8 de junio de 2024

Transfronteriza 2024 (Bike 30)

La idea con la que se gestó la Transfronteriza fue que igual número de ciclistas y corredores de España y Portugal se enfrentaran en pruebas de BTT y de trail, respectivamente, para, al finalizar estas, proclamar un país vencedor en función de las clasificaciones de unos y otros. Esta excelente idea no ha calado entre los deportistas portugueses, no sabemos por qué, y son muy poquitos los que participan, teniendo que llevar camisetas de ese país españoles que ya no tienen inscripciones disponibles en el equipo de España. Pese a esto, es una maravilla de prueba, por todo. ¡No se puede organizar mejor!


Los nueve integrantes de Bikers Duri estábamos apuntados a la Transfronteriza 2024, pero lesiones, viajes y compromisos ineludibles dejaron al equipo diezmado y solo cuatro pudimos acudir a esta cita. Y lo hicimos madrugando mucho, ya que a las 9.00 h estaba prevista la salida, y de Zamora a Figueruela de Arriba hay 85 km. Por ello, a las 7.30 h estábamos partiendo de nuestra ciudad.

Al llegar al pueblo seguimos las indicaciones para el parking de coches (también lo había de autocaravanas) y, una vez aparcados, nos preparamos y pusimos los dorsales. Dos de los nuestros no llevaron su maillot de España porque no se dieron cuenta de que era obligatorio vestirlo para tomar la salida. Se nos ocurrió ir donde realizan la entrega de dorsales y pedir dos maillots a cambio de devolver los de estos sin estrenar el lunes en Zamora. La organización accedió y así pudieron cambiarse. Eso sí, eso nos retrasó algo y cuando nos dirigimos hacia la salida fue llegar a donde estaban los últimos y comenzar a rodar. Eran las 9 en punto de la mañana.


Los arcos de salida de España y Portugal estaban situados en Figueruela de Abajo, localidad separada de la otra Figueruela, la de Arriba, por unos cientos de metros. Después de recorrer su calle principal salimos del pueblo todavía muy agrupados.


Las previsiones meteorológicas habían pronosticado lluvias durante buena parte de la noche y a partir de las 11 de la mañana, pero no cayó ni una gota, ni antes ni después de la prueba. Y a la hora de la salida nada en el cielo auguraba que pudiera llover en breve. Eso provocó que, en los dos  primeros kilómetros, hubiera algo de polvo levantado por las doscientas bicis inscritas.


Como el camino no era ancho tratar de adelantar a ciclistas no era tarea fácil y es que salir al final es lo que tiene, que todos van por delante... Pero aún así, uno de los nuestros consiguió adelantar algún puesto, dos íbamos juntos y un cuarto tuvo algunas dificultades para adelantar y se quedó algo más atrás. 

Enseguida comenzamos a descender hacia el arroyo del Sapo, si bien antes de llegar a este hubo un pequeño repecho. 


Tras superarlo continuamos bajando hasta llegar a esa corriente de agua, que hoy era más bien de barro. La gente se lo pensaba antes de cruzar el barrizal pero al final no quedaba otra que pasar al otro lado.

Al salir del barro había que girar totalmente hacia la derecha y comenzaba un ascenso de más de kilómetro y medio de distancia, pero eso sí, con buen firme, lo que facilitaba la subida. 


En ese tramo enlazamos con el biker que iba por delante. Pero tanta subida nos dio a los dos perseguidores ventaja, al ir con ebikes, frente al otro compañero, que rodaba sobre bicicleta muscular. 


En una bajada posterior consiguió enlazar con nosotros y en el siguiente ascenso volvió a quedar algo más atrás. 


Hubo entonces unos kilómetros de transición en el que hubo varias subidas y bajadas no demasiado importantes. Eso nos permitió mirar a algo más que al camino.


Más adelante, sobre el kilómetro 8,5 aproximadamente, comenzamos un descenso largo que pudimos hacer a buena velocidad porque el firme lo permitía. La bajada se prolongó a lo largo de un kilómetro y medio. 


Al concluir esa, hubo una subida y otra bajada cortas, atravesamos una zona de robles y comenzamos a ascender atravesando un gran pinar. 


