5 de diciembre de 2021

A Los Infiernos por caminos inéditos

Después de años montando en bici, la mayor parte de las veces por los alrededores de Zamora, todavía logramos sorprendernos al encontrar nuevos caminos y paisajes desconocidos a escasos diez kilómetros de la capital. A la zona llamada Los Infiernos hemos ido decenas de veces, pero jamás habíamos rodado por zonas por las que lo hemos hecho hoy, y nos han encantado.

Por tercer Domingo consecutivo, y sin ninguna intencionalidad, volvimos a encaminar nuestros pasos, mejor dicho, nuestras ruedas, hacia el oeste, en concreto hacia la zona de Los Infiernos de Almaraz. De los cinco que hicimos la ruta, cuatro deberíamos haber estado sobre la bici también, pero yendo de Camasobres (Palencia) a Sto. Toribio de Liébana, en Potes (Cantabria). Lamentablemente, al igual que sucedió en el puente de los Santos, de nuevo la climatología hizo que tuviéramos que suspender nuestra estancia en esa zona. 

Buscando una ruta especial, que compensara no poder hacer la prevista, "tiramos" de Wikiloc, y de nuevo "Tesoman" (a quien volvemos a dar las gracias) nos proporcionó la base para realizar un recorrido muy bonito. Partiendo de un track subido por él a esa plataforma, realizamos algunas modificaciones y lo pusimos en práctica a partir las 9.30 h. de esta mañana.

Comenzamos bordeando el río Duero desde la Ciudad Deportiva hasta el barrio de Olivares. Allí nos desviamos a la izquierda para ir al encuentro de la carretera de Almaraz. Una vez en ella tomamos un camino que parte donde termina la urbanización de chalets, para empalmar más adelante con el denominado Camino de Valbueno. La temperatura era fresquita, sobrepasábamos los 0º por poco pero el viento nos daba de cara y la sensación térmica era menor. Aún así, el frío se fue pasando porque desde que salimos de Zamora y hasta la bajada hacia Guimaré, no dejamos de ascender.


Una vez en la parte más baja de Guimaré, volvimos a la derecha hasta llegar al camino de entrada a este paraje. Desde ese punto continuamos hacia nuestra izquierda, dirección a la Bodega Valcabadino. Continuamos subiendo... Sobrepasamos la entrada a ese establecimiento y proseguimos por el mismo camino. 

La inclinación del sol, propia de la hora y de la estación en la que nos encontramos, nos ayudó a divertirnos, al tiempo que pedaleábamos, viendo nuestras propias sombras deformadas y encabalgadas las unas sobre las otras debido a dicha inclinación.


Poco más adelante comenzamos un descenso que nos puso a los pies de la carretera de Almaraz. Salimos a ella unas decenas de metros, pero enseguida nos desviamos hacia la izquierda para continuar por un camino por el que atravesamos, ascendiendo suave y continuadamente, Valdelaloba.


Terminamos saliendo al denominado Camino de la Higuera, pero en lugar de proseguir hacia la derecha, como solemos hacer siempre, lo hicimos hacia el lado opuesto, comenzando así a rodar por un tramo inédito para nosotros. En esta zona la pista se notaba menos transitada y las jaras bordeaban el camino por ambos lados. 


Comenzamos, poco después, a rodar en paralelo a una valla realizada con postes de cemento y alambre de espinos. Al llegar a un punto determinado vimos que teníamos que pasar hacia el otro lado de la alambrada. Menos mal que había un pequeño tramo abierto, aunque con unas grandes piedras para evitar el paso a vehículos, pero no a los de dos ruedas. No tenemos claro de si se trata de la entrada a la Dehesa La Fresneda o a la de Valverde.

Tocó ahora rodar en paralelo a la valla, pero por el otro lado. Allí el camino se había convertido en una senda y había más vegetación, sobre todo jaras y encinas. Algo menos de un kilómetro después nos separamos de la alambrada y comenzamos a sumergirnos en un cerrado bosque de encinas. 


