25 de junio de 2025

Zamora-Oviedo-Santiago de Compostela (Camino del Salvador y Camino Primitivo)

Habíamos oído hablar de que, probablemente, el camino a Santiago más bonito es el Primitivo, por ello este año nos propusimos hacerlo, pero en kilómetros se nos quedaba algo corto y la logística hasta Oviedo, lugar de partida, era complicada, así que decidimos ir en bici desde Zamora a Oviedo y desde allí continuar hacia Santiago. Así quedó conformada nuestra gran ruta de este año.

Zamora - Oviedo - Santiago. 622,60 km. 10.552 m de ascensión.

Como explicábamos en la introducción, queríamos hacer el Camino Primitivo, pero se nos ocurrió que podíamos ir en bici hasta Oviedo y así evitábamos problemas de logística. En kilómetros totales este recorrido se ajustaba a lo que venimos haciendo cada año, pero cuando desarrollamos las etapas pudimos comprobar que iba a tener cierta dureza por lo que se ascendía en algunas etapas. 

Preparamos durante varios meses todo lo necesario: las etapas, los alojamientos, los tracks de cada etapa, el rutómetro... y también entrenamos aumentando el número de salidas semanales. 

Los recorridos de cada día fueron equilibrados salvo la etapa que terminaba en Oviedo, que fue corta, para así disfrutar de esta bonita ciudad. 

Aunque íbamos a ser seis los participantes, a última hora dos de ellos no pudieron asistir, por lo que el grupo quedó reducido a cuatro integrantes. Los cuatro llevábamos ebikes pero para realizarla, incluso con estas bicis asistidas, es necesaria cierta preparación física porque si algo caracteriza esta ruta desde que se deja León son las subidas. A mayores, hay varias etapas que superan los 60 km. Hemos reflejado en cada una los metros de ascensión que reflejaron nuestros GPS, porque nos parecen más reales que los que marca Wikiloc una vez subida la ruta a esta plataforma

Según nuestro planning íbamos a realizar 594,70 km y finalmente hicimos 622,60. La diferencia estuvo en cambios de recorrido que fuimos haciendo sobre la marcha y que se explicarán en el resumen de cada etapa. 

Para descargar el rutómetro, haz clic aquí (rutómetro referido al track original que, por diversas circunstancias (errores, caminos inexistentes, cerrados o no ciclables...) no coincide al 100% con el realizado.
Debajo del enunciado de cada etapa hemos puesto el índice IBP de la misma. Con ese índice y esta tabla cualquiera puede hacerse una idea de la dificultad de la ruta, en función de su preparación física.




Etapa 1. Zamora - Benavente. 78,67 km. 371 m de ascensión.

Como siempre ocurre cuando algo se prepara con ilusión, parece que el día señalado nunca va a llegar, pero casi sin darnos cuenta el 6 de junio se presentó ante nosotros. Aunque quedamos a desayunar antes de la salida, esta "oficialmente" es a las 10.00 h desde la plaza de la Catedral. Allí llegamos los cuatro que vamos a participar de esta aventura, y allí nos esperaban dos integrantes del grupo y dos Galanas.

Tras la sesión de fotos para dar fe de la salida, nos despedimos e iniciamos la marcha. El día está soleado, aunque hay algunas nubes, y la temperatura es ideal, 16º. 

Cruzamos el casco antiguo, descendemos hacia San Martín, seguimos por la Avenida de la Feria y continuamos por La Morana y la Carretera de la Hiniesta. 


Salimos de la ciudad por lo que será la nueva senda para los peregrinos, aún en obras y, tras algunos cambios de dirección, continuamos hacia Roales. 


Cruzamos esta localidad de lado a lado y al salir nos topamos con un miliario de la Vía de la Plata, hasta Granja de Moreruela compartimos el camino.


El tramo entre Roales y Montamarta, que conocemos bien, está repleto de sube y bajas. Rodamos a buen ritmo a pesar de las alforjas y nos vamos encontrando con peregrinos a los que deseamos y nos desean "Buen Camino". 


Al llegar a la altura de Montamarta nos desviamos a la derecha para entrar en el pueblo, Recorremos un par de calles y llegamos a la iglesia, la bordeamos y nos dirigimos hacia la carretera. Junto a ella nos encontramos con la representación de el Zangarrón, la mascarada de esta localidad. 


Cruzamos por el puente sobre la cola del embalse de Ricobayo, que da gusto verlo con tanta agua, y desde él tenemos una buena perspectiva de la ermita de la Virgen del Castillo.


Al terminar el puente giramos a la izquierda y ascendimos la cuesta que va en paralelo a la carretera y en la que notamos, más que en las anteriores, el peso de las alforjas. Una larga recta nos llevó casi hasta el cruce donde la N-631 sigue hacia el Puente de la Estrella. Cruzamos por un pequeño túnel bajo las vías del AVE y terminamos en la antigua N-631. Al llegar al cruce ascendemos por el viaducto y tomamos la N-630. En ese punto nos desviamos ligeramente del track porque este, por seguir por camino, ascende y desciende un teso. 


Enseguida, un kilómetro después, nos reencontramos con el track previsto y volvemos a rodar por camino. Con la primavera en pleno esplendor, en muchas zonas las escobas amarillas lo invaden todo con sus ramas y su característico aroma. 


El camino se separa algo de la carretera para después volver hacia ella y, mediante un puente pasamos sobre esta y sobre la autovía. Continuamos avanzando y poco después llegamos hasta un cruce de caminos donde decidimos continuar por la izquierda para acercarnos a ver las ruinas de Castrotorafe. Las hemos visto muchas veces pero merece la pena volver. 


Disfrutamos unos minutos de la vista de los restos de la fortaleza y de sus murallas y, tras hacer unas fotos, regresamos al cruce desde el que nos habíamos desviado hasta allí. 


De nuevo en el camino marcado, continuamos nuestra marcha hacia la cercana localidad de Fontanillas de Castro, de la que solo nos separan dos kilómetros atravesando un mar de cereales y describiendo un ángulo recto que nos lleva hasta el pueblo. 


Desde Fontanillas nos dirigimos a Riego del Camino, de la que solo la separan cuatro kilómetros prácticamente rectos. Entramos en la localidad, pasamos por algunas de sus calles, incluida la N-630, que la cruza, y salimos del pueblo de nuevo por un camino. Nuestro siguiente objetivo es Granja de Moreruela, a unos seis kilómetros. En estos no ocurre nada destacable salvo que volvemos a pasar al margen derecho de la autovía antes de llegar a esta localidad, siguiendo en paralelo a esta hasta poco antes de la entrada al pueblo. 


Llegamos a una carretera local. Nos damos cuenta de que es la que une la localidad con el Monasterio de la Granja de Moreruela. Hacemos una parada y decidimos si queremos ir hasta este monumento. No estaba previsto en el track y lo hemos visitado varias veces, pero de nuevo nos tienta hacer un pequeño rodeo y disfrutarlo de nuevo. Y la tentación se hace realidad...

Recorremos los tres kilómetros de carreterita y llegamos al que un día fue un monasterio cisterciense. Enseguida comprobamos que han finalizado las obras de la cabecera del templo y hacia esa parte nos dirigimos. 


Ante esa preciosa girola podemos hacernos una foto de grupo que, hace dos años, cuando realizamos el Camino Sanabrés y pasamos también por allí, no pudimos captar porque estaba llena de andamios.


Tras visitar brevemente las ruinas y charlar un rato con el vigilante, volvemos a subirnos a las bicis y a deshacer los tres kilómetros para regresar al pueblo. 


Ya en este pasamos junto a la señal que marca la bifurcación para los peregrinos que van al Camino Sanabrés (Orense) o hacia el Francés (Astorga).


Desde allí nos dirigimos a un bar en el que estuvimos hace dos años con la idea de beber algo y comer unas tapas que nos permitan llegar a Benavente. Nos llevamos una sorpresa al encontrarlo cerrado, pero buscamos una alternativa y nos dirigimos al llamado Teleclub, que se encuentra a la entrada del pueblo. Pedimos unas cervezas y salimos a la puerta a beberlas. No hay tapas, pero la señora nos corta un poquito de jamón y de chorizo y compramos una bolsa de snacks. No es lo esperado pero, en parte, lo suple. 

Una vez repuestos nos subimos a nuestros sillines y ascendemos a la parte alta del pueblo para salir de él por un camino muy bien indicado. Este nos lleva hasta la carretera que va al Puente Mózar, nos unimos a esta hacia la derecha hasta llegar a una rotonda, donde nos desviamos hacia la izquierda para seguir por un camino entre encinas trazado en paralelo a la N-630. 


Terminadas las encinas hacemos dos cambios de dirección para continuar, ahora de nuevo entre cereales, hasta Santovenia del Esla. A pesar de ser ya las horas centrales del día no pasamos calor. La temperatura ha ascendido hasta los 25º pero sobre la bici se va bien.  


Una vez recorridos los diez kilómetros que separan Granja de Santovenia llegamos a este. Al entrar a la localidad pasamos junto a un bar en el que comimos este año en una de nuestras rutas semanales y paramos allí con la intención de tomar café, pero al final comemos algo también, todo muy digestivo: torreznos y una sardinilla.

Terminado el café-aperitivo nos montamos sobre nuestras bicis, atravesamos el pueblo siguiendo la carretera para después desviarnos por una calle hacia la derecha y salir de la localidad. 


Los aproximadamente seis kilómetros que separan Santovenia de Villaveza del agua los hacemos en paralelo a la N-630, en algunos tramos junto a esta y en otro algo más alejados, y siempre por buenos caminos. 


Llegamos al pueblo por su parte más baja por lo que, para ascender hasta él tenemos que subir una cuesta que nos lleva hasta la carretera, por la que recorremos una buena parte de la localidad. Poco antes de terminar las edificaciones nos desviamos a la izquierda y recorremos los dos kilómetros que lo separan de Barcial del Barco por otro camino, que también va paralelo a la N-630. 

Al llegar a esta localidad tenemos que subir una cuesta que nos clava a todos y que nos hace subir las pulsaciones, más por lo inesperada que por  la inclinación.


Recorrimos transversalmente el pueblo y al terminar este giramos a la izquierda para seguir por un camino que nos lleva hasta la antigua estación de tren. 


Unos metros más adelante entramos a lo que era el antiguo trazado ferroviario, convertido desde hace unos años en una vía verde que va hasta, prácticamente, Maire de Castroponce. 


El tramo que estamos iniciando lo recorrimos hace unos meses en sentido contrario, pero aquel día había llovido y el día estaba tristón, aún así nos gustó mucho, pero en esta ocasión luce mucho más, con muchos de los campos que lo bordean aún verdes, las amapolas invadiéndolo todo y dejando un toque rojizo allá donde miramos, y el firme, que al estar seco permite rodar de maravilla. 


