El Duero hace frontera entre España y Portugal separando ambos países por un estrecho camino trazado entre rocas durante miles de años. Rocas que han visto cómo el río a su paso las iba horadando y desgastando para formar los llamados Arribes. Hoy los hemos disfrutado desde varios miradores de nuestra vecina Portugal.
En esta ocasión dejamos las bicicletas en casa y nos calzamos las zapatillas de senderismo. Nos desplazamos desde Zamora a Mirando do Douro (Portugal). Durante el viaje, que dura aproximadamente una hora, fuimos viendo cómo una lluvia débil y la niebla reventaban el pronóstico del tiempo que habíamos consultado el día anterior, que nos auguraba una mañana con sol y nubes. Menos mal que al llegar a esta localidad portuguesa la niebla levantó algo, nos permitió ver el cauce del río, y paró la lluvia.
Nada más entrar a la ciudad nos desviamos por la primera calle que surge a la derecha. Como cien metros más adelante vimos el primero de los miradores a visitar, el llamado Miradouro Penedo Amarelo. Justo delante hay un amplio aparcamiento donde dejamos nuestros coches.
Al acercarnos al miradouro (como se llaman en Portugal) vimos que una buena parte "vuela" sobre el barranco. El suelo es de madera, el lateral derecho de chapa y el izquierdo de cristal transparente. Desde él se ve perfectamente la curva que realiza el Duero bajo el mirador.
Al estar en Navidades contaba con una decoración especial, propia de la época, por lo que lucía muy bonito.
En realidad toda la ciudad estaba engalanada por las fiestas navideñas, a pesar de que allí han terminado ya al no contar ni con la fiesta ni la tradición de los Reyes Magos.
Del miradouro nos desplazamos hasta la Pastelaria Mirandesa, situada dos calles más allá, para tomar un café y un pastel del Belém. Justo es decir que ambos estaban estupendos.
Una vez repuestas las escasas fuerzas gastadas volvimos a subirnos a los coches para desplazarnos hasta Picote. La distancia desde Miranda es de unos 18 km, si bien se tardan algo más de 20 minutos en hacer el recorrido. Nuestra intención era poder disfrutar del
Miradouro da Fraga do Puio.
Dejamos el coche en el centro y caminamos unos cientos de metros. Por el camino no nos cruzamos con nadie, salvo unos perros que salieron a correr a nuestro lado ladrando y ladrando sin parar. Lo que sí encontramos fueron viviendas muy típicas abandonadas a su suerte, alguna fuente, huertas delimitadas por bonitas paredes...
No tardamos mucho en divisar el coqueto miradouro. Se encuentra situado en una ladera y "recibe" al visitante con una zona con suelo de madera, un par de bancos y un olivo. Los laterales son de cristal transparente. Más adelante un triángulo vuela sobre el barranco, siendo en su totalidad, tanto el suelo como los laterales, también de cristal.
Desde él se puede ver un meandro del Duero. Un gran curva de ciento ochenta grados y muy cerrada. El día tenía poca luz, pero precisamente por eso toda la zona estaba impregnada de cierta magia. Eso sí, también habrá que verlo iluminado por la luz del sol y seguro que nos parecerá un lugar diferente.
Regresamos a los coches desandando el camino. Teníamos que realizar un pequeño desplazamiento de unos 2 km por carretera (5 minutos) para dejar los coches junto al camino en el que empieza el recorrido hacia el tercer miradouro que queríamos visitar (
punto de inicio), el llamado Miradouro
Iniciamos la caminata con una ascensión suave. A los trescientos metros, aproximadamente, llegamos a una encrucijada de caminos en la que hay que continuar de frente. Poco después hay otra bifurcación. En esta hay que optar por la opción de la derecha. La ascensión se prolongó a lo largo de 1 km, más o menos. Después se comienza a bajar, también de forma muy suave.
El camino está bien trazado y es muy agradable. En una gran parte del recorrido se encuentra jalonado por paredes de piedra delimitando campos sin cultivar y pequeños olivares.
