Un año más, y ya van doce ediciones, Carbajales de Alba ha encarnado la fiesta de la bici de montaña de nuestra provincia. Con mil inscritos, la Marcha BTT Arroz a la zamorana es, sin duda, la prueba reina de esta modalidad de ciclismo y es conocida en media España. De hecho hoy hemos visto ciclistas de Salamanca, Valladolid, Palencia, Portugal, Cantabria, Galicia, País Vasco... Siendo así, nosotros no nos la quisimos perder.
La salida de esta prueba era a las 9.00 h. Para no andar con prisas fuimos ayer hasta Carbajales a buscar los dorsales de los siete bikers inscritos. Pero aún así madrugamos y a las 8.00 de la mañana ya teníamos las bicis cargadas en nuestros coches.
Cuando llegamos a Carbajales ya había muchos coches en los aparcamientos habilitados. Estacionamos nuestros vehículos, descargamos las bicis y nos preparamos.
Una vez que nos pusimos todos los "atripechos" los seis bikers (uno de los inscritos no pudo participar) nos dirigimos a la salida. Cuando llegamos había ya una enorme masa de ciclistas en los pasillos de salida. Enseguida explotó la traca y comenzamos a rodar. Pasamos por todos los arcos de meta, hicimos un pequeño recorrido por el pueblo y lo dejamos atrás saliendo hacia el este.
A pesar de haber tanta gente, como los primeros kilómetros los hicimos por buenas pistas, íbamos desahogados. El ambiente era fresco, unos 8º, así que esas primeras pedaladas nos permitieron ir entrando en calor.
Después de hacer una especie de siete sobre el mapa, cruzamos la carretera que va a Zamora y continuamos rodando por buenos caminos. El grupo se iba estirando pero aún íbamos muy agrupados.
Cambiamos varias veces de dirección y ascendimos algunas cuestas para finalmente hacer un descenso con bastante inclinación hacia el río Aliste, en esa zona con mucha anchura porque entra hacia el río agua del embalse.
Tanto bajamos que terminamos por rodar junto al río por un precioso camino. Este desembocó en la carretera que une Carbajales con Fronfría, pero justo a la entrada del puente, así que nos incorporamos a ella y cruzamos dicho puente.
A esas alturas íbamos muy desperdigados pero es que en estas pruebas es difícil ir todos al unísono. Al terminar de cruzar el puente, giramos a la derecha y comenzamos a sufrir en nuestras piernas todo lo que habíamos descendido, ya que tocaba subir. Pero pronto volveríamos a recibir otro premio en forma de descenso, de nuevo, hacia el río Aliste. Una vez casi a su altura el recorrido nos llevó de nuevo junto a él, ofreciéndonos buenas vistas.
Poco más adelante hubo que girar a la izquierda para iniciar un ascenso que, si bien no era muy largo, sí que era por un camino muy estrecho lo que impedía sobepasar a nadie. Además, en cuanto alguien echaba el pie a tierra el efecto muelle iba afectando al resto.
La subida fue como de un kilómetro. En ella dos bikers fueron ganando algún puesto, otros dos quedamos juntos algo más atrás, y otras dos unidades se encontraban algo más retrasados. Tras el ascenso el camino se ensanchó y poco después comenzamos un descenso pronunciado hacia el río Aliste, pero antes de llegar a este giramos a la izquierda y entramos en la localidad Castillo de Alba. Recorrimos un par de calles, pasamos junto a la iglesia y, poco después, giramos a la derecha.
Nada más hacer ese giro dejamos atrás las últimas casas y mirando a nuestra derecha pudimos disfrutar de la vista de los restos del castillo. Este fue construido en el siglo XII, y ese mismo siglo perteneció a los Templarios. En el siglo XV fue señorío de don Álvaro de Luna. En ese mismo siglo fue reformado.
Dejamos atrás estas ruinas y nos sumergimos en un camino espectacular, muy verde y frondoso, y con una pendiente considerable que se prolongó durante más de dos kilómetros y medio. Como el camino era estrecho se fue haciendo una larga fila de ciclistas. En esa zona también nos separamos los dos bíkers que íbamos entre los dos que iban adelante y los que iban detrás.
Antes de culminar la subida la vegetación se fue abriendo, si bien el verde lo seguía cubriendo todo. El ascenso culminó al cruzar la carretera que une Carbajales con Fonfría.
Al otro lado del asfalto el paisaje y el relieve cambió. Comenzamos a rodar por una zona llana, incluso con cierta tendencia descendente en la que había zonas con poca vegetación, pero también otras en las que las jaras en flor arropaban el camino .
El camino también nos llevó a pasar junto a algunas zonas en las que una florecilla amarronada lo invadía todo, tiñendo el campo de ese color.
Después de esos cinco kilómetros llegamos a una localidad, Videmala. A la entrada del pueblo estaba el primer avituallamiento. Una pareja ofrecía plátanos a todos los que íbamos llegando, pero también había un puesto con más comida y bebidas. Allí estaban también los tres bikers que iban por delante. Al llegar el cuarto comió el plátano y reemprendimos la marcha de nuevo juntos. Por detrás seguía habiendo otros dos compañeros.