Disfrutamos de la vía verde unos ocho kilómetros muy variados, con tramos entre campos de cereales, pequeños o grandes puentes, como el de hierro que cruza sobre el río Esla, que es muy bonito.


Como se rueda muy bien y no hay cuestas recorremos los ocho kilómetros enseguida y pronto podemos ver ante nosotros la Torre del Caracol de Benavente. Después de pasar ante ella abandonamos la vía verde para ascender hacia el centro de la localidad. 


Ya en el pueblo hacemos un pequeño recorrido por sus lugares más emblemáticos: pasamos junto a los Jardines de la Mota, también junto a la iglesia de Santa María del Azogue, recorremos la calle Los Herreros, llegamos a la Plaza Mayor y continuamos hacia la Plaza del Grano.


Junto a esta realizamos una parada técnica en Ciclos Vaquero para ajustar un cambio que no iba fino. En cinco minutos el problema está resuelto y continuamos hacia el hotel. Junto a la tienda de bicis, como si nos hubieran estado esperando, encontramos esto pintado en el suelo.


Ya en el hotel (Hostal Avenida) podemos guardar las bicis, ducharnos, descansar algo y prepararnos para hacer una visita por Benavente, incluida una visita a una exposición de Coomonte y, llegada la hora, cenar bien en el Restaurante El Pícaro, ya que apenas habíamos comido.




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Etapa 2. Benavente - León. 80,22 km. 244 m de ascensión.

El segundo día de nuestra ruta amanece en Benavente sin una sola nube. Desayunamos en un bar cercano al hostal, recogemos todo, preparamos las bicis y partimos a las 9.20 h.


Cuando iniciamos la marcha tan solo hay 14º, pero eso no impide que nos sintamos a gusto sobre la bici. Cuando aún no han terminado las casas de la localidad un pequeño error al leer nuestros GPS nos obliga a retroceder unos metros. Ya en el camino correcto, enseguida atravesamos un polígono industrial, pasamos por la Autovía del Noroeste y poco después comenzamos a rodar por caminos trazados entre fincas de regadío.


Tardamos poco en recorrer el primer tramo, de unos siete kilómetros, que nos lleva hasta San Cristobal de Entreviñas, localidad que atravesamos. 


Dejamos atrás esta localidad, la última de la provincia de Zamora por la que pasamos, y rodamos por una larga recta de unos siete kilómetros totalmente llanos. Llegamos a una ermita y paramos unos minutos para verla con más detenimiento. Se trata de la ermita de Nuestra Señora de la Vega.


Desde allí nos dirigimos hasta el cercano pueblo de Cimanes de la Vega, de la que la separan poco más de dos kilómetros. 

Desde esta localidad continuamos hacia Villaquejida siguiendo otra enorme recta flanqueada por campos de maíz o de cereales inmersos en una interminable planicie. Nos llama la atención la iglesia, de grandes dimensiones, y el ayuntamiento, que es la representación perfecta de un edificio de este tipo.



Salimos de este pueblo leonés para continuar hacia Toral de los Guzmanes, que se encuentra a unos doce kilómetros en los que recorremos otras dos largas rectas. Llegando al pueblo cambiamos varias veces de dirección.

Desde esta localidad nos dirigimos hacia San Millán de los Caballeros. Recorremos los seis kilómetros que los separan relativamente rápidos porque seguimos ciclando por buenas pistas, prácticamente rectas y totalmente llanas. Nos resulta curioso leer en nuestro GPS que en casi 40 km no hayamos ascendido ni siquiera 40 metros. 

El siguiente pueblo de nuestro periplo es Benamariel, donde paramos a tomar algo en un bar de la plaza, Casa Victorino, para seguir el ritual de las 12.00: el ángelus. Nos atiende una señora super amable. Aprovechamos para comer algo, un taquito de tortilla y unas croquetas. 


Sin prisas, pero sin perder el tiempo, volvemos a las bicis, salimos del pueblo y comprobamos que se terminan esas largas pistas llanas y comenzamos a rodar por zonas con alguna pequeña subida y bajada, curvas y caminos de más y menos anchura. También cambia el paisaje, deja de haber esas grandes extensiones de maíz y cereales, que dejan paso a viñas, campos en barbecho y alguna zona con cereales, pero mucho más pequeña que las que veíamos con anterioridad. 

Aunque casi desde Benavente hemos ido siempre en paralelo al río Esla, es en las proximidades de Benamariel donde más nos acercamos a él.

El siguiente pueblo por el que pasamos es Ardón, al que llegamos tras recorrer los nueve kilómetros que lo separan de Benamariel. La entrada a la localidad es por una zona de bodegas, la mayoría bien conservadas.


Desde Ardón continuamos nuestro camino hacia Grulleros. Para llegar a este cruzamos por un viaducto la Autovía del Camino de Santiago. Poco después llegamos a un punto donde el camino que nos marca el GPS no existe. Cruzamos una zona de hierba alta, pasamos bajo un paso elevado de las vías y volvemos a reencontrarnos con nuestro track. Cruzamos con las bicis en la mano unas vías y entramos en Grulleros. 


Después de atravesar este pueblo llegamos al final del mismo. Tras recorrer unos cuatro kilómetros hacemos un giro a la derecha. Atravesamos una chopera y donde tenía que partir un camino hacia la izquierda no hay nada. Miramos el mapa en el GPS y no vemos más alternativa que regresar al punto donde nos habíamos desviado, el camino asfaltado que íbamos siguiendo. 

Rodamos por este unos tres kilómetros y al llegar a una rotonda seguimos dirección León. 


Es una doble vía pero vamos por el arcén, que es amplio, y más adelante por la acera. No tardamos en pasar junto al cartel que indica que entramos en León. 


Poco después, al llegar a un puente que encontramos a nuestra derecha nos dirigimos hacia él. Cruzamos sobre el río Bernesga y unos cientos de metros más adelante nos volvemos a encontrar con nuestro track. 


Empezamos a pasar junto a bloques de viviendas y comenzamos a rodar por una amplia avenida, ahora sí que estamos ya en León. 


En un bar de barrio que encontramos a nuestro paso hacemos una parada para tomar una cerveza y un par de tapas que, junto con lo que picamos en Benamariel, son nuestra comida. 

Una vez repuestos volvemos a subirnos en las bicis y continuamos hacia la Catedral, si bien antes pasamos por la Plaza Mayor. 


Salimos de la misma por la calle Mariano Domínguez, que nos lleva directamente hasta la Plaza de Regla, donde se encuentra la majestuosa catedral. 


Nos hacemos una foto todos juntos en este lugar emblemático. Una vez terminado el posado nos sentamos de nuevo en los sillines y continuamos hacia nuestro hotel, que está algo alejado de esta zona.


Callejeamos por la ciudad casi dos kilómetros. En el camino nos encontramos con esta bonita estatua en una rotonda.


Poco después, pasando unos minutos las 15.30 h, llegamos a nuestro alojamiento, el Hotel Zentral León Camino. Allí acomodamos nuestras bicis, subimos a las habitaciones, nos duchamos y descansamos un poco, pero poco porque a las 18.00 tenemos una free tour que nos encantó, por cierto. Después tomamos algo en la Plaza del Grano y, finalmente, cenamos en el Restaurante El Patio.



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Etapa 3. León - Pola de Lena. 87,05 km. 1.581 m de ascensión.

Para afrontar una de las etapas que consideramos "reinas" conseguimos partir del hotel a poco más de las 9 y 20 de la mañana. 


La mañana está fresca y hay niebla alta que da al día aspecto de grisáceo. Como el hotel se encuentra casi a las afueras salimos de León sin dificultades, llegando enseguida a la avenida de los Peregrinos, trazada en paralelo al río Bernesga, al que acompañaremos durante un largo trayecto.

Pasamos junto a decenas de urbanizaciones, se termina el asfalto, seguimos por un camino pero enseguida volvemos a rodar por una carretera con más urbanizaciones. Así llegamos hasta Carbajal de la Legua, que atravesamos siguiendo la calle principal, que coincide con la carretera. 


Al terminar el pueblo continuamos por un camino. En él encontramos ya la señalización del Camino del Salvador. Este enlaza León con Oviedo, en un recorrido que va de sur a norte cruzando la Cordillera Cantábrica. Esta ruta, montañera y exigente, era ya seguida en la Edad Media por numerosos peregrinos que se desviaban desde el Camino Francés para visitar la catedral de San Salvador y sus reliquias, traídas desde Jerusalén y alguna de ellas atribuida a Jesucristo. Como reza un viejo refrán: «Quien va a Santiago y no va al Salvador, honra al criado y olvida al Señor».


Al principio el camino es ancho, pero pronto comienzan pequeñas subidas. Nos alejamos algo del río y vamos tomando altura. 


Más adelante el camino se va estrechando y seguimos subiendo, eso nos permite tener una buena vista del valle por el que discurre el río. 


A las subidas le van sucediendo descensos y atravesamos tramos con más arbolado, encinas, y vegetación. 


En una bajada con una curva muy cerrada no nos fijamos en el track ni vemos la señalización y nos pasamos de largo. Desandamos el camino y vemos que hay una desviación a la derecha por un camino empinadísimo y que apenas cabe una persona. Para poder subir las bicis tenemos que quitar las alforjas. A los pocos metros el camino se abre pero sigue siendo muy empinado y continuamos con las bicis de la mano.


La subida continúa por un tramo con el terreno bastante suelto, pero logramos culminarlo sobre la bici. Desde lo alto la vista es buenísima.



Continuamos subiendo y bajando y así llegamos a Cabanillas, localidad que bordeamos. Los siguientes cuatro kilómetros los hacemos muy cerca del río Bernesga por un bonito camino que nos lleva hasta la siguiente localidad de paso, Cascantes de Alba. 


Atravesamos esta localidad y junto a la iglesia, en una fuente, aprovechamos para rellenar nuestros bidones. 


Salimos de Cascantes por una carretera local que nos lleva hasta otra más importante, la LE-4514, por la que seguimos un pequeño tramo. La abandonamos ya cerca de La Robla desviándonos a la izquierda, el camino que cogemos nos lleva hasta la ermita de La Celada. Cuenta la leyenda que fue levantada como agradecimiento a la Virgen por la ayuda que brindó a los cristianos cuando guerreaban, en clara desventaja, contra los moros en esta zona. 


Poco después de dejar atrás la ermita entramos en La Robla. Cruzamos por un paso elevado al otro lado de vías y carreteras y comenzamos a rodar hacia el centro de la localidad. 


Paramos a tomar algo en la terraza de un bar próximo a la plaza mayor porque son las 12, hora del ángelus. También aprovechamos para comprar pan y unas latas en un Carrefour Express, que está abierto a pesar de ser Domingo. 

