26 de mayo de 2024

II Marcha BTT Peñausende

Otro Domingo que hemos estado de marcha, pero no de lo que todos entendemos por ese término, sino de marcha BTT. Era el segundo año en el que una gran parte del pueblo de Peñausende se volcaba en llevar a cabo una prueba deportiva de bici de montaña, y lo han bordado, como si lo hubieran hecho toda la vida. Perfecta la organización y perfecto el recorrido, muy variado, con zonas de senderos, de pista, single tracks, zonas técnicas...

De nuevo un fin de semana que tocó madrugar el Domingo. A las 8.00 h habíamos quedado en el barrio de Pinilla para encontrarnos los tres coches con siete bicis y otros tantos bikers, así que más o menos una hora antes, como mínimo, sonaron los despertadores en nuestras respectivas casas.

Llegamos a Peñausende y nos dirigimos al aparcamiento, muy bien señalizado desde la entrada del pueblo. Este año una buena parte de él la ocupaba una plaza de toros portátil. Nosotros aparcamos junto a ella. 

En unos minutos pusimos los dorsales y nos preparamos con dudas, porque hacía más fresco del que pensábamos y el cielo estaba muy encapotado. Como un cuarto de hora antes de la salida fuimos hacia la plaza de la iglesia, ya que este año se comenzaba desde allí. 

Cuando llegamos ya mucha gente estaba colocada bajo el arco de salida. Con absoluta puntualidad a las 9.00 h sonó la traca. Al terminar comenzamos a rodar en salida neutralizada el primer kilómetro, pero como un pequeño recorrido por el pueblo era cuesta abajo y el tramo de salida también, no hubo mucho respeto a esa norma y todos lo hicimos rápido.


Los primeros kilómetros estuvieron muy bien planteados porque fueron por pistas anchas que permitían que cada uno fuera buscando su sitio, adelantando o dejándose adelantar. 

Además, el tono descendente que había saliendo de Peñausende se mantuvo durante casi 4 kilómetros, así que los hicimos enseguida. Pero la bajada terminó después de un nuevo cambio de dirección, en el que nos enfrentamos a una subida corta pero bastante empinada y con terreno roto. Muchos fueron los que tuvieron que echar el pie a tierra. 

Tras esa subida y otra posterior volvimos a descender. A estas alturas la aglomeración de los dos o tres primeros kilómetros se había disipado y ya se podía rodar sin necesidad de tanta concentración. 


Aunque en un principio nos habíamos apuntado todos a la marcha corta (45 km) porque la larga iba a ser de 75 km y 1.200 m de ascenso, al comprobar hace unos días que serían poco más de 70 km y menos de 1000 m de ascensión, hubo tres bikers que se inclinaron por hacer esta (a pesar de su dorsal). A estas alturas esos tres se habían ido separando del resto de compañeros que iban a hacer la corta.


Debido a ese motivo, a partir de ese momento esta crónica se corresponde a la ruta larga que hicieron esos tres. Nos gustaría tener el don de la ubicuidad para poder haber estado en ambos recorridos y poder reflejar aquí lo que les sucedió a unos y a otros.

Después de más cambios de dirección tocó ascender teniendo a Peñausende delante, como si fuéramos a terminar ya, pero relativamente cerca del pueblo giramos noventa grados a la derecha y nos volvimos a alejar de él. Y lo hicimos bajando y encadenando después varios sube y bajas de menor entidad.


Tras estos comenzamos un suave descenso que nos llevó hasta la localidad de Tamame de Sayago. Apenas entramos en el pueblo, solo recorrimos una calle que bordea el mismo. Saliendo de esta localidad pasamos junto a su bonito puente medieval.


A esas alturas ya habíamos recorrido unos 16 km. Los siguientes fueron de subida. Primero una corta, seguida de una pequeña bajada, y después otra más larga. En ella nos encontramos el caballero de la Orden de Santiago, que es la imagen de esta marcha BTT. 


Juan Carlos, que así se llama la persona que se esconde bajo el disfraz (un crack), no contento con llevar su capa, su malla y sus botas, lleva también una lanza atada a su manillar, un casco de armadura que cubre su cara (que tiene que dificultar mucho su respiración en las cuestas) y una espada en su cintura que, de vez en cuando desenfunda en señal de victoria. 


En esa zona el paisaje ya había cambiado por completo. Atrás quedaron la grandes extensiones con poca vegetación que veíamos a ambos lados del camino en los primeros kilómetros, pero en donde nos encontrábamos en ese momento las encinas, las hiniestas, las florecillas amarillas, la lavanda y el tomillo cubrían una gran parte de la tierra. 