Descendimos por un sendero técnico hasta el cauce seco de un riachuelo. Cruzamos este y comenzamos un duro ascenso por un camino abierto entre las encinas y las jaras. 


Nos desviamos a la derecha para entrar en una zona arada y sin vegetación, imaginamos que a modo de cortafuegos. El ascenso continuó por esa zona y, aunque no se rodaba bien, fuimos ganando metros poco a poco. 

Tras llegar a la zona más alta comenzamos a bajar, también en esta ocasión rodeados de mucha vegetación, hacia una vaguada donde nos esperaba el río Duero.


Allí lo encontramos, a nuestra izquierda, tras el campo arado que vemos en esta foto, y no lo perderíamos de vista en unos kilómetros.


El camino, tras ese encuentro con el río, hizo un zig zag, cruzamos un pequeño embalsamiento del riachuelo de la Fresneda y terminamos saliendo a la carretera de Almaraz, justo en el final de la curva donde nace una larga recta trazada en paralelo al río, en la antesala de Los Infiernos.
 

Tocó hacer un poco de carretera, algo que no nos importó en absoluto, porque en ese tramo hay muy poco tráfico y porque las vistas son muy, pero que muy agradables.


Hicimos por asfalto poco más de tres kilómetros y, además, los hicimos rápido, a pesar del viento. 



Llegó el momento de dejar la carretera y volver a lo nuestro, a los caminos. Y lo hicimos desviándonos a la derecha. Poco después el camino se perdía. Si no hubiera sido porque ese tramo ya había sido hecho, posiblemente habríamos pensado que nos habíamos equivocado, pero eso nos dio seguridad y continuamos guiándonos por el track. Tuvimos que ir unos cientos de metros campo a través, pero por zonas por donde se podía ciclar. 


Finalmente, tras sortear una cuneta, entramos a un camino algo invadido por las jaras y bordeando un gran pinar. 


Cambiamos varias veces de dirección pero siempre por un lado de ese gran pinar y con jara, con mucha jara, por todos lados.


El camino no podía ser más bonito. Realmente era una conjunción de muchos factores la que nos hacía disfrutar tanto: la mañana, que no podía estar más bonita, la gran cantidad de vegetación que nos rodeaba, un camino por el que se rodaba muy bien, el ir cobijados del viento y el ir ascendiendo, pero suavemente.


Fuimos serpenteando por ese tramo algo más de kilómetro y medio, tras el que terminamos saliendo a un camino de mayor entidad.


En él hubo que subir en un primer momento, después lo contrario y así se fueron sucediendo sube y bajas que fueron cargando nuestras piernas. 


Pero a pesar del cansancio siempre hay tiempo para mirar a un lado y descubrir a ese que nos acompaña por la cuneta :)


Finalmente, giramos a la derecha para continuar por una pista recta trazada en paralelo a la carretera que une la N-122 con Almaraz y que encadenó tres "uves". Menos mal que si se cogía mucha velocidad en la bajada (lo que siempre llamamos "coger carrerilla") conseguías subir la consiguiente subida "de gratis" hasta, por lo menos, la mitad. 


A los lados daba gusto contemplar los campos con cereal ya sembrado comenzando a verdear. Poco más crecerán de ahora en adelante, al menos hasta que las temperaturas comiencen a suavizar.


Después de la última subida de ese gran recta giramos a la izquierda y, poco después, salimos a la carretera que citábamos hace un momento.


El punto donde nos unimos a esa carretera era donde comienza su característica e impresionante "uve", pero realmente no llegamos a hacerla ya que tras unos cientos de metros nos desviamos a la izquierda, descendiendo primero hacia unas edificaciones abandonadas, atravesando una hondonada después y, finalmente, girando a la izquierda para comenzar una subida larga y de cierta dureza.


Terminada esta entramos en una recta. Allí comprobamos que llevábamos ya la mitad de nuestro recorrido, además había sido duro, así que paramos a la brigada de unos árboles para que, quien quisiera, pudiera comer algo.