Con la comida asegurada, iniciamos de nuevo la marcha siguiendo por la calle Mayor. Terminado el pueblo la calle se prolonga y cruzamos otra localidad, Puente de Alba. 


Sin cambiar de dirección continuamos adelante y enseguida pasamos por otro pueblo, Peredilla. Nada más terminar este cruzamos la N-630 y tomamos un camino que va en paralelo a la vía férrea.


Recorremos por este como un kilómetro y terminamos saliendo unos cientos de metros a la N-630. La abandonamos enseguida y entramos en Noceda de Gordón. 


Dejamos atrás el pueblo y continuamos por un camino un tramo de unos dos kilómetros. Continuamos después por un camino asfaltado que nos deja a las puertas de La Pola de Gordón. 


Cruzamos por un paso elevado sobre las vías y, poco después, sobre el río Bernesga a través de un puente. Aprovechamos para decirle adiós después de ir juntos desde León, 35 km casi siempre en paralelo.


Atravesamos esta localidad siguiendo la carretera, ascendemos hasta la N-630, por la que rodamos unos cientos de metros y que abandonamos enseguida, girando a la izquierda y continuando por una carretera provincial, la LE-473, que va al Pantano de Luna.


Nada más coger esta carretera atravesamos la localidad de Beberino. Continuamos adelante y después de un kilómetro y medio por ella desde el punto en el que la cogimos nos desviamos hacia la derecha para seguir por otra de menor categoría, la LE-3501, conocida como la de Folledo, trazada en paralelo al arroyo del mismo nombre. Ni en una ni en otra apenas vemos algún. Recorremos por esta unos tres kilómetros hasta llegar a Buiza. Hacia la mitad de este trayecto pasamos junto a la ermita de Nuestra Señora del Valle. 


Al llegar a Buiza un cartel nos da la bienvenida y nos indica la altitud del pueblo: 1.130 m. Desde que salimos de León no hemos dejado de subir y hemos ganado unos 300 metros. 


En esta localidad es donde podemos decir que "empieza la fiesta". Nada más pasar junto a las últimas casas del pueblo tomamos un camino con una cuesta empinadísima. Allí una señal nos indica que vamos por el buen camino. 



Más adelante el firme es mejor y la inclinación disminuye por lo que podemos avanzar más deprisa. Se van sucediendo tramos en los que se puede rodar mejor con otros en los que hay que tirar de la bici, bien por que son muy empinados, bien porque tienen piedra suelta, o por ambas circunstancias. 



Eso sí, vayamos por donde vayamos, subimos y subimos, menos mal que si levantamos la cabeza lo que vemos es todo un espectáculo. Nos ayuda mucho que el día está precioso, sin una nube y una temperatura ideal, poco más de 20 º. 



Llegamos a una zona no ciclable en la que tenemos que seguir con las bicis en la mano, tirando de ellas porque, o bien patinan, o bien hay que salvar las  rocas del suelo. Superado este tramo el camino mejora y nos permite subirnos de nuevo a la bici hasta coronar el Collado de San Antón. Tan solo hemos recorrido cuatro kilómetros desde Buiza pero nos han cundido porque hemos ascendido 300 m.


Toca ahora rentabilizar las subidas y comenzamos un descenso de unos seis kilómetros en los que disfrutamos mucho, porque el camino lo permite y porque el paisaje es precioso. 



Para evitar una zona peligrosa en la que el camino es muy estrecho y tiene una caída grande, seguimos los consejos dados por los que lo han recorrido antes y nos desviamos ligeramente, atravesamos un paso entre grandes rocas y continuamos descendiendo.


Empezamos a sentir hambre y nos vendría bien una parada, sabemos que San Martín de la Tercia está cerca y rodamos deseando llegar a esta localidad. 


No tardamos en llegar. Atravesamos todo el pueblo en busca del bar. Se encuentra en las antiguas escuelas, arregladas por la Junta Vecinal a lo largo de 20 años de trabajo. Allí nos sirven unas cervezas y, con gran amabilidad, nos permiten utilizar una gran sala para hacer nuestros bocadillos y comer. 


Después de tomar un café, dejamos el bar a poco más de las 15.30, como una hora después de llegar. Salimos del pueblo por una carreterita local que en menos de un kilómetro nos lleva hasta Pobladura de la Tercia. Pasado el pueblo volvemos a rodar por camino y comenzamos a ascender. Al principio este es bueno y se puede rodar.


Pero pronto se inclina de tal manera que es imposible subir sobre la bici. Incluso andando nos cuesta muchísimo avanzar, a pesar de darle al botón que ayuda a caminar con la bicicleta en la mano porque la rueda trasera tiende a patinar. 


Salvado ese primer tramo continuamos por un senderito por el que es difícil avanzar porque en muchos tramos está tomado por la vegetación y porque, si te sales de él, la caída está asegurada.


Un poco más adelante el senderito gira más de noventa grados y comienza a recorrer otra ladera más empinada aún. Seguimos sufriendo con las bicis de la mano porque, si la bici va por el sendero, nosotros tenemos que ir por encima de la vegetación o viceversa. 


Ya vemos la Cruz del Salvador, pero los últimos metros están "adornados" con piedras que cuesta saltar mucho con las ruedas debido al peso de la bici y de las alforjas.


El último tramo es tan inclinado y las piedras a salvar tan grandes que obliga a quitar las alforjas para subir la bici sola. Aunque hemos ido llegando escalanados, unos vamos ayudando a los otros y así logramos llegar todos arriba. Los poco más de dos kilómetros y medio que hay desde Pobladura de la Tercia hasta la cruz nos han llevado casi una hora.


Esperamos allí unos minutos disfrutando de las vistas, espectaculares miremos para donde miremos, y recuperando el aliento. Antes de continuar nos hacemos una foto todos juntos. 



Como no queda otra volvemos a colocar las alforjas y a subirnos a nuestras bicis, creyendo que ya hemos pasado lo peor, pero había más sorpresas...


La sorpresa es que, después de la Cruz del Salvador, el terreno sigue siendo no ciclable. Apenas hay un sendero entre la vegetación pero es casi imposible rodar por él. De nuevo toca seguir tirando de bici.


Es penoso avanzar así, pero también es cierto que cuando levantamos la cabeza y miramos a nuestro alrededor es un regalo para la vista que, de algún modo, nos compensa. 


En algún momento conseguimos dar algunas pedaladas, pero enseguida surge algo que nos obliga a bajarnos de nuevo. Pasamos el Collado de la Tuxa, descendemos un poquito y volvemos a subir a otro collado.


Al coronar este encontramos un paso con barras para que solo pasen personas. Nos cuesta trabajo pasar las bicis. Frente a nosotros vemos ya un camino descendente que parece ciclable y un paisaje espectacular. Se nos abre el cielo. 


Ya in situ comprobamos que el camino no es tan ciclable como pensábamos. En algunos momentos vamos con un pie en un pedal y otro apoyándonos en la ladera. Va haciendo algunos giros y termina descendiendo hasta un pequeño valle.



Pensamos que teníamos que seguir por el camino que va entre dicho valle, pero no, el GPS nos indica que debemos seguir a la izquierda, por una subida importante. Menos mal que ahora, después de lo vivido, lo único que nos importa es que se pueda ir sobre la bici. Ascendemos menos de un kilómetro, descendemos, volvemos a subir y ya, definitivamente, comenzamos a bajar.


El camino va mejorando a medida que vamos avanzando y, ahora que lo pasado ya es historia, vamos disfrutando muchísimo.


Cuando ya estamos con la N-630 a nuestro lado, debemos desviarnos a la derecha para salir a ella. Pasamos por un puente sobre un río, que no es otro que el Bernesga de nuevo y salimos a la carretera. 


Aunque falten aún 28 km podemos decir que hemos terminado la etapa porque lo que resta es facilón, facilón. Eso sí, son ya más de las 18.00 h. En vez de ir hacia la izquierda, al Alto de Pajares, nos dirigimos primero a la derecha para ir a la Colegiata de Santa María de Arbás, en Arbás del Puerto. 


Nos detenemos para disfrutar del edificio, pero no nos demoramos mucho. Frente a ella damos la vuelta e iniciamos la subida hacia el Alto de Pajares, del que nos separa poco más de un kilómetro y medio.


Cuando coronamos el puerto ya solo nos resta "dejarnos caer" hasta Campomanes. El Camino del Salvador no sigue por la carretera, pero nosotros teníamos ya previsto hacerlo así porque preveíamos que iba a ser una etapa muy dura y muy larga. 


Los veinte kilómetros que tenemos hasta Campomanes los hacemos en nada porque, sin dejar de frenar, descendemos en torno a los 50 km/h. Hay tráfico pero el arcén en muchos lugares es ancho, y donde no lo es o no lo hay estorbamos poco a los coches porque no pueden bajar a mucha más velocidad que nosotros.


Atravesamos muchos pueblos: La Campa, Pajares, Floracebos, La Muela...



...Fierros, Las Puentes, La Frecha y Campomanes. 


Ya en esta localidad continuamos recto y comprobamos que estamos en un acceso a la autovía A-66 porque no nos hemos desviado donde debíamos. Rodamos por él unos cientos de metros, pero antes de entrar en dicha autovía nos vamos a la derecha y tomamos dirección La Pola, olvidándonos del track original. Son ya las 19.00 y estamos deseando llegar al hotel. 

La carretera por la que seguimos es local y apenas tiene tráfico. Por ella recorremos los siete kilómetros que nos separan de nuestro destino a buena marcha, motivados por el deseo de terminar. 


Por fin vemos el cartel que indica La Pola (Pola de Lena) y enseguida entramos en la localidad, que nos recibe con el cielo plomizo, muy asturiano. 


Ya en el casco urbano callejeamos por él hasta llegar al Hotel Camino de Santiago, que se encuentra en el centro del pueblo. Son casi las 19.30 h. 


Al llegar bajamos las bicicletas a un espacio Bike Friendly del que dispone el hotel. 


Antes de ducharnos tomamos una cerveza en una sidrería cercana. Cuando logramos subir a las habitaciones encendemos la tele y vemos que, a pesar de que son casi las 20.00 h, Carlos Alcaraz aún está jugando la final de Roland Garros. Salimos de la ducha, nos tumbamos en la cama y vemos los últimos golpes y su triunfo. Bajamos a cenar a la misma sidrería de antes y no tenemos tiempo para más. Mientras cenamos España está jugando la final de la Nations League contra Portugal. Los últimos minutos los vemos ya en la habitación :( 



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Etapa 4. Pola de Lena - Oviedo. 36,71 km. 517 m de ascensión.

Si la etapa anterior era una de las "reinas", la cuarta, a priori, parece de descanso. En su día decidimos que terminara en Oviedo porque así aprovechamos para disfrutar de esa bonita ciudad y porque así nos servía de descanso del día anterior. 

