12 de junio de 2022

Transfronteriza

Transfronteriza es el nombre que se le ha dado a un enfrentamiento deportivo entre españoles y portugueses en la frontera de ambos países. Este envento nació en 2018, continuó en 2019 y, tras el parón del COVID volvió en 2021. En esas ediciones solo hubo competiciones de trail (carrera de montaña) pero en la edición de este año se ha estrenado la modalidad de mountain bike, que ha tenido lugar el día antes de las competiciones de trail. Realmente ha sido un estreno por todo lo alto porque la organización ha estado de diez y la ilusión y las ganas que han puesto los vecinos y voluntarios del municipio de Figueruela de Arriba, no se pueden describir con palabras.



La salida de esta prueba era a las 9.00 h en Petisqueira (Portugal) así que no quedó otra que madrugar, y mucho. A las 7.15 h ya estábamos saliendo de Zamora tres coches con siete bikers y otras tantas bicis. Antes de llegar a la localidad portuguesa aparcamos en la pradera habilitada como parking junto al río Manzanas (Maças, en portugués) y, una vez preparados con toda la parafernalia que necesitamos, nos pusimos en marcha, ya que había que ascender por carretera hasta Petisqueira y era una subida larga y muy empinada.


Si simplemente para llegar a la salida ya nos habíamos dado un calentón, era de esperar que desarrollar la ruta no iba a ser tarea sencilla, como así fue.


En la calle principal del pueblo había un arco doble para colocar de un lado a los ciclistas españoles y del otro a los portugueses, los unos con el maillot con los colores de nuestra bandera y motivos de la capa alistana y los otros con el maillot de la bandera portuguesa. Lamentablemente el número de portugueses era mucho menor que el de españoles.


Por esperar a unos rezagados se dio la salida unos minutos pasadas las nueve. Agradecimos empezar a movernos porque el sol, a pesar de la hora, tenía ya fuerza. Los primeros cuatro kilómetros tuvieron poca historia porque fue una marcha neutralizada por carretera. Eso sí, subiendo sin parar.



Pasados esos cuatro kilómetros nos indicaron que había que girar a la derecha y así lo hicimos. En ese momento ya nuestro equipo se había dispersado algo, había tres bíkers por delante y un grupito de cuatro más atrás.

La tendencia del camino hacia el que giramos era, tras una pequeña cuesta inicial , descendente  y al pasar las bicis con cierta velocidad se levantaban verdaderas nubes de polvo.


Fue una bajada casi continua hasta la localidad de Riomanzanas. A esas alturas el sol lucía solo cuando le dejaban hueco algunas de las muchas nubes que habían poblado el cielo y que auguraban tormenta.


Un puente de madera que cruza el río Manzanas nos dio la entrada en Riomanzanas. El recorrido por el pueblo no fue muy largo, llegamos a entrar a la calle principal pero enseguida la abandonamos para desviarnos  a la izquierda y empezar a recorrer varias calles tremendamente inclinadas.


Eso sí, la gente que había en la calle animaba muchísimo y eso ayuda, y mucho, a subir. Salimos de esta bonita localidad ascendiendo por una pista. Esta subida que acabábamos de iniciar tuvo una longitud de unos 15 km, eso sí, de vez en cuando aparecía un tramito llano o una pequeña bajada que permitía coger un poco de aliento.



Cuando llevábamos como unos cinco kilómetros de ascenso, el camino por el que rodábamos cambió por completo después de hacer un giro a la derecha y se convirtió en uno más estrecho rodeado de mucha vegetación.


Ese camino era la antesala de Santa Cruz de los Cuérragos, el precioso pueblecito que se encuentra en a los pies de Peña Mira, nuestro siguiente objetivo.


Al llegar al final del pueblo giramos a la derecha e iniciamos una nueva subida. Nada más comenzarla vimos a uno de los nuestros ejerciendo de buen samaritano y ayudando a un ciclista que había reventado su rueda. Como lo tenían todo controlado, nosotros seguimos.

Dejamos atrás las últimas edificaciones de este pueblo por un bonito camino que no tardó mucho en hacer un giro a la izquierda para volver a dejar atrás las frondosidad y regresar a la pista .


Como cada vez estábamos más altos las vistas iban mejorando y las panorámicas de la Sierra de la Culebra merecían que echáramos la vista a nuestra derecha.


Continuamos subiendo y las vistas seguían siendo espectaculares. Oímos un trueno y empezaron a caer gotas gordas, pero fueron muy escasas.


Nuestro grupo ya estaba totalmente diseminado porque cada uno iba al ritmo que podía, pero aún había aún que, al menos, íbamos cercanos y de vez en cuando hacíamos pequeñas paradas para reagruparnos.


Después de tanta subida por fin logramos ver ya Peña Mira a "tiro de piedra". Había ganas de llegar, por un lado, para terminar el largo ascenso y, por otro, para hacer uso del avituallamiento que había en ese punto.



Peña Mira, con sus 1.241 m, es la cota más alta de la Sierra de la Culebra, y a su vera estaba ese primer avituallamiento que ya empezábamos a necesitar. Amablemente los voluntarios nos ofrecieron fruta variada, otros alimentos energéticos y bebida. 


En este punto nos juntamos cuatro bíkers de nuestro equipo, estando los otros tres por delante. Una vez que los cuatro comimos y bebimos algo, iniciamos el descenso hacia Flechas.

Tocaba ahora descender unos cinco kilómetros hasta esta localidad por caminos de distinta índole, desde una ancha pista de buen firme, a un camino con piedra suelta, o uno más estrecho. Pero todos tenían en común que no se necesitaba pedalear en ellos, de hecho en alguna zona llegamos a superar los 50 km/h.



