15 de noviembre de 2020

Sorprendidos por el barro

Esta mañana sabíamos que no íbamos a encontrar caminos secos y polvorientos, imaginábamos que algún rastro de humedad tendrían, pero lo que no imaginábamos es que íbamos a estar peleándonos con el barro a lo largo de toda la ruta. La única explicación que encontramos para justificar la presencia de tanto es que por la zona por la que se desarrolló nuestro recorrido debió llover mucho ayer o esta noche. Por eso ese barro nos sorprendió y condicionó todo.

A las 9,30 era nuestra cita y a esa hora no había llegado nadie a nuestro lugar de quedada. El cierre de bares algo tendrá que ver, porque cuando estaban abiertos siempre había alguien que se había adelantado a tomar un café antes de salir y, normalmente tenía acompañantes. Poco a poco fueron llegando unos y otros y cinco minutos después salíamos hacia Sayago. Hoy habíamos enfocado nuestra ruta hacia esa zona porque se preveía viento del suroeste y una ley no escrita dice que ir contra el aire para regresar con él empujando.

Bordeamos el Duero, cruzamos el Puente de Piedra, recorrimos San Frontis y dejamos atrás las últimas viviendas de la ciudad cruzando la carretera de Bermillo de Sayago y uniéndonos al GR-14. Ya por ese primer tramo de camino pudimos comprobar que había más charcos de lo esperado, pero de momento nada que pudiera preocuparnos. En pocos minutos estábamos ya cruzando la carretera que va al Polígono Los Llanos, sin abandonar La Senda del Duero. 

Algo más adelante hay una zona que cuando hay barro es temible porque es muy arcilloso y cada vuelta que dan las ruedas pisándolo, se le va pegando una capa del mismo, por lo que en pocos metros parecen ruedas de coche por su anchura y terminan bloqueando la bici. Pero estaba previsto desviarse al empezar esta y así lo hicimos, giramos a la derecha y rodamos por un camino con bastante hierba. 


Después cambiamos el sentido para seguir rodando por esta alternativa y terminamos saliendo al llamado Brocal de las Promesas, de nuevo en el GR-14.

El suelo tan pesado dificultaba enormemente la rodadura, pero además el viento de cara era un freno constante. El perfil tampoco ayudaba, porque desde Zamora a Pereruela es una subida continua. La suma de todos esos factores hacía que rodáramos a 14 km/h.


Había tramos en los que era realmente sorprendente la cantidad de agua acumulada que había sobre el suelo, sin duda había llovido mucho y recientemente.


Al llegar a Tardobispo descendimos hacia la carretera, rodamos por ella unos metros y nos desviamos a la derecha, siguiendo las indicaciones del GR-14. Pero poco después lo abandonamos para seguir por una alternativa a este, un camino menos transitado que, como no podía ser de otro modo, también encontramos encharcado.


Después de recorrer como 1,5 km por esta alternativa nos encontramos de nuevo con el GR-14 y por él seguimos hasta La Pueblica de Campeán. Eso sí, antes tuvimos que atravesar una zona embarrada que provocó que al salir de esta la transmisión sonara fatal. 

Poco a poco nos fuimos aproximando a Pereruela, pero también por una alternativa a la Senda del Duero. En este tramo tuvimos que parar varias veces por problemas con el cambio de una de las bicis.


Al llegar a esa localidad realizamos un pequeño recorrido por algunas de sus calles para terminar saliendo a la carretera, cruzándola y cogiendo un camino que sale perpendicular a esta. Por fin, al cambiar la dirección de nuestra trayectoria, dejamos de escuchar el molesto zumbido del aire, pudimos oír lo que nos decía el que llevábamos al lado y no teníamos que luchar contra el viento para avanzar, ya que nos daba de lado. El camino nos llevó, sin cambiar de dirección, hasta la carretera ZA-320, la de Almeida de Sayago. Cruzamos esta y continuamos la misma trayectoria, si bien poco después giramos a la derecha, para encontrarnos de nuevo con el viento de cara, algunas gotas que empezaron a caer y una subida larga.



Volvimos a cambiar de dirección dos veces más antes de aproximarnos a La Tuda. Al entrar en el pueblo paramos junto al paredón de jugar al trinquete y allí, al resguardo del viento, esperamos para reagruparnos y aprovechamos para comer algo.

