Después pensamos que si pasábamos por Aveiro podríamos ir, al menos dos etapas, por la costa, lo que le añadiría el atractivo de visitar la "Venecia de Portugal" y el de pedalear junto al mar. Este cambio aumentó los kilómetros, por lo que decidimos acortarla poniendo fin en Peniche para poder realizarla en siete días.

Como siempre, siendo un grupo, ha habido que preparar todo con detalle, desde los tracks (al ser una ruta inédita no existían como tales), hasta los hoteles de cada una de las noches en ruta, pasando por el rutómetro o algunos de los restaurantes donde cenamos.

Aunque en principio iban a ser 584 km los que teníamos que recorrer, se terminaron convirtiendo, por pequeños errores o cambios sobre el recorrido previsto, en 621. 

En el grupo iban cinco ebikes y una bici muscular, por lo tanto, la ruta es apta para unas y otras bicis, pero lo que es necesario, sea cual sea la bicicleta elegida, es cierta preparación física porque hay etapas duras que concentran mucha subidas en pocos kilómetros y algunas muy largas. 

Para descargar el rutómetro, haz clic aquí (rutómetro referido al track original que, por diversas circunstancias (errores, caminos inexistentes, cerrados o no ciclables...) no coincide al 100% con el realizado. 

Para descargar el listado de alojamientos, haz clic aquí


Etapa 1. Zamora - Sendim (Portugal). 83,82 km. 1.013 m de ascensión.

Por distintas circunstancias solo seis bikers nos comprometimos a hacer esta ruta, si bien el día señalado un asunto familiar impidió que uno de los seis se presentara a las 9.45 h en la Catedral de Zamora, eso sí, se incorporaría al grupo al día siguiente. En su lugar acudió un buen amigo que nos acompañó hasta Tardobispo.

Una vez hechas las fotos de rigor que marcan la salida, iniciamos nuestro periplo de, en teoría, casi seiscientos kilómetros, a las diez de la mañana. Desde la Catedral descendemos hacia el río, cruzamos el puente de los Poetas y en San Frontis tomamos el GR-14, la Senda del Duero. La temperatura es muy buena, 20º pero la previsión da lluvia para prácticamente todo el día y las nubes no indican otra cosa.

Al llegar cerca del Polígono Los Llanos tememos encontrar barro en el lugar habitual por las lluvias de la noche anterior, así que vamos con cautela, pero no, hay algún charco pero se puede evitar. Seguimos por el GR-14 sin novedad y al pasar por Tardobispo nuestro amigo se da la vuelta y seguimos ya los cinco solos. 

Desde esta localidad ascendemos hacia Pereruela, allí los que van delante se equivocan de camino y toman en una bifurcación la opción de la izquierda en lugar de la de la derecha. Los dos últimos tiramos por la correcta y nos encontramos un poco más adelante. 



Descendemos hacia el puente de las Urrietas, un lugar que nos encanta y donde paramos a hacer una foto.

Enseguida continuamos hacia Arcillo, si bien no llegamos a entrar en la localidad, cruzamos el bonito puente que hay antes del pueblo y dejamos a un lado las edificaciones. 

Desde poco antes de Arcillo el paisaje es netamente sayagués y después también, no nos sorprende porque es terreno conocido para nosotros, pero apreciamos su belleza. 

Seguimos avanzando por el GR-14 y toca ahora cruzar el puente de La Albañeza, también es lugar donde la foto es obligada. 

Tras la parada seguimos rodando y nos vamos aproximando a las 12, la hora del Ángelus, como decía nuestro amigo Ángel. Pensamos que Abelón puede ser un buen sitio para realizar esa parada, pero al pasar junto al bar está cerrado. Aplazamos el Ángelus hasta Moral de Sayago, nuestro siguiente destino.

Continuamos hasta Moral sin novedad y allí paramos en el bar de un uruguayo que nos sirve una tosta de lomo con cebolla caramelizada que nos sabe a gloria. El sol parece querer asomarse pero preferimos seguir sin él porque la temperatura es ideal y porque puede provocar que aparezcan las tormentas.



Tras el receso salimos hacia Torregamones. En este tramo los caminos no están marcados y aparecen invadidos por la vegetación. Entre esta hay roderas que no vemos y que provocan algún pequeño susto y la caída de un biker. Se hace daño, sobre todo en el hombro, pero tras unos minutos vuelve a su bici y sigue pedaleando. 

Al llegar a Torregamones nos espera una sorpresa, el hijo de uno de los bikers, que trabaja por la zona, ha querido darnos una sorpresa y se ha acercado a esta localidad. De pronto lo vemos junto a la iglesia con unas botellas de cerveza en la mano. Lo abrazamos, le damos las gracias y nos sentamos unos minutos en la terraza del bar. No tardamos en volver a subirnos a las bicis y a continuar nuestra marcha. 

Salimos de Torregamones por una buena pista por la que continuamos unos kilómetros, tras los que nos desviamos para ir hacia la carretera, ya que el tramo habitual que desciende hacia la presa nos parece peligroso para hacerlo con las alforjas. 

Llegamos al asfalto pasando por un tramo casi cerrado por la vegetación, si bien más adelante se va abriendo. Descendemos por la carretera unos 6 km, cruzamos la presa y entramos en Portugal.



Ya sabemos lo que nos espera, una larga subida en la que hay que salvar casi 150 m en poco más de dos kilómetros y medio. Cada uno trata de coger su ritmo y vamos ascendiendo poco a poco. Por el camino nos vamos deleitando con las vistas de los Arribes del Duero.



Al terminar la subida entramos en Miranda do Douro y paramos en una cafetería con idea de beber y comer algo. 

No queremos hacer una comida formal, pero sí llevar algo al estómago que nos permita continuar pedaleando sin problemas. Tomamos refresco o cerveza, y algún dulce. Una media hora después retomamos el camino. Abandonamos esta localidad por una zona por la que nunca habíamos pisado ninguno, y eso que es un destino habitual para los zamoranos. Descendemos hasta un pequeño riachuelo, cruzamos un puente e iniciamos una larga subida. 

Tras este ascenso se suceden pequeñas bajadas y muchas subidas. Unos cinco kilómetros después de salir de Miranda cruzamos una pequeña localidad llamada Cércio.


A esta localidad le suceden un sin número de subidas pero muy poquitas bajadas, lo que deja el balance en mal lugar para nuestras piernas. El cansancio se va notando y cada cuesta, cuesta más porque, además, la temperatura ha ido ascendiendo hasta los 30º. El paisaje es cambiante, hay zonas con muchas encinas, otra con paredes de enormes piedras, otras muy frondosas, tramos con mucha hierba... 

En este tramo nos topamos con un fallo de nuestra planificación. El track nos indica que debemos seguir por una zona a la que no podemos acceder porque hay una puerta metálica. Nos vamos por la derecha con la bici en la mano, si eso fue un camino, está cerrado por la vegetación. Poco más adelante se va abriendo y pronto podemos subirnos en la bici de nuevo y encontrarnos, un poco más adelante, con el track.

Llegamos a otro pueblo, Fonte de Aldeia. Después de atravesarlo se inicia una larga subida, que ya nos sobra, pero que hacemos con resignación. 

Termina esta en la bonita ermita de la Santissima Trindade y la dejamos atrás descendiendo bastante por varios caminos, algunos poco transitados y, por lo tanto, poco marcados.

Terminado el descenso se inicia otra subida de cierta dureza. A ambos lados del camino encontramos muchos viñedos


Una vez terminado el ascenso comenzamos a bajar, ya con nuestro destino a la vista. Entramos por una carretera secundaria a Sendim. Esta nos lleva hasta una principal, y justo al lado se encuentra nuestro alojamiento, el Hotel O Encontro. 

Al llegar nos abrazamos, tomamos una cerveza en la terraza, dejamos las bicis a buen recaudo, cogemos las habitaciones y, enseguida, nos cambiamos y bajamos a la piscina, donde estiramos y relajamos músculos. 

Finalmente la suerte nos ha acompañado porque, pese a las previsiones, no nos cayó ni una gota. Eso sí, mientras cenábamos cayeron todas juntas, pero eso ya no nos afectó. 



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Etapa 2. Sendim - Torre de Moncorvo. 71,29 km. 994 m de ascensión.

Desayunamos sobre las 8.30 h., comenzamos a preparar las bicis y llega en coche el biker que se iba a incorporar aquí. Ya todos juntos nos hacemos la foto de salida. El día está muy nublado y hay como neblina, solo hay 16º pero no llueve. Poco después de las 9.30 comenzamos nuestra segunda etapa.

Nos dirigimos al centro del pueblo, que está muy cuidado y es bonito. Enseguida dejamos atrás las últimas viviendas y comenzamos a rodar por un buen camino.