El último tramo antes de entrar en el pueblecito de Flechas fue muy bonito y muy frondoso. Justo en esa zona empezó a llover pero ahora con más intensidad que en la subida a Peña Mira.


Atravesamos el pueblo rápidos y siendo animados, a pesar de la lluvia, por los pocos vecinos que lo pueblan.


Poco después de salir de Flechas, nos desviamos a la derecha, cruzamos por un pequeño puente de madera sobre el llamado Arroyo del Cabrón y tras atravesar una zona de poblado bosque, pasamos a otra de menor vegetación, que era de las pocas planas de todo el recorrido.


Poco después tocó volver a ascender. Fueron unos cuatro kilómetros en los que nos fuimos separando del arroyo al tiempo que íbamos ganando altura. En ese tramo uno de los nuestros empezó a acalambrarse, así que hubo que parar a estirar y, una vez que pudo volver a la bici fue para seguir subiendo, pero con calma. En ese momento nos extrañó que los dos bíkers que venían poco después que nosotros no nos hubieran dado alcance durante la parada. Después sabríamos que uno de ellos reventó su rueda trasera y tuvieron que repararla.


La subida terminó al llegar a la carretera de Flechas, pero no llegamos a pisar el asfalto, sino que pasamos tangencialmente junto a ella y nos fuimos desviando hacia la derecha. Desde allí pudimos disfrutar de otro tramo relativamente llano que terminó en un descenso hacia el pueblo de Figueruela de Arriba.


Allí estaba situado el segundo avituallamiento con voluntarios ofreciendo amablemente, y con una sonrisa perenne, comida y bebida.


Abandonamos Figueruela desviándonos a la derecha para seguir por una calle del pueblo, con una buena cuesta, como no podía ser de otro modo. Subimos como un kilómetro, pero después descendimos aproximadamente kilómetro y medio.


Si bien no podíamos mirar mucho a nuestra derecha porque había que ir muy pendiente del suelo, cuando lo hacíamos daba gusto contemplar las vistas de la sierra.


Tocó después volver a subir y en la parte más alta había, como en otros muchos puntos, voluntarios y miembros de Protección Civil. Uno de ellos nos dijo: "Lo que queda es todo cuesta abajo, hasta yo mismo me atrevería a hacerlo." Nos hizo gracia pero realmente estaba diciendo la verdad, o eso creímos, porque comenzamos un descenso algo técnico en el que nos enfrentamos a unas doce curvas de 180º, es decir, una "ese" tras otra, para bajar hasta el lecho del arroyo del Cabrón.

Cuando llegamos relativamente cerca de él la vegetación cambió por completo, comenzamos a ver castaños y mucha frondosidad.


En esa zona comenzamos un suave descenso hacia la localidad de Villarino de Manzanas. Tocamos una parte del pueblo y la gente que había por la calle seguía animando, a pesar de que ya habían pasado muchos por delante.


Dejamos atrás esta localidad y comprendimos que los voluntarios nos habían mentido, porque tuvimos que enfrentarnos de nuevo a una subida, en algunos tramos con cierta dureza, y más a esas alturas de la prueba.

Al culminarla ya hubo un descenso que, tras cruzar la carretera que va hacia Riomanzanas, nos llevó hasta la zona del altar de la Petisqueira, donde habíamos dejado los coches unas horas antes.


El recorrido marcado nos hizo pasar por la zona donde comeríamos más tarde. Allí estaban las Galanas dando ánimos, pero allí no se terminaba la prueba, había que cruzar de nuevo el río Manzanas por un pequeño puente de madera e ir hacia Petisqueira .


Fuimos en paralelo al río un tramito, atravesando una zona muy bonita, con mucho encanto producido por el río a su paso por esa zona.


Finalmente tuvimos que cruzar dicho río. Ya en la otra orilla abandonamos pronto el bosque de rivera y salimos a una zona despejada de vegetación.


Lo malo es que en esa zona despejada había una cuesta que fue la "guinda del pastel". Es cierto que fue menos de un kilómetro, pero se le atragantó a casi todo el mundo. Al llegar a la parte más alta entramos en Petisqueira e inmediatamente después comenzaba el gran despliegue de la meta.



En la meta nos estaban esperando para animarnos los tres compañeros que habían entrado mucho antes. Nada más traspasar la línea de meta una persona de la organización nos colgó una medalla de "finisher".

Minutos después entraron los dos últimos de nuestro grupo. Por supuesto se llevaron todos nuestros ánimos y aplausos. Allí, junto a la línea de meta, había otro avituallamiento por si alguien necesitaba reponer fuerzas.


Ahora que ya estábamos todos, fue el momento de hacerse la foto de grupo. Una vez hecha esta volvimos a las bicis para descender por carretera hasta el aparcamiento donde teníamos los coches.


Ya en el parking, y una vez cargadas las bicis en los coches, tuvimos la oportunidad de ducharnos en un remolque provisto de seis duchas. Tras quitarnos el polvo, y con la sed que había, nos dirigimos a la barra donde daban cañas. Más tarde, a las 14,30, se dieron los trofeos a los ganadores. En nuestro grupo hubo quien ganó en la categoría Master 60 así que tuvo que subir a recoger el premio.


Después de este acto comimos la estupenda paella que sirvió la organización a todos los participantes. 

Por último, recalcar la excelente organización que ha habido a lo largo de toda la prueba, a pesar de ser el primer año que se organizaba, que siempre es más proclive a cometer errores.



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