Tras unos diez minutos de parada volvimos a la carga. Descendimos por las calles del pueblo hasta llegar a la llamada carretera de Ledesma. La cruzamos y tras recorrer como un kilómetro giramos a la derecha para enfilar hacia el Salto la Vieja, que empezábamos a vislumbrar al fondo.


En vez de subir directos al pueblo que hay tras ese bonito capricho del paisaje, lo pensábamos hacer bordeando una de esas paredes rocosas. Nada más tomar el camino nos encontramos ocupando casi la totalidad del mismo una furgoneta con un remolque, al tiempo que una señora nos pedía ayuda porque se habían quedado allí atorados. Apoyamos las bicis y comenzamos a empujar. En nada nos estaban ya agradeciendo la ayuda por haber contribuido a sacarles de allí. 

Al volver sobre las bicicletas ascendimos hacia el pueblo y recorrimos algunas de sus calles, repletas de casas hechas con buen gusto y respetando los materiales tradicionales de la zona. Salimos de él y rodeamos los alrededores del Salto la Vieja para continuar con dirección a San Marcial. 

En ese tramo seguimos encontrando grandes charcos, algunos enormes, pero al menos el barro no era pegajoso.


Por fin las circunstancias nos permitían rodar a ritmos normales, así que los kilómetros empezaron a cundir. Al llegar al Puente del Andaluz giramos a la izquierda para poderlo cruzar y seguir el camino que debería llevarnos a sobrepasar Entrala, dejándola a un lado. Pero no pudo ser... Enseguida nos encontramos con grandes cantidades de agua acumulada.


Pero poco después, como un kilómetro y medio más adelante del puente, comenzamos a pisar barro del malo. Nos dimos cuenta de que por allí no podíamos continuar porque ya estábamos empezando a sufrir las consecuencias. Dimos la vuelta, reculamos doscientos metros y cogimos un camino que teníamos a nuestra izquierda que cuyo suelo era totalmente diferente.


Pero en ese pequeño tramo el mal ya estaba hecho... Las ruedas habían acumulado enormes cantidades del barro arcilloso y las ruedas traseras estaban bloqueadas, todo lo relacionado con el cambio lleno de mazacotes de esa arcilla... Hubo que parar, buscar palos que no había, así que no quedó otra que quitar lo que pudimos con las manos. Más adelante, junto a un árbol, terminamos de rematar la "limpieza" con algún palito.


Menos mal que para compensar el sol intentaba abrirse paso entre tanta nube y, aunque no lo logró totalmente, al menos dejó pasar algo su luz y así quitar ese color plomizo que nos había acompañado toda la mañana.



Tras la "operación limpieza" continuamos por el mismo camino, que terminaba en la carretera de San Marcial, casi a la entrada del pueblo. Hartos de tanto barro optamos por seguir por esta hasta Entrala. En ese tramo de carretera, que nos pareció la mejor autovía del mundo, nuestras ruedas iban soltando pegotes de arcilla a cada vuelta.
 

Llegamos a Entrala, y decidimos ir a lavar las bicicletas a Morales del Vino, así que al salir del pueblo continuamos a la derecha por la carretera local que une ambas localidades. 

Ya en Morales nos acercamos a la gasolinera y allí pudimos limpiar de barro, con bastante esfuerzo, mejor dicho, con bastante agua y con bastante presión.  


Aprovechamos también para limpiar a presión nuestro calzado, que también habían acumulado lo suyo... Tras la limpieza las bicis recuperaron sus colores originales.

Con las bicicletas tan limpias nos prohibimos volver a pisar camino, así que desde la gasolinera, ayudados por el perfil descendente y el viento empujando por la espalda, comenzamos a rodar por carretera hacia Zamora a toda velocidad. En pocos minutos estábamos a la altura del Cementerio, poco después cruzando el Puente de Hierro y unos minutos más tarde tomando una caña... Sí, sí,... nos hubiera gustado, pero de momento no es posible, así que cada mochuelo se fue a su olivo, eso sí, con la esperanza de que pronto podamos hacerlo de nuevo.


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