5 de mayo de 2024

Peleando contra el viento hasta Villanueva de Campeán

De nuevo el viento quiso acompañarnos en nuestra salida dominical. Nos molestó mucho, mermó nuestras fuerzas, nos frenó, pero no consiguió estropearnos nuestra salida dominical. También se esperaba lluvia a partir de las 12 y no llegó a aparecer, así que, finalmente, pudimos hacer todo lo previsto, que era llegar a Villanueva de Campeán y regresar a Zamora.

En esta ocasión el viento no nos sorprendió. Como sabíamos que iba a estar, planificamos la ruta ad hoc, yendo con el viento en contra y viniendo con él a favor. Con el track cargado en nuestros GPS nos dirigimos desde nuestras casas hasta el bar CD. A las 9.30 h estábamos tres bikers. Como allí no esperábamos a más fuimos hasta el río, ascendimos hacia el Puente de Hierro, cruzamos este y, al llegar a El Viso de Pinilla recogimos a otros dos que habían desayunado allí. 

Los cinco seguimos recto hasta la rotonda del cementerio. Salimos de esta en dirección Salamanca, pero enseguida nos separamos de la carretera y continuamos por el denominado carril bici Zamora-Morales del Vino. En las inmediaciones del Cristo de Morales dejamos la ermita a nuestra izquierda y continuamos en paralelo a la carretera de El Perdigón. Más adelante giramos noventa grados para atravesar la zona de "lavado de zapatillas",  y es que la hierba casi cerraba el camino y estaba mojada, así que nos empapamos los pies pero eso sí, nuestro calzado quedó muy limpio.


El camino desemboca en la carretera, prácticamente frente a la Cuesta Blanca, así que la cruzamos y comenzamos el ascenso de casi un kilómetro que nos llevó hasta Morales del Vino. Habíamos salido con 13º de temperatura si bien el viento producía una sensación térmica bastante menor, pero en esta cuesta, si alguien tenía frito, lo quitó. No solo por la propia cuesta sino porque el sol, aunque entre nubes, quiso comenzar a asomarse.

Al llegar a Morales del Vino se incorporó un biker más justo cuando llegamos a la N-630. Rodamos por ella unos centros de metros, después por la vía de servicio y, finalmente, giramos a la derecha para tomar la carretera que va a Entrala. Antes de llegar a esa localidad dejamos el asfalto girando a la izquierda y continuando por el camino que va al restaurante La Yagona, si bien lo dejamos enseguida para proseguir por un camino de dos roderas que nos llevó hasta la cercanías de ese pueblo.

Realmente no llegamos a pisar sus calles, lo dejamos a nuestra derecha y continuamos por un camino que rodea la localidad. Siguiendo por él terminamos alejándonos de ella. 

Después de algunos cambios de dirección cruzamos la carretera pero continuamos de frente para poco después girar a la izquierda y proseguir por un camino trazado en paralelo a dicha carretera. Al llegar a la altura de El Perdigón dejamos el pueblo a nuestra izquierda sin llegar a pisar sus calles. Después de un par de cambios de dirección más nos enfrentamos a una ligera bajada tras la que ya se veía San Marcial. 

Al terminar esta realizamos un giro de noventa grados a la izquierda por lo que no llegamos ni acercarnos a esa localidad.

Como un kilómetro y medio después abandonamos la pista por la que estábamos rodando para girar, de nuevo en ángulo recto, a la derecha y así comenzar a rodar por un camino muy poco pisado e invadido por la vegetación.

Al llegar a una zona de arbolado volvimos a la izquierda y continuamos por lo que se suponía era un camino, pero que se encontraba invadido por flores y hierbas. 

A medida que avanzaban los metros iba habiendo menos vegetación y, finalmente, aparecieron dos roderas que, unos metros más adelante, se unieron dando paso a un camino normal que nos permitió rodar a mayor velocidad dejándose notar ya más el viento, lo que provocó que nos estiráramos. Poco después realizamos un giro a la derecha entrando así en un camino de mayor importancia.

Por este solo rodamos unos cientos de metros, porque en el siguiente cruce, continuamos por la opción de la izquierda, que era la Ruta de la Plata.

Nada más entrar en ella vimos a un grupo de peregrinos en bici, pero en sentido contrario a Santiago. Este tramo era una larga recta de casi tres kilómetros y un suave ascenso. Al final de la misma se divisaba Villanueva, pero costó llegar porque el viento en esa zona campaba a sus anchas y nos castigaba soplando totalmente de cara. Menos mal que si mirábamos al campo a uno y otro lado del camino nos olvidábamos del esfuerzo y recreábamos nuestra vista con tanto verde, con las espigas dejándose llevar a uno y otro lado formando olas en los únicos mares de los que disponemos en Castilla.

Es tal la exuberancia que muestra el campo en estos primeros días de mayo, gracias a todas las lluvias recibidas durante el invierno, que la belleza se encuentra hasta en las cunetas.

Y así, mirando a un lado y a otro y deseando "Buen Camino" a los peregrinos que nos cruzamos, llegamos a Villanueva de Campeán. Un miliario nos indica a la entrada que nos encontramos en la Ruta de la Plata y en esa localidad.

Recorrimos algunas calles por las que nunca habíamos pasado, incluida la plaza del Ayuntamiento y un parque.