Pero si algo caracteriza a este camino es el musgo. Está cubriendo de verde infinidad de rocas, piedras, paredes, árboles...
Después de recorrer algo más de un kilómetro y medio nos encontramos con una cancilla de frente, pero nosotros debíamos girar noventa grados hacia la derecha para seguir la ruta.
Continuamos caminando a buen ritmo y cuando llevábamos como dos kilómetros y medio recorridos llegamos a una zona en la que hay un cartel en blanco y donde parecía que se terminaba el camino. Pero no se termina sino que se convierte en sendero. Siguiendo este no hay problema de perderse.
Entramos así en una preciosa zona virgen en la que encontramos carrascos, encinas, escobas, tomillo, y otras especies arbóreas.
Disfrutando mucho fuimos descendiendo hasta llegar a una gran roca. Desde ella ya pudimos ver el río Duero. Realmente la visión del río que se tiene desde este miradouro no es muy amplia, pero merece mucho la pena el camino recorrido hasta aquí.
Ya en casa hemos visto fotos tomadas desde ese mirador y podemos afirmar que nos faltó avanzar unos metros más sobre las grandes rocas para ver una vista más amplia del río, pero tuvimos algunas caídas durante el camino porque las piedras resbalaban y no quisimos arriesgar. Así lo dejamos pendiente para otra ocasión.
Aunque no es fácil orientarse, en el horizonte veíamos, en la otra orilla del río, en el lado español, pero a nuestra izquierda, un pueblo. No era otro que Mámoles de Sayago. Y a la derecha de este pudimos contemplar, derramando sus aguas generosamente al Duero, la cascada de la Falla de Ribas Altas (también llamada Lastras de Aguas Bravas), que se encuentra en el término de esa localidad zamorana y que ya
visitamos en algunas ocasiones.
Una vez disfrutadas las vistas quisimos acercarnos más a la cascada. Para ello tuvimos que descender a una vaguada monte a través. Fuimos siguiendo unas bandas amarillas y negras de plástico atadas a árboles o arbustos por lo que no tuvimos pérdida. La zona nos encantó.
Desde la vaguada ascendimos por una ladera y, al llegar a la parte alta, nos dirigimos hacia la derecha. Finalmente llegamos a una gran roca desde donde se divisaba dicha cascada más cercana y con mejor perspectiva (al natural mucho más cercana de lo que se aprecia en la foto).
La previsión meteorológica consultada el día anterior seguía sin cumplirse, no veíamos el sol por ninguna parte. Sin embargo se empezaron a cumplir las que habíamos visto esta misma mañana, lluvia a partir de las 13.00 horas. Llovisqueaba cuando iniciamos el regreso a los coches. Imaginábamos que podríamos acortar monte a través, pero preferimos volver siguiendo nuestros propios pasos y disfrutando de bonitas estampas que fuimos encontrando a nuestro paso.
Primero regresamos hasta las proximidades del miradouro para continuar después por el sendero, convertido en un camino más ancho después, que nos llevó de vuelta a los coches. Por suerte solo nos llovió tres o cuatro minutos al iniciar al regreso, después cesó y no volvió a "dejarse caer" hasta que estábamos ya dentro de nuestros vehículos camino de Muga de Sayago.
Nos desplazamos hasta esta localidad para comer en el restaurante
La Brasería de Muga, si bien antes, para repartir el gasto, tomamos el vermú en el Bar Kahoba, que está justo en frente.
Por último, tras la comida y antes de que anocheciera fuimos hasta Luelmo de Sayago recorriendo poco más de 12 kilómetros. Simplemente queríamos ver la bonita
Fuente del Concejo, de origen romano, con bóveda de medio cañón y cubierta a dos aguas formada por grandes lajas de granito.
Aquí pusimos punto final a nuestro bonito y divertido periplo por la Freguesia de Miranda do Douro y Sayago.
Si quieres descargar la ruta del Miradouro da Fraga Amarela, haz clic sobre el logo de Wikiloc.
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