Después de las lluvias caídas durante la semana, unido al deshielo producido por las mismas, el cauce del río Duero ha experimentado una gran crecida. Hoy nos hemos erigido en vigilantes de esta y lo hemos hecho aguas arriba de Zamora, desde el Puente de Marialba.
Después de disfrutar ayer de un día espléndido, soleado aunque frío, todos pensábamos que hoy iba a ser muy parecido, y así lo vaticinaban las previsiones. Aún así habíamos quedado a las 10.00 h para dar tiempo a que la temperatura no fuera tan fría.
Poco antes de esa hora empezaron a sonar mensajes de WhatsApp y eso un Domingo suele presagiar malas noticias, como así fueron. Los más madrugadores anunciaron que la niebla lo había invadido todo. Como ya hemos dicho alguna vez, niebla y temperatura bajo cero son malas aliadas para la bici. Dos de los cinco que habían confirmado que iban a salir se autoeliminaron de la ruta de hoy, así que solo fuimos tres los protagonistas.
Cuando comenzamos a pedalear hacía frío, no lo vamos a negar, en concreto -3º. Pasamos sobre el Puente de Cardenal Cisneros y nuestras labores de vigilancia del caudal del río comenzaron, constatando que el nivel era bastante alto y que el río bajaba con fuerza.
Al terminar el puente descendimos por las escalerillas y tomamos el Camino de San Miguel. Al frío del ambiente se unía, este ya subjetivo, el que producía ver la helada que cubría todo.
Siguiendo el track salimos a la carretera local, hoy sin ningún tráfico, que va hacia Peleagonzalo y por la que teníamos que transitar unos seis kilómetros. Rodamos por ella a muy buen ritmo. Al coger más velocidad percibíamos el viento más frío, y a esa sensación contribuía el que la niebla había vuelto a ganar la partida al sol y nos volvía a privar de sus rayos y de su calor.
Eso sí, ese estado de medio niebla y medio soleado nos permitía disfrutar de bonitas vistas, sobre todo a nuestra derecha, donde Las Contiendas trataban de abrirse paso en el horizonte.
Así venía de Toro:
Y así iba para Zamora:
Poco después volvimos a nuestras bicis, el otro ciclista se fue hacia su pueblo, Villalazán, y nosotros seguimos hacia adelante, hasta que llegamos a la N-122. Según nuestro track nos teníamos que incorporar a ella menos de un kilómetro, pero al llegar al punto donde teníamos que tomar un camino a nuestra derecha, este había quedado dentro de una zona sembrada y no existía, así que continuamos por el asfalto otros dos kilómetros más.
Comenzamos a ascender la cuesta que conduce a Fresno de la Ribera pero algo antes de culminarla nos desviamos a la derecha para comenzar a rodar por un excelente camino ascendente y que pasaba bajo las vías del ferrocarril tradicional y bajo las del AVE.
Este tramo tuvo poca historia, lo único a reseñar es que, aprovechando que es prácticamente llano, rodamos a una velocidad que, en muchos momentos, superaba los 25 km/h, por lo que íbamos "comiendo" los kilómetros rápidamente. También íbamos disfrutando de una temperatura mucho más agradable gracias al sol. Aunque solo había 3º, la sensación que producían sus rayos no tenía nada que ver con esa temperatura.
Después de seis kilómetros pasamos por encima de un viaducto bajo el que están las vías del AVE, al descender estábamos casi, casi, en el Barrio de Villagodio. Continuamos hasta salir a la N-122, la cruzamos y continuamos por el carril bici.
Como íbamos rodando junto al cauce del río fue inevitable no tomar un testimonio gráfico del nivel de sus aguas. También aquí se percibía el poderío que en días de grandes avenidas, como hoy, demuestra.
Seguimos por el carril bici hasta que pasamos bajo el Puente de Cardenal Cisneros, momento en el que lo abandonamos para dirigirnos hacia la calle Obispo Acuña. Al llegar al punto de salida dimos por concluida la ruta, nos bajamos de las bicis y recuperamos líquidos en la puerta del Bar CD, donde nos daba el sol de frente y se estaba de maravilla.
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