Finalmente llegamos a una que nos alejó de las últimas viviendas y nos puso delante las ruinas del Convento de Santa María del Soto. 

Este convento fue construido en el siglo XV, pero de la obra primitiva no parece conservarse nada, ya que sufrió una total renovación a mediados del s.XVIII. Desamortizado, se convirtió en cantera para muchas edificaciones cercanas, fue invadido por la maleza y vendido por partes a los antepasados de los actuales propietarios.

Si no has estado nunca y quieres ver su interior y su exterior en 360º te invitamos a hacerlo desde la siguiente página web.

Tan solo paramos un minuto delante de la fachada del convento porque ya hemos estado más veces y porque la previsión de lluvia era para las 12.00 h, y el cielo parecía indicar que era muy posible que ese pronóstico fuera cierto.

Continuamos adelante disfrutando ya totalmente de la bici porque en cuanto salimos de Villanueva, al cambiar de dirección nos liberamos del viento frontal y del molesto zumbido que lo acompaña y que impide hasta hablar entre nosotros. De repente fue como si estuviéramos en una forma genial y apenas nos costara pedalear.


Los cuatro kilómetros que había desde Villanueva a Corrales del Vino los hicimos rápidamente, por esa ayuda del viento y porque la mayor parte del trayecto era descendente. A pesar de la velocidad seguíamos viendo bonitas panorámicas desde la bici.


Poco antes de llegar a Corrales pasamos por un puente sobre la antigua vía férrea denominada Vía de la Plata, que dirección Zamora, está casi, casi operativa, para comenzar a poder circular trenes por ella en cualquier momento :)


Al llegar a esta localidad cruzamos la N-630 y rodamos por varias calles del pueblo hasta llegar al lado de la iglesia de Sta. María Magdalena, románica del siglo XIII. Muy cerca de ella hicimos una pequeña parada para, quien quisiera, pudiera comer algo. Minutos después nos subimos a las bicis y enfilamos hacia el camino de Peleas de Abajo.

Este es, prácticamente, una recta de casi seis kilómetros y con suave descenso. Entre este y la ayuda del viento lo hicimos sin bajar de 30 km/h, así que los kiómetros comenzaron a "caer" deprisa.


No llegamos al pueblo porque el camino nos dejó en la carretera antes de que esta cruce la localidad, nos incorporamos a ella dirección izquierda y, tras unos cientos de metros, nos desviamos ligeramente a la derecha para seguir por una buena pista. En esa zona aún encontramos algún campo de colza que no había perdido la flor y que, en conjunto, contrastaba con el tono grisáceo de las nubes.



Este tramo, de unos dos kilómetros, al comienzo aderezado con un ascenso, nos llevó hasta otra localidad de la Tierra del Vino: Cazurra. Aunque hemos pasado muchas veces cerca o por alguna de sus calles a más de uno nos dio la impresión de que nunca habíamos recorrido su calle principal que desemboca en la iglesia.


Bordeamos el templo por la derecha y continuamos por un camino que, sin abandonarlo en ningún momento, nos llevaría hasta la siguiente localidad de paso. Antes de llegar a esta las cunetas seguían siendo todo un espectáculo de vida y de color. 
 

Los cuatro kilómetros que separan ambas localidades los hicimos rápidos y pronto estábamos frente a la silueta de la iglesia de Casaseca de las Chanas. 


Cruzamos la carretera, nos sumergimos en el pueblo, pasamos junto a coqueta plaza que rodea la iglesia y, después de recorrer alguna calle más, terminamos rodando por la carretera que lo une con Moraleja del Vino, pero tan solo fueron unos cientos de metros, porque enseguida nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino, inédito para nosotros, que une Casaseca con Arcenillas. 


Después de recorrer unos dos kilómetros por dicho camino, entramos en Arcenillas. Cruzamos la localidad en busca del camino que va hacia Moraleja, al que nos incorporamos rápidos.


De nuevo tocaba gozar porque a la ayuda del viento había que sumar la inestimable ayuda de la gravedad cuando se va descendiendo, así que en este tramo no bajamos de 34 km/h en ningún momento. 

No llegamos a entrar en Moraleja, sino que, al llegar a la carretera, muy cerquita de la entrada del pueblo, cruzamos esta y continuamos hacia Villaralbo. Para ello primero fuimos al encuentro del GR-14 y, ya en él, seguimos hacia esa localidad. Seguíamos rodando rápido porque las nubes cada momento que pasaba eran más amenazadoras, así que llegamos a Villaralbo también en poco tiempo.

Rodamos por algunas de sus calles, sin llegar apenas a pisar el centro de la localidad, y nos dirigimos hacia el río. Al llegar a este continuamos por el asfalto hasta que, poco después, nos desviamos a la derecha para seguir por tierra. En esa zona volvimos a sentir los rigores del viento frontal, pero nos empeñamos en seguir rodando fuerte y lo conseguimos, pero al llegar al puente de Cardenal Cisneros estábamos cansados y con las fuerzas desgastadas. Pero tuvimos aún las suficientes para subir con la bici en la mano las escalerillas, cruzar este y dirigirnos al bar CD, para reponer los hidratos gastados y brindar porque al final no nos había llovido. Allí nos esperaba un biker que había hecho un recorrido más corto para ir recuperando forma. Todos juntos acordamos quedar ya los miércoles para empezar a rodar de cara a la gran ruta del verano.



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