Después de varios años recorriendo la provincia y, sobre todo lo que esté en un radio de unos 30 km desde la capital, leyendo un artículo en La Opinión de Zamora nos llamó la atención el nombre de un pueblo, La Cernecina. Y es que nunca habíamos oído hablar de él, a pesar de estar en Sayago y a unos 27 km de Zamora. Ese día nos propusimos conocerlo y hoy hemos podido hacerlo.
Como la ruta era larga, unos 65 km, deberíamos haber salido a las 9.00 h pero como las temperaturas son bajas en esta época decidimos hacerlo a la hora habitual, las 9.30 h. A esa hora teníamos 0 grados, pero eso sí, no había apoyo del sol porque el cielo estaba cubierto. Comenzamos a rodar dirigiéndonos hacia el río, siguiendo por la avenida del Mengue y Trascastillo. Allí descendimos hacia Olivares y seguimos por este barrio al encuentro del Puente de los Poetas. Lo cruzamos y por San Frontis ascendimos hasta cruzar la carretera de Fermoselle para comenzar a rodar por el GR-14.
Después de cruzar la carretera que va al Polígono Los Llanos empezamos a estar atentos al suelo porque poco más adelante hay una zona que, si ha llovido, es un infierno. El barro se acumula en las ruedas y termina bloqueándolas. Como vimos que hoy el barro estaba "fresco" nos desviamos a la derecha noventa grados para rodear la zona y volver al GR-14 tras pasar junto al Brocal de las Promesas. La alternativa no estaba exenta de barro, pero no era del que llamamos "botijero".
Al llegar a una nave volvimos a girar noventa grados y poco después lo hicimos de nuevo, tomando un camino que, descendiendo ligeramente, nos llevó hasta el Brocal.
De nuevo en el GR-14 continuamos por él sin ninguna novedad hasta llegar a Tardobispo. Recorrimos un par de calles y terminamos saliendo a la carretera, justo frente a donde tomamos de nuevo el GR-14.
Como dos kilómetros después de pasar por esta localidad volvimos a desviarnos de la Senda del Duero para evitar otro tramo de barro "botijero". El desvío nos llevó hasta la carretera de Almeida de Sayago, por la que continuamos cómodamente, porque descendía ligeramente, algo más de un kilómetro hasta Pueblica de Campeán.
Dejamos atrás Pueblica siguiendo la carretera que lo comunica con la de Bermillo, solo que, tras la bajada inicial, nos desviamos a la izquierda al cruzarnos con el GR-14. Volvimos a acceder a él y enseguida cruzamos el Puente Potato, de origen romano aunque con muchas modificaciones posteriores.
Continuamos sin sobresaltos por el GR-14 hasta Pereruela, si bien para llegar a esta localidad, tuvimos que recorrer unos cuatro kilómetros y la mayoría de ellos ascendiendo.
En Pereruela hicimos un recorrido que nos llevó por distintas calles de la localidad, dejando atrás el pueblo por un camino trazado en paralelo a la carretera.
Nada más tomar ese camino nos encontramos, no con un charco, sino con una laguna, pero una vez superado este no hubo más rastro de agua y el camino se convirtió en la típica pista sayaguesa.
Continuamos en paralelo a la carretera como un kilómetro, cruzamos esta y seguimos también en paralelo, pero por el lado contrario. Poco después el camino se abría hacia la izquierda y comenzamos a descender. En ese punto nos dimos cuenta de que empezaba lo mejor de la ruta, porque el paisaje comenzó a ser sayagués.
No tardamos mucho en cruzar por un puente sobre una rivera, la llamada de Sobradillo de Palomares. Nada más salir del puente nos encontramos con un giro a la derecha y una endiablada subida, corta pero muy inclinada.
Continuamos con varios sube y bajas por un buen camino, siempre bordeado de rocas aflorando a la superficie, pasto y encinas. Como dos kilómetros después del puente sobre la rivera nos incorporamos a un camino de mayor importancia, pero poco después nos desviamos a la derecha para seguir por otro menor. En un momento dado nos volvimos a desviar a la derecha para lo que tuvimos que desmontar y pasar las bicis y nosotros por encima de un pastor eléctrico. Poco después el camino dejó de estar marcado por roderas y seguimos adelante guiados por el GPS. Cruzamos de nuevo otro pastor eléctrico y seguimos, prácticamente, campo a través. En ese tramo nos fuimos encontrando con encinas memorables, como la que plasmamos en esta imagen.
Poco después vimos que una vacada, pero no eran ni diez ni veinte vacas, sino más de cien, corriendo hacia nosotros. Lograron asustarnos así que nos metimos en una cortina cruzando por un hueco que había en la pared de la finca. Unas encinas impedían que ellas nos vieran así que comenzaron a irse. Nosotros seguimos unas decenas de metros con la bici en la mano por un corredor invadido por la vegetación.
Enseguida nos volvimos a encontrar con nuestro track, que volvía a ser camino. No mucho después vimos a una parte de la anterior vacada, u otra distinta, no sabríamos decir, a nuestra izquierda mirándonos con un interés inusitado. Jamás habíamos tenido tantos espectadores ni tan atentos.
Como quinientos metros después nos desviamos a la derecha, el camino nos condujo a una charca que rodeamos por el lado derecho y que, en alguna zona, tenía algunas capas heladas.
Seguimos adelante por un camino que tenía charcos enormes, sin embargo encontramos otro mejor en paralelo, así que continuamos por este. Unos cientos de metros después comenzamos a rodar por un camino precioso trazado entre cortinas. Eso sí, acumulaba aún mucha agua.
