En la salida, los propios organizadores nos pidieron que los cinco bikers que estábamos allí nos pusiéramos en primera fila para realizar el minuto de silencio. Faltaba la presencia de otros tres, que no pudieron estar en cuerpo pero sí en alma. Unos minutos antes de las 10.00 uno de los organizadores tomó el micrófono para dedicar unas emotivas palabras a nuestro compañero. También nos pasó el micro, dijimos lo mucho que habíamos sentido su pérdida y que siempre estaría con nosotros. Finalmente, dedicamos un aplauso para Ángel y comenzó el silencio. Habíamos llevado un maillot de nuestro compañero, que sostuvieron en alto durante esos sesenta segundos. Al igual que nos ha sucedido durante toda la semana, en ese minuto los recuerdos afloraron porque han sido muchos los momentos vividos juntos.
Poco después de pasar junto a la zona de aparcamientos de dicha playa giramos a la izquierda para comenzar a rodar por un carril bici. Ahí mismo empezó una larga subida de casi dos kilómetros y medio. El primer tramo, el de la ciclovía, se hizo bien porque todavía íbamos muy agrupados e íbamos despacio.
Cruzamos la carretera que va a Cional y el camino viró levemente hacia la izquierda, si bien continuamos ascendiendo, eso provocó que el grupo se fuera estirando. Realmente son las cuestas las que van poniendo a cada ciclista en su sitio.
Al terminar de ascender el cortafuegos otro giro nos permitió rodar unos cientos de metros descendiendo, pero un nuevo cambio de dirección, hacia la izquierda, nos obligó a pedalear con fuerza para lograr ascender otra pendiente importante. Terminada esta comenzó una bajada hacia el embalse. Terminamos poniéndonos casi a su altura y desde allí la panorámica era muy bonita, por ese color especial que hoy tenía el cielo y su reflejo en el agua.
Nada más cruzar el puente giramos a la derecha y comenzamos un ascenso que nos llevó a pasar por un lateral de la localidad de Cional, de la que apenas vimos alguna construcción.
Al haber descendido, una vez al otro lado del embalse, tocó subir en pequeños tramos y así continuamos a lo largo de algo más de dos kilómetros.
Bordeamos dicha cola y desde el otro lado la perspectiva también era muy bonita.
Ese ascenso terminó al llegar a un punto muy próximo al pueblo de Codesal. A partir de ahí comenzamos a vivir de las rentas algo más de un kilómetro, de nuevo la causa fue que íbamos al encuentro de otra pequeña cola del embalse. Y claro, se repitió la historia, tras pasar al otro lado y alejarnos del embalse hubo que ascender. Y las pequeñas subidas, sin apenas bajadas, se prolongaron durante casi dos kilómetros que realizamos describiendo una curva muy abierta.
Rompimos ese arco realizando un giro de noventa grados a la derecha y comenzando a rodar por una zona muy frondosa, sin duda porque teníamos a nuestra izquierda el arroyo de las Lineras, y donde hay agua, hay vida.
Después de unos cientos de metros junto a él volvíamos a estar muy cerca de Codesal. Realizamos otro giro, a la derecha, y de nuevo tocó subir en tramos de ascenso, pequeño llano, ascenso a lo largo de casi dos kilómetros. Tras ellos nuestras piernas se ganaron un descanso al comenzar a descender. ¿Hacia dónde? Efectivamente, hacia el embalse. Al llegar a su altura el camino continuaba recorriendo la orilla y rodeado de una vegetación muy espesa. Desde un hueco de esta pudimos ver esa cola en su plenitud.
Seguimos bordeándolo y enseguida comenzamos una nueva ascensión, la última importante y la más larga del recorrido, de más de cuatro kilómetros. El primer tramo atravesando una zona con algunos pinos bordeando el camino.
Finalmente llegamos a un cortafuegos con un camino en el lateral. Dicho cortafuegos tenía una subida más pronunciada que las anteriores pero a lo lejos veíamos que se endemoniaba. Pero no nos importó porque vimos que los ciclistas que iban por delante de nosotros giraban a la izquierda bastante antes de iniciarse esa subida tan dura.
Y, lógicamente, nosotros hicimos lo mismo, realizamos ese giro y nos sumergimos en un cerradísimo bosque de pinos.
Tan cerrado que, salvo el camino, en el resto de terreno apenas entraba la luz del sol, de hecho los pinos solo tenían hoja en las copas, siendo sus troncos muy alargado y rectos producto de la búsqueda de los rayos de sol.
Al terminar este último tramo finalizó la ascensión. Habíamos alcanzado la mayor altitud de todo el recorrido, estando a casi mil metros sobre el nivel del mar.
A esta subida no le siguió la consiguiente bajada, al menos no enseguida, ya que recorrimos una corta zona lisa y después ya sí, comenzamos a descender.
La bajada que habíamos iniciado poco antes continuó a lo largo de unos siete kilómetros. No era muy inclinada pero permitía, pese al viento, que soplaba con cierta fuerza, rodar a muy buen ritmo y sin demasiado esfuerzo. En estas estábamos cuando uno de los nuestros frenó. Paramos todos y no hubo ni que preguntar qué ocurría porque de su rueda de atrás se escapaba el líquido antipinchazos a chorros. Su cubierta se había rajado con una piedra.
Su primera intención fue, o ir caminando hacia Villardeciervos o llamar al teléfono de emergencias de la carrera para que vinieran a buscarlo. Pero le comentamos la posibilidad de poner una cámara para salir del paso. Nos pusimos manos a la obra. Quitar la tuerca que sujetaba la válvula a la llanta nos costó horrores y pudimos hacerlo gracias a la herramienta que llevaba uno de nosotros. Superada esa dificultad pusimos la cámara, hinchamos, montamos la rueda y a continuar. Eso sí, gastamos en todo este proceso veinte minutos.
Después de un giro a la derecha nos metimos en una buena pista. Como el perfil y el firme lo permitía rodábamos muy rápido.
Comenzaron pequeños sube y bajas y algunos tramos de sendero técnico lo que hizo que nos divirtiéramos de lo lindo. En ese punto comenzaron a pasarnos los primeros clasificados de la marcha larga.
Finalmente, giramos a la derecha para continuar por un camino que en menos de un kilómetro nos llevó hasta los arcos de meta. Al aproximarnos a estos nos pusimos los cinco en paralelo porque la ocasión merecía que traspasáramos la línea de meta juntos y que el esfuerzo realizado se lo dedicáramos a nuestro querido compañero Ángel Zamora. Los dedos señalando hacia el cielo se lo hicieron saber.
Una vez más, decir que la organización fue perfecta. Aparte de la amabilidad y de todas las facilidades que nos dieron para realizar el minuto de silencio, de nuevo vimos a una gran cantidad de gente del pueblo implicada en todas las tareas que una marcha así requiere, que son muchas.
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