Las pistas dejaron paso a caminos de dos roderas flanqueados por mucha más vegetación. Después de dejar Tamame recorrimos unos cinco kilómetros, la mayoría de suave ascensión, hasta llegar a Figueruela de Sayago. El pueblo casi ni lo vimos porque pasamos tangencialmente junto a él y giramos noventa grados. A la vuelta de ese cambio de dirección estaba el primer avituallamiento, pero no paramos en él porque no teníamos necesidad ni de comida ni de bebida.


Después del avituallamiento había una subida como de un kilómetro. Nos salimos del camino después de esa distancia y comenzamos a recorrer un single track sinuoso trazado entre robles que resultó  divertido y bonito. Como no se podía ir rápido, aunque era en cuesta casi ni nos dimos cuenta. 


Después de más de un kilómetro terminamos saliendo a un camino de mayor importancia. Pero por poco tiempo ya que después de recorrer poco más de medio kilómetro nos desviamos a la izquierda ligeramente para volver a otro caminito.


Este también resultó muy bonito. Es una pena no poder adjuntar los aromas a esta crónica porque en esta zona olía a primavera, una maravilla. 


Después de un kilómetro llegamos a una charca en la que sonaba el croar de cientos de ranas. La rodeamos y cambiamos de dirección. 


Este segundo trecho fue de otro kilómetro aproximadamente y también fue muy bonito, en parte por la gran cantidad de vegetación que bordeaba el camino. 


Finalmente salimos a uno de más entidad, descendimos por él y, poco después, giramos a la derecha.


Comenzamos a bordear un pinar, pero no el conocido como Pinar de Peñausende, que es enorme, sino otro más pequeño. En esa zona nos enfrentamos ya a un par de subidas de las que, bien por el terreno, muy suelto, bien por la inclinación, o por ambas razones, obligó a muchos a bajarse de la bici y continuar con ella en la mano. No tenemos testimonio gráfico de esas subidas porque eran necesarias las dos manos en el manillar para ascenderlas. 


Las subidas y bajadas continuaron mientras bordeábamos ese pinar. Realmente casi lo rodeamos completamente.



Después nos enfrentamos a una larga recta en la que descendimos a muy buena velocidad porque el terreno lo permitía. 


Cruzamos la carretera de Ledesma y comenzamos el ascenso al Teso Santo. Está asfaltada y eso nos facilitó la rodadura. En la cima hay unas antenas repetidoras  que ya están en el gran pinar de Peñausende.


Nada más coronar pudimos disfrutar de las rentas ganadas durante el ascenso y descendimos durante casi un kilómetro y medio. El castigo de tanto disfrute no se hizo esperar y, tras un giro, comenzamos a subir un cortafuegos que es como un enorme tobogán con varios pliegues. 


Esta subida tiene segmentos duros e hizo estragos, provocando que muchos tuvieran que subir decenas de metros a pie y tirando de sus bicis.


Al llegar arriba estaba el segundo avituallamiento y también un segundo desvío para la marcha corta y la larga. El primero había sido en el pinar anterior, si bien en la subida al cortafuegos nos habíamos vuelto a juntar unos y otros. 

Dos de nosotros paramos en el avituallamiento. El tercero no nos vío, ni tampoco se dio cuenta del desvío y se fue hacia la marcha corta. Poco después, al no vernos por ninguna parte, se dio la vuelta. Ya los tres juntos de nuevo comenzamos un periplo por el pinar en el que, básicamente, lo que hicimos fue subir y bajar, bajar y subir por el interior de dicho pinar. 


Aunque nos pareció que habían sido más kilómetros, lo cierto es que desde el avituallamiento hasta el último tramo entre los pinos, fueron poco más de tres kilómetros. 


Al ese último tramo al que nos referíamos accedimos desde una buena pista que bordea esta plantación de pinos. Estaba rodeado de grandes zonas con la jara en flor. Con la luz del sol, que de vez en cuando ganaba el pulso a las nubes, estaba precioso.



Antes de llegar al último tramo del pinar hubo que realizar otra incursión en su interior. Después volvimos al camino lateral.


Llegamos a ese último segmento. Para ello tuvimos que desviarnos a la izquierda, hacia el pinar, y comenzamos a recorrer una zona muy técnica. Un estrecho camino, un single track, con pequeñas bajadas muy inclinadas y con terreno suelto, sinuoso, de mal firme, con vueltas y revueltas, con "uves" cortas pero que daban casi vértigo... Vamos, una gozada, pero eso sí, había que ir con cuidado y concentrados, de ahí que solo haya imagen de un tramito más sencillo.


