Como dice el título, hoy tocó repetir destino, y es que la última salida que hacemos siempre antes de hacer la gran ruta del verano tiene como ecuador esa localidad zamorana. Hasta allí vamos y volvemos, claro, para hacernos un último test antes de salir con una distancia larga, en torno a 70 km.
Habíamos quedado a las 8.45 h en el lugar habitual. La temperatura y el soleado día invitaban a andar en bici y así lo entendieron unos cuantos bikers que se presentaron con exquisita puntualidad a esa hora, incluido el que ya no está y que siempre nos acompaña. No demoramos nada la salida y pasados dos minutos las nueve menos cuarto estábamos ya saliendo hacia el puente de Cardenal Cisneros. Lo cruzamos, bajamos las escalerillas del final y continuamos por un recorrido, conocido por todos los que hacemos bici, y que lleva hasta la carretera de Moraleja. La cruzamos y seguimos por un tramo asfaltado y otro de tierra, entre varias fincas, que nos llevó hasta prácticamente la rotonda de El Cristo de Morales.Sin llegar a pisar dicha rotonda, giramos a la izquierda para proseguir por la carretera que va hacia Pontejos. Por ella recorrimos unos tres kilómetros y nos enfrentamos a la primera subidita. Habría muchas más porque de Zamora hasta nuestro destino se va ascendiendo constantemente, eso sí, a la vuelta toca sacar provecho de ese esfuerzo previo.
Llegamos a Pontejos, pero solo tocamos la localidad tangencialmente y, además, enseguida nos desviamos hacia la derecha para seguir hacia Cazurra.
En este recorrido fuimos entre campos de cereales y colza ya totalmente secos. Hace, como quien dice, cuatro días tenían un verde intenso y ahora están ya listos para la cosecha.
La pista termina en la carretera que va hacia el pueblo. Seguimos por esta y enseguida entramos en la localidad. Al pasar por una placita nos fijamos en un tractor restaurado que no habíamos visto antes. La explicación es que fue inaugurado el día de San Isidro de este año (15 de mayo). Se trata de un homenaje a los agricultores y ganaderos representados por el Lanz (la marca del tractor) de Lucas Garrote, el primero que llegó a Peleas, allá por 1961.
Al llegar a la altura de la plaza del Ayuntamiento giramos a la derecha. Salimos del pueblo y poco después tomamos un camino que partía a nuestra izquierda. Allí mismo comenzó una ascensión que se prolongó a lo largo de más de dos kilómetros.
También esta localidad la tocamos solo tangencialmente ya que, cuando íbamos a entrar en ella, nos desviamos a la izquierda. Justo en el cruce han puesto un curioso cartel con indicadores de los pueblos más cercanos.
Una vez que llegamos a ella la cruzamos por un viaducto elevado y comenzamos a rodar en paralelo a ella.
Nos separamos del antiguo trazado del ferrocarril realizando un giro a la izquierda e inmediatamente a la derecha, continuando por un camino ancho y de buen trazado.
Abandonamos el pueblo siguiendo la tendencia de todo el camino de vuelta, descendiendo, si bien ya era muy ligera y contrarrestada por el viento que nos daba lateralmente, aún así rodamos a muy buen ritmo y los kilómetros se iban sucediendo rápidamente.
Volvimos a estar rodeados, mayoritariamente, por campos de cereales que, en ocasiones, cuando ya están cosechados, albergan pequeños "castillos" propios de estas tierras castellanas.
Un giro a la derecha nos llevó a otro camino ligeramente más abierto y como cien metros después, cambiamos de dirección, hacia la izquierda, y entramos en uno que podríamos denominar "normal". Este nos llevó a encontrarnos de nuevo con la Vía de la Plata pero tan solo unos metros porque nosotros continuamos por una cuesta, que no sabemos qué tiene porque parece poco pronunciada pero a todos nos cuesta horrores subirla, que conduce a El Perdigón.
Culminada la subida vino la bajada que nos dejó a las puertas de esa localidad. Pero solo a las puertas porque nos desviamos a la izquierda e hicimos un recorrido que la bordeó totalmente.
Dejamos atrás El Perdigón y continuamos, sin cambiar de dirección, hacia la cercana Entrala. El camino que seguíamos nos llevó hasta la carretera, justo en el punto donde comienza el pueblo.
Cruzamos buena parte de la localidad por dicha carretera pero nos desviamos a la derecha para seguir por un camino. Unos cientos de metros más y varios cambios de dirección nos llevaron hasta la carretera que une Entrala con Morales del Vino. Seguimos por ella hasta que entramos en Morales.
Cruzamos la N-630 y comenzamos a callejear por el pueblo, donde se quedó un biker, para finalmente, volver a cruzar la nacional y tomar la llamada Cuesta Blanca, que en un descenso prolongado nos llevó hasta la carretera de El Perdigón. Al llegar a esta continuamos por ella dirección a Zamora. A la altura de El Cristo de Morales, tras hacer la rotonda, proseguimos por el carril bici Morales-Zamora.
Continuamos rodando rápido aprovechando la ligera tendencia descendente de casi todo el camino de vuelta, así que en pocos minutos estábamos en el cementerio. Atravesamos Pinilla y el Puente de Hierro y volvimos al punto de donde habíamos salido como tres horas y media antes.
Como teníamos prevista una "comida de hermandad" no todos se quedaron al ritual de la hidratación post-ruta, pero los que sí lo hicieron sí recuperaron líquidos y comentaron la ruta, como siempre.
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