Descendimos por un par de calles y después continuamos por una que bordea el pueblo y que nos llevó hasta salir de él hacia Bermillo de Alba.
Los cinco kilómetros que separan ambas localidades fueron un auténtico rompepiernas porque los sube y bajas se iban sucediendo continuamente. Aunque tratábamos de tomar inercia en cada descenso, la maldita gravedad, que tanto daño hace a los ciclistas, no permitía recorrer sin esfuerzo muchos metros de la siguiente subida.
Eso sí, el camino era estupendo, una buena pista, ancha y con buen firme y esto, a pesar de esos toboganes, hizo que los recorriéramos pronto. Después de un último descenso, dibujando una ese, pudimos ver una panorámica de Bermillo estupenda.
Enseguida llegamos a una calle larga y recta. Poco después una moto empezó a pedirnos paso. Nos echamos a un lado y, tras ella, iba un grupo de cinco ciclistas. Eran los cinco primeros pero eso sí, traían a sus espaldas veinte kilómetros más que nosotros a pesar de haber salido al mismo tiempo. Los dejamos ir porque nos pareció de mal gusto ponernos a su rueda y dejarlos en entredicho...
Salimos de Bermillo de Alba y de nuevo hubo que ponerse el mono de trabajo porque el camino se volvió a poner en nuestra contra. Por delante teníamos unos cinco kilómetros de ascenso. No era muy pronunciado pero tanta subida acumulada se empezaba a notar en las piernas.
Eso sí, la zona no podía estar más bonita, con las jaras en flor rodeándolo todo y con las nubes, tan pronto oscurísimas amenazando lluvia, como abriendo huecos entre ellas para dejarse colar el sol y permitir ver el cielo azul.
En ese prolongado ascenso, del grupo de cuatro bikers, dos se fueron adelantando poco a poco a los otros dos.
Una vez terminada la subida llegó el momento de recoger los intereses acumulados y comenzamos a descender.
En un tramo de esa bajada, la vegetación cercaba de un lado y otro el camino, estando este, además, repleto de pequeñas curvas. Si a lo anterior le añadimos una ligera bajada lo convertimos en una gozada, lo que fue para nosotros ese tramo.
En el tramo final de la bajada la vegetación se fue abriendo y pudimos ver alguna cola del río Aliste embalsado. Poco después llegamos al puente de Losacino, que nos encantó cruzarlo con el agua tan cerca, gracias a todas las lluvias acumuladas durante el invierno y la primavera.
Las vistas desde el interior eran espectaculares, más aún hacia nuestra derecha. Parecía talmente que estábamos en mitad de un lago escocés.
Unos metros más adelante de terminar el puente giramos a la derecha para continuar por un camino, evitando así pasar por el pueblo de Losacino. Para no desmerecer a los tramos anteriores, nos enfrentamos a una nueva subida. En esta zona la vegetación de los campos yelmos dio paso a grandes extensiones de cereales que permitían tener una visión era más amplia. Así pudimos ver unos cientos de metros más adelante a los dos compañeros que iban por delante.
Después de algún ascenso y descenso más llegamos a Muga de Alba. Pasamos junto a su iglesia y continuamos por la empinada cuesta que la rodea. Salimos del pueblo girando a la derecha.
Seguíamos por excelentes pistas pero con la misma tónica que los tramos anteriores, sube y bajas continuos y bastantes cambios de dirección. El tercer biker hizo un esfuerzo por dar alcance a los dos primeros. Cuando lo logró esperaron al cuarto y ya todos juntos nos dispusimos a hacer los pocos kilómetros que nos separaban de la meta.
Poco a poco fuimos comiendo esos kilómetros y, finalmente, pisamos las calles de Carbajales. Hicimos un buen recorrido por el pueblo para llegar de nuevo al punto de salida. Seguimos las flechas y terminamos en una zona vallada que nos dirigió hacia la zona de los arcos de llegada. Allí es speaker dio la bienvenida a los Bikers Duri.
Al llegar fuimos directamente a lavar las bicis, algo que hicimos pronto porque, pese a nuestros malos augurios, tenían poco barro. Nos dirigimos después a por una caña para saciar la sed. Tomando esta apareció en meta el quinto biker. Unos minutos después, llegó el sexto.
Como ya estábamos todos juntos era el momento justo para posar en el photocall. Así lo hicimos y así quedó inmortalizada nuestra presencia en esta prueba.
Hay que reseñar que la organización fue perfecta. Durante el recorrido todo estaba bien señalizado, imposible perderse incluso sin GPS. En cada cruce de carretera personas o Guardia Civil controlando el paso. A la llegada disponibilidad de duchas, de varias mangueras para el lavado, cañas, tortilla, fiambre, etc. Aparte del ya conocido arroz a la zamorana que degustamos muchos de los participantes y que estaba muy bueno, pese a ser cocinado para tantísima gente. Enhorabuena a todos los organizadores y a todos los colaboradores (muchísimos). Gracias a todos ellos ha sido posible llevar a cabo una edición más.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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