Enseguida comienza una lluvia "mojatontos" que nos va a acompañar a lo largo de muchos kilómetros.

No tardamos en cruzar bajo una carretera y comenzamos a rodar en paralelo a la IC 5, aunque esta es bastante llana nosotros no hacemos más que subir y bajar.

Más adelante pasamos bajo esta carretera y comenzamos a rodar en paralelo también, pero por el otro margen. Poco después nos topamos con una valla que nos impide el paso. Toca consultar el GPS y buscar alternativas. La encontramos dando un pequeño rodeo. Salimos a una carretera local que nos lleva hasta una pequeña localidad, Brunhosinho. Allí ya estamos de nuevo sobre nuestro track.

Una vez que dejamos atrás esta localidad comienza un largo recorrido por muchos caminos, algunos discurriendo entre cortinas delimitadas con paredes de piedra, la mayoría trazados entre mucha vegetación, y todos bonitos, pese a la lluvia que siempre desluce todo.

En el recorrido de esta etapa apenas se pasa por pueblos así que hacemos muchos kilómetros sin ver nada que recuerde a la civilización. A estas alturas nuestra ropa ya está mojada pero como la temperatura no es baja no vamos incómodos. 


En un momento dado vemos la indicación hacia una localidad llamada Tó pero no accedemos a ella. Hacemos unos cientos de metros más adelante una parada en mitad de la nada para estirar las piernas y evacuar líquidos. Enseguida volvemos a las bicis y nos encontramos con dos cuestas muy empinadas. 

El recorrido que estamos haciendo va siempre en paralelo al río Duero, pero eso sí, como a unos seis kilómetros de su margen derecho. Aproximadamente a los 20 km empieza a cambiar el paisaje. Lo que vamos encontrando a nuestro paso nos recuerda mucho a la Sierra de la Culebra. Hay mucha jara a ambos lados del camino, después nos enfrentamos a varias subidas entre pinos, algunas de ellas duras.



En algunos momentos para el "chirimiri" lo que agradecemos, aunque solo sea para que no se nos llenen las gafas de gotitas. Pero las lluvias de tormentas anteriores han provocado acumulaciones de agua en zonas bajas. En una de ellas alguno calculó mal la profundidad...


Parece que el día se va aclarando y, como con las subidas vamos ganando altura, empezamos a disfrutar de muy bonitos paisajes. 



Ya tenemos ganas de llegar a Estevais, un pueblecito que tenemos marcado en nuestro rutómetro en el km. 34, pero antes hay que subir más. Cierto es que después bajamos casi 4 km por cuestas muy empinadas y con mal firme lo que hace que pongamos a prueba nuestros frenos. Tanto que producimos olor a Ferodo procedente del calentamiento de las pastillas. 


La enorme bajada termina en una carretera a la que nos unimos comenzando así un largo ascenso de unos 4 km, con porcentajes de subida entre el 8 y el 10%. 


Nos reagrupamos cuando termina la subida y comenzamos a bajar todos juntos. A los lados nos encontramos bonitos paisajes.


Poco después de comenzar ese descenso nos desviamos hacia un camino muy bonito, flanqueado por olivos.


Como un kilómetro después deberíamos haber visto un camino que debíamos tomar, como nadie ve nada continuamos adelante y cuando nos damos cuenta ese desvío está ya algo lejano. Encontramos una alternativa saliendo a una carreterita por la que ascendemos bastante, después un nuevo desvío a otro camino por el que también seguimos subiendo. Por fin vemos Estevais y en nuestros GPS también vemos cerca el track que deberíamos estar siguiendo. Ir al pueblo supondría una bajada y una subida más, así que decidimos seguir adelante y unirnos al track pasada la localidad. 


Bajamos, cruzamos un riachuelo y nos unimos al track. Este nos lleva a subir de nuevo, además, una larga y pronunciada ascensión.


Cada uno se marca su propio ritmo y cuando creemos que ha terminado paramos y nos reagrupamos. No tardamos en estar todos juntos de nuevo. 


Como no ha habido dónde, hemos superado con creces la hora del Ángelus y no hemos parado a comer y beber nada, así que estamos deseando llegar a Carvicáis, donde suponemos que encontraremos donde reponernos. Pero antes tenemos que recorrer aún algunos kilómetros, eso sí, ya por buenas pistas, aunque seguimos, mayoritariamente, ascendiendo. 


Empezamos a encontrarnos muchos almendros y cerezos y, terminadas las subidas, comenzamos un largo descenso que nos lleva hasta la esperada localidad. El camino nos deja en una carretera, seguimos por ella y encontramos un restaurante, pero está con mucha gente y la persona que lo atiende nos dice que tenemos que esperar. Nos vamos y preguntamos más adelante. Nos dicen que es el único que hay y no hay supermercado, así que volvemos atrás y entramos de nuevo en O'Manuel. 


Al final la espera no es tanta y nos sirve unas cervezas y poco después unos platos de macarrones con carne de ternera. Nos saben a gloria porque son casi las tres y estábamos en la bici desde las 9.30.

No demoramos la salida y lo hacemos por la carretera aunque enseguida continuamos por la Ecopista do Sabor, una vía verde trazada en paralelo a esa. Nos quedan poco más de 15 km para llegar y eso da alegría a nuestras piernas.


Seguimos por la ecovía unos dos kilómetros. Continuamos junto a un lago (albufeira de Vale de Ferreiros) que dejamos a nuestra derecha. 


Al terminar este se inicia una subida, larga pero tendida. En ella nos separamos de la ecopista. Seguimos encontrando muchos almendros a nuestro paso.



Terminada la subida le sucede el consabido descenso. Durante este volvemos a rodar por la ecovía y pasamos por un pueblecito llamado Carvahal y los restos de lo que fue su estación.



Abandonamos la Ecopista do Sabor porque da un gran rodeo para, finalmente, salir a la carretera. Seguimos ganando kilómetros por asfalto. Ya no nos queda nada pero tenemos ganas de llegar porque ha sido una etapa dura. 


De nuevo observamos que el track pretende darnos un buen rodeo por no rodar unos cientos de metros por carretera, así que decidimos continuar por asfalto. En realidad era solo para evitar ese tramo, pero como es un descenso y tenemos ganas de llegar no volvemos a entrar a la ecovía y nos "dejamos caer" hasta nuestro destino final. 


Justo antes de llegar disfrutamos de unas increíbles vistas formadas por los olivos y las viñas geométricamente alineados unos y otras.


Poco después pasamos junto al cartel que nos indica que estamos entrando en Torre de Moncorvo, el fin de nuestra etapa. Pasamos junto a una gasolinera y hacemos una parada para lavar las bicis y las alforjas, que acumulan bastante barro de los primeros kilómetros.


Con las bicis limpias nos adentramos en el pueblo y vamos hacia el centro, donde se encuentra nuestro alojamiento, la Casa D'Avo, una edificación de finales del siglo XIX, situada junto a la iglesia de este bonito pueblo y englobada en el llamado Turismo de Habitaçao. Esta en concreto alberga en su interior todo el esplendor de las casas nobles de aquellos años.


Cuando estamos quitando las alforjas de nuestras bicis en el patio trasero de la casa, un biker se da cuenta de que se ha dejado el bolsito del manillar en la gasolinera (lo quitó para lavar la bici). Acuden él y otro hasta allí y cuando llegan no está donde lo dejó, pero les indican que lo ha entregado alguien al personal de la gasolinera. Por suerte y por la honradez de la gente allí está, con su documentación, sus tarjetas y su dinero intacto.

Nos costó llegar pero una vez en destino las cuestas subidas ya son menos cuestas y la dureza del camino se suaviza. Así que ya solo tenemos que disfrutar de la ducha y de Torre de Moncorvo.



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Etapa 3. Torre de Moncorvo - Vila do Ponte. 74,77 km. 1.575 m de ascensión.
Nos levantamos a lo que empieza a ser hora habitual, sobre las 8.00 h., engrasamos las bicis y a las 8.30 comenzamos a desayunar. La mañana es muy buena, hay 22º y está soleada con algunas nubes. Cuando estamos preparados nos situamos frente a la iglesia para hacer allí la foto de salida. Una vez retratados iniciamos la marcha. Son las 9.25 h. 


Ascendemos a la parte alta del pueblo para coger de nuevo la Ecopista do Sabor por la que recorreremos los primeros once kilómetros. Nada más rodar los primeros metros por ella comprendemos que nos va a gustar porque el firme es bueno, es descendente y las vistas a nuestra derecha son espectaculares.


Comenzamos a ver desde lo alto los geométricos campos de viñas y de olivos que lo ocupan casi todo. Es una gozada contemplarlos.


Enseguida aparece a nuestro encuentro el río Douro, al que vemos desde la atalaya en la que se ha convertido la ecovía por la que rodamos.