Tras desayunar en una cafetería cercana al hotel, bajamos a por las bicis, preparamos todo y dejamos el hotel a las 9.30 h. 

Seguimos el track para salir de La Pola, pero justo a la salida del pueblo llegamos a un puente que debemos cruzar que está cerrado por obras. Un chico nos dice que podemos seguir recto y vamos a llegar igual a la primera localidad de paso. Así que continuamos hacia adelante por una carretera local (la de Oviedo a Campomanes) que va siempre junto al río Lena.  

En el kilómetro 4 llegamos a Villallanes y allí nos reencontramos con el track. 


Continuamos por la misma carretera por la que vamos de maravilla ya tiene muy poco tráfico y va descendiendo constantemente, muy poco a poco, eso sí.

Tres kilómetros más adelante llegamos a Uxo, allí dejamos la carretera y continuamos por un camino asfaltado, un paseo que recorre la ribera del río Caudal, que unos metros más atrás acaba de recibir las aguas del Lena.


Seguimos unos cinco kilómetros por este bonito paseo, siempre pegados al río, que ya no se parece en nada, por suerte, a aquel río negro de hace años que todos recordábamos. Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a las primeras edificaciones de Mieres del Camino. 


Atravesamos a través de un gran puente sobre el Caudal, pero también sobre la autovía A-66 y las vías del tren. 

Sin cambiar de dirección atravesamos la localidad trasversalmente. Al llegar al otro extremo giramos a la izquierda y seguimos un buen trecho por una calle que termina sacándonos de Mieres. 

Seguimos adelante, pasamos bajo un nudo de autovías, enseguida llegamos a una rotonda donde seguimos la indicación a El Padrón, si bien en realidad lo que hacemos es volver a coger la carretera de Oviedo a Campomanes. 

No tarda mucho en comenzar una subida larga, de unos cuatro kilómetros pero con una inclinación aceptable. 



A medida que vamos subiendo vamos ganando en vistas, aunque la niebla impide disfrutar de ellas como se debería. 


Tras los cuatro kilómetros llegamos al Alto del Padrón y enseguida comenzamos a disfrutar de las rentas de la subida. 


Bajamos serpenteando y disfrutando de la bajada unos cuatro kilómetros, lo comido por lo servido, hasta la localidad de Olloniego. 


Sin cambiar de dirección cruzamos y dejamos atrás esta localidad, pasamos por un puente sobre el río Nalón y comienza la segunda subida del día. Se trata de otro puerto de cuatro kilómetros también, pero que se inicia con rampas duras. 


Poco a poco, cada uno a su ritmo, vamos ganando altura y también disfrutando de lo que vamos viendo. 


Culminada la subida nos corresponde comenzar a bajar, lo hacemos durante un kilómetro, aproximadamente. Pasamos por una localidad llamada La Barraca y allí mismo, en un bar muy peculiar, paramos a tomar un café. Este es de pota y nos calientan la leche y el café en un microondas. El interior del establecimiento es un auténtico museo etnográfico. Nada más volver a las bicis nos toca realizar un pequeño ascenso y ya, definitivamente, comenzamos a descender en condiciones. 

Hacia la mitad de la bajada vemos una gasolinera y decidimos parar a lavar las bicis, que tienen bastante barro del día anterior, y así aprovechamos también para engrasar las cadenas, ya que tenemos tiempo. 

Después de realizar estas tareas continuamos dejándonos caer hasta que empezamos a ver de lejos los edificios de Oviedo. 


Como bajando se avanza mucho y bien, enseguida llegamos a las primeras edificaciones de la ciudad. El track está hecho para que nos lleve hasta la Catedral, así que lo seguimos. 


Para ello tenemos que recorrer varias calles, con bastante tráfico, hasta llegar a la Plaza Mayor.

Desde allí nos dirigimos hasta la Plaza de la Catedral por la calle Cimadevilla y la Rúa. Al llegar nos paramos junto a la estatua de La Regenta, donde pedimos a una familia que nos haga una foto. 


Nos la hacen y resultan ser de Zamora. Cuando ellos se van aparece otro chico que conocemos de Zamora que acaba de finalizar el Camino del Salvador. Y cuando nos despedimos de este un matrimonio de Toro nos pregunta que si somos de Zamora. Más casualidades, imposible. 

Como son poco más de las 12.00 y no podemos aún entrar en el hotel, nos vamos a tomar algo con las bicis en la mano hasta un bonito patio entre viviendas que hay junto a la calle Fontán, muy cerca del Mercado de Abastos. 

Desde allí regresamos a la plaza de la Catedral y continuamos, siguiendo el track, hacia el hotel, con la idea de comer cerca y poder hacer el check in en cuanto nos dejen (a partir de las 14.30 h.). Justo frente a nuestro alojamiento hay un restaurante, la Sidrería Restaurante El Puente. Allí mismo comemos en su terraza el menú del día. Nos sirve el dueño, Javier, que es un fenómeno, serio, con muchísimo sentido del humor y muy eficaz. Cuando terminamos de comer ya podemos entrar al Hotel Carreño, dejamos las bicis, nos duchamos y nos vamos a hacer la colada a un autolavado cercano. Al final los tiempos se alargan y no podemos acudir a un free tour por Oviedo. Optamos por un paseo por nuestra cuenta, después tomamos algo, nos reunimos con el hermano de uno de los integrantes del grupo, que vive en la ciudad, y cenamos muy bien en el Restaurante Tierra Astur El Vasco. Regresamos al hotel deprisa porque hace fresquito y algunos vamos en manga corta. 


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Etapa 5. Oviedo - Tineo. 69,52 km. 1.883 m de ascensión.

En esta quinta etapa comenzamos el llamado Camino Primitivo, que une Oviedo con Santiago de Compostela. A priori, es una de las etapas duras, con bastantes kilómetros y muchos ascenso (una vez concluida y viendo el índice IBP, fue la más dura de las nueve).

Después de desayunar en el propio hotel y preparar todo, partimos a las 9.20 h. Hay 18º y el cielo está gris, parece niebla alta. Nos hemos enterado de que es festivo local en Oviedo, la llamada Fiesta de Campo, y eso facilita mucho nuestra salida, ya que tenemos que callejear para dejar atrás la ciudad. 


Lo conseguimos en pocos minutos y salimos de Oviedo por una carretera local. Desde el primer momento vamos encontrando algunos peregrinos y también nos topamos con el primer mojón que vemos del Camino Primitivo.



Sobre el kilómetro 5 dejamos la carretera y continuamos por un camino encementado que ya nos recuerda a cualquiera de los caminos de Santiago, porque está rodeado de mucha vegetación y es bonito. 


Aunque la tendencia de estos primeros kilómetros es de bajada, van apareciendo subidas de vez en cuando. El paisaje que nos rodea nos gusta a pesar de que la luz del día ayuda poco a realzarlo.


El suelo de cemento termina y seguimos por camino de tierra. Continuamos disfrutando mucho porque estos primeros kilómetros están resultado muy bonitos. 


El camino nos lleva hasta uno asfaltado por el que descendemos bastante. Este termina saliendo a una carretera de mayor importancia, la de Oviedo a El Escampiero, por la que continuamos bajando. 



Las pequeñas localidades se van sucediendo unas tras otras y es difícil distinguir donde termina una y empieza la siguiente, son pocos los espacios en los que se puede apreciar el paisaje porque hay muchas viviendas unifamiliares y viviendas con sus respectivas fincas.


Siguiendo por la misma carretera, pronto comenzamos a ascender y la subida se prolonga a lo largo de más de un kilómetro con unas rampas que, en algunos puntos, superan el 20%. La última cuestona termina al llegar a una rotonda, alli nos agrupamos y recuperamos el aliento. Seguimos por otra carretera provincial por la que comenzamos un largo y suave descenso. Enseguida nos encontramos con una coqueta ermita. Está erigida en honor a la Virgen de Fátima. Artísticamente no tiene ningún valor, según consta allí, fue construida en el siglo XX, sustituyendo a la ermita de Santa María, del siglo XV.


Después de la parada en la ermita continuamos descendiendo, pero ya por un buen camino. En los kilómetros que llevamos recorridos nos hemos dado cuenta de que se podría ir sin GPS porque el Camino está muy bien señalizado por mojones y flechas amarillas pintadas. 

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Parte de esa bajada la hacemos por una zona boscosa. Descender y, además, por una zona tan bonita, es una gozada.


Salimos a una carreterita local y llaneamos, algo que haremos pocas veces en este Camino. 


Se suceden varios tramos en los que alternamos caminos, sendero o carreterita, pero todos siguen teniendo la misma característica: son llanos. 



La ausencia de cuestas es porque vamos en paralelo al cauce del río Nalón.


Cruzamos por el llamado Puente de Peñaflor dicho río y a la salida del puente nos encontramos con la localidad del mismo nombre. 


Nada más salir de este pueblo, continuamos adelante por un camino asfaltado que, tras casi dos kilómetros, nos lleva hasta la zona de la estación de Grado (Grau en bable).


Dejamos atrás la estación, cruzamos por un puente el río Cubia y seguimos por la carretera. Poco más adelante paramos en la terraza de un bar para tomar un café y descansar un poco. 


No nos demoramos mucho en la parada y en pocos minutos estamos de nuevo sobre las bicis. Nos salimos ligeramente del track para ver el centro del pueblo. Nos gusta porque posee muchos edificios notables.


Nada más salir de Grado nos enfrentamos a una larga ascensión de unos cuatro kilómetros en los que ganamos más de 250 m. Eso da idea de cómo resultan las cuestas..., la primera endemoniada y, tras una pequeña bajada, otra subida más larga con tramos del 14%, 18%, e incluso del 22%.


Una vez coronado el puerto comienza el descenso, aunque también aparece una pequeña subida, tras la que continuamos bajando.


Cruzamos por un viaducto sobre la Autovía Oviedo La Espina y seguimos descendiendo unos dos  kilómetros.


Volvemos a subir algo y enseguida bajamos de nuevo, volvemos a cruzar la misma autopista y continuamos descendiendo junto a una cantera. 


Continuamos rodando por un senderito que se abre paso entre verdes campos y, no mucho después, volvemos a cruzar por encima de la misma autovía. 


Unos tres kilómetros después cruzamos otro de los grandes ríos asturianos, el Narcea. Nada más pasar sobre él atravesando un puente entramos en la localidad de Cornellana.


No llegamos a entrar en el pueblo, sino que lo bordeamos por un paseo junto al río Nonaya. Nos pasamos un puentecito que debemos cruzar, volvemos atrás y lo cruzamos. Enseguida llegamos al Monasterio de San Salvador de Cornellana. En realidad se trata de un complejo formado por la iglesia y el propio monasterio. Lo rodeamos para ir a la fachada principal y entramos a la iglesia, que se encuentra abierta. 