Cruzamos una pequeña rivera, en este caso la de Arcillo, y proseguimos por un camino muy bonito, jalonado de carrascos y encinas.
Menos de un kilómetro después entrábamos en Malillos. Nos dirigimos hasta la iglesia, la ermita de Santa María Magdalena, románica en su origen, aunque con reformas realizadas después de la Edad Media.
Delante de ella, junto a un crucero de granito que hay frente a la entrada principal, hicimos una parada y dejamos las bicis en el suelo para llevarnos algo a la boca, algo necesario en un día como el de hoy, con muchos kilómetros previstos. Paramos poco porque la temperatura seguía siendo baja, 3 grados.
Salimos de Malillos por una carretera local y por ella continuamos los escasos dos kilómetros que separan esta localidad de La Cernecina. Cuando llegamos a la altura del cartel anunciador no pudimos por menos que decir: ¡Por fin lo conocemos!
El pueblo es muy pequeñito pero hicimos algo similar a lo que hacen los tours turísticos en las grandes ciudades, un recorrido por las vías principales de la localidad.
La mayoría de edificaciones que existen son de piedra, hay algunas nuevas y varias abandonadas y arruinadas.
Como ya era tarde, algo más de las 12, y nos quedaban más de 30 km por hacer, no nos entretuvimos nada, ni siquiera nos acercamos a ver la ermita de San Ildefonso. Salimos del pueblo por un camino bonito entre paredes de piedra.
Después de un par de desvíos terminamos en uno de mayor entidad. Aunque nos íbamos encontrando alguna pequeña subida, en esta parte la tendencia era descendente.
Junto al camino que seguíamos fuimos encontrando paredes que son auténticas obras de arte y en las que apenas hay hueco entre piedra y piedra.
Después de un giro a la derecha entramos en una zona de piedras sueltas, un auténtico pedregal que ya conocíamos de otras ocasiones y que nos permitió saber que estábamos muy cerca de la rivera de Sobradillo de Palomares.
Hubo algún tramo en el que tuvimos que apearnos de la bici por miedo a salir disparado hacia adelante por culpa de cualquier piedra que se ponga delante de la rueda delantera. Finalmente, descendimos hasta el precioso puente que cruza dicha rivera.
La subida posterior es dura y más de uno tuvo que bajarse después de atravesar una zona de barro en la que las ruedas se quedaron clavadas.
Después de ese ascenso campo a través llegamos a un camino. Enseguida lo abandonamos para seguir hacia la derecha por otro en el que las grandes rocas cubren su superficie.
Unos cientos de metros más adelante entramos en Sobradillo de Palomares. Recorrimos una calle que bordea la localidad y esta nos llevó hasta el camino por el que debíamos seguir.
Tocaba ahora rodar por una larga recta salpicada de alguna que otra subida suave. Había tres bíkers que tenían prisa por llegar a Zamora, así que como dos kilómetros después de Sobradillo les dijimos que tiraran ellos ya que los otros tres podíamos ir más lentos al no tener urgencia por llegar.
Así lo hicieron y no tardamos en perderlos de vista. Los tres que nos quedamos más atrás continuamos rodando y unos dos kilómetros después de separarnos llegamos a la carretera de Almeida, a la que nos teníamos que incorporar unos cientos de metros.
Una vez en la carretera uno de los bíkers propuso seguir por asfalto, ya que las fuerzas no sobraban y se estaba haciendo tarde. Nos pareció una buena decisión y así lo hicimos, seguimos por esa carretera hasta Pueblica de Campeán, donde nos incorporamos a la que une esta localidad con Zamora.
Nuestra ruta digamos que terminó ahí, porque relatar nuestro recorrido sobre el asfalto tiene poca historia, simplemente que fuimos sorteando los continuos sube y bajas, suaves pero cansinos, que tiene este tramo y que llegamos a nuestras casas poco después de las 13.45 h.
Imaginamos que el otro grupo habría hecho lo mismo que nosotros, pero teníamos nuestras dudas. Empezamos a sospechar que no habían tenido la misma idea cuando, una hora después, seguía sin aparecer en sus respectivos registros de la ruta en Strava. Los llamamos y no contestaban y comenzamos a preocuparnos. Sobre las 15.00 h volvimos a intentar llamarlos y ya obtuvimos respuesta. ¡No habían llegado aún!
Parece ser que no continuaron por carretera sino que siguieron el trazado original de nuestro track. Este les llevó hasta cerca de San Marcial, donde se desviaron pasando por el Puente del Andaluz. Poco después se metieron en una zona de barro "botijero" del que les costó mucho salir. Las ruedas se bloquearon por las capas de barro adheridas a los neumáticos. No les quedó otra que coger sus bicis a cuestas, pero las suelas de las botas también iban acumulando más y más barro y eso dificultaba su caminar. Tuvieron que cargar con las bicis casi un kilómetro. Uno de los tres, con muchos años de bici a sus espaldas, comentó: ha sido mi peor experiencia en bici.
Una vez que pudieron volver a rodar, después de quitar capas de barro de las ruedas con los guantes y con palos, siguiendo el track llegaron a Morales del Vino. Allí se gastaron seis euros en poder quitar el pegajoso barro de sus bicis. Una vez limpias siguieron por carretera hasta Zamora, donde llegaron sobre las 15.15 h. Toda una odisea. Para otra vez, todos juntos, pase lo que pase.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
Ruta orginal (en época sin barro más bonita):
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