Seguimos descendiendo y nos vamos acercando a la altura del río. Podemos ver incluso uno de los cruceros fluviales que realizan el trayecto Regua-Oporto.


Seguimos avanzando sin apenas mirar el camino porque nuestra vista está siempre hacia nuestra derecha. 


En ambas márgenes del río hay quintas que acumulan cientos de vides en las que crecen las uvas que terminarán creando el famoso vino de Oporto.



Transcurridos los once kilómetros previstos de descenso abandonamos la ecovía cuando ya no hay más remedio, justo cuando se corta a la entrada de un antiguo puente de hierro. 


Seguimos por una carretera y unos cientos de metros más adelante hay un puente sobre una presa. Hacemos una parada para observar el sistema de exclusas con el que cuenta dicha presa para que los cruceros fluviales puedan seguir su rumbo.


Terminamos de cruzar la presa-puente y enseguida llegamos a Pocinho. Compramos agua en un bar y poco más adelante pasamos por delante de la estación abandonada. 


Abandonamos el asfalto y el camino que tomamos se convierte en una rampa del 18% de subida. Le sigue otra similar, ligeramente más suave, del 14%.


El camino termina por sacarnos a una carretera por la que ascendemos unos cinco kilómetros con desniveles importantes. Enseguida cogemos altura y, aunque nos vamos cansando, obtenemos buenas vistas como recompensa.


Poquito a poco vamos aumentando los kilómetros recorridos y antes de culminar la subida comenzamos a ver algunas edificaciones de Vila Nova de Foz Côa. 


Recorremos algunas calles residenciales antes de llegar al centro de la villa. Allí una bonita iglesia situada en una gran plaza, la iglesia matriz de Vila Nova de Foz  Côa, nos da la bienvenida. 


Al otro lado de la plaza vemos un gran palacio, se trata de la Cámara Municipal (Ayuntamiento).


Damos una vuelta por detrás de la Cámara y uno de los bikers, tras bajar con su bici unas pequeñas escalerillas, nota algo raro en el cambio. Se le ha salido la cadena. La ponemos pero algo no va bien. Uno de los bikers se aventura a decir que cree que es el núcleo de la rueda trasera. Si es eso, es un gran problema. Acudimos a un taller de bicicletas que hay en la localidad, pero está cerrado al ser Domingo. Tratamos de localizar al dueño pero no contesta al teléfono. Nos informan de dónde vive y vamos hacia esa zona pero tampoco está. Un par de señores, amablemente, nos dicen que está fuera. Decidimos que lo mejor será llamar a un taxi y que lleve al biker y a su bici hasta el destino de esta etapa y después ya se verá. 

Consiguen contactar con uno del pueblo vecino y acepta el viaje. Tarda casi media en aparecer y ese tiempo de espera se nos hace eterno. Decidimos que, dado que la etapa es una de las más duras, podemos meter las alforjas de todos en el taxi.


Cuando llega este, desmontamos la rueda delantera de la bici averiada, cargamos la bicicleta y todas las alforjas. Con disgusto el biker se sube al taxi y se aleja. Todos nos quedamos un poco "tocados" pero hay que seguir y hemos perdido más de hora y media con este asunto.

Salimos de Vila Nova por caminos trazados entre  almendros y viñas. El primer tramo es bastante plano y lo hacemos a buen ritmo.


Cruzamos una carretera y enseguida comienzan a aparecer subidas y bajadas cortas pero potentes, de esas que van castigando las piernas.


Terminamos saliendo a una carretera importante. Nos incorporamos a ella y comenzamos a ascender. Debíamos abandonarla poco después pero continuamos por el asfalto y, nos separamos de ella más adelante para ir al encuentro del track. 


Comenzamos a realizar ascensos durísimos, largos y del 17 y 18% de ascenso. Después de subir el primero hay una zona llana y enseguida comienza una nueva subida en la que nos encontramos con el track.


Subimos un cuestón más y sin tregua nos enfrentamos a un ascenso más largo que los anteriores. Cuando este culmina comenzamos a descender bastante, pero no tanto como lo subido. 

Salimos a una carretera local y poco después llegamos a un pequeño pueblo llamado Fonte Longa. Paramos en un bar que encontramos nada más entrar en el pueblo. Nos ponen unas cervezas pero no tienen nada para comer, ni unas simples patatas, así que nos quedamos con las ganas de ingerir algo sólido. Nos planteamos modificar la ruta para tratar de suavizarla, al menos hasta Penedono, un pueblo más importante donde esperamos encontrar dónde comer. Con una aplicación del teléfono creamos una ruta por carreteritas locales, la cargamos en el GPS y nos ponemos en marcha. Salimos de Fonte Longa cruzando el pueblo para terminar saliendo a una carretera por la que ascendemos bastante


Después nos desviamos a la derecha para seguir por carretera, ahora descendiendo. Enseguida atravesamos un pueblo, Poço do Canto. 


Tras salir de esta localidad comenzamos un descenso largo, de algo más de 3 km, por una carreterita estrecha y sinuosa. 



Cruzamos por un puente sobre un riachuelo y, como no podía ser de otra forma, comenzamos otra subida, en esta ocasión de unos cuatro kilómetros. 


Este ascenso termina en un pueblo de mayor entidad, Ranhados. Preguntamos por el bar pero nos dicen que no tiene nada para comer, así que continuamos por la carretera principal, la EN 331, que atraviesa la localidad y que conduce directamente a Penedono.


Recorremos por ella unos ocho kilómetros, los tres primeros de bajada y los cinco siguientes de ascenso tendido. No sabemos cómo lo hacemos pero siempre salimos perdiendo en esos cómputos de subidas y bajadas. A pesar de ello los hacemos rápido, motivados por las ganas y la necesidad de comer algo.


Poco antes de llegar una bonita escultura nos indica el nombre de la localidad, Penedono.


En la entrada preguntamos por algún sitio donde comer y nos indican que junto al castillo hay una hamburguesería. Vamos hacia allí y nos sorprende lo bonito que es dicho castillo, eso sí, está muy restaurado. En realidad todo el centro del pueblo es muy bonito y está muy cuidado.



Vemos la hamburguesería y tememos que a esas horas, 15.30 hora portuguesa, no nos quieran dar nada, pero no hay problema y nos hacen unas estupendas hamburguesas. También se "alimenta" una de las bicis eléctricas aprovechando la parada. 


Como una hora más tarde nos volvemos a subir a nuestras bicis para afrontar los veinte kilómetros que nos restan. 

Retomamos el track original y salimos del pueblo por caminos descendentes. Los encontramos de todo tipo, empedrados, normales, senderitos rodeados de vegetación... así durante unos ocho kilómetros. 




En ese punto llegamos a una zona con mucha vegetación y en la que nos encontramos un riachuelo. No hay puente. La única posibilidad de cruzarlo es pasando por encima de unas piedras que forman una presa. Prueba un biker sin bici y lo consigue, así que vuelve a por la bicicleta, lo cruza cargando con ella y el resto lo hace detrás. 


De nuevo todos juntos continuamos siguiendo el track por una zona en la que el camino ni se intuye, pero pronto vuelve a estar marcado con dos roderas. 


Poco después llegamos a una aldea llamada Seixo. La cruzamos y salimos de ella también descendiendo. 


El camino es bueno y vamos rápidos porque el firme y la inclinación lo permiten. Cuando faltan unos seis kilómetros para culminar la etapa uno de los bikers empieza a notar salpicaduras. Es el líquido antipinchazos que se está escapando de la rueda trasera. Paramos y vemos que se la ha clavado una estaca en la cubierta. 


Sacamos el tronquito, que está clavado dos dedos hacia dentro y tratamos de cerrar el agujero con mechas. Lo conseguimos parcialmente y la rueda sigue perdiendo aire. Por fortuna está equipada con un mousse (una especie de cilindro que va debajo de la cubierta y que permite continuar rodando unos kilómetros pese a los pinchazos), así que continuamos adelante, con cierta precaución en las curvas, eso sí.

Los seis kilómetros restantes se nos hacen eternos porque, aunque el perfil es descendente, nos vamos encontrando con decenas de pequeñas subidas que ya nos sobran. Eso sí, la zona es bonita, un bosque de pinos con mucha vegetación.



Un último descenso nos introduce en Vila da Ponte. La casa donde nos vamos a hospedar, Casinha Siberiana, está alejada del pueblo poco más de un kilómetro. Un pequeño ascenso nos lleva hasta ella. 


Al llegar ya nos está esperando el biker que llegó en taxi. Nos da buenas noticias. Como a tres kilómetros hay una localidad donde hay una tienda de bicis donde hacen reparaciones. Al menos tenemos esperanza de que pueda haber arreglo.