Después de unos minutos viendo el conjunto proseguimos nuestro itinerario que, enseguida se pone cuesta arriba por una carretera local. Esa subida nos permite tener una buena vista del monasterio.


Continuamos subiendo, pero ahora por un bonito camino que tiene muchas piedras en su firme. 


A continuación descendemos por un camino, más adelante seguimos avanzando por un otro con firme de asfalto por el que continuamos subiendo, pero muy levemente. 


Se suceden otros tramos por caminos bonitos, con mucha vegetación. Cruzamos por sendos puentecillos el río Nonaya en dos ocasiones. Finalmente, nos aproximamos a la localidad de Salas. 


Entramos en este pueblo, también importante, y en la primera terraza de un bar que vemos nos paramos. Tomamos unas cañas y unos pequeños bocadillos de pechuga que van a ser nuestra comida porque son las 14.00 h y ni hemos hecho el tradicional ángelus de las 12.00 h. 


Mientras estamos en la terraza el sol consigue vencer a la niebla alta y por fin se asoma. El mundo se tiñe de color. La señora del bar nos recomienda salir de Salas por carretera y seguir por esta unos cinco kilómetros porque por camino hay un tramo muy malo para la bici. Lo hablamos entre nosotros y le hacemos caso.

Salimos del bar y rodamos por el pueblo que parece haberse vestido de gala, y es que el sol hace que todo parezca mucho más bonito. 


Siguiendo las instrucciones de la señora del bar, bordeamos la bonita iglesia y comenzamos una subida que nos lleva hasta una rotonda.  


La rotonda nos da acceso a la N-634a (la Irún Santiago), pero no sabemos cómo lo hacemos que todos vemos claro, según las indicaciones, que debemos ir hacia la derecha. Tras unos cientos de metros en este sentido nos damos cuenta de que es imposible, giramos 180º y comenzamos la ascensión del Puerto de La Espina. 


Las pendientes no son muy pronunciadas y hay zonas con sombra, por lo que vamos subiendo bien. Unos cuatro kilómetros más adelante el camino que deberíamos haber seguido se une a la carretera y, poco después, la abandona de nuevo, y tres de nosotros nos desviamos hacia el camino. El cuarto continúa subiendo por el asfalto. En ese momento no nos damos cuenta de que, por ascender por carretera, nos hemos perdido la Cascada de Nonaya, que se encontraba en ese tramo que no hemos hecho. Poco después somos conscientes del error, pero ya no tiene remedio.


Rodamos por camino, hay tramos muy empinados y con piedras, pero poco a poco vamos avanzando. La parte buena es que es bonito, con mucha vegetación y arbolado. Llegamos a la localidad de Bodenaya. Allí nos está esperando nuestro compañero, que ya se une a nosotros para recorrer el último tramo hasta La Espina también por camino. 

Siguiendo este llegamos al Alto de La Espina, que se encuentra en el pueblo del mismo nombre. Pasamos junto a una preciosa escuela y, enseguida, llegamos a una rotonda. Allí nos dividimos, dos deciden seguir por carretera hasta Tineo y los otros dos continuamos por el trazado previsto. Según nuestro track nos restan unos 11 km hasta el final. 


Salimos de La Espina por un camino que va casi en paralelo a la carretera. Como un kilómetro después pasamos junto a la Capilla del Cristo de los Afligidos y atravesamos una localidad, La Pereda.


A continuación se van sucediendo caminos estrechos, otros de mayor anchura, todos con bastante vegetación. Atravesamos zonas con barro y también algunas con piedras. 


Más adelante salimos a una carreterita y atravesamos otra pequeña localidad, Bedures. A la salida, de nuevo por camino, pasamos junto al molino de Bedures, que merece que paremos unos segundos a verlo.


El camino continúa y sigue con la misma tendencia que los tramos anteriores, subiendo y bajando constantemente, pero vamos a gusto y nos vamos divirtiendo, sobre todo en las bajadas, que se pueden hacer relajadamente y a buen ritmo, con mucho flow. 


Aparecemos de nuevo en carretera, para atravesar otra localidad, El Pedregal, pero al terminar el pueblo volvemos a camino. Cuando nos parece que nos vamos a enfrentar ya a la última subida antes de Tineo, tras la consiguiente bajada, nos encontramos con una cuesta más, y así se suceden varias. 


Pero poco a poco los kilómetros siguen avanzando y, tras una de esas subidas, la bajada nos lleva hasta el llamado Paseo de los Frailes, a las afueras de Tineo. Descendemos por él y por una de las calles principales del puebloo hasta llegar a la plaza.


En dicha plaza se encuentra nuestro alojamiento, el Hotel Palacio de Merás. Nada más frenar a la puerta aparecen nuestros dos compañeros, que ya están en la terraza del alojamiento tomando una cerveza. Nos abrazan y nos dicen que se les ha hecho larga la espera, no en vano son las 17.20 h. Nos van a por dos cervezas y nos las tomamos juntos. Después hacemos el check in y llevamos las bicis a un local Bike Friendly que tiene el hotel, pero que está a unos doscientos metros del mismo. Después sí, la ansiada ducha, unos minutos de descanso y a recorrer el pueblo, y gestionar la cena. Nos decantamos por La Griega, pero antes de cenar, y tras el paseo, tomamos algo en la plaza. Después de la cena, a la cama, que debemos, y apetece, descansar. 



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Etapa 6. Tineo - Grandas de Salime. 81,66 km. 1.731 m de ascensión.

Segunda etapa del Camino Primitivo y sexta de nuestro periplo desde Zamora. A priori se presenta como la última de las etapas duras y con la incertidumbre de si podremos pasar o no por "Hospitales", un tramo complicado y duro pero de gran belleza.

Después de ir a recoger las bicis al espacio Bike Friendly, colgamos las alforjas e iniciamos la ruta. La mañana ha amanecido nublada aunque hay 20º y sensación es de bochorno. Unos cientos de metros después de comenzar tenemos que subir por una calle del pueblo que no puede ser más inclinada y que nos hace poner el corazón alborotado. Esta nos lleva a otra calle menos inclinada pero continuamos subiendo y, aunque comenzamos a rodar por un camino de buen firme, el ascenso continúa. No es el mejor modo de comenzar, pero eso nos permite ganar enseguida muy buenas vistas.

 

Los primeros cinco kilómetros son una subida continua, la mayor parte por bonitos caminos con mucha vegetación por la derecha y una buena vista al valle por la izquierda. 


Comienza la consiguiente bajada por una carretera local. Poco más adelante esta nos lleva a un camino, también descendente, con algún tramo técnico y muy bonito. 



En el kilómetro 10, aproximadamente, el camino nos lleva hasta una carreterita por la que recorremos unos cinco kilómetros atravesando pequeñas localidades.

Las vistas desde cualquier sitio son espectaculares, miremos para donde miremos encontramos montañas y más montañas. 


Al llegar a una localidad llamada Campiello se termina el asfalto. Desde allí continuamos por un precioso camino hasta Borres. 

Nada más salir del pueblo comenzamos a rodar por un sendero con mucha piedra. Es estrecho y a la izquierda hay una desnivel y una ladera. A uno de los bikers se le va la rueda delantera hacia dicho desnivel y termina cayéndose, da un par de vueltas sobre sí mismo pero sin consecuencias. 


Seguimos unos metros ascendiendo con la bici de la mano y cuando el firme lo permite volvemos a subirnos a ellas. 


Poco más adelante, en el kilómetro 17, llegamos a un lugar donde hay un banco de madera en el que está tallado un Yoda, una concha y varios símbolos. A su lado está el mojón que indica que por la derecha se continúa por el tramo de Hospitales y por la izquierda por la Pola de Allande. Nos han aconsejado que si hay niebla no merece la pena ir por la primera variante porque no se va a ver nada. Vemos que a más altura de donde estamos nosotros hay niebla y amenaza lluvia, así que decidimos seguir por la Pola. Coincidimos en ese punto con tres grupos de peregrinos que van caminando y también deciden lo mismo que nosotros. 
 

Seguimos adelante, descendemos unos cientos de metros y entramos en la carretera de Luarca a Pola de Allande. Ya en esta descendemos y nos ocurre algo curioso. Al pasar junto a un pequeño pueblo llamado La Mortera un señor que va caminando por el borde nos desea Buen Camino. Le contestamos que gracias y dos de nosotros nos damos cuenta de que lo conocemos de Zamora. Paramos, se lo decimos y nos confirma que es de nuestra tierra, pero que se ha jubilado y se ha instalado allí por casualidad, sin tener vínculos con el lugar, quería un cambio de vida y lo ha logrado. Nos despedimos de él y seguimos adelante. 


Enseguida comenzamos a ascender suavemente un pequeño puerto, el de Porciles. Al coronarlo comienza el descenso.



Bajamos e, inmediatamente comienza la subida de otro puerto, en este caso el de L.lavadoira. 


Culminada esta segunda subida comenzamos un descenso largo, de unos cuatro kilómetros. Durante el mismo comienza a "pintear", una lluvia escasa pero que nos obliga a bajar con más precaución porque las curvas son muy cerradas. La bajada termina en La Pola de Allande. Allí, junto a la plaza, hacemos una parada en un bar para cumplir con el ángelus ya que falta poco para las 12.00 h. 


Aprovechamos la parada para comprar algo de comer, de nuevo pan y unas latas. Deja de llover y nos sentamos de nuevo en nuestros sillines. Tenemos que volver atrás unos cientos de metros, hasta coger la Avenida de Galicia que nos termina sacando del pueblo. Sin cambiar de dirección comenzamos a ascender el Puerto del Palo, de nada menos que 11 km de de ascenso continuado. 

La subida es moderada y se van alternando tramos que tienen entre el 4% y el 7% de ascenso. Después de salvar los primeros kilómetros las vistas comienzan a ser muy bonitas. 


Cada uno vamos subiendo a nuestro ritmo porque es lo mejor cuando las subidas son tan largas. 


A medida que vamos ganando altura la panorámica es más espectacular, como esta en la que se ve por donde discurre la carretera. 


Pero estar más de una hora subiendo sin parar termina cansando y también castigando las piernas. Para aliviar podríamos seleccionar en la bici más ayuda pero casi ninguno queremos para no tener que cargar la batería antes de la llegada. 


Justo en la señal que indica el final del puerto nos reagrupamos y enseguida comienza el descenso. 


Y lo hacemos a lo largo de unos siete kilómetros, que nos saben a poco después de once de subida. Por suerte el sol ha conseguido abrirse paso y, como siempre que aparece, todo luce y gusta más. 


Como la carretera es buena, está seca y las curvas no son peligrosas podemos descender a buena velocidad sin correr riesgos.


E incluso podemos, de vez en cuando, mirar a los lados y disfrutar de las estupendas vistas. 