Al terminar esta zona, después de rodar por un camino más ancho nos desviamos hacia la derecha y nos sumergimos en una zona con robes, hierba y vegetación baja. En un paso estrecho entre arbolado a uno de los bikers se le enganchó el manillar con una cinta de señalización, seguimos sin entender cómo, le giró el manillar y salió lanzado hacia un lado. Se hizo algo de daño en el momento pero enseguida se recuperó y continuamos adelante.



Salimos del robledal y continuamos por un camino que, más adelante, cambió totalmente de sentido, dirigiéndonos de nuevo hacia el pinar.


Más adelante cambiamos de dirección y comenzamos a rodar  por una buena pista recta, viendo a lo lejos frente a nosotros, la localidad de Peñausende. Por kilómetros no nos cuadraba que fuéramos ya hacia la meta, así que simplemente seguimos pedaleando.


Por el camino seguíamos disfrutando del paisaje y del color con el que el sol impregnaba todo de más vida.



Cuando ya teníamos Peñausende más cerca hicimos un giro de noventa grados para dejarlo a nuestra derecha. Las vacas que disfrutaban de la pradera ni se inmutaron al vernos pasar.


Poco después otro giro de los mismos grados nos llevó a rodar en sentido opuesto a la meta. Se trataba de un tramo de unos cuatro kilómetros. Hacia la mitad hubo una zona en la que tuvimos que atravesar por un senderito abierto entre la hierba, con zonas con mucha roca aflorando y el cauce de un arroyuelo a nuestra izquierda.

Unos cientos de metros más adelante estaba el tercer y último avituallamiento. Con gran amabilidad nos ofrecieron de todo pero les gastamos poco, un trocito de plátano y un vasito de Aquarius.


Bueno, algunos, porque otros salieron de allí comiéndose y exhibiendo en su mano un trozo del conocido hornazo de la Panadería Gavilanes, de Bermillo de Sayago.


Como un kilómetro después volvimos a girar en ángulo recto, continuamos por una recta y otro kilómetro y algo después cambiamos de dirección otra vez para enfrentarnos a otro tramo rectilíneo.


Hubo algún giro más pero después de uno a la derecha nos adentramos en una zona con mucho arbolado, paredes de piedra delimitando fincas a nuestra derecha y un camino muy golpeado. Cuando fui a coger la máquina para hacer una foto me di cuenta de que no la tenía. Avisé a los compañeros, les dije que siguieran a meta, que yo daba la vuelta para buscarla. Tenía que haberla perdido en la zona de firma más golpeado. Volví atrás y no la vi, volví sobre mis pasor, mejor dicho, roderas, y enseguida me llamaron los otros dos bikers, no me habían hecho caso, habían venido detrás de mí y la habían encontrado. Ufff, menos mal. Fue entonces cuando puede volver a hacer una foto como esta.


Salimos de ese caminito volviendo a una pista por la que rodamos rápido. Cada vez estábamos más cerca del pueblo pero no terminábamos de llegar. 


De hecho, un desvío nos hizo girar a la izquierda para recorrer un tramo sinuoso y pequeños sube y bajas. 


Finalmente, salimos a la carretera de circunvalación de Peñausende. Allí no nos dimos cuenta de que el track y las indicaciones evitaban el asfalto, y cuando quisimos reaccionar ya habíamos recorrido doscientos metros. Más adelante había gente de la organización indicándonos que siguiéramos, así que ya no nos dimos la vuelta e hicimos esta jugarreta que nos evitó, imaginamos, como un kilómetro. Desde el cruce ascendimos por un camino muy empinado al pueblo, pero al llegar a la parte alta del mismo tuvimos que seguir subiendo hasta llegar a los restos de lo que en su día fue el castillo de Peñausende, una fortificación medieval que perteneció a la Orden de Santiago. 

Cuando llegamos arriba tuvimos que descender por un camino que nos devolvió al pueblo. Finalmente enfilamos hacia el arco de meta donde cruzamos los tres juntos. 

Allí nos esperaban nuestros compañeros, los que habían hecho la corta. Nos abrazaron y, amablemente, nos trajeron una cerveza y algo de comer. ¡Así da gusto!

Después de picar algo por allí bajamos hacia los coches, cargamos las bicis, nos aseamos y cambiamos y volvimos a la zona de meta, donde también estaba todo preparado para la comida. Esta, cocinada por La Becera, consistió en garbanzos con boletus, carne guisada y tarta. 

Hay que mencionar que la organización fue perfecta. Todo bien señalizado, los avituallamientos con muchísima comida y bebida, muchísimas personas colaborando para dar de comer y beber a los participantes... Todos nos sentimos mimados y, por supuesto, más que agradecidos por tanto trabajo y tanto altruismo.



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