Son las 19.15 h, así que hemos estado sobre la bici muchas horas. Nada más llegar tomamos una cerveza con Alex y Nadia, los dueños de la casa. Estamos realmente sedientos. Después algunos nos damos un baño en la piscina. Enseguida pasamos por la ducha, nos vestimos y bajamos al pueblo a cenar porque en Portugal las cocinas las cierran pronto. Tras la cena otro paseíto hasta la casa y a dormir. 



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Etapa 4. Vila do Ponte - Oliveira de Frades. 95,98 km. 1.610 m de ascensión.
Quedamos para desayunar a las 8.00 para poder estar a las 9.00 en el taller de bicis. A las 8.40 salimos de la Casinha Siberiana, tras hacernos la foto de rigor. El día está precioso y hay 22º, mejores condiciones no se pueden pedir para montar en bici. 


Comenzamos realizando un descenso de unos quinientos metros por una carreterita local que nos lleva hasta una carretera principal. 


Ascendemos por esta tres kilómetros que se nos atragantan a todos, no sabemos si porque nos pilla fríos, porque la ascensión es en torno al 10% en todo momento, o por ambas razones. Por fin entramos en Sernancelhe, Terra da castanha, como reza un bonito monolito que hay a la entrada. Llegamos a la tienda de bicis, RL Bike, empapados en sudor.


Allí se confirma el diagnóstico, la bici averiada tiene roto el núcleo y en la tienda no lo tienen. La única opción que se nos ocurre es ir con la bici en taxi a Viseu (a unos 90 km) porque allí posiblemente lo tengan. El chico nos ve la cara y decide desmontar la rueda y abrir a ver qué se encuentra. Ve que lo que está roto son los rodamientos. Entra a la trastienda a ver si los tiene iguales y ¡milagro!, los tiene. Los coloca y la rueda funciona perfectamente. La cara de nuestro amigo le cambia por completo. 


Aprovechamos para que ponga una cámara en la rueda que ayer sufrió el corte y unos pedales nuevos a otra bici. Lo hace todo en pocos minutos y a las 10.30 salimos de allí. Antes, el dueño de la bici reparada le pide permiso al mecánico, y dueño del taller, para darle un abrazo. 

Para no regresar a Vila de Ponte vamos directamente a un pueblecito llamado Grajal que ya está en nuestro track. Para llegar a él, tras salir de Sernancelhe, descendemos primero como cuatro kilómetros por una carretera local rodeada de castaños.



Salimos a otra carretera, enseguida giramos a la izquierda e iniciamos una larga subida, en total serán más de siete kilómetros. Los tres primeros nos llevan hasta Grajal. 


En el propio pueblo sigue la cuesta, todas las calles por las que transitamos están empinadas.


Salimos del pueblo y continuamos subiendo más de cuatro kilómetros. Menos mal que son tendidos y se asciende bien. 


La ganancia en altura permite disfrutar de buenas vistas. Desde la parte más alta del puerto podemos ver hasta un embalse del río Távora.


La subida termina cuando llegamos a un cruce. Allí nos desviamos a la derecha y pronto llegamos a una población llamada Lapa.


Observamos que el pueblo gira en torno al Santuário da Senhora da Lapa. Hacemos una parada y entramos al mismo. 


La iglesia es bonita, está decorada con muchos azulejos y en la zona del altar nos sorprende encontrar unas rocas enormes. Entre las rocas está la imagen de la virgen. Todo tiene sentido cuando conocemos la leyenda. Esta cuenta que, a finales del siglo X, varias religiosas que huían de las tropas de Almanzor, habrían ocultado una imagen de la Virgen bajo una lapa (roca que forma una gruta o refugio natural). En 1493 esta imagen fue redescubierta por una pastora de 12 años llamada Joana, que la encontró tras haber pasado por una estrecha hendidura. Joana era muda, pero cuando su madre intentó lanzar la imagen a la hoguera, ella recuperó el habla.



Al salir cogemos unas estampitas de la virgen y las repartimos entre nosotros para que nos dé suerte. No demoramos más la salida. Nos subimos a las bicis, recorremos la esplanada que hay por delante del santuario y enseguida nos alejamos del pueblo por una carretera local.



Esa carretera nos lleva hasta a otra de menos importancia y también recorremos algún tramo por camino, primero uno más ancho y después otro que casi está cerrado por la vegetación. Finalmente volvemos a salir a la carreterita. 



Unos seis kilómetros después de Lapa nos ponemos en Águas Boas. Atravesamos la localidad y continuamos avanzando. 


Como tres kilómetros después llegamos, también por asfalto, a Forles, otra pequeña localidad. 



Dos kilómetros más adelante llegamos a Segoes. Por allí comenzamos a encontrar pequeños hórreos, más pequeños que los del norte de España, pero con las mismas funcionalidades.


Dejamos atrás esta localidad por un camino. Este se va cerrando. Nos toca caminar unos metros con las bicis de la mano y, finalmente, llegamos a un río y no hay puente para cruzarlo.


Encontramos como una pasarela pero solo cruza como a un ramal del riachuelo, así que buscamos una alternativa y la encontramos dando un pequeño rodeo, primero realizando un tramo por carretera, después por un camino que ya nos une a nuestro track.



Ese camino nos conduce a una carreterita por la que rodamos unos tres kilómetros. El último tramo por una de las vías de acceso a Vila Nova de Paiva.


Es el momento de hacer el Ángelus. Escogemos un bar con una terraza a la sombra frente a un bonito palacete.


Es la una, hora local, y el hambre y la sed nos estaba atacando, así que la cerveza y el jamón que pedimos nos saben a gloria.


Como media hora después dejamos atrás Vila Nova de Paiva por un carril bici. Al terminar este seguimos por carretera prácticamente los nueve kilómetros que nos separan de Vila de Um Santo. 



Desde que salimos de Lapa estamos viviendo de las rentas obtenidas en la larga subida anterior y rodamos siempre con una ligera caída, lo cual se agradece. Por ello llegamos pronto a la siguiente localidad que atravesamos, Sanguinhedo de Cota. 


Salimos de esta localidad por un camino muy bonito, descendente, rodeado de pinos, con tramos algo técnicos debido a las piedras.



Son como seis kilómetros en los que nos divertimos de lo lindo. Una vez terminados las zonas descendentes continuamos por buenos caminos que siguen atravesando zonas de pinares hasta casi la localidad de Várzea de Calde. 



Para acceder al pueblo tenemos que cruzar un puente que nos recuerda a los que encontramos por Aliste y Sayago, en nuestra provincia, la arquitectura popular no conoce fronteras.


Cruzamos el pueblo y salimos de él por una carreterita que abandonamos después para seguir por un camino hasta la EN 2, una carretera nacional importante.


Recorremos por esta unos dos kilómetros. Al pasar por la localidad de Bigas vemos un bar a pie de carretera donde decidimos parar a comer algo porque son las 15.00 h portuguesas.


En el Café Dª Anita nos atienden de maravilla y nos preparan unos bocadillos que nos saben a gloria bendita. También tomamos un helado y algunos se atreven a beber un licor Beirão. Al salir algunos nos hacemos unas fotos con un photocall que tienen en la puerta.


Cuando salimos de comer nos incorporamos de nuevo a la EN 2 por la que seguimos algo más de dos kilómetros. En una rotonda giramos a la derecha y continuamos enseguida por un camino en buen estado y rodeado de eucaliptos. 


Este nos lleva hasta un puente sobre la autovía A 24. Una vez del otro lado de esta, comenzamos a rodar en paralelo por su margen derecha.


Al principio el camino es bueno, pero a medida que avanzamos va habiendo más y más vegetación. Los que van los primeros comienzan a pelearse con algunas ramas de espinos.


Descendemos una pendiente y las zarzas cierran el camino. Es imposible pasar y no encontramos alternativa que parta de allí mismo. Barajamos varias posibilidades pero, finalmente, decidimos volver atrás hasta el puente sobre la autovía. 


Esta decisión significa volver atrás unos dos kilómetros. Una vez sobre el puente, con la aplicación buscamos una alternativa para bici de carretera porque son las 18.00 h y nos faltan aún más de 30 km. 

Al principio la nueva ruta nos lleva por un camino hasta salir a una carretera principal, esta nos lleva, tras pasar por dos rotondas a la EN 16, por la que transitamos unos cuatro kilómetros. 


Después continuamos por un sinfín de carreteritas locales que van atravesando pequeñas localidades. Ascendemos y descendemos pero, probablemente, en el balance ganen los ascensos.


A pesar de no ser por caminos y de estar ya algo cansados, el tramo nos está gustando porque estamos conociendo una parte de la Portugal profunda. 


A lo largo de este recorrido pasamos por Oliveira de Baixo, Pereiras, Silgueiros, Caria, Figueiredo das Donas y Fataunços. Los paisajes son bonitos, es una zona muy montañosa, con mucha diseminación de viviendas. Nos recuerda muchísimo a Galicia. 



