26 de diciembre de 2023

Subida a la Laguna de los Peces 2023

La subida a la Laguna de los Peces de finales de diciembre ya empieza a ser un clásico. Hay ocasiones, como esta, en la que, aparte de lo que supone realizarla, se consiguen otros fines, como ver el sol, algo que hace mucho, mucho, que no veíamos en Zamora a causa de la niebla. Así que hemos conseguido un doble objetivo, el ascenso hasta este lugar emblemático en el mundo ciclista de Zamora, y disfrutar de la luz, del cielo azul y de una temperatura agradable.

Las previsiones indicaban que, pese a la persistente niebla instalada en Zamora, en Puebla de Sanabria iba a ver sol. Nos lo creímos. 

Los tres protagonista partimos poco después de las 8.45 y, por supuesto, la niebla lo cubría todo. Cien kilómetros después, ya casi en Puebla de Sanabria, seguía sin levantarse y entonces ya empezamos a dudar del pronóstico meteorológico. Pero unos ocho kilómetros antes de llegar a nuestro destino levantó, por fin, y todo se tiñó de colores. Después de vivir en blanco y negro durante más de una semana lo agradecimos enormemente.

Como íbamos a comer en el Restaurante Montelueño hicimos del lugar nuestra base. Al bajar las bicis del coche una capa de hielo cubría los sillines y los manillares. Las pusimos al sol para que se derritiera aunque la temperatura era de -5º grados. Mientras nos tomamos un café. 

La helada frente al restaurante era tremenda, pero el sol es el sol y mientras nos tomamos un café nuestras bicis quedaron limpias de hielo y preparadas para la ruta. Preparamos todo y partimos sobre las 10.45.


Salimos desde el recinto del restaurante hacia la N-625 por la que rodamos como un kilómetro y medio. En ese pequeño tramo percibimos que con la velocidad la temperatura parecía mucho menor y que íbamos a pasar frío en las manos.


Nos desviamos al llegar al cruce que indica San Miguel de Lomba y allí mismo comenzamos un pequeño ascenso. Los primeros cientos de metros fueron entre arbolado pero después pasamos junto a una gran pradera desde la que algunas habitantes nos miraban con interés.
 

Como un kilómetro y medio después entramos en el pueblo. Seguimos por la carretera, que lo cruza de lado a lado. 


Como medio kilómetro después de dejar atrás las últimas edificaciones llegamos a otro pueblo, Riego de Lomba. Al llegar a la iglesia continuamos por la calle que salía a su izquierda que, unos cientos de metros más adelante, nos sacó de nuevo a la carretera. 


A estas alturas la temperatura estaba en torno a -3º, donde había sol no había problema, pero en los sombríos sí se percibía el frío, y de donde no lo quitábamos era de las manos, apenas si las sentíamos, pero es normal cuando se combina baja temperatura y movimiento.

Al salir de Riego continuamos unos cuatrocientos más y entramos en Barrio de Lomba. En seguida llegamos a un cruce y allí nos dirigimos hacia la carretera que indica Ilanes. Enseguida comenzamos a descender y, a pesar de no haber ningún peligro, íbamos frenando ligeramente para no coger mucha velocidad y así evitar sentir mucho frío.

Ya en Ilanes, al llegar a la carretera que va a Sotillo, giramos a la izquierda y poco después a la derecha para ascender hacia el cementerio y seguir subiendo hasta Rabanillo. Ya con esta subida empezamos a notar calorcillo salvo en las manos, que aún seguían insensibles y algo doloridas, pero comenzando ya la transición hacia la normalidad.


Desde Rabanillo fuimos a Cubelo por el camino asfaltado que une ambas localidades y que nos llevó hasta la carretera del Lago. Nos incorporamos a ella y comenzamos a descender hacia Galende, adonde llegamos enseguida. En las zonas sombrías de esta localidad parecía como si hubiera nevado, pero no era otra cosa más que hielo acumulado de una helada tras de otra.


Algo más de un kilómetro después dejar atrás Galende comenzamos otra subida que terminó por devolvernos la temperatura corporal ideal. Además, las manos ya estaban en su ser, ya eran nuestras y las sentíamos como tales.  Al culminar la subida comenzamos un descenso que prácticamente nos llevó hasta el cruce de San Martín de Castañeda y la Laguna de los Peces.

Poco después de entrar en esta carretera indica que faltan 17 km hasta dicha laguna, pero nuestros GPS indicaban que, hasta el aparcamiento de esta, nos quedaban casi 15. Eso sí, prácticamente todos de subida.

Comenzamos el ascenso tratando cada uno de coger su ritmo, así que nos separamos ligeramente unos de otros. Pasando el cruce de Vigo de Sanabria, entre este y San Martín de Castañeda, hay varios miradores que permiten tener una bonita panorámica del Lago. Desde uno de ellos lo inmortalizamos.


Pronto llegamos a San Martín. Continuamos por la carretera y atravesamos la primera parte del pueblo, en la que se encuentra el Monasterio fundado por el Císter y del que se conserva poco más que la iglesia románica. 


Terminada esta primera parte se pasa por una zona muy sombría al final de la que hay una curva de 180º que termina en un mirador. Allí paramos para reagruparnos y hacer unas fotos. 