Este ascenso se alargó más de un kilómetro y medio y estaba repleto de tramos de cierta dureza. Aprovechamos esa zona para ir adelantando, cuando se podía, a bikers musculares y a algunos con ebikes. 


A pesar de la dureza de varias de sus rampas hay que decir que la zona era muy bonita y que, casi milagrosamente, se salvó del incendio de 2.022.


Justo antes de coronar descendimos unos cientos de metros y volvimos a ascender por una zona despejada de pinos. Después de esta última subida comenzamos a cobrar los réditos bajando a buena velocidad por una pista que nos permitió relajar algo las piernas.
 

Como las distancias descendiendo transcurren enseguida, el kilómetro bajando duró poquísimo. Eso sí, fuimos en volandas casi hasta la localidad de Moldones. 


Cruzamos esta localidad de extremo a extremo por la calle que la atraviesa. Solo tiene 37 habitantes, pero animando había por lo menos 7 u 8, que parecen pocos, pero relativamente, porque representaban el veinte por ciento de su población. ¡Qué pena de España vaciada!

Justo al terminar el pueblo giramos noventa grados a la derecha, tomamos un camino estrecho y enseguida llegamos a una tierra sembrada de cereal a la que habían segado un carril para poder rodar por allí. 


En ese tramo un participante tocó con su manillar en el costado de uno de los nuestros y tuvo que poner el pie en el suelo para no caerse. Tras unos segundos pudo recuperarse y continuar. 

Como la planicie no existe en esta zona comenzamos a ascender, al fin y al cabo llevábamos mucho sin hacerlo. Además, esta vez era una subida seria, de casi dos kilómetros. 


En este punto un biker iba delante, otro como doscientos metros más atrás, el tercero como un kilómetro después y el cuarto sería aventurado decir por dónde se podría encontrar. 

A lo largo de esos dos kilómetros fuimos superando a algunos ciclistas con bicicletas musculares y también a varios con eléctricas, que eran a los que realmente nos interesaba pasar.

Después de esta larga subida, más llevadera que las anteriores por su menor inclinación, comenzamos un injusto descenso. Lo calificamos así porque lo justo sería bajar lo que se sube, pero en este caso solo fue la mitad, un kilómetro, aproximadamente. Aunque en la zona había poca vegetación, pudimos contemplar aún vestigios del fatídico incendio de la Sierra de la Culebra.


Como estábamos en una de las zonas más altas del recorrido las vistas merecían la pena, aunque la concentración en el camino nos impedía mirar mucho fuera de él. 


La bajada nos dejó a punto de cruzar la carretera que va a Moldones, una zona en la que volvimos a encontrar más vegetación. 


Cruzamos dicha carretera, con la inestimable ayuda de miembros de Protección Civil, y volvimos a vivir de las ganancias de tanto ascenso, casi tres kilómetros y medio teniendo que dar poco a los pedales. Eso sí, había que poner mucha atención porque tenía zonas peligrosas, de poco agarre, con terreno suelto y canaletas hechas por el agua en muchas zonas. 

La bajada terminó junto a la zona donde se realiza la romería hispano portuguesa de La Petisqueira, promovida por la aldea trasmontana de Petisqueira (Concelho de Braganza) y la localidad alistana de Villarino de Manzanas (Municipio de Figueruela de Arriba). Allí cruzamos un puente sobre el arroyo del Cabrón y comenzamos a rodar junto a su ribera por una zona muy bonita. 


Poco después cruzamos la carretera que va a Villarino de Manzanas. Al otro lado del asfalto esperaba una subida pronunciada en la que volvimos a contactar los dos bikers. En ese recorrido pudimos contemplar más estragos del incendio.


Después de esa subida descendimos hacia otro puente sobre el arroyo del Cabrón, lo cruzamos y enseguida entramos en Villarino de Manzanas. Allí, al final del pueblo, se dividía la prueba, hacia la izquierda la Bike60 y hacia la derecha los Bike30. 