Al llegar al último pueblo citado, Fataunços, vemos que nos restan 10 km para llegar a nuestro destino. Estamos cansados y tenemos sed, así que paramos en un bar que tiene una terraza junto a la carretera. Tomamos un refresco o una cerveza, y poco después retomamos la ruta. Nos dicen que lo que queda es casi llano...

Pero nos engañaron bien, esos últimos kilómetros son casi todos de subida y, además, empinada así que se nos hacen largos.


Finalmente, vemos ya Oliveira de Frades, nuestro destino, hay que bajar hacia allí, pero también es necesario ascender alguna cuesta más. 


Llevamos casi 96 km a la espalda, unos 1.600 metros de ascensión y algunas de las baterías de las bicis eléctricas están llegando a su fin. De hecho, tres llegan muy apuradas. Finalmente, llegamos al hotel casi a las 20.00 horas. La persona del Hotel Ulveira nos facilita una manguera y lavamos rápidamente las bicis. Las ponemos a cargar, nos duchamos y nos vamos a lavar la ropa y a cenar a un restaurante que nos han recomendado en el hotel. De nuevo no nos ha dado tiempo ni a descansar un minuto a la llegada.



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Etapa 5. Oliveira de Frades - Aveiro. 61,32 km. 496 m de ascensión.
Partimos del Hotel Ulveira sobre las 9.30 después del obligatorio posado en la puerta del mismo. El día vuelve a estar soleado y hay 22º de temperatura. Mejor imposible.


Presumiblemente la etapa va a ser casi un paseo comparado con todas las demás, porque están previstos poco más de 60 km y un desnivel de unos 500 m de ascensión y casi 700 de descenso. De hecho, la planificación del resto de las etapas vino condicionada por esta, queríamos que fuera corta para así disfrutar en condiciones del destino: Aveiro.

Para salir de la localidad recorrimos varias calles, salimos a una avenida principal, compramos agua en una gasolinera y comenzamos un pequeño ascenso tras pasar por delante de una bonita fuente.



La subida nos lleva directamente a una vía verde, la llamada Ecopista do Vouga. Accedemos a ella y empezamos a rodar. El firme es de arena compactada y con un suave perfil descendente. Enseguida pasamos bajo un pequeño túnel. 


Más adelante vamos desfilando por distintos tipos de escenarios, puentes, más pequeños túneles, trincheras, zonas abiertas, zonas más boscosas, etc. La infraestructura está muy bien hecha, hay mojones que van indicando los kilómetros y hay vallas de madera en todos los lugares en los que puede haber peligro.



Pasamos también junto a pequeños pueblos, como Pinheiro, Póvoa de Ussa, Arcozelo das Maias o Ribeiradio; en alguno, incluso, hay tramos que son al mismo tiempo ecopista y calle o carreterita de la localidad. 


Cruzamos zonas con mucha vegetación, en algunos casos pinos que bordean el camino, en otros eucaliptos y en otros robles y castaños. Esos tramos con sombra son una delicia.



Los kilómetros se van sucediendo casi sin darnos cuenta y tocando poco los pedales, porque son muchos los que recorremos, simplemente, dejándonos caer. Al pasar junto a la localidad de Cedrim, a unos 23 km de la salida, cambia el suelo de la ecopista, que pasa a ser de pavimento rojizo por el que se rueda aún mejor. 

Desde unos kilómetros más atrás vamos siempre en paralelo al río Vouga, el que da nombre a la ecopista, 

Poco después dejamos a un lado una bonita estación, la de Paradela, pero nos seduce parar porque está abierta como bar. 


Dejamos las bicis junto a la estación y nos sentamos en una terracita donde tomamos café, refresco o cerveza, según los gustos. Incluso hay dos que no quieren nada. 


Nos entretenemos poco y como quince minutos después continuamos nuestro camino. Después de Paradela continuamos en paralelo al río, pero también a la N 16 y en pocos momentos perdemos de vista a uno y a otra. 

Cuando llevamos unos 35 km, al pasar junto a Póvoa, la ecopista se termina. Una pena porque íbamos de maravilla, eso sí, el cansancio de los días anteriores se deja notar en las piernas ante cualquier subidita, por pequeña que sea. También nos molesta algo la zona de los isquios, no vemos cómo acomodarnos en el sillín para ir a gusto.

La ecpista nos deja en una carretera, la cruzamos y ascendemos por una calle muy empinada de la localidad, continuamos por un camino trazado en paralelo a la autovía A 25 en el que hay otra subida corta pero muy empinada. 


Descendemos, pasamos bajo la autovía y salimos a una carreterita. Enseguida cruzamos un bonito puente tendido sobre un afluente del río Vouga y continuamos hasta Sernada do Vouga. 


Allí nos encontramos con dependencias relacionadas con el cerrado trazado férreo. El track nos indica que vayamos hacia el río pero el camino está algo cerrado por la vegetación y con la experiencia del día anterior preferimos no arriesgar.


Vemos en el GPS una alternativa por asfalto y la llevamos a cabo. En principio toca ascender algo más de dos kilómetros. Al llegar a una rotonda que, prácticamente, es la entrada de Albergaría a Velha (uno de los finales de etapa de la ruta Tuy-Lisboa que hicimos hace varios años). En dicha rotonda seguimos por la opción de la EN 1, por la que rodamos dos kilómetros y medio.

La abandonamos para tomar un camino a la derecha. Este es de buen firme y a ambos lados del mismo proliferan los eucaliptos.


El camino se termina conviertiendo en una carreterita que nos lleva hasta Frossos. Cruzamos esta localidad y al terminar esta giramos noventa grados y nos incorporamos a un carril bici que, de nuevo, nos lleva en paralelo al Vouga. 



Poco después llegamos a una rotonda desde donde continuamos por una carretera como dos kilómetros. Al llegar a otra rotonda nos incorporamos a otra vía asfaltada más importante. Cruzamos un puente sobre el río, que en esa zona es ya muy ancho. Un kilómetro y medio más adelante dejamos esa carretera para seguir en paralelo por una zona de naves y así evitar la gran cantidad de tráfico que hay. 


Volvemos a incorporarnos a esa vía asfaltada principal pero solo para realizar un pequeño tramo y en la siguiente rotonda nos desviamos ligeramente a la derecha para continuar por otra zona con muchas naves industriales, si bien, más adelante volvemos a salir a una avenida principal donde ya hay viviendas.


Pero enseguida nos desviamos, de nuevo a la derecha, para continuar por un camino de excelente firme flanqueado, por el lado derecho, de marismas.



Recorremos unos dos kilómetros y cruzamos la autovía A 25 por un puente elevado que nos permite, ya del otro lado, continuar por un carril bici en paralelo a uno de los canales de Aveiro.


Como un kilómetro después pasamos a la otra orilla del canal atravesando un puente. Ya en la otra margen tomamos una calle y, como quinientos metros más adelante y un par de giros, el GPS nos deja a la puerta del apartamento que vamos a ocupar. 


Es la una del mediodía y ya hemos terminado la ruta, así que tenemos mucho tiempo para disfrutar la ciudad. Tras ocupar el apartamento y ducharnos, buscamos un restaurante para comer algunos de los platos típicos de la ciudad. Después de comer nos da tiempo a visitar la zona del Jardim do Rossio, también hacemos un recorrido por los canales en un moliceiro, paseamos por el casco antiguo, tomamos una cerveza en una terraza junto al mercado... Una verdadera tarde de relax, que nuestras piernas y nuestro cuerpo agradecen.












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Etapa 6. Aveiro - Pedrogão. 125,09 km. 464 m de ascensión.
La sexta etapa la iniciamos sobre las 9 de la mañana. Seguimos abonados a los 22º, si bien hoy el cielo está nublado, parece como niebla alta que, posiblemente, a lo largo de la mañana levante. Nos gustaría que así fuera porque el recorrido previsto para esta jornada va en muchos momentos junto a la costa y todo luce mucho más con sol. Ese recorrido va a ser largo, más de cien kilómetros, pero con muy poquito desnivel.

Nada más salir de la zona del apartamento rodamos por una calle principal, cruzamos al otro lado del Canal Central y seguimos en paralelo a este hasta una rotonda.


Aunque no estaba previsto ir hasta el Farol de Aveiro nos apetece variar el recorrido para visitarlo pero sobre el mapa hemos visto que en bici no es sencillo. Por ello, al llegar a la rotonda a la que nos referíamos, comenzamos a rodar por un carril bici, paramos a un ciclista y le preguntamos. Muy amablemente se ofrece a ir con nosotros hasta allí. Para evitar la autovía hacemos una especie de "C" invertida bordeando Gafanha de Nazaré. Pasamos junto a marismas, tenemos la oportunidad de contemplar flamencos y rodamos cerca del puerto pesquero. 