Los siete kilómetros se pasan enseguida y, posteriormente, comenzamos un suave ascenso a lo largo de unos 4 km. Poco antes de llegar a la localidad de Barbucedo, volvemos a seguir las indicaciones de las flechas, y continuamos por un camino a lo largo de unos 2 km, la mitad de subida y el resto de bajada hacia el pueblo. 
 

Paramos en la terraza del Albergue Casa Marqués, que también es restaurante. Como son más de las 14.00 h pedimos unas cervezas y permiso para hacer los bocadillos. Nos permiten hacerlos y nos los comemos con gusto junto a la pared del edificio para evitar el sol. También tomamos allí un café. 


Salimos como una hora después de llegar. Ninguno de los cuatro nos planteamos ninguna otra opción que no sea continuar por la carretera a la que nos sacó el camino que traíamos, la misma donde está el albergue. Dejamos atrás el pueblo y comenzamos a descender. 


No vemos en el mapa nuestro track, pero tampoco lo hemos visto en otros momentos del día al no ir por Hospitales, así que no le damos importancia. Sí que hay uno de los bikers que insiste en preguntar si iremos bien. Al resto nos parece que sí, pero la falta de cobertura nos impide comprobarlo en nuestros teléfonos. Finalmente, después de unos 4 km descendiendo, llegamos a la conclusión de que vamos mal. Por suerte pasa un coche, lo paramos y le preguntamos y, efectivamente, nos confirma que debemos dar la vuelta. Nos hace un gracia tremenda :( Terminamos de añadirle 8 km a la ruta. 

Regresamos a Berducedo y ya, por fin, retomamos el track. Salimos de la localidad por la carretera Grandas de Salime-Puente del Infierno, en muchos tramos recién asfaltada y, por lo tanto, con un firme impecable. Bajamos desde el primer momento. 


Y bajamos, y bajamos a lo largo de un tramo importante. Disfrutamos mucho de estos kilómetros gratuitos y del impresionante paisaje que nos rodea.


Cuando creíamos que ya habíamos descendido mucho, continuamos más y más. 


Terminamos viendo de lejos la presa del embalse de Salime. Aún tenemos que descender más para llegar hasta ella. 




Ya muy cerca de la presa llegamos al mirador Boca de Ballena, que no nos queremos perder. Pero tenemos mala suerte y una empresa está arreglándolo, por lo que está lleno de andamios y con la puerta del pequeño túnel que conduce a él cerrada. Un cartel indica la prohibición de pasar. 

Seguimos bajando algo más y llegamos a la presa después de 15 km de descenso. Cruzamos al otro lado por encima de ella. Al terminar esta comienza la subida de cuatro kilómetros que nos va a conducir al final de la etapa. 


Como somos conscientes de lo poco que nos queda y las fuerzas ya empiezan a estar mermadas todos subimos con un poco más de ayuda en nuestras bicis, nuestras piernas lo agradecen y, además, avanzamos rápido, pese a la subida. 


Paramos en un pequeño mirador elevado que hay junto a la carretera y desde él nos hacemos un selfie. 


La vista del embalse gana espectacularidad a medida que vamos alcanzando mayor altura.


La subida se prolonga a lo largo de unos cuatro kilómetros. Como ya tenemos ganas de llegar se nos hacen largos..., pero todo llega. 


Ya cerca del pueblo la última vista del embalse que tenemos es esta, en la que aparenta poco tamaño. 


Por fin vemos la señal que indica que entramos en Grandas de Salime. Seguimos por la carretera y llegamos a nuestro alojamiento, el Hostal A Raigada. Son las 17.00 h. Frente al hostal un grupo grande de peregrinos pedestres están tomando unas cañas. Nosotros los imitamos. Al terminar guardamos las bicis donde nos indican y subimos a nuestras habitaciones para ducharnos. Tras descansar un poco visitamos el pueblo, vemos el ayuntamiento y la iglesia. Después tomamos algo en un bar/tienda precioso y desde allí regresamos al hostal, donde también cenamos. Al terminar nos vamos todos a la cama, a dormir, a leer o, simplemente, a descansar. 

 


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Etapa 7. Grandas de Salime - Castroverde. 61,34 km. 1.695 m de ascensión.

Después de haber superado las tres etapas "reinas" toca afrontar una "no reina" pero que casi podría serlo porque hay que ascender casi 1.700 m, lo único que son menos kilómetros. 

Tras desayunar, recoger todo en la habitación y preparar las bicis, salimos de Grandas de Salime sobre las 9.00 h. El día está nublado y hace fresquito. Instantes después pasamos junto a la Colegiata del Salvador y allí mismo comenzamos a subir, otra día que empezamos mal... :)  



Realmente sabíamos que íbamos a comenzar subiendo porque tenemos que superar el Puerto del Acevo, de unos 14 km, que separa Asturias de Galicia. 

Al salir del pueblo tomamos un camino que poco más adelante nos llevará a la carretera Navia-Puerto del Acevo. 


Rodamos unos cientos de metros por ella y volvemos a otro camino, y esa es la tónica de este inicio de etapa, vamos ascendiendo mayoritariamente por caminos aunque hay varios tramos en los que el Camino va por la carretera. En uno de esos tramos de asfalto uno de los bikers decide seguir por él, en lugar de desviarse al camino, y quedamos en vernos más adelante.


Los que continuamos por los caminos podemos asegurar que todos son preciosos, aunque en algunos la vegetación casi los tiene casi invadidos y en otros encontramos barro.



En el kilómetro 8, aproximadamente, volvemos a salir a la carretera y ya continuamos por ella hasta coronar el puerto. Para ello tenemos que seguir ascendiendo a lo largo de 7 km.


Cuando alcanzamos la cota más alta del puerto hacemos una parada para hacernos una foto y para abrigarnos para la bajada porque estamos sudando. 


Unos cientos de metros más adelante pasamos ante el límite de las dos comunidades autónomas. Dejamos Asturias y entramos en Galicia, en concreto, en la provincia de Lugo.


Seguimos descendiendo y poco más adelante encontramos al biker que hizo casi toda la ascensión por carretera, que ya nos está esperando. Allí mismo dejamos el asfalto y volvemos al Camino. Enseguida nos damos cuenta de que se nota que estamos en Galicia porque el firme del camino ha mejorado mucho, es como de grava compactada y se rueda muy bien. 

Creíamos que nada más coronar el Acevo descenderíamos y descenderíamos, pero estábamos equivocados y ya estamos subiendo de nuevo.


Se van alternando subidas cortas y no muy pronunciadas y bajadas similares. Vamos encontrando un goteo constante de peregrinos, la mayoría extranjeros.


Del km 16 al 19, aproximadamente, vamos en paralelo a la carretera, pero por un camino muy bueno y delimitado con valla de madera. 


Más adelante continuamos alternando tramos de camino con tramos en paralelo a la carretera y así van transcurriendo los kilómetros. Nuestro objetivo a corto plazo es Fonsagrada, donde pretendemos hacer una paradita y tomar un café. 


En una de las subidas vemos ya Fuensagrada y nos parece que está "a tiro de piedra" pero nos cuesta llegar porque primero descendemos mucho para después tener que subir mucho también hasta llegar a esta localidad. 


Entramos al pueblo por lo que parece la calle principal y vemos una cafetería panadería. Paramos allí y tomamos un café, un dulce o un trozo de empanada (el desayuno fue muy frugal) y compramos pan para los bocadillos. 


Cuando volvemos a montarnos a las bicis lo hacemos para ir al Dia a comprar algo para meter dentro del pan. En esta ocasión variamos y compramos jamón york y queso. 

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Salimos de Fonsagrada descendiendo pero después se van sucediendo, de nuevo, subidas y bajadas, algunas con porcentajes altos, incluso del 20%. Hay tramos por caminos muy bonitos. 


En cuanto hay un claro de vegetación las vistas son espectaculares, a pesar de que el sol no asoma para darle a todo un toque de color y alegría. 


Desde que entramos en la provincia de Lugo los mojones son los típicos de todos los caminos a Santiago que recorren Galicia. En esta Comunidad cuidan tanto esta fuente de ingresos que, sirva a modo de ejemplo, encontramos a un trabajador de la Xunta repasando con un rotulador inalterable los números que indican los km a Santiago.


También hay tramos de carretera o en los que se va paralelo a ella pero, sin duda, los de tierra nos siguen encantando.



Y las vistas también.


Unos diez kilómetros después de Fonsagrada llegamos al Hospital de Santiago de Montouto, un antiguo albergue de peregrinos. Hacemos una parada allí porque, además, tenemos señalado que hay un dolmen en las inmediaciones. 


Nos cuesta encontrar el dolmen de As Pedras Dereitas porque se encuentra, prácticamente, tapado por las hiniestas y la vegetación. Además, tenemos que saltar una valla de piedras para acceder a él.


Unos minutos más tarde abandonamos el recinto del hospital. Este era el primer albergue que encontraban los peregrinos que venían de Oviedo en tierras gallegas. 


Continuamos por camino y por fin podemos disfrutar de la bajada que nos debía el puerto del Acevo, pero no del todo porque, aunque el descenso es bonito, va atravesando un bosque, no se puede coger mucha velocidad porque cada poco hay canalizaciones que atraviesan el camino y son profundas.


Aún así, disfrutamos de los cinco kilómetros en los que apenas tenemos que dar pedales y en los que vamos recreando la vista.



Después de la bajada el camino nos saca de nuevo a la carretera unos 2 km y comenzamos a ascender una vez más. El terreno llano no existe en el Camino Primitivo, o se sube o se baja, pero nunca se llanea. 

Volvemos a rodar por tierra y nos enfrentamos a una zona en la que un cartel avisa de que en 400 m los ciclistas tengan precaución.


En realidad es una bajada algo técnica y bastante inclinada, pero menos peligrosa que otras muchas que hemos descendido en el tramo asturiano del Camino. Eso sí, abajo del todo hay que parar porque hay que cruzar una zona con mucha piedra. Esa parada nos permite mirar a la derecha y encontrar este precioso rincón.


Justo después nos enfrentamos a una subida casi imposible, donde llegamos a ver en el GPS que alcanza en un punto el 25% de inclinación (aunque en la foto no lo parezca). 


Después de esta aparece una bajada corta e, inmediatamente, otra subida más larga que la anterior con algunos tramos de fuerte subida también. Estamos deseando llegar a Fontaneira, donde queremos parar a comer, pero antes debemos salir de nuevo a un tramo de carretera y, enseguida, regresar a otro camino.


Seguimos ascendiendo para llegar a Fontaneira y es que justo en el pueblo está el Alto del mismo nombre. Al llegar, el camino nos lleva a la carretera que cruza la localidad, no vemos bares y preguntamos en una casa. Nos confirman lo que nos temíamos, no hay ni uno. Tenemos que continuar hasta O Cádavo, que se encuentra a unos 5 km. Abandonamos la carretera antes de terminar el pueblo.