Al final de esa recta giramos noventa grados a la derecha y entramos en un tramo de unos seis kilómetros, todos en paralelo a la N-122, y por el que rodamos de maravilla, porque al empezar a rodar en él nos quitamos de encima el molesto zumbido del viento de cara, porque tiende a ser descendente, porque, o estábamos tremendamente fuertes o el viento nos ayudaba, y porque mirando a los lados nos íbamos deleitando con los campos y las encinas. 


Íbamos rápido, cada vez que mirábamos el cuentakilómetros veíamos que superábamos los 30 km/h sin esfuerzo.


De este modo íbamos devorando los kilómetros y no tardamos mucho en llegar al final de esta pista. Hicimos una curva y terminamos frente al cruce de la N-122 con la carretera de El Campillo.



Hicimos el stop, nos metimos unos metros en la carretera y enseguida giramos a la izquierda. Teníamos que seguir en línea recta pero decidimos desviarnos hacia la derecha para continuar por un tramo arado (aunque creemos que es una servidumbre) por el que habíamos pasado hace unas tres semanas. Eso sí, en esta ocasión tuvimos que abrir una rudimentaria cancela para pasar. 


Este desvío del track tenía una razón de ser, y esta era volver a atravesar el pinar que tanto nos había gustado en esa ocasión anterior. Llegamos a él enseguida y rodamos por su interior disfrutando mucho, del paisaje y de la bici (porque es cuesta abajo).


Tras el descenso tocó subir, justo hasta la intersección de donde parte la bajada hacia Palomares. 


Nosotros continuamos recto, si bien poco después volvimos noventa grados y pasamos uno de los pliegues de la "sábana" que hay a un lado de La Hiniesta. 

Después de ese sube y baja, giramos a la izquierda para ir hacia un paso elevado sobre las vías del AVE, seguido de otro paso elevado también, este mucho más modesto, sobre la vía tradicional. Después de pasar por este cruzamos la carretera que bordea La Hiniesta y entramos en esta localidad. 

La calle por la que rodamos nos llevó hasta la iglesia, allí continuamos por la carretera dirección Zamora y, poco después, nos separamos de ella para ir a coger el camino que habitualmente seguimos para ir desde este pueblo a la capital. 


Eso sí, no fuimos fieles a ese trazado, hicimos una pequeña variante, si bien, finalmente, terminamos saliendo al camino que nos llevaría hasta pasar por debajo de la autovía, a coger un tramo de carretera y a desviarnos, poco después, hacia Valderrey.

Nos dirigimos hacia el Bosque de Valorio. A la altura de la zona conocida por La Alamedilla nos desviamos noventa grados a la izquierda para realizar un pequeño tramo precioso de bosque cerrado y, en esta época, ya muy verde, que termina justo en el Puente Croix.


Nada más pasar dicho puentehicimos un giro a la izquierda para iniciar así una subida sinuosa y técnica que nos llevó a lo que nosotros denominamos "Caminito del Príncipe".


Este camino que recorre el alto de Valorio es una gozada. Es estrecho, va serpenteando, es técnico y, además, ofrece unas vistas de dicho bosque y de Zamora espectaculares. 


Terminamos este saliendo de él hacia unas edificaciones de San José Obrero. Seguimos unos metros el Camino la Lobata para después desviarnos hacia los campos de fútbol. Bajamos hacia ellos, los bordeamos y, una vez a su altura, continuamos por el carril bici hasta el cruce con Obispo Nieto. Desde allí seguimos por Los Pisones, carretera de Alcañices y Trascastillo. Cruzamos el Puente de Piedra y continuamos por la otra margen del río hasta el Puente de Hierro. 


Ya al otro lado nos dirigimos al mismo punto del que habíamos partido y allí mismo, sentados al sol, disfrutamos de una caña y de la compañía, poniendo así un broche de oro a esta fantástica ruta. 


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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