También pasamos cerca de un buen número de secaderos de bacalao y otras naves industriales. 


Tras unos ocho kilómetros cruzamos por el mismo puente de la autovía A 25, por una zona habilitada para personas y bicicletas. Durante el trayecto vamos hablando con nuestro "guía", que nos va explicando curiosidades de la zona. Se llama Joao y tiene ¡70 años! que no aparenta.


Ya al otro lado del puente continuamos junto a la ría para después, tras dos giros de noventa grados, llegar a una avenida por la que continuamos hasta llegar a una rotonda desde donde ya podemos contemplar el faro a nuestra izquierda. 


Para que esté Joao en la foto uno de los nuestros se sacrifica y hace la foto. Antes de partir le agradecemos enormemente su ayuda y nos despedimos de él. 


Nos alejamos de la zona por una avenida paralela a la que nos llevó hasta allí. Más adelante continuamos por un carril bici que nos conduce por el interior de una estrecha lengua de tierra que hay entre el mar y el Canal de Mira. Rodamos por él y hacemos una parada junto a las famosas casas de colores de Costa Nova. No lucen todo lo que deberían porque en esa zona las nubes siguen bajas y aún no ha levantado. Aún así, nos encantan.



Seguimos por carril bici unos siete kilómetros, la mayoría de ellos vamos en paralelo a una carretera y al Canal de Mira.


La vía para bicis termina al llegar a un puente, lo cruzamos y hacemos un giro a la derecha para proseguir por un camino ancho, de tierra compactada blanca, por el que se rueda muy bien. Justo en ese momento nos "encontramos" con nuestro track original, si bien con más kilómetros sobre nuestras espaldas. 


Seguimos rodando en paralelo al llamado Canal Mira, y después de unos seis kilómetros giramos a la izquierda para pasar por una pequeña localidad en busca de un bar o tienda donde comprar agua. Encontramos un bar, adquirimos el agua y continuamos nuestra marcha. 

Vamos un buen trecho en paralelo a una especie de canal artificial con pequeñas azudas cada ciertos metros. Como todo es muy llano avanzamos rápido y los kilómetros realizados van aumentando con prontitud.



Como ocho kilómetros después de la parada para comprar agua llegamos a la localidad de Praia de Mira. Allí nos volvemos a salir del track previsto, en esta ocasión para rodear el lago de Barrinha. 


Este lago tiene zonas para senderismo y para observación de aves. Al pasar junto a una torre de vigilancia u observación no resistimos la tentación y algunos subimos a otear el horizonte.


La vista es magnífica porque parte del lago está tomado por vegetación, entre la que destaca una zona con flores rosáceas.



De nuevo sobre las bicis continuamos pedaleando y enseguida entramos en una paraje denominado Dunas de Mira, Gãndara e Gafanhas. Para nosotros se traduce en una carretera recta, un carril bici y a los lados, en los primeros kilómetros, algunos árboles.


Más adelante desaparece el arbolado y entonces sí que se puede apreciar que estamos atravesando una zona dunar. Como el pavimento está en muy buen estado y, además, apenas pasan coches, se rueda a gusto y a buena velocidad. 


Recorremos kilómetros y kilómetros por esa inmensa recta que, en algunos momentos, llega a hacerse pesada. Para distraernos hasta hacemos "posados" sobre las bicis. 



Cuando llevamos más de 20 km sin cambiar de dirección hay como un cruce y la opción de continuar recto (la de nuestro track) aparece cortada por obras. Aún así, continuamos sin hacer caso al cartel. En esa zona hay mucho más arbolado, el firme de la carretera es malo y ya no hay carril bici, pero, al estar cortada tan solo nos cruzamos algún vehículo de la obra de pavimentación que están llevando a cabo.


En un momento dado nos damos cuenta de que estamos fuera del track. El caso es que más atrás no hemos visto desvío alguno. Consultamos el GPS y observamos que más adelante hay un pueblo y desde él podemos retomar el track. Continuamos hacia esa localidad adonde estamos deseando llegar porque la recta infinita es muy monótona y, además, tenemos ganas de comer y beber algo.


Llegamos a Quiaios tras 27 km de atravesar este paisaje dunar. Allí preguntamos por un bar y nos indican dónde encontrar uno.


En realidad se trata de una cafetería, pero tienen cervezas, refrescos y los típicos pasteles portugueses llamados natas. Bebemos algo, comemos uno de estos cada uno y, unos veinte minutos más tarde, salimos de nuevo a la calle para retomar la ruta.


En el GPS vemos que si vamos hacia la playa del pueblo que, según nos han indicado, está a unos 4 km, podemos retomar el track. Nos dirigimos hacia ella atravesando otra parte de esta localidad, que contiene algunos edificios singulares.


Recorremos unos cuatro kilómetros por una carreterita y, por fin, vemos el mar. Y es que desde que llegamos al Farol de Aveiro hemos ido siempre en paralelo al Atlántico, pero en ningún momento lo habíamos podido ver. 


Salimos de la playa de Quiaios por una carretera que, enseguida, nos avisa de que llana no es. Eso sí, como venimos entrenados de subidas con mayor porcentaje, no nos asusta.


Una vez superada la primera ascensión, paramos, miramos hacia atrás y por delante tenemos, probablemente, la mejor vista de todo el recorrido que llevamos hecho hasta ese momento.  


Enseguida descendemos para que, al llegar de nuevo cerca del nivel del mar, empecemos de nuevo otra subida más larga que la anterior. Pero claro, las cuestas con vistas así cuestan muchísimo menos. También es cierto que el día acompaña porque se ha quedado muy luminoso y no hace calor.



En un punto de este recorrido deberíamos haber tomado un camino que, se supone, que hay entre el acantilado y la carretera, pero en el único sitio que lo hemos visto estaba cerrado el paso con una alambrada. No nos importa porque podemos disfrutar de las vistas igualmente y, además, vemos que el track se termina uniendo a la carretera por la que estamos rodando.

El último descenso nos lleva ya a los pies de las poblaciones aledañas a Figueira da Foz.


Unos tres kilómetros más adelante nos enfrentamos a la inmensa playa de esta ciudad. 


Vamos recorriéndola poco a poco por un carril bici. Dejamos la ciudad a nuestra izquierda. Al llegar a un chiringuito cerca de la playa, decidimos entrar a comer algo porque son cerca de las 14.00 h y, a pesar de que ya llevamos recorridos unos 75 km, aún tenemos por delante más de 30. 




Uno de los bikers prefiere no hacer un parón, tratamos de convencerlo pero no lo conseguimos y decide continuar solo. Tampoco quiere que nadie le acompañe así que, finalmente, continúa sin realizar esta parada.

Los demás nos tomamos una cerveza y un bocadillo. Tardan algo en servirnos así que al final la parada termina siendo larga, de algo más de una hora. Cuando dejamos atrás el chiringuito, al volver a coger nuestras bicis, son casi las 15.15 h.


Terminada la playa continuamos en paralelo a la desembocadura del río Mondego. Tenemos que dirigirnos hacia un gran puente que vemos ante nosotros. Seguimos el track pero nos lleva a una calle de la que se supone que parte otra que no existe. 


Con la ayuda del GPS buscamos una alternativa lo que nos obliga a dar cierto rodeo pero el puente solo tiene un acceso y tenemos que llegar a él. 

Cuando estamos ya a punto de cruzarlo comprobamos que tiene mucho tráfico y que, además, está en obras y solo hay abierto un carril abierto en el sentido de nuestra marcha.


Procuramos ir lo más rápido posible para no entorpecer a otros vehículos, pero como no hay anchura suficiente para que nos adelanten, obligamos a unos cuantos a ir a nuestro ritmo.



Al salir del puente continuamos por la EN 109 porque no hay más alternativas hasta que llegamos a una rotonda que da acceso a la localidad de São Pedro. Entramos en el pueblo y recorremos varias de sus calles para dirigirnos hacia el mar.


Siguiendo el track llegamos a un punto en el que el camino a seguir tiene mucha arena. No vemos factible ciclar por él así que buscamos una alternativa. Atravesamos de nuevo São Pedro en sentido contrario y salimos de nuevo a la EN 109.


Recorremos unos ocho kilómetros por esta carretera nacional. Tiene bastante tráfico pero posee un arcén muy ancho por el que nos sentimos seguros.

La abandonamos en una rotonda que da acceso a Leirosa y continuamos por una carretera de menor importancia. Desde allí hablamos por teléfono con el biker que va en solitario y nos dice que va bien, pero que se ha encontrado muchos tramos con caminos con bancos de arena. Eso nos hace replantear el último tramo de la ruta. Con la ayuda de la app que hemos usado en más ocasiones en este viaje, trazamos una alternativa por carreteras secundarias y carriles bicis. Eso nos obliga a, abandonar la carretera local en la que estamos e ir al encuentro, de nuevo, de la EN 109. En ese trayecto alcanzamos ya los 100 km recorridos.