Una vez todos juntos volvimos a sentarnos sobre nuestras bicis y continuamos. Enseguida llegamos a la segunda parte del pueblo. Allí, junto a la puerta de una propiedad encontramos el tren donde los Reyes Magos llevan sus regalos.


Una vez sobrepasado el fin de San Martín la subida se fue endureciendo. Si hasta ese momento nos habíamos movido entre el cuatro y el seis por ciento de subida, en ese tramo encontramos el siete y el ocho por ciento. La diferencia es poca, pero las piernas y el corazón lo notan, y mucho.

Eso sí, para entretenernos bastaba ir mirando a nuestra izquierda para irse deleitando con las vistas del Lago y de las montañas circundantes. Aprovechamos porque como unos ocho kilómetros después de comenzar el ascenso la carretera le da la espalda después de un par de curvas a la derecha.

Eso sí, como un kilómetro después pudimos volver a disfrutar de ellas y, además, ya con panorámica plena de San Martín y el Lago. Al fondo veíamos perfectamente la niebla, que más allá de Puebla seguía siendo persistente.


En ese tramo habíamos vuelto a los porcentajes de subida más comunes, entre el cuatro y el cinco y eso nos permitía ir a buen ritmo.


Ya a estas alturas, después de una hora y media sobre las bicis, la temperatura subiendo por momentos y con unos kilómetros de ascenso a nuestras espaldas, ya no teníamos frío ni en las manos, es más, comenzamos a tirar para abajo de la cremallera de nuestras chaquetas.


Sobre el kilómetro 12 de subida nos enfrentamos a una curva cerradísima. Allí volvimos a perder de vista el Lago y ya de forma definitiva. Estábamos ya muy cerca del paraje conocido como Chanos, donde la subida da un pequeño respiro.

Una vez sobrepasado Chanos la carretera vuelve a empinarse y, tras hacer un zig zag, se llega al Mirador del Cañón de Forcadura, parada obligada para hacer una foto, bueno dos, una hacia la derecha de Vigo de Sanabria y otra, hacia la izquierda, del Cañón.



Justo después del mirador nos enfrentamos a dos kilómetros en los que el porcentaje de subida vuelve a valores entre el seis y el nueve por ciento y las piernas no notan y mucho, porque ya vienen cargadas de todo lo anterior. 


Mirando a nuestra izquierda vimos a un rebaño de vacas que habían decidido dejar de ser vegetarianas cambiando el verde por piedras.


Una vez sobrepasadas estas nos enfrentamos a la última curva, la que al terminar desemboca en una recta, ya sin apenas inclinación, que concluye en el aparcamiento donde finaliza la subida.


Al llegar a este bajamos de las bicis y nos abrazamos. Increíblemente habíamos ganado temperatura de forma directamente proporcional al ascenso y allí arriba, a algo más de 1700 m de altitud, donde casi siempre sopla el viento y hace frío, hoy teníamos 14º. 

Después de hacernos unas fotos, comimos algo, nos abrigamos y comenzamos la gozada, digo, la bajada. Nada menos que más de veinte minutos de descenso en los que apenas hay que dar una vuelta a los pedales.

Poco después de comenzar unos cuantos caballos se encontraban por el borde de la carretera, eso nos hizo tomar precauciones y frenar, y ya de paso, fotografiamos a uno de ellos.


A partir de ahí dejamos rienda suelta a nuestras ruedas, si bien antes de entrar en las curvas frenábamos por prudencia. Aún así en muchos momentos rodamos a más de 50 km/h.



Después de más de quince minutos gozándola, atravesamos San Martín y continuamos descendiendo. Unos siete minutos después llegamos al cruce y se terminó lo bueno. Continuamos pisando el mismo camino que a la ida pero en sentido inverso y así, tras una subida y una bajada llegamos a Galende. Poco antes, en una zona muy sombría hacía un frío tremendo y todo tenía una helada considerable.


Tras dejar atrás esta localidad tocó volver a subir, fue como un kilómetro que se nos hizo un poco largo. Eso sí, una vez culminado comenzamos a descender prácticamente hasta la rotonda de Rabanillo.


Sin dejar la carretera que une Puebla y el Lago continuamos hasta El Puente, y allí, en la rotonda giramos a la derecha para dirigirnos a Barrio de Lomba. Solo hay algo más de dos kilómetros de una localidad a otra, pero prácticamente de subida, y las piernas ya estaban para pocas bromas.

Al llegar a Barrio giramos a la izquierda para continuar por la carretera de Castro de Sanabria. Dos kilómetros más o menos nos separaban de este pueblo y fueron prácticamente llanos. Cruzamos la localidad y proseguimos adelante. Poco después llegábamos a la N-625.

Ya en esta solo nos separaba un kilómetro y medio del restaurante, así que lo dimos todo y rodamos a lo que nos permitían nuestras piernas.


Eso permitió que llegáramos enseguida. Ya allí, junto al coche, apoyamos las bicis en el suelo y nos fundimos en un abrazo. 

Inmediatamente pedimos algo para hidratarnos y lo tomamos en la terraza, donde se estaba de maravilla. Seguidamente cargamos las bicis, nos cambiamos y entramos al comedor donde recuperamos estupendamente las fuerzas perdidas. 

Tras la comida iniciamos el retorno a Zamora, pero dos kilómetros después nos sumergimos en la niebla y dentro de ella viajamos hasta la capital, donde se ha enquistado.


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