Año nuevo, vida nueva, y así ha sido hoy, porque después de estar una gran parte de la Navidad sumergidos en la niebla y la otra parte con días nublado y cielos plomizos, el nuevo año nos ha dado la bienvenida con un día radiante, soleado, sin una nube. Así da gusto empezar 2024, sin duda presagio de que va a ser un buen año para la bici.
Es cierto que, después de la celebración de la Nochevieja, de comer más de la cuenta, de beber más de lo debido y de trasnochar, es posible que salir a las 9.30 h en bici no sea, a priori, el mejor plan. Por eso, en estos casos, lo mejor es comprometerse el día anterior y así, por la mañana "te obligas" a cumplir con tu palabra. Realmente, en días como hoy, ese esfuerzo es solo para saltar de la cama, porque al ver el día que hacía no fue necesaria mayor motivación.
Solo "nos motivamos" tres bíkers. Tras abrazarnos y desearnos un feliz 2024 comenzamos a rodar. Como ya hemos dicho, la mañana estaba radiante, digna de un día de Año Nuevo. Eso sí, hacía algo de fresquito, unos tres grados, pero nada que un poco abrigados no se supere bien.
Salimos de Zamora cruzando el Puente Nuevo o de Cardenal Cisneros. Al finalizar este bajamos las escalerillas y continuamos por el llamado Camino de San Miguel hasta Villaralbo. Ese tramo nos sirvió para calentar y para ponernos al día de cómo habían transcurrido nuestras respectivas celebraciones de Nochevieja.
Atravesamos una buena parte del pueblo y continuamos por el GR-14. A pesar de que había llovido el día anterior y que la tierra estaba aún húmeda, no había barro y se rodaba bien.
Siguiendo la Senda del Duero giramos noventa grados y continuamos con dirección a Molacillos, pero poco después nos desviamos a la derecha para seguir por un camino inédito para nosotros, a pesar de que hemos pasado a su lado cientos de veces. Poco después, en una bifurcación, continuamos por la opción de la derecha, una recta que nos llevó hasta Moraleja del Vino.No entramos en el "cogollo" de la localidad sino que la cruzamos por calles laterales, cruzamos la carretera que va a Sanzoles y seguimos por una pista que encontramos de frente. Por ella rodamos más de tres kilómetros casi totalmente rectos y descendentes. La abandonamos para continuar por nuestra derecha.
En el nuevo camino ya empezamos a encontrar la tierra más blanda y se empezó a pegar ligeramente en nuestras ruedas. Además, tocó subir. La inclinación no era excesiva pero costaba mover la bici por el ascenso y porque las ruedas se pegaban mucho al firme. Eso sí, daba gusto mirar a un lado u otro del camino.
Después de más de un kilómetro de ascenso comenzamos una ligera bajada. Desde esta comenzamos a ver un pueblo a lo lejos. Se trataba de Gema del Vino.
Llegamos a esta localidad por la parte más baja de esta, recorriendo algunas calles llegamos a una parte más alta, cruzamos la carretera y continuamos por el camino que teníamos frente a nosotros.
Descendimos unos cientos de metros y giramos a la izquierda al llegar a un soto. Bordeamos este y, al terminar, giramos a la derecha.
El nuevo camino nos trajo recuerdos de mucho barro y un pequeño arroyo. Lo uno y lo otro no tardaron en aparecer. El barrizal pudimos esquivarlo por un lateral, pero el riachuelo no quedó otra que cruzarlo, pero sin más problemas que sumergir unos 20 cm las ruedas y tener cuidado de no meter las botas en el agua.
Nos incorporamos a un camino de más importancia girando a la izquierda. En este ya no había barro y se rodaba bien por él. , ya sin barro. Poco después giramos a la derecha y ascendimos junto a campos de cereales ya teñidos de verde y algunas viñas. En uno de esos, en un solitario árbol, nos vigilaba un milano real que después nos acompañó planeando sobre nosotros un par de minutos.
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