Después de otros tres kilómetros por esa vía nacional nos desviamos a la derecha y continuamos por una carretera de menor entidad rodeada de eucaliptos.


En esta no hay nada de tráfico y se rueda muy bien por ella. Eso, unido a que es muy llana, nos permite rodar con cierta alegría.


Unos cinco kilómetros más adelante giramos a la derecha y nos incorporamos a un carril bici. Se llama Estrada Atlántica, que toma el nombre de la carretera a la que va paralela. 


Cada vez vemos más cerca el final aunque aún quedan kilómetros, pero lo cierto es que comprobamos que estos avanzan sin que pesen en exceso en nuestras piernas. Las baterías de las ebikes están muy poco por debajo de la mitad de capacidad, también es cierto que es debido a que en muchos km han rodado con el motor apagado.


Realizamos algún cambio de dirección siguiendo el track y este va de continuo por la citada Estrada Atlántica. Una vez recorridos unos diez kilómetros por ella vemos que hay un laguito cerca. Nos desviamos ligeramente para verlo de más cerca. Se trata de la Lagoa de Ervedeira. No es muy grande pero está resguardado del viento y eso en esta zona seguro que es muy valorado, de hecho, hay bastante gente tumbada en la arena y bañándose, algo que hemos visto poco en las playas.


Para abandonar la zona bordeamos el lago por una pasarela y terminamos saliendo de nuevo a la Estrada Atlántica. 


Ya solo nos restan unos 7 km para llegar a nuestro destino. En ese tramo se suceden varias curvas abiertas y, aunque cada vez estamos más cerca de Pedrogão, no terminamos de verlo porque hay dunas altas que lo impiden.


Finalmente, llegamos a una rotonda, continuamos un tramito más y nos desviamos a la derecha para descender hacia Pedrogão. Ya vamos viendo el mar y pronto estamos junto a él. La playa es buenísima pero hay poco gente, aunque son como las 18.30, porque hay viento y este es fresquito.

Justo donde nos indica el track que tenemos que volver para el interior del pueblo hay un chiringuito con unas vistas buenísimas a la playa. Decidimos parar allí antes de ir al hotel para tomar algo, disfrutar del mar y las vistas y descansar. 
 

Al final, con las confusiones y los replanteamientos de la ruta, hemos hecho 125 km. Eso sí, no hemos ascendido ni 500 m y eso lo notan nuestras piernas, que están menos cansadas que otros días, a pesar de haber realizado tantos kilómetros.


Después de tomar algo en el chiringuito nos desplazamos al hotel que está muy cerca. Allí nos duchamos, nos vestimos y salimos a dar un paseo por el pueblo. A pesar de que nos hemos puesto un cortavientos encima, donde da el viento hace frío, así que adelantamos la cena. Aprovechamos para comer pescado fresco. Después de cenar nos retiramos al hotel, que al día siguiente nos espera una etapa dura.



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Etapa 7. Pedrogão - Peniche. 108,82 km. 1.065 m de ascensión.
Todo lo que comienza tiene un fin y el de esta ruta está próximo. Si pensamos en el momento del inicio en la Catedral de Zamora nos parece que ha sido hace un siglo, pero contradictoriamente, se nos han pasado muy rápidos los siete días. El caso es que estamos ante la séptima y última etapa de esta ruta. 

Partimos de Pedrogão a las 9.00 h. Hay 20º y una neblina parece envolverlo todo, si bien da la impresión de que está empezando a levantar. Por delante tenemos la segunda etapa más larga, casi 100 km, pero a diferencia con la del día anterior, que era casi llana, en esta tendremos que superar unos mil metros de desnivel positivo. 

Después de hacer la obligada foto de salida comenzamos rodando en paralelo al mar por un carril bici que nos lleva hasta Praia de Vieira, que se encuentra a poco más de 4 km. 


Después de esos kilómetros iniciales que nos sirven de calentamiento, llegamos a esa pequeña localidad, en la que cruzamos un puente sobre el río Lis. 


Enseguida aparece la enorme playa que da nombre al pueblo, es muy ancha, de fina arena y el mar, como siempre desde que lo venimos "vigilando", está muy vivo.


En la misma playa, pero unos cientos de metros más adelante, nos topamos con barcas y artes de pesca de los marineros del lugar. 


Cuando llegamos al camino que debemos tomar, según nuestro track, vemos que tiene mucha arena, así que somos precavidos e improvisamos un pequeño itinerario por el pueblo para llegar de nuevo al carril bici. 


A pesar de haber realizado esta variación, en esta ocasión, al igual que siempre que nos hemos desviado de la ruta original, buscamos unirnos al track original lo antes posible. No tardamos en lograrlo. Este continúa por carril bici en paralelo al mar si bien no vemos este porque es zona dunar y la vegetación y las propias dunas impiden su visión. Recorremos sin novedad por esta vía unos doce kilómetros.

Después de avanzar esa distancia comenzamos a acercarnos a la costa y terminamos rodando junto a una inmensa playa. A estas alturas la neblina se ha ido disipando y es una gozada ir en bicicleta con las vistas que tenemos a nuestra derecha.


Hacemos una pequeña parada en un mirador desde donde podemos contemplar unos enormes acantilados y el Farol do Penedo da Saudade. 


Enseguida nos subimos de nuevo sobre nuestras bicis y continuamos rodando hacia São Pedro de Moel.


Antes de llegar a esa localidad hacemos un parada para contemplar su playa desde lo alto. Es preciosa, incluso con la neblina. 



Nada más volver a las bicis comenzamos a descender hacia el pueblo. Y, una vez en la parte baja del mismo, lo lógico y esperado, toca subir otro tanto. 



Dejamos atrás São Pedro de Moel volviendo a rodar por el carril bici, que sigue siendo el mismo por el que ya transitamos el día anterior, el correspondiente a la Estrada Atlántica. Volvemos a tener a nuestra izquierda el mismo terreno dunar que tanto nos ha acompañado desde que dejamos Aveiro.


Unos seis kilómetros más adelante nos acercamos a Paredes de Vitória. Como descender al pueblo para volver a ascender nos parece un poco inútil, decidimos evitarlo buscando una alternativa. Poco después nos damos cuenta de que esta nos aleja de nuestro track, así que damos la vuelta y descendemos a esta localidad costera, en la que no nos detenemos y que abandonamos ascendiendo hasta una rotonda. 

Continuamos por el carril bici hasta las proximidades de Vale Furado, otra pequeña localidad. En nuestro track tenemos marcado un acercamiento a este pueblo para llegar a un mirador. Seguimos el track pero el mirador no aparece y las vistas están bien pero no son espectaculares.


Desandamos el camino para volver al carril bici por el que continuamos rodamos a buen ritmo. Las ebikes van apagadas en todas las zonas llanas y descensos para preservar las baterías, para lo que pueda llegar y para tantos kilómetros que aún hay por delante.


Nos vamos acercando a la conocida ciudad de Nazaré. Bastante antes de llegar ya podemos contemplar una vista de la parte alta del pueblo.


Unos nueve kilómetros después de Vale Furado entramos en la bonita plaza de esta localidad. Al fondo, presidiendo la enorme plaza, está el Santuário de Nossa Senhora da Nazaré. 


A un lado de la plaza hay una pequeña tapia de piedra junto a una capillita que tiene un precioso tejado de azulejos decorados. Nos acercamos a ella y a dicha tapia, para ver lo que hay detrás, y no podemos por menos que abrir la boca al ver la impresionante panorámica de la playa de Nazaré y de toda la parte baja de la ciudad. 



Después de unos minutos disfrutando de las vistas descendemos hacia la playa. Es la hora del Ángelus y qué mejor sitio para hacerlo que junto al mar. 


Antes de encontrar un bar con terraza nos paramos varias veces para fotografiar las curiosas casetas, muy características de esta playa, y que nos hemos ido encontrando en todo el litoral. 


Cuando vemos una terraza con sitio para seis apoyamos las bicis en una farola y tomamos una cerveza o un refresco, según los gustos. Disfrutamos del momento porque la temperatura, la luz y el ambiente son ideales. 


Aunque nos da un poco de pereza hay que volver a las bicis y así lo hacemos, pero sin montar porque la calle es de sentido contrario y único. Poco después aparece un carril bici al que nos incorporamos.


Unos metros más adelante encontramos en la playa las típicas barcas de los pescadores, si bien creemos que están puestas ahí precisamente para ser admiradas, pero que ya no se usan, al menos estas. 