Saliendo del pueblo descendimos de nuevo hacia el arroyo, lo volvimos a cruzar y comenzamos a rodar por una zona bien conocida por nosotros, ya que hemos hecho varias rutas por esa zona. Nos enfrentamos a una cuesta de un kilómetro de larga, más o menos si. En esa zona nos pasaron dos ciclistas con bicis eléctricas que, a la postre, nos privarían de podio. Culminado el ascenso comenzamos a descender para ir hacia la ribera del arroyo. Una vez a su vera comienza un tramo que es de los más bonitos de la prueba, prácticamente llano, con vegetación muy cerrada y siempre rodando en paralelo al cauce del Cabrón, a nuestra izquierda. 

Después del kilómetro y medio de ese tramo llegamos al avituallamiento, que no estaba puesto en ese punto por casualidad, sino porque justo allí comienza la subida denominada Alpe D'Huez. Y la han llamado de este modo porque el mítico puerto francés cuenta con 21 curvas de herradura y este ascenso también cuenta con curvas de este tipo, once en concreto. Eso sí, el puerto francés tiene una longitud de casi 14 km y esta subida que íbamos a comenzar a ascender 1,3 km. 

No paramos a reponer sólidos o líquidos porque la meta se encontraba a unos 5 km, así que comenzamos la espectacular subida. Realmente es un tramo duro porque los ascensos van del 7% al 14% y las cerradas curvas rompen el ritmo constantemente. Poco a poco fuimos ganando altura y en este segmento pudimos pasar al que sería, al llegar a meta, el primer clasificado con bici muscular. Por delante solo teníamos ya ebikes.  


A lo largo del ascenso pudimos disfrutar de espectaculares vistas de la Sierra de la Culebra que este año luce espléndida con todas las lluvias que ha recibido.

Junto a la última curva del Alpe D'Huez, subidos en una peña, había dos músicos tradicionales haciendo sonar sus instrumentos para hacer menos duras esas rampas. Una vez terminada descendimos unos cientos de metros y comenzamos, como no podía ser de otro modo, una subida más, y también larga, de casi kilómetro y medio, si bien menos inclinada que la anterior. 

Culminó esta al llegar al pueblo. Descendimos por una de sus calles, atravesamos la carretera y comenzamos un laberíntico último tramo entre casas, huertas y tierras, con varios cambios de dirección y que culminó en la recta de meta con varios arcos dándonos la bienvenida. Los dos bikers entramos al mismo tiempo agarrados del hombro. Al traspasar la línea de meta nos colgaron sendas medallas de finishers y pudimos ver que ya había cuatro bicicletas eléctricas más que habían llegado unos minutos antes.

Ocho minutos después entro el tercer biker al que recibimos desde la zona de lavado de bicis con gritos de ánimo. Doce minutos más tarde llegó a meta nuestro representante con bici muscular, que logró un meritorio segundo puesto en su categoría. 

Una vez que todos lavamos nuestras bicis, las aparcamos en la zona habilitada para tal fin, y nos dispusimos a reponer fuerzas con cerveza, coca cola, empanada, tortilla y jamón. Pero también podríamos haber escogido, que recordemos, agua, bebida isotónica, frutos secos o gominolas, 


Después de asearnos y cargar las bicis, volvimos a la zona de meta donde seguimos comiendo y bebiendo haciendo tiempo para la entrega de trofeos, ya que, como ya dijimos, uno de los nuestros logró ser segundo en categoría Master50. A la hora prevista comenzó esta ceremonia y allí pudimos ver a nuestro biker en el podio recibiendo su trofeo. 


La organización se podrá igualar, pero aseguramos que es imposible superarla. Todo el recorrido señalizado sin que haya en ningún punto lugar a la duda de hacia dónde seguir, los caminos arreglados para la ocasión, los senderos segados, al igual que los aparcamientos. Hay zona de duchas a la llegada, una zona de lavada de bicis con varias "Katcher", una zona con tres fisios para dar masajes gratuitos a los corredores, zona de aperitivos, zona de bebidas, aparcamiento de bicis, camión podio... Antes de la entrega de trofeos hubo una máster class de zumba y después de la comida estaba previsto que hubiera un DJ pinchando música.






Y un espacio para la comida con decenas de mesas y sillas bajo sombra para poder disfrutar de arroz a la zamorana.

Toda esta organización y el recorrido hacen que sea una de nuestras pruebas favoritas y, sin duda, el año que viene volveremos. Eso sí, algunos probablemente para hacer la larga (la Bike60).


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