Para llegar a esa localidad  tenemos que ascender bastante, primero por camino y después en paralelo a la carretera. 


Antes de entrar de nuevo a rodar por tierra, uno de los bikers decide continuar por carretera hasta O Cádavo. El resto, tras una subida inicial, nos enfrentamos a una bajada que nos hace disfrutar. Esta nos lleva hasta la localidad, a la que llegamos casi a las 15.45 h. Allí nos encontramos con el que había continuado por asfalto. 


En el primer bar que vemos nos sentamos. Es Feria allí y hay mucha gente. Pedimos unas cervezas y permiso para hacer los bocadillos. En cuanto los hacemos los comemos y nos saben a gloria. 


Lo mejor de haber tenido que hacer la parada aquí es que solo nos restan nueve kilómetros para llegar a nuestro destino. Tras los bocadillos tomamos un café y nos subimos de nuevo a las bicis. 

Justo cuando comenzamos a pedalear empieza a caer una lluvia fina que nos acompaña mientras abandonamos el pueblo pero para enseguida. Nos alejamos de O Cádavo ascendiendo, como unos 4 km, concretamente, hasta el Alto das Penas.  


Enseguida comenzamos a descender y lo hacemos a lo largo de algo más de dos kilómetros, hasta que llegamos a la localidad de Vilabade. 


Atravesamos este pueblo y al llegar a la plaza nos sorprende la iglesia, y eso que nos encontramos con ella por la parte posterior. 


Se trata de Santa María de Vilabade, si bien se la conoce como la Catedral de Castroverde por su monumentalidad. 


Superada la iglesia continuamos descendiendo por camino asfaltado entre fincas y viviendas hasta que llegamos a una carretera principal. Ya estamos en Castroverde. Seguimos por dicha carretera hasta que llegamos a la Pensión Roma. 
 

A la puerta del alojamiento nos da la bienvenida Mario, el dueño, muy amable y hospitalario. Enseguida nos saca de su bar restaurante unas botellitas de agua y nos conduce al garaje donde dejamos las bicis. Hoy lo hemos hecho bien y cuando subimos a las habitaciones son las 16.30 h. Nos duchamos, descansamos un tiempo y después nos pateamos el pueblo. Visitamos un pequeño castillo que se conserva bastante bien y también la iglesia, la coqueta plaza y el ayuntamiento. Posteriormente tomamos algo y cenamos en el bar restaurante Roma, también de Mario, que está junto a la pensión. 




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Etapa 8. Castroverde - Melide. 73,28 km. 1.374 m de ascensión.

La etapa de hoy es ya la penúltima, nos parece mentira, aunque si pensamos en Benavente, por ejemplo, nos da la impresión de que fue hace un siglo cuando estuvimos allí. 

A priori es la menos dura desde que salimos de Oviedo pero por su perfil nos da la impresión de que es una "rompepiernas" por las continuas subidas y bajadas. 

Comenzamos a rodar sobre las 9.00 h. Dejamos el pueblo descendiendo por una carreterita asfaltada. Esta bajada gratuita nos la debía la ruta de ayer en la que subimos mucho y no bajamos tanto, eran réditos. Seguimos sin ver claramente el sol, hay nubes y la temperatura es fresquita, por debajo de 20º.


Poco después la carreterita da paso a un camino bonito por el que continuamos descendiendo.  


Un camino da paso a otro, y si uno nos parece precioso el siguiente nos gusta más aún. Vamos encontrando también algunos tramos asfaltados. Tras ese trecho inicial de descenso se van sucediendo las pequeñas subidas y bajadas. 



Atravesamos pequeñas aldeas. En una de ellas llama nuestra atención la iglesia-cementerio. Se trata de la de Souto de Torres. 

En otra encontramos un pequeño hórreo que llama nuestra atención.


Los kilómetros se van sucediendo siguiendo la misma tónica anterior, caminos, tramos asfaltados y sube y bajas. 



A la altura de A Estrada rodamos un tramo en paralelo a la carretera, pero enseguida regresamos a los caminos. 


Siguen siendo variados, con mucha vegetación, más abiertos,... pero todos con un denominador común: cuidados.


El primero objetivo del día es llegar a Lugo, que se encuentra en el km 21 de nuestra ruta. Poco antes de llegar a esta ciudad descendemos mucho y, claro, para acceder a ella no toca otra que subir.


Recorremos varias calles hasta llegar a una de las diez puertas de la muralla romana. Allí hacemos una parada para hacer unas fotos. El Camino Primitivo entra por esa puerta, cruza el casco antiguo de la ciudad y sale por otra de las puertas, pero nosotros hemos planificado un recorrido algo más completo. 


Como no podemos pasear por el adarve, vamos rodeando con nuestras bicis una gran parte del perímetro de la muralla. Frente a ella, en un edificio, nos topamos con este excelente mural. 


Al llegar a la puerta que conduce a la catedral entramos por ella y enseguida encontramos la terraza de un bar que nos parece un sitio estupendo para tomar un café.


Tras tomar el café y descansar un poco, con las bicis en la mano iniciamos un pequeño recorrido por el casco histórico de la ciudad. Está todo muy animado y hay banderines por todos lados que ponen "Arde Lucus", y es que justo desde ese día se celebra la fiesta en la que Lugo revive el pasado romano de la ciudad. 

Llegamos a la Plaza Mayor y la encontramos llena de puestos preparándose para la fiesta que comenzará en unas horas. Bordeamos la plaza y, al llegar a la Rúa de los Clérigos, nos volvemos a subir a las bicis. 


Pasamos junto a un lateral de la catedral y salimos del reciento amurallado por la misma puerta por la que entramos. Desde allí nos dirigimos hacia el río Miño, pero nos cuesta llegar porque en una calle encontramos escaleras y otras no tienen salida. Finalmente, llegamos al Puente romano, lo cruzamos y comenzamos a dejar atrás la ciudad. 


Al salir del puente giramos a la derecha y continuamos junto al río hasta pasado el Club Fluvial, después comenzamos a ascender por un carreterita sin tráfico.


Al llegar a una rotonda comenzamos a rodar junto a la carretera Lugo-Palas de Rey. Seguimos subiendo poco a poco pero sin pausa y así lo continuaremos haciendo hasta diez kilómetros después de dejar Lugo.


En este tramo en algún momento las indicaciones nos llevan fuera de la carretera, pero son segmentos pequeños y enseguida nos vuelva a llevar sobre al asfalto, ahora ya sin camino paralelo. 


Comenzamos a descender y lo hacemos por un camino ancho, pero las bajadas siguen siendo rácanas en comparación con las subidas. En esta ocasión poco más de dos kilómetros después de haber ascendido a lo largo de diez.  


Poco después llama nuestra atención un pequeño hórreo muy bonito y tanto nos centramos en él que no miramos justo enfrente, donde se haya un miliario romano que teníamos marcado para ver.


Lo vemos porque le escuchamos algo a unos peregrinos que iban delante. Nos damos la vuelta y nos hacemos una foto junto a él. Realmente es una réplica, ya que el original se haya en el Museo Diocesano de Astorga. 


Unas decenas de metros más adelante vemos la terraza de un bar y nos tienta. Lo hablamos y sucumbimos. Nos tomamos una cerveza junto a decenas de peregrinos caminantes. Realmente, solo hemos visto a un grupo de varias bicis en La Pola de Allande y una pareja con la que hemos coincidido varias veces y que alquilaron bicis porque, por una lesión, no podían seguir la peregrinación caminando. Aparte de estos, no hemos visto más ciclistas desde que comenzamos el Primitivo.

Cuando volvemos a las bicis comienza a llover ligeramente. De nuevo tenemos suerte y enseguida para. Continuamos con la misma tónica de la etapa, bajamos y al terminar el descenso se inicia otra subida, y así una tras otra. La mayor parte de los tramos son por asfalto, si bien de vez en cuando también los hay de tierra, y todos bonitos. 



Planificamos parar a comer en el km 54, en San Xurxo, pero al llegar allí no hay ningún lugar donde poderlo hacer (hoy no compramos ni pan ni nada) así que continuamos adelante. Poco después llegamos a otra pequeña aldea, As Seixas. En ella hay un albergue, Casa Goriños, y en la puerta vemos un cartel que anuncia el menú del día. Nos quedamos porque es eso, o nada. 

El menú es sencillo, no hay nada que escoger: lentejas, pollo asado y tarta de Santiago. En pocos minutos tenemos los platos sobre la mesa, que se encuentra en una tenada. Comemos con ganas porque son más de las 14.30 h.


No perdonamos nada y comemos hasta la tarta y bebemos el café, aún a riesgo de que nos cueste mucho más tarde mover los pedales. Poco más de una hora después de parar, iniciamos de nuevo la marcha. 


Nos alejamos de As Seixas con lo más indicado para después de comer, una subida por camino de un kilómetro... Menos mal que le sucede una pequeña bajada y otro ascenso. El cielo se ha puesto muy amenazante y nos tememos que nos vamos a mojar...


En la siguiente aldea volvemos al asfalto y, tras una pequeña subida comenzamos a bajar. Y lo hacemos durante unos cuatro kilómetros. Hacia la zona a la que vamos hay más claros y no llega a llover nada.


Ese descenso lo hacemos todo rodando por un camino que, al llegar a otro pueblecito, Vilamor de Arriba, termina en una carreterita. 



Ya nos queda poco para llegar a Melide, solo ocho kilómetros, que hacemos por carretera en su totalidad, eso sí, adornada con varios repechos y sus opuestas, las correspondientes bajadas. 


Una subida bastante tendida de unos dos kilómetros nos conduce hasta la entrada de Melide, nuestro destino. Llegamos a la localidad por una avenida ancha, pero haremos dos kilómetros más recorriendo las zonas más importantes del pueblo antes de ir a nuestro hotel .


Entre otros lugares, pasamos por la Praza do Convento, con la iglesia de San Pedro y el Ayuntamiento. 


Y también lo hacemos por delante de la Capela de San Roque, un edificio muy curioso porque, pese a su apariencia de ser de estilo románico, fue construida en 1.949. Eso sí, utilizando los restos de dos iglesias románicas abandonadas y en ruinas. 


Siguiendo la misma avenida en la que se encuentra esta capilla, llegamos a las 17.00 h a nuestro hotel, el Carlos 96, donde ya nos alojamos dos de los que componemos el grupo, cuando viajamos hasta Melide para acompañar a nuestro amigo Ángel, QDEP, para hacer con él la última etapa del Camino de Santiago que venía realizando desde Roncesvalles. 

Hacemos el check in y guardamos las bicis en un garaje. Nos duchamos, descansamos, pero poco, y hacemos una colada en las máquinas de lavado y secado del hotel. Después damos un paseo hasta el centro y a las 9 cenamos, pulpo, por supuesto, pero no en el famoso Ezequiel, que una vez nos desencantó, sino en la Pulpería A Garnacha, donde nos gustó el pulpo y el servicio. No tomamos postre porque se nos ha antojado un helado que pedimos en una heladería cercana. Desde allí a la cama. 



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Etapa 9. Melide - Santiago de Compostela. 54,15 km. 1.014 m de ascensión.

Cuando planificamos este viaje y vimos que la última etapa tenía 54 km y sobre 1.000 m de ascenso pensamos que sería un paseíto, pero claro, era si lo comparábamos con las anteriores... Pero analizada por separado es una señora ruta con una ascensión importante. Eso sí, como ya algunos la hemos hecho en dos ocasiones sabemos lo que nos vamos a encontrar. 

Madrugamos más que otros días y conseguimos iniciar la ruta a las 8.50 h. De nuevo el sol nos da la espalda y hay sobre 16º de temperatura. Nos dirigimos al centro de Melide porque queremos pasar por la Praza do Convento, donde se encuentra la iglesia de San Pedro y el Ayuntamiento.


Desde allí vamos hacia el Camino oficial donde encontramos ya bastantes peregrinos. Sabemos que desde aquí serán muchos los que veamos caminando, pero tampoco nos importa, vamos más despacio y listo. Decimos adiós a Melide por la Rúa Principal y poco después cruzamos la N-547, giramos a la derecha y pasamos junto a la bonita iglesia de Santa María de Melide, llamada la "joya del románico melidense", y lo cierto es que es muy bonita. 


Justo después entramos en un bonito camino bordeado por eucaliptos. Aunque es un árbol que no nos gusta, el olor de sus hojas sí, y este lo envuelve todo. Huele a Galicia y huele a Camino.


Poco más adelante hay que cruzar el río Catasol por un rústico puente sobre el que, difícilmente entra la bici y la persona. De hecho, uno de los bikers a punto está de irse al agua.


De nuevo sobre las bicis continuamos nuestro camino. No tardamos en salir unos cientos de metros a la carretera N-547 pero enseguida volvemos a un camino. Sobre el kilómetro 6 la cruzamos a la altura de Boente, pero no mucho después la volvemos a cruzar hacia el otro lado.


Recorremos después unos cuatro kilómetros, todos por camino y sin novedad, salvo que vamos utilizando mucho el timbre para alertar de nuestra presencia a los peregrinos. En muchos casos se tienen que apartar pero todos nos miran con una sonrisa y pronunciando el "Buen Camino", las mismas palabras que nosotros les decimos tras las gracias. De nuevo, tras una subida,  pasamos al otro lado de la carretera, pero esta vez por un paso elevado.


Descendemos después como un kilómetro y medio hasta llegar a Ribadiso de Abaixo, donde cruzamos el río Iso por un puente. Este pequeño pueblo se ha convertido en un lugar para y por los peregrinos.


Comenzamos a subir al dejar esta localidad, enseguida volvemos a cruzar la carretera y, poco después pasamos por Ribadiso de Arriba. Unos cientos de metros más adelante comenzamos a rodar por la izquierda de la carretera, se termina el ascenso y entramos en Arzúa. Cruzando la localidad encontramos un mural muy logrado de un pergrino que ocupa todo el lateral de un edificio.


El track nos lleva por el casco histórico de Arzúa. Unos minutos después dejamos atrás la localidad por un camino, primero descendiendo y, enseguida, volviendo a ascender.


La subida continúa, cruzamos la carretera, una vez más, y comenzamos a descender. 


La alegría nos dura poco porque enseguida surge una nueva cuesta. Esta nos lleva hasta un paso elevado sobre la Autovía Santiago-Lugo. A continuación seguimos por camino y atravesamos dos pequeños pueblos.


Proseguimos y al ver un bar/tienda que estábamos esperando, paramos. Y lo hacemos, aunque aún no nos apetece tomar nada, porque allí hicimos lo mismo las dos veces que pasamos por este mismo lugar con nuestro amigo, Ángel, QEPD. Es nuestro homenaje y seguro que está con nosotros compartiendo mesa, sin duda. 


Los siguientes kilómetros tienen perfil ascendente, en ellos alternamos tramos de camino, un tramito de carretera y varios en los que vamos bordeando la N-547.


Pasamos por algunos lugares que llaman nuestra atención, como este bar hotel.

También pasamos junto un bar para peregrinos muy curioso. En la valla de piedra se apilan botellas de cerveza en las que, en su parte posterior, caminantes han puesto su nombre.


Como nos estamos aproximando a O Pedrouzo el número de peregrinos va aumentando, ya que esa localidad suele ser fin de etapa para muchos de los caminantes.


Para evitar molestar en los tramos que van junto a la carretera optamos por ir por el asfalto, así avanzamos mejor y los caminantes no tienen que dejarnos paso.


Unos cientos de metros antes de entrar en O Pedrouzo, el Camino cruza, por enésima vez, la carretera, y continúa de frente. Atravesamos un bonito bosque y vamos ¡solos! porque la inmensa mayoría de los peregrinos se han quedado en el pueblo.


Los tres kilómetros anteriores a O Pedrouzo fueron descendentes, por ello no es de extrañar que tengamos que subir algo. Cruzamos, cómo no, la N-547, dos veces más y comenzamos un ascenso que también conocemos.


Se trata de la famosa subida a Lavacolla, dos kilómetros de ascenso que son bastante más llevaderos que muchos de los que hemos hecho en etapas anteriores. 



Al terminar la subida se hace un giro y se bordea, por la izquierda el aeropuerto Santiago (Lavacolla) y por la derecha la autovía Santiago-Lugo. Enseguida nos encontramos con el monolito que marca la entrada al Concello de Santiago de Compostela. 


A esas alturas del día parece que el sol quiere salir y abrirse paso entre tanta nube, si lo consigue la entrada en Santiago será más bonita. Descendemos un poquito (de nuevo salimos perdiendo) y, tras una breve subida, pasamos por la localidad de San Paio. Poco después pasamos bajo una carretera por un pequeño túnel en el que un músico toca el contrabajo. Se conoce que es su lugar habitual porque ha pintado su "parcela". 


A continuación descendemos otro tramo, hasta llegar a la localidad que da nombre al aeropuerto, A Lavacolla. Una vez sobrepasado el pueblo comenzamos a subir de nuevo. Ya habíamos visto en el perfil que esta etapa iba a ser "rompepiernas" y se confirma nuestra percepción. Menos mal que saber que es el último día, que la llegada está cerca y que nos están esperando, genera fuerzas extras.


Aún estando cerca ya de Santiago todavía atravesamos alguna aldea con sabor típico gallego. 


El penúltimo de esos pueblecitos por el que pasamos es Vilamaior. Después enfilamos una larga recta en la que se encuentran las dependencias de la Televisión Galega. 


El Camino hace dos giros casi seguidos a izquierda y derecha y continuamos por otra recta. Nada más entrar en esta nos encontramos con el edificio de RTVE Galicia y, seguidamente, comienzan las viviendas de la última localidad por la que pasa el Camino antes de llegar a Santiago: San Marcos. 

Al terminar ese tramo recto giramos a la izquierda para seguir por un camino que va al Monumento al Caminante, pero el paso está cerrado porque se está celebrando allí el festival O Son do Camiño y hay muchos espacios que se han habilitado para tiendas, servicios, puestos, autocaravanas o para los escenarios.


Seguimos nuestro track obviando esa parte, pasamos por algunas instalaciones del Monte do Gozo pero en un punto tampoco nos dejan bajar por donde teníamos marcado, continuamos por una vía alternativa y poco después ya nos unimos a nuestro track. 


Cruzamos un paso elevado bajo el cual discurren varias autovías y las vías férreas. En él se da una extraña mezcla de personas: delante de nosotros tenemos peregrinos de todo tipo y nacionalidades y viniendo de frente grupos de jóvenes con vasos en la mano que se dirigen hacia alguno de los escenarios. 

Una vez cruzado el viaducto pasamos una rotonda y nos encontramos con el cartel con el nombre de la ciudad


Como no hay una vía de entrada a Santiago para bicicletas, terminamos yendo por el asfalto y molestando a los coches. Nos sigue pareciendo mentira que no exista esa infraestructura para las dos ruedas en esta ciudad a la que llegan en esta época unos 2.000 peregrinos al día, si bien desconocemos los que lo hacen en bici. 


Hacemos un largo recorrido por Santiago. Cuando nos vamos aproximando al casco histórico, la calle por la que entran los peregrinos a pie es de dirección prohibida. No nos queda otra que bajarnos de las bicis. Una vergüenza que, tras hacer más de 600 km sobre nuestros sillines, tengamos que llevar más de 500 m las bicis en la mano. 



No dejamos que esta circunstancia nos enfade y, ya cerca de la Plaza del Obradoiro, comienza la emoción, las ganas de abrazar a los que han venido a esperanos, el deseo de terminar y descansar y, al mismo tiempo, la pena que produce que esto se acabe... En cualquier caso, emociones a flor de piel. 

Vemos el túnel que da acceso a la plaza y escuchamos al gaitero que siempre está tocando allí. Eso significa que nos quedan decenas de metros para llegar. Bajamos las escalerillas del túnel y entramos a la plaza con un escalofrío recorriendo nuestro cuerpo. 


Como siempre, está a rebosar, pero enseguida vemos a las tres Galanas que se han desplazado hasta allí levantando sus brazos. Vamos hacia ellas y al llegar a su lado nos fundimos en abrazos, a ellas y entre nosotros. ¡Lo hemos conseguido! Teníamos miedo antes de empezar, sabíamos que la ruta iba a ser dura, pero ahí estábamos. De nuevo la suerte nos ha acompañado y no ha habido averías, ni un pinchazo siquiera, ni caídas serias, ni una fiebre o una diarrea, solo esfuerzo, risas, disfrute, conversaciones, sudor, dolor de piernas, lugares preciosos, paisajes inigualables y ese halo de "buen rollo" que inunda todos los caminos que van a Santiago y por el que apetece hacer otro, el que sea...



Una vez hechas todas las fotos de rigor nos vamos a tomar una cerveza, que hoy no hemos hecho ni el ángelus por llegar antes. Al terminar vamos al parking donde están los coches, cargamos las bicis y nos vamos a comer fuera de Santiago. Una vez comidos nos dirigimos a Bueu (Pontevedra) porque en Santiago, debido al festival, nos resultó imposible encontrar hoteles a un precio normal. 

En Bueu pasamos la tarde del sábado y la mañana del Domingo disfrutando del buen tiempo, del mar, y del paisaje de la costa. Tras la comida regresamos a Zamora, siendo este el final de esta gran aventura que comenzó con los preparativos hace muchos meses y que hoy ya forma parte de nuestra historia, de nuestros recuerdos. 
 


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