Junto a ellas hay varios puestos con distintas variedades de pescado secando al sol. Es la tradición del Peixe Seco, un proceso que comienza limpiando los peces de vísceras y escamas, después se lavan, se pasan por una salmuera (hecha con agua y sal gruesa) y se ponen abiertos en los paneles, donde se secarán a lo largo de 2 o 3 días. Transcurridos estos se pueden comer crudos, aunque lo normal es cocerlos con patatas. 


Dejamos atrás los puestos continuando por el carril bici, bordeamos el puerto y terminamos saliendo a una carretera. Nada más cogerla cruzamos un puente y nos desviamos a la derecha, para proseguir por un buen camino. Recorremos por él casi tres kilómetros. 


El camino comienza a estrecharse, cada vez más y empezamos a encontrar bancos de arena. Hacemos una parada y valoramos alternativas. Justo en ese momento aparece como por arte de magia un joven corriendo. Le preguntamos que si el camino que trae es apto para bicis y nos contesta en perfecto castellano y con acento vasco que el día anterior ha estado él con su bici por allí y que no nos lo recomienda por la arena. Le agradecemos muchísimo su valiosa información y nos damos la vuelta. Volvemos a la carretera. Terminamos de añadir casi 7 kilómetros a nuestra ruta.


La carreterita enseguida comienza a ascender y así lo hacemos durante algo más de tres kilómetros, en los que ganamos unos 170 m de altitud. No sabemos cómo sería el camino que teníamos previsto hacer, pero esta subida nos ofrece la posibilidad de ir contemplando el mar, cuando la vegetación lo permite.



Si miramos atrás podemos contemplar también una buena panorámica de Nazaré y todo su entorno.


En todo momento hemos ido en paralelo al track original, solo que por la cima de la montaña que nace junto al mar. Después de la subida es el momento de aprovecharse de los réditos conseguidos y comenzamos un descenso que se prolonga a lo largo de unos siete kilómetros, los necesarios para llegar de nuevo al nivel del mar. También en este descenso tenemos buenas vistas.


Así llegamos a São Martinho do Porto, una localidad costera que es una bahía con forma de semicírculo perfecto con una pequeña entrada/salida al mar. Imaginamos que estas peculiaridades hacen que sus aguas sean más tranquilas y que tengan mejor temperatura que las de los alrededores, y eso se nota en que hay mucha más gente en la playa.


También aquí encontramos las típicas casetas, pero en São Martinho son todas de franjas azules y blancas, si bien en algunas varían los tonos del azul. 

Aprovechamos para hacer una parada y comer algo, ya que son las 14.00 h. Lo hacemos tranquilamente en la terraza de un pequeño restaurante que hay junto al paseo marítimo. 

Al terminar no queda otra que retomar la ruta. En este punto ya estamos de nuevo en el track original. Continuamos recorriendo la bahía por la ciclovía que va paralela a la calle principal. Después de una rotonda vemos un pasarela de madera en forma de U. Entramos en ella. El que va el primero, al llegar a la esquina frena para parar, se desestabiliza y su rueda delantera se va hacia el borde. Justo en ese tramo no hay una cuerda de protección y la bici y el biker se caen por el hueco. Hay como un metro y medio de altura y lo peor es que cae de cabeza. Los que lo vemos nos asustamos mucho. Todos apoyamos las bicis en el suelo y corremos a su auxilio. Afortunadamente está un poco aturdido, ha sentido cierto dolor en el cuello al dar el casco contra la arena, pero nada más. En cuanto puede se levanta. Todos respiramos tranquilos. No sabemos quién le ha amparado en la caída, si la Virgen de Lapa (todos tenemos su estampita desde que pasamos por su santuario), nuestro amigo Ángel, o ambos.


En la imagen vemos la esquina por la que, inexplicablemente, se precipitó.


Después del susto abandonamos la pasarela y volvemos a la carreterita. Enseguida pasamos por la localidad llamada Salir do Porto, que abandonamos ascendiendo.



Poco más adelante dejamos el asfalto y nos desviamos a un camino de buen firme y con mucha anchura.


Se va estrechando más adelante pero se sigue rodando bien. Finalmente terminamos saliendo a una vieja conocida, la Estrada Atlántica.


Por su carril bici, en esta ocasión consistente en un amplio arcén, seguimos rodando. La tendencia sigue siendo ascendente pero las cuestas no son muy pronunciadas.


Tras unos siete kilómetros de carril bici nos topamos con una bonita vista. Se trata de Foz de Arelho. En ese punto la costa se rompe para que desemboque el río Arnoia. Ese corte a nosotros nos supone muchos kilómetros porque tenemos que rodear la propia desembocadura y la Lagoa de Obidos para continuar después por la costa. 


Descendemos hacia el pueblo de Foz de Arelho y después la de siempre, a ascender para dejarlo atrás. En cuanto nos alejamos del mismo comenzamos a recorrer caminos no muy anchos rodeados de eucaliptos.


En algunos momentos nos desviamos a caminos de menor entidad que terminan siendo sendas estrechas. Empezamos a temer que, en cualquier momento, alguna de esas sendas se cierre y nos toque buscar alternativas, pero no, continuamos avanzando.


Tras unos cuatro kilómetros recorriendo este tipo de caminos comenzamos a bordear el lago de Óbidos por un camino marcado con balizas con señal roja y blanca. Es una zona que la gente visita para avistamiento de aves, si bien tiene tramos con ciertas complicaciones para las bicis.


Aunque vemos que los kilómetros avanzan poco estamos disfrutando mucho de toda esta zona, preferimos tramos así a otros de asfalto o carril bici, desde luego.


De vez en cuando paramos para admirar el lago o para disfrutar de los flamencos.



Bordear el lago nos lleva unos ocho kilómetros. En un tramo hay que bajarse de la bici para pasar una zona con piedras y estrecha, pero todo es compensando por lo bonito que es el camino.



Después de pasar un pequeño puente de madera, comenzamos a rodar por la llamada Ecopista da Varzea da Rainha. 


Se trata de un camino compactado por el que se rueda de maravilla. Recorremos unos tres kilómetros por él hasta terminar de bordear el lago. Aunque llevamos ya más de 90 km encima, no estamos cansados y seguimos disfrutando. 


Llegamos a una rotonda, y allí dejamos la ecovía para continuar por un camino que enseguida asciende hacia una zona repleta de eucaliptos. Pronto nos enfrentamos a una subida imposible que nos cuesta subir incluso con la bici en la mano.


Continuamos haciendo un sinuoso recorrido, la mayoría ascendente, con algún tramo con alto porcentaje de subida, pero ya no es necesario bajarse de la bicicleta. 


Más adelante el camino se ensancha, pero seguimos sumergidos en un enorme eucaliptal. 


Continuamos subiendo pero también nos enfrentamos a varias bajadas. Empiezan a hacerse largos los kilómetros, quizás por ser los últimos y tener ya el fin cerca. 


Recorremos por esta zona unos diez kilómetros, pero finalmente descendemos hacia una pequeña localidad. Se trata de Ferrel, el último pueblo que aparece en nuestro rutómetro antes del final de etapa de y de ruta.



Salimos de este pueblo por una carretera que, tras un kilómetro, nos pone junto al mar. Desde allí continuamos por una ecopista unos tres kilómetros.


Al llegar frente al hotel, Star Inn Peniche, hay una pasarela de acceso a la playa y también un chiringuito. Allí mismo nos apeamos de nuestras bicis para poner fin a la etapa, tras 109 km, y a la ruta. Nos abrazamos y nos dirigimos al chiringuito para tomar algo. 

Salen del chiringuito en ese momento dos galanas que se han desplazado hasta Peniche para recoger a sus maridos e irse al día siguiente. Nos abrazamos a ellas y tomamos algo todos juntos.
 

Extrañamos la recepción de las Galanas, que siempre han sido originales y divertidas, pero este año las circunstancias lo han impedido. 

Después de tomar algo posamos todos juntos con el Atlántico, al que tanto hemos acompañado en estos días, tras de nosotros. Aunque en la foto estamos seis, todos sabemos que nos acompañan los que no han podido participar con nosotros de esta gran ruta, y Angel, que nos dejó para siempre, pero ha estado en nuestra boca y en nuestros pensamientos decenas de veces cada día.
 





Ponemos así fin a la ruta Zamora-Aveiro-Peniche. Ha sido ambiciosa pero hemos logrado estar a la altura. Hemos atravesado paisajes tan diferentes como nuestro querido Sayago, o las zonas dunares que bordean el Atlántico. Hemos visto aldeas, pueblos y ciudades y nos hemos enfrentado a muchas ascensos, muchos de ellos de dureza extrema, sobre todo en las etapas centrales, en las que se concentraba la mayoría de las subidas en pocos kilómetros. Hemos convivido y nos hemos divertido, como siempre. Y hemos disfrutado de la bici, tanto, que ya estamos pensando en